Líbano:
Esta es también la guerra de Bush
Por
Alex Callinicos
Socialist Worker, 29/07/06 / kaosenlared.net, 31/07/06
Traducción de la Liga Marxista
“El apoyo del
ataque israelí al Líbano por parte de EEUU es para destruir Hezbolá
y enviar un aviso a estos resistentes anti–imperialistas de Oriente
Medio”
La guerra en el Líbano
es tanto de Bush como del Primer Ministro israelí, Emud Olmert. Y es
una apuesta alta.
De acuerdo con el
Washington Post, “Desde el punto de vista de la Administración, el
nuevo conflicto no es solo una crisis que hay que solucionar. Es también
una oportunidad para acabar con una gran amenaza en la región, tal y
como Bush cree que está haciendo en Irak”.
“La herida que está
ejerciendo Israel a Hezbolá, a la espera que sea oficial, podría
terminar la labor de completar una democracia funcional en el Líbano
y enviar un mensaje fuerte a los sirios e iraníes que apoyan a Hezbolá”.
Un antiguo oficial de
la Administración Bush hizo la siguiente reflexión: “Tienes al
oportunidad real para acabar con Hezbolá. Tómala, aunque luego
vengan otras consecuencias que tengan que ser solucionadas”.
Bush no sólo ha
seguido esta política, dándole a las Fuerzas de Defensa Israelíes
(IDF en inglés) todo el tiempo necesario para acabar con Hezbolá.
El New York Times
comenta que los EEUU están también haciendo un envío urgente de
misiles de precisión auto–dirigidos para que el IDF siga azotando
al Líbano.
El cómplice de Bush,
Tony Blair, justifica su parte en esta última guerra criminal,
argumentando que “un arco de extremismo que cruza la región quiere
interrumpir el proceso hacia la democracia y la libertad”.
Hay una parte de
verdad en esa afirmación. Estamos enfrentándonos a una crisis que se
extiende a lo largo de Asia, desde el Mediterráneo hasta Afganistán.
Sus raíces se hunden
en el esfuerzo de EEUU por dominar la región, especialmente después
del peor golpe que ellos recibieron –la revolución de 1978–79,
que derrocó al régimen pro–estadounidense en Irán.
Para reprimir
semejante afrenta, EEUU apoyó a Sadam Hussein en la sangrienta guerra
de Irán–Irak de 1980–1988.
La política de EEUU
ha llevado, sin embargo, a su propia derrota. La Administración de
Ronald Reagan apoyó a Israel, en 1982, en su invasión al Líbano.
La guerra alcanzó su
objetivo formal de conducir a la resistencia palestina fuera del Líbano,
sólo que creó un enemigo más formidable: Hezbolá.
Fundada con ayuda
iraní, Hezbolá tiene un apoyo arrollador entre los musulmanes chiíes,
quienes podrían hoy conformar la mayoría de la población libanesa.
Hezbolá disfruta de
un enorme prestigio a través del mundo árabe, gracias a la campaña
guerrillera que condujo a las tropas de las IDF fuera del Líbano en
el año 2000.
La propia
Administración Bush, en sus esfuerzos por rehacer la región, ha
inclinado la balanza a favor de Irán. Al derrocar el régimen
baathista de Sadam Hussein, incrementó el poder de la mayoría chií
iraquí, que fueron ferozmente represaliados bajo Sadam.
Redes cercanas de
parentesco y educación conecta a los clérigos chiíes del Líbano,
Irak e Irán. Los EEUU respondieron a la resistencia armada a la
ocupación de Irak con la política de “divide y vencerás”.
Esto ha forzado a
apoyarse en los partidos chiíes, que han estado preparándose para
promover sus propios objetivos a través de la colaboración con los
ocupantes.
Vulnerabilidad
Así, para luchar
contra un enemigo, los EEUU han incrementado su vulnerabilidad frente
a otros. Un general retirado de los EEUU contó al periodista e
investigador Seymor Hersh que, a pesar de que las tropas británicas
ocupan el sur de Irak, “los iraníes pueden tomar Basora con diez
mullahs y un camión”.
Nuri al–Malaki,
cabeza visible del gobierno títere de Irak, de cuya supervivencia
depende el poder militar de los EEUU, ha denunciado el ataque de
Israel en el Líbano.
De acuerdo al New
York Times, “Los comentarios vertidos por el sr. Malaki, un árabe
chií cuyo partido mantiene lazos con Irán, fueron un aviso mucho más
contundente que los realizados por los gobiernos árabes sunníes en
los mismos días”.
Los EEUU no pueden
mantener su dominio en Oriente Medio a menos que pongan en práctica
la conquista de Irak meditante un cambio de régimen en Irán. He aquí
el detallado plan del Pentágono, revelado por Hersh en abril, de un
ataque militar a las instalaciones nucleares iraníes. Pero atacar Irán
no es tarea fácil. Rusia y China se muestran disconformes tanto para
imponer sanciones, como para castigar a Irán por el supuesto programa
de armas nucleares.
Mientras tanto, el
Presidente iraní Mahmoud Ahmadinejad ha montado una campaña retórica
contra Israel que está claramente dirigida a ganarse a la opinión pública
del mundo árabe, con un éxito considerable.
Militarmente, Irán
quizás no sea un rival tan fácil como parece. La popularidad
nacional de Ahmadinejad demuestra que el régimen todavía tiene una
base social que un ataque israelí o estadounidense sólo contribuiría
a ensanchar.
El periodista
independiente Mark Gaffrey reveló en octubre de 2004 que Irán está
armado con misiles cruceros anti–barcos, de fabricación rusa, para
los cuales la marina estadounidense no tiene defensa.
Todos estos escollos
ayudan a explicar por qué la Administración Bush, después de
levantar una crisis internacional por el programa nuclear de Irán, ha
adoptado en los últimos meses una política más cautelosa. El
ofrecimiento a hablar directamente con Irán enfureció a muchos
apoyos neo–conservadores de Bush.
Bajo la estrategia de
Bush de falsos compromisos, queda por remover el obstáculo que el régimen
de Irán representa para el dominio de los EEUU en Oriente Medio. De
ahí la razón por la que Bush no tardó en apoyar a Olmert en su
ataque al Líbano. Se le presentó una oportunidad como caída del
cielo para poder debilitar a Irán.
Precisión
Sin embargo, no está
claro que esta política surta efecto. Las guerrillas de Hamás y
Hezbolá han cambiado el equilibrio del poder militar gracias a los
misiles. La artillería y aviación israelí son insuficientes para
detener los ataques con misiles, así lo ha demostrado Hezbolá desde
que comenzó la ofensiva israelí contra el Líbano.
Las incursiones con
tropas terrestres quizás fueran más efectivas en la eliminación de
las plataformas de lanzamiento de misiles de Hezbolá.
Pero desplegando
tropas de tierra, podría incrementarse el número de bajas israelíes,
que ya ha sido bastante alto. Y matar a combatientes de Hezbolá podría
no destruir a Hezbolá –por cada bomba o artillería de Israel se
reclutan muchos más combatientes.
Israel podría fácilmente
verse arrastrada a una especie de guerra de desgaste y debilitamiento,
tal y como le pasó en el Líbano después de 1982 y le está pasando
a EEUU en Irak y Afganistán. Un veterano corresponsal de guerra
israelí contaba al Washington Post, “Para deshacerse de los
cohetes, tendrías que ocupar el territorio.”
“Si tomases el Sur
del Líbano, quizás se resolviese el problema de los cohetes de corto
alcance. Entonces, la gente te diría que Hezbolá encontrará misiles
de largo alcance. ¿Ocuparías entonces el norte del Líbano?”
Este dilema quizás
explique por qué Israel está apoyando ahora la idea de que una
fuerza especial de paz europea tome en sus manos la tarea de desarmar
a Hezbolá.
Como en Irak, un
fallo en el Líbano podría impulsar a Israel y a EEUU a extender la
guerra –no sólo contra Irán, sino también contra el régimen de
Siria que apoya a Hezbolá.
Es improbable que se
produzca un conflicto global, como pasaba en al Guerra Fría. Rusia y
China se contentarán con permitir a EEUU debilitarse a sí mismo, sin
intervenir directamente.
Pero los EEUU e
Israel han creado una situación espantosamente destructiva y
peligrosa que engendrará más terrorismo. El único camino para
acabar con él es identificar la causa real –el imperialismo
estadounidense y su determinación por dominar el mundo.
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