Errores
Por
Juan Gelman
Página 12, 31/07/06
La ONU advirtió 10
veces en el lapso de 6 horas al alto mando israelí sobre el peligro
que corría un puesto de cascos azules en la zona del sur del Líbano
que su fuerza aérea bombardeaba intensamente el miércoles 25 (El País,
27/7/06). Los militares de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI)
prometieron cesar el fuego, pero una cosa son palabras y otra, hechos:
un misil de precisión made in USA mató a 4 efectivos desarmados de
la Finul (Fuerza Interina de la ONU en el Líbano).
¿Serían
terroristas? El puesto de observación estaba perfectamente
identificado y era perfectamente identificable. Kofi Annan, secretario
general de las Naciones Unidas, consideró que el ataque israelí fue
“aparentemente deliberado” y lo calificó de “trágico
asesinato”. Para el primer ministro Ehud Olmert, se trató de “un
error”.
Claro que hay errores
y errores. Unos días antes de esas muertes, personalidades destacadas
de Israel celebraron en Jerusalén el 60 aniversario de... un acto
terrorista: la voladura parcial del Hotel King David el 22 de julio de
1946.
Palestina era
entonces un protectorado inglés, en un ala del hotel residía el alto
mando militar británico y el atentado fue obra de la Irgun. Menahem
Begin, jefe de esa organización judía, siempre adujo que era un
luchador por la libertad de su país, no un terrorista, porque, entre
cosas, nunca había perjudicado a civiles. Pero en ese atentado
–aprobado por Ben Gurion– murieron 28 británicos y 63 civiles, 41
árabes, 17 judíos y 5 de otras nacionalidades. Ningún gobierno de
Israel lo ha condenado hasta el presente. Antes, por el contrario.
Los que homenajearon
el atentado “asumen que un luchador por la libertad es una buena
persona y que un terrorista es una mala persona –señala Tom Segev
en el diario israelí Ha’aretz (23/7/06). Casi todo terrorista se
autodefine como un luchador por la libertad y viceversa: los
luchadores por la libertad son calificados de “terroristas”.
Agrega que el ex
primer ministro israelí Benjamín Netanyahu afirmó en la ceremonia
que “la diferencia entre una operación terrorista y una acción
militar legítima se expresa en el hecho de que los terroristas tratan
de dañar a los civiles, mientras que los combatientes legítimos
tratan de evitarlo”. La captura de soldados israelíes por Hamas y
Hezbolá sería entonces legítima. Y ni los 800.000 civiles libaneses
obligados a huir de sus hogares ni, si pudieran hacerlo, los 400
civiles libaneses muertos ni los palestinos que las FDI siguen matando
en la Franja de Gaza pensarán que los ataques israelíes contra la
población entran en la categoría “acciones militares legítimas”.
La historia de las
FDI está plagada de “errores”. El fusilamiento de 200 civiles
palestinos contra los muros del cementerio de Tantura el 15 de mayo de
1948, cuando una guerra aseguraba el establecimiento del Estado de
Israel, sería entonces un error. Otro, la matanza de más de 100
civiles palestinos en Deir Yassin, el 9 de abril de 1948. Otro más,
la demolición de la aldea de Qibya y la muerte de 70 civiles
palestinos por efectivos al mando del ex primer ministro Ariel Sharon
el 14 de octubre de 1953. O la matanza de 48 árabes –incluidos 6
mujeres y 23 menores de 8 a 17 años– en la aldea árabe–israelí
de Kafr Qasim el 29 de octubre de 1956. O la de 140 refugiados
palestinos y 135 habitantes locales desarmados de Khan Yunis en Gaza
el 3 de noviembre de 1956. Y otro error, el asesinato inconcebible de
1500 a 3500 refugiados palestinos en Sabra y Chatila, perpetrado por
milicias de cristianos maronitas el 16 de septiembre de 1982 al amparo
de las tropas israelíes que habían rodeado los dos campos, ubicados
en territorio libanés. Y aun otro, el ataque de artillería del 18 de
abril de 1996 contra la sede de los Cascos Azules en Qana, al sur de
Tiro, donde se habían refugiado unos 800 civiles libaneses de los que
106 dejaron de vivir.
La ocupación israelí
del sur del Líbano de 1982 al 2000 dio nacimiento a la guerrilla de
Hezbolá, que combatió y echó al ocupante. Aplicando la teoría de
Netanyahu, Hezbolá, como el Irgun judío, podría considerarse una
organización que lucha por la libertad contra un Estado terrorista.
Cabe aclarar que
Hezbolá es además un movimiento político y social que ocupa el 18
por ciento de las bancas del Parlamento libanés y dos ministerios en
su gobierno, que sostiene una red de escuelas y hospitales y que
desarrolla numerosos proyectos microeconómicos y de infraestructura
destinados a reconstruir el Líbano después de esa primera ocupación.
Los bombardeos han logrado que el 96 por ciento de chiítas, el 73 por
ciento de sunnitas, el 55 por ciento de cristianos y el 40 por ciento
de drusos del Líbano aprueben el secuestro de soldados israelíes,
según una encuesta que el Centro de Investigaciones e Información
llevó a cabo en Beirut.
La muerte de civiles
israelíes por atentados suicidas –a los que Israel supo ponerles
coto– y la muerte de decenas de civiles israelíes por los Katyushas
de imprecisión iraníes que arroja Hezbolá sobre Haifa y otras
ciudades, son absolutamente repudiables.
Pero la desmesurada
respuesta de Tel Aviv en Líbano y Gaza tiene otras explicaciones. El
profesor Gerald Steinberg, de la Universidad israelí de Bar–Ilan,
asegura que “en cierto sentido, la preparación (del ataque al Líbano)
comenzó en mayo del 2000, inmediatamente después de la retirada
israelí... En 2004 la campaña militar, cuya duración prevista era
de tres semanas y que estamos presenciando ahora, ya estaba diseñada
y en el último año o dos se simuló y ensayó al otro lado de la
frontera (con Líbano)” (San Francisco Chronicle, 21/7/06). Esto
arroja ciertas dudas sobre cuál habría sido el verdadero origen del
enfrentamiento con Hezbolá que causó la muerte de ocho efectivos
israelíes y la captura de otros dos.
“La moral no está
de nuestro lado” se titula la columna del profesor de la Universidad
de Tel Aviv Ze’ev Maoz que publicó Ha’aretz el 25/7/06. “Esta
no es una guerra justa –dice–; Israel usa una fuerza excesiva sin
distinguir entre la población civil y el enemigo, cuyo único propósito
es la extorsión. Hezbolá cruzó una frontera reconocida por la
comunidad internacional. Esto es cierto. Pero nos olvidamos que, desde
que nos retiramos del Líbano, la fuerza aérea israelí ha realizado
misiones diarias de reconocimiento en el espacio aéreo libanés.
Estos vuelos no causaron víctimas, pero las violaciones de frontera
son violaciones de frontera. En esto tampoco la moral está de nuestro
lado.”
Yagil Levy, profesor
de la Universidad Ben Gurion del Néguev señala que el ataque al Líbano
es un intento de moldear su orden político a la fuerza. “Aunque
supongamos que el gabinete (israelí) tenía claro cuál iba a ser el
precio que pagaría el frente interno, ha expuesto a la ciudadanía
(israelí) a un peligro real por lo que ha sido presentado como una
amenaza futura” (Ha’aretz, 24/7/06).
La Casa Blanca no
quiere el cese del fuego que reclaman algunos –pocos– gobiernos
europeos, la ONU y la opinión pública internacional: desea “un
nuevo Medio Oriente” que dijo Bush, siempre en persecución de un
planeta dominado por EE.UU. “Nuestro corazón está con el pueblo
israelí –certificó la secretaria de Estado norteamericana
Condoleezza Rice–, que sufre ataques terroristas y (el lanzamiento
de) cohetes; estos medios no son aceptables en una sociedad culta”
(Clarín, 25/7/06). Tiene razón: para las sociedades cultas del
llamado Primer Mundo sólo son medios aceptables las invasiones
“preventivas” a países soberanos, la ocupación de territorios
ajenos, el asesinato de civiles “por error”. Entre otras cosas.
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