Un movimiento nacional de masas
Nuestra posición frente a Hezbollah
Por Claudio Testa
Socialismo o Barbarie, periódico, 31/08/06
La lucha heroica del pueblo libanés encabezada militarmente por
Hezbollah y las consecuencias mundiales de su triunfo, exigen
clarificar en la izquierda nuestras posiciones frente a este
movimiento.
Esto también tiene relevancia porque en gran parte del mundo han sido
las fuerzas de izquierda las que impulsamos las movilizaciones de
solidaridad con Líbano y de repudio al Estado genocida de Israel.
Esto lo refleja el mismo Nasrallah, cuando en una entrevista reconoce
que debido a ese apoyo las calles y casas de Líbano están llenas
de posters de Chávez y del Che Guevara... pero después advierte:
“Lo que nosotros decimos a nuestros amigos socialistas que quieren
pelear junto a nosotros por la fraternidad y la libertad es que no se
les ocurra venir si van a decir que la «religión es un opio»”
(“Entrevista a Nasrallah”, www.socialismo-o-barbarie.org, edición
del 27-8-06) En verdad, el gran problema no es la religión, sino
otras cuestiones más terrenales...
En primer lugar, en la guerra entre Israel-EEUU y Hezbollah defendemos
total e incondicionalmente a los luchadores libaneses. ¡Esto hay
que decirlo bien claro! No estamos “por la paz” (como dicen
confusamente algunos sectores de la izquierda europea y
latinoamericana). En la guerra de Líbano, estamos por la derrota
de USAIsrael y la victoria de Hezbollah.
La brutalidad del ataque israelí ha determinado que todas las
corrientes realmente socialistas y de izquierda se pronunciaran contra
la agresión genocida. Sin embargo, la sostenida campaña “islamofóbica”
ha hecho mella en algunos sectores de la izquierda principalmente
europea (por ejemplo, la LCR francesa), que dice estar contra la
agresión pero, al mismo tiempo, no defiende a las milicias que le
hacen frente y la derrotan. Esto lo vemos como completamente
equivocado. Si las corrientes socialistas revolucionarias tuviéramos
una cierta fuerza en Líbano, sería un deber ineludible combatir con
Hezbollah, como se hizo, por ejemplo, en la Guerra Civil de España.
Pero, al mismo tiempo, hay que decir con toda claridad que, a nivel
político, no podemos dar la menor confianza ni apoyo a este
movimiento y su dirección. Aunque Hezbollah no sostiene ya el
programa del estado islámico al estilo de Irán, su proyecto no es
anticapitalista ni menos aun socialista, dado que no se trata de una
organización de los trabajadores.
Paradójicamente, al mismo tiempo que combate heroicamente la agresión
del sionismo y el imperialismo, a nivel económico-social su
programa no pasa de un neoliberalismo atemperado por el
asistencialismo. Hezbollah forma parte con varios ministros del
gobierno del Líbano, presidido por el primer ministro Fuad Siniora,
ex ejecutivo del Citibank, que aplica un programa neoliberal a
ultranza.
Como todos los “movimientos nacionales” (y más aun si se encuadran
en las corrientes islamistas), es enemigo de la organización
independiente de la clase trabajadora. Y esto es doblemente
importante, porque tanto antes como durante el ataque israelí, en Líbano
parecen desarrollarse elementos de organización y lucha independiente
de los trabajadores y sectores populares.
Poco antes de la invasión, hubo movilizaciones masivas, de cientos de
miles de libaneses, en protesta contra las políticas económicas
neoliberales del gobierno de Siniora, en el que Hezbollah tiene
ministros. Iniciada la guerra, en Beirut no sólo se produjo una
radicalización general que borró relativamente las divisiones
religiosas y étnicas alrededor de las cuales se organiza la
“sociedad civil” libanesa. También, a partir de allí, se
desarrolló un amplio activismo juvenil que, sin divisiones sectarias,
impulsó movilizaciones independientes, como las que se desarrollaron
ante el edificio de la ONU y en repudio a la proyectada visita de
Condolezza Rice, que finalmente no fue recibida por Siniora. La
actitud de Hezbollah frente todo eso parece haber sido la de contener
la cosa para que no se desbordara.
Pero el problema va más allá de las fronteras de Líbano. Todo Medio
Oriente está sacudido por estos acontecimientos. Los gobiernos títeres
de EEUU, como el de Egipto y otros, sienten que el piso empieza a
moverse bajo sus pies. Y lo importante en este caso, es que en varios
de los países árabes más grandes hay una importante clase obrera
que se podría poner de pié. Es entonces vital que, a nivel político,
surjan alternativas independientes de la clase trabajadora y los
sectores populares. Aunque aún sean esbozos, alentar estas tendencias
será decisivo para el curso futuro de las luchas en la región.
|