Líbano
como nuevo objetivo
Los
neoconservadores y la política del "caos constructor"
Por Thierry Meyssan (*)
Red
Voltaire, 01/08/06
Washington
y Tel Aviv se regocijan por las operaciones militares en marcha en el
Medio Oriente. Según declaraciones de Condoleezza Rice, el dolor del
Líbano es causado por las "contracciones del nacimiento de un
nuevo Medio Oriente". Los teóricos del "caos
constructor" estiman que tiene que correr la sangre para lograr
imponer un nuevo orden en una región rica en hidrocarburos.
Planificada desde hace mucho, la ofensiva del ejército israelí
contra el Líbano está siendo supervisada desde el Departamento de
Defensa de Estados Unidos.
El
término de "Gran Medio Oriente" es una frase que fue
utilizada por George W. Bush para designar un control geopolítico de
un vasto territorio horizontal, que va desde Marruecos hasta Irán.
Durante
su encuentro del 21 de julio de 2006 con la prensa en el Departamento
de Estado, Condoleezza Rice fue interrogada sobre las iniciativas que
esperaba impulsar para restablecer la paz en el Líbano. Esta fue su
respuesta: "No veo el interés en recurrir a la diplomacia si es
para volver al status quo anterior entre Israel y el Líbano. Pienso
que sería un error. Lo que estamos viendo es, de cierta manera, el
comienzo de las contracciones del nacimiento de un nuevo Medio Oriente
y tenemos que estar seguros de que todo lo que hagamos vaya en el
sentido del nuevo Medio Oriente, no hacia el regreso al anterior"
[1].
Visto
desde Washington, lo que sucede actualmente en el Líbano no tiene
nada que ver con el rescate de los soldados capturados por Hezbollah.
En realidad se trata de la aplicación de la teoría, elaborada
durante largo tiempo, del "caos constructor". Según los
adeptos del filósofo Leo Strauss, cuya rama mediática es conocida
bajo la denominación de "neoconservadores", el verdadero
poder no se ejerce en una situación de inmovilidad sino, por el
contrario, mediante la destrucción de toda forma de resistencia. Sólo
arrojando las masas al caos pueden aspirar las élites a la
estabilidad de su propia posición.
Los
adeptos de Leo Strauss estiman también que únicamente en medio de
esta violencia los intereses imperiales de Estados Unidos se confunden
con los del Estado judío.
La
voluntad israelí de desmantelar el Líbano, de crear allí un
mini–Estado cristiano y de anexarse una parte del territorio libanés
no es nueva. Ya fue enunciada, en 1957, por David Ben Gurion en una célebre
carta publicada como documento anexo a sus memorias [2]. Lo más
importante es que fue insertada en un amplio proyecto de colonización
del Medio Oriente redactado en 1996 bajo el siguiente título: Una
ruptura limpia: nueva estrategia para garantizar la seguridad del
reino [de Israel] [3]. El documento estipulaba:
*
la anulación de los acuerdos de paz de Oslo
*
la eliminación de Yaser Arafat
*
la anexión de los territorios palestinos
*
el derrocamiento de Sadam Husein en Irak para desestabilizar en cadena
a Siria y el Líbano
*
el desmembramiento de Irak y la creación de un Estado palestino en
territorio iraquí
*
la utilización de Israel como base complementaria del programa
estadounidense de guerra de las galaxias.
Este
documento sirvió de inspiración al discurso pronunciado al día
siguiente por Benjamin Netanyahu ante el Congreso estadounidense [4].
En él encontramos todos los ingredientes de la situación actual:
amenazas contra Irán, Siria y el Hezbollah y, para rematar, el
reclamo de anexión del este de Jerusalén.
Ese
punto de vista es similar al de la administración estadounidense. El
control de las zonas ricas en hidrocarburos que Zbignew Brzezinki y
Bernard Lewis llamaban "el arco crítico", o sea el arco que
va del Golfo de Guinea al Mar Caspio pasando por el Golfo Pérsico,
supone una redefinición de fronteras, de Estados y de regímenes políticos,
en otras palabras: una "remodelación del Gran Medio
Oriente", según la fórmula empleada por George W. Bush.
Ese
es el nuevo Medio Oriente del que Condoleezza Rice pretende ser la
comadrona mirándolo nacer en medio del dolor.
La
idea es sencilla: reemplazar los Estados heredados del derrumbe del
Imperio Otomano por entidades más pequeñas de carácter monoétnico
y neutralizar esos mini–Estados lanzándolos constantemente unos con
otros. Dicho de otra forma, se trata de volver a los acuerdos a los
que llegaron en secreto, en 1916, el imperio francés y el británico
(los llamados Acuerdos Sykes–Picot [5]) y de consagrar el dominio
total de los anglosajones sobre la región. Pero, para establecer
nuevos Estados lo primero es destruir los que ya existen. Y eso es lo
que la administración Bush y sus aliados están haciendo desde hace
cinco años con entusiasmo digno de un aprendiz de mago. Si no están
convencidos, veamos los resultados:
A
la Palestina ocupada se le amputó el 7% de su territorio; la franja
de Gaza y Cisjordania están separadas físicamente por la construcción
de un muro; la Autoridad Nacional Palestina fue reducida a ruinas y
sus ministros y diputados han sido secuestrados y encarcelados.
La
ONU conminó al Líbano a desarmarse expulsando a las fuerzas sirias y
disolviendo el Hezbollah; el antiguo primer ministro Rafic Hariri fue
asesinado y con él desapareció la influencia de Francia; la
infraestructura económica del país fue devastada; más de 500 000
nuevos refugiados vagan por la región.
En
Irak, la dictadura de Sadam Husein fue reemplazada por un régimen
todavía más cruel que deja más de 3 000 muertos al mes; sumido en
la anarquía, el país está listo para su desmembramiento en tres
entidades separadas.
El
seudoemirato talibán fue reemplazado por una seudodemocracia que
sigue imponiendo la interpretación más oscurantista de la sharia, a
la que se agregó como nuevo elemento el cultivo de la adormidera. De
hecho, Afganistán ya se encuentra dividido entre los llamados
"señores de la guerra" y los combates se generalizan. El
gobierno central renunció a imponer su autoridad, incluso en la
capital.
En
Washington, los discípulos de Leo Strauss, cada vez más impacientes,
sueñan con extender el caos a Sudán, Siria e Irán. Para ese período
de transición no se habla ni siquiera de "democracia de
mercado" sino únicamente de sangre y lágrimas.
Jacques
Chirac, que tenía la intención de intervenir en el Líbano para
defender los últimos intereses de Francia en ese país y que envió
allí a su primer ministro Dominique de Villepin, tuvo que despertar
de su sueño. Durante la cumbre del G8, en San Petersburgo, George W.
Bush le prohibió hacerlo diciéndole que no se trataba de una operación
israelí que goza del apoyo de Estados Unidos sino de una operación
estadounidense ejecutada por Israel. Después de eso, a Dominique de
Villepin no le quedó más remedio que limitarse a servirles a sus
interlocutores de Beirut unas cuantas declaraciones verbales y
expresar su impotencia.
Para
ser más precisos aún, el plan de destrucción del Líbano fue
sometido por el ejército israelí a la administración Bush hace ya
poco más de un año, como reveló el San Francisco Chronicle [6]. Ese
plan fue objeto de discusiones políticas, el 17 y el 18 de junio de
2006 en Beaver Creek, durante el Foro Mundial que el American
Enterprise Institute organiza todos los años. Benjamin Netanyahu y
Dick Cheney lo discutieron ampliamente junto a Richard Perle y Nathan
Sharansky. La Casa Blanca le dio luz verde en los días subsiguientes.
Las
operaciones militares del ejército israelí son supervisadas por el
Departamento de Defensa de Estados Unidos. Este último determina los
aspectos estratégicos esenciales y escoge los blancos. El papel
principal lo desempeña el general Bantz Craddock como comandante del
South Command. Craddock es un especialista en movimiento de fuerzas
blindadas, como lo demostró durante la operación Tormenta del
Desierto y sobre todo como comandante de las fuerzas terrestres de la
OTAN en Kosovo. Es un hombre de confianza de Donald Rumsfeld, cuyo
estado mayor personal dirigió y por orden de quien desarrolló el
campo de concentración de Guantánamo. En noviembre próximo, el
general Craddock será nombrado comandante del European Command de la
OTAN, cargo que le permitirá dirigir la fuerza de interposición que
la OTAN podría desplegar en el sur del Líbano, además de las
fuerzas de la OTAN que ya se encuentran en Afganistán y Sudán.
Los
generales israelíes y estadounidenses se conocen mutuamente, desde
hace una treintena de años, gracias a los intercambios que organiza
entre ellos el Instituto Judío para los Asuntos de Seguridad Nacional
(Jewish Institute for National Security Affairs – JINSA), asociación
que impone a sus cuadros la participación en seminarios de estudio
sobre el pensamiento de Leo Strauss.
Notas:
(*)
Periodista y escritor. Presidente de la Red Voltaire. Autor de “La
gran impostura” y del “Pentagate”.
[1] "But I have no interest in diplomacy for the
sake of returning Lebanon and Israel to the status quo ante. I think
it would be a mistake. What we're seeing here, in a sense, is the
growing – the birth pangs of a new Middle East and whatever we do we
have to be certain that we're pushing forward to the new Middle East
not going back to the old one". Fuente:
Special Briefing on Travel to the Middle East and Europe, Departamento
de Estado, 21 de julio de 2006.
[2]
"Carta de David Ben Gurion a Moshe Sharett sobre la constitución
de un Estado maronita en el Líbano", documento disponible para
consulta en la biblioteca electrónica de la Red Voltaire.
[3] A Clean Break: A New Strategy for Securing the
Realm, IASPS, 8 de julio de 1996. Una versión condensada puede ser consultada en el sitio
del IASPS. El contenido completo de dicho documento se conoce gracias
a los reportes sobre el mismo que hizo The Guardian en aquel entonces.
Redactado en el seno de un think tank neoconservador, el IASP, este
documento, preparado por un grupo de expertos que reunió Richard
Perle y entregado a Benjamin Netanyahu, refleja el pensamiento del
sionismo revisionista de Vladimir Jabotinsky [[El padre de Benjamin
Netanyahu, Ben–Zion Netanyahu era secretario particular de Vladimir
Jabotinsky, fundador del sionismo revisionista. Ehud Olmert es miembro
de esa misma corriente.
[4]
Discurso ante el Congreso de Estados Unidos por Benjamin Netanyahu, 9
de julio de 1996.
[5]
Tratado secreto, firmado el 16 de mayo de 1916 por Sir Mark Sykes y
François Georges–Picot a nombre del Reino Unido y de Francia, y
aprobado más tarde por Italia y Rusia.
[6] "Israel set war plan more than a year ago.
Strategy was put in motion as Hezbollah began gaining military
strength in Lebanon", por Matthew Kalman, San Francisco
Chronicle, 21 de julio de 2006.
|