El absurdo plan de Occidente
Por Tariq Alí (*)
Il Manifesto, 01/08/06 / Sin Permiso, 06/08/06
Traducción de Leonor Març
Desde el momento en que las tropas sirias fueron
obligadas a dejar el Líbano, en el país se ha producido un vacío de
poder. Los occidentales pensaban llenarlo ellos, con Israel como
agente: pero había un obstáculo, los Hezbolá, que ya en una ocasión
anterior habían derrotado a los israelíes.
“Esperemos el momento oportuno, y echémosles,
pensaban en Jerusalén, y si los libaneses se ponen nerviosos,
cargamos la responsabilidad por las destrucciones sobre Hezbolá, a
fin de hacerlos odiosos e impopulares en su propio país.”
Hasta un wargame [juego de guerra] en un
computador del Pentágono habría arrojado mejores sugerencias. Ello
es que el plan se ha vuelto de manera sensacional contra sus
ideadores.
Una azorada Condoleezza Rice, que vio negado su
ingreso en Líbano por parte de un gobierno que Washington consideraba
“suyo”, ha tenido que organizar una “pausa temporal” en los
bombardeos. Tal vez tengan necesidad de más bombas de búnker para
matar a otros inocentes, o tal vez se han percatado de que la
popularidad de Nasrallah ha alcanzado un pico sin precedentes en el
mundo árabe: sus retratos campean por todas las manifestaciones
callejeras de El Cairo junto a los del Náser.
Ha habido manifestaciones masivas también en
Jordania, y finalmente el primer ministro fantoche iraquí se ha visto
obligado a denunciar a Israel durante una visita a los EEUU, ganándose
las críticas tanto de republicanos como de demócratas: ¿cómo osa?
Después de todo no estaría en el cargo que está, si no fuera por
nosotros. Entonces, ¿por qué quiere impedir que se ponga a alguno
como él a la cabeza del Líbano?
El motivo es muy simple: los iraquíes están más
inquietos que antes y Moqtada al Sadr quiere abrir inmediatamente un
segundo frente en Irak. De modo que el primer ministro y el gran
ayatollah Sistani tienen que denunciar a los israelíes, aun evitando
cautelosamente cualquier crítica a la potencia ocupante.
Mientras la máquina de guerra israelí continúa
infligiendo un castigo colectivo al pueblo libanés, la masacre de
Qana y la planificada, sistemática destrucción de las
infraestructuras sociales del país han inducido a algunos
predecesores del primer ministro inglés a avanzar alguna que otra tímida
crítica a Blair. Pero el hecho de que la palabra
“desproporcionado” sea considerada inaceptable en la cultura política
inglesa dice mucho sobre el estado de ese país.
No ha habido siquiera una dimisión en el
ensangrentado gobierno laborista; ningún intento serio de convocar a
una conferencia extraordinaria del partido para liberarse del primer
ministro y substituirlo con el portavoz de una política distinta.
El resto de Europa no es muy distinto. Los
alemanes apoyan a Israel; el centroizquierda italiano es débil, y la
Conferencia de Roma ha simbolizado su impotencia; Zapatero, en España,
es el único que se ha enfundado un chal palestino y ha condenado las
acciones israelíes.
Mientras éste es el estado de la política
oficial, la gente se muestra, en cambio, en contra de la continuación
de la guerra en Irak, en contra de la agresión israelí en el Libano,
en contra de la subordinación a la Casa Blanca. El ghetto de Gaza está
bajo asedio; el Líbano, fulminado, humeante y enfurecido; el
secretario general de la ONU pide disculpas a Israel por haberlo
criticado a propósito del bombardeo de la sede de la ONU en Líbano;
y la “comunidad internacional” está a verlas venir. Acabará mal
para los belicistas, si los ciudadanos de Europa no se quedan en
silencio.
(*) Tariq Ali es miembro del Consejo Editorial de
Sin Permiso.
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