Medio Oriente

 

La “coalición del Muro”

Capitalismo y colonialismo en Cisjordania

Por Gadi Algazi [1]
Le Monde diplomatique, edición Cono Sur, agosto 2006
Traducción de Patricia Miarreta

Mientras que la ofensiva israelí continúa en Gaza, se intensifica la colonización en Cisjordania y en Jerusalén, lejos de la mirada de las cámaras y bajo el impulso de una poderosa coalición de intereses políticos, ideológicos y económicos. Apoyada por militantes israelíes, la resistencia de los pobladores palestinos se organiza para frenar las expulsiones, las topadoras y la confiscación de tierras.

Modi'in Illit es una importante colonia judía de Cisjordania, que ocupa las tierras de cinco aldeas palestinas: Ni'lin, Kharbata, Saffa, Bil'in y Dir Qadis. Se trata, incluso, del asentamiento que más rápido crece; pronto debería otorgársele el estatuto de ciudad: el Ministerio de Vivienda israelí prevé que, de 30.000 habitantes, pasará a 150.000 en 2020. La localidad integra uno de esos "bloques de colonias" que los sucesivos gobiernos israelíes expandieron y pretenden anexar. Ilustra además el vinculo entre el Muro de Separación y la expansión de las colonias: el crecimiento de Modi'in Illit acarreó la ruina de los agricultores palestinos de Bil'in, pequeña aldea de 1.700 habitantes, despojada por la construcción del Muro de la mitad de las tierras que le quedaban: unos 2.000 dunams (1).

 

Desde febrero de 2005, los habitantes de Bil'in llevan adelante una lucha no violenta contra el Muro. Junto a militantes israelíes por la paz y voluntarios internacionales, realizan manifestaciones todos los viernes, tomados de la mano, frente a las topadoras y soldados, en convergencia con otros poblados palestinos que desde hace cuatro años conducen una difícil campaña de resistencia. Estas acciones, coordinadas en muchos casos por los Comités Populares contra el Muro y de las que prácticamente nada se sabe fuera de Palestina, tuvieron resultados modestos pero no desdeñables: lograron detener o demorar la construcción de los cercos de seguridad que los privan de sus tierras y los condenan a vivir encerrados. En Budrus y Deir Ballut, los Comités consiguieron incluso hacer desviar el trazado y recuperar así parte de las viñas, los campos y las fuentes de aprovisionamiento de agua confiscadas.

Esos logros modestos adquieren otro significado ante la indiscutible superioridad militar de Israel. Gracias a su fuerza militar y al apoyo de Estados Unidos, y cosechando los frutos del Plan de retiro unilateral de Ariel Sharon, el Estado hebreo gana terreno frente a unos palestinos cada vez más aislados y demonizados. En el exterior, así sea a regañadientes, se acepta cada vez más la política unilateral de Israel.

La importancia de esta "Intifada del muro" reside sobre todo en su influencia a largo plazo. Las protestas masivas no violentas, débiles y de escala reducida, que habían jugado un papel secundario a principios de la segunda Intifada, parecen echar raíces y empezar a dar frutos. A medida que se reducen las posibilidades de una paz justa en Palestina y que los palestinos de Cisjordania se acostumbran a vivir encerrados (2), entre barreras y muros, las manifestaciones pacíficas abren nuevos caminos al porvenir. Y siembran, de uno y otro lado, las semillas de futuras luchas comunes.

En total, doscientas personas resultaron heridas durante la represión de las manifestaciones en Bil'in, y muchas otras fueron detenidas bajo diversos pretextos. Para dispersar a unos manifestantes desarmados, se envió al ejército israelí, a los guardias de fronteras y la policía, así como a servicios de seguridad privados. Cachiporras, bombas lacrimógenas, balas de goma y disparos de balas de plomo causaron numerosas víctimas (3).

Del lado israelí, se admite que las fuerzas especiales –pertenecen a la unidad Massada– inflitraron agentes provocadores que se hicieron pasar por árabes dentro de estas manifestaciones pacíficas con el objetivo de incitar a los participantes a recurrir a la fuerza (4).

Únicamente la determinación de los miembros del Comité Popular logró impedir que estas provocaciones desembocaran en una escalada incontrolable. En realidad, el Muro requiere una protección reforzada –contra la oposición pacífica de los aldeanos palestinos y sus aliados– porque está allí para permitir un gran proyecto colonial: Modi'in llIit.

Composición y economía

Muchas veces la ocupación israelí se concibe en términos tomados de los conflictos interestataIes (y la creación de la Autoridad Palestina no ha hecho más que reforzar esta tendencia). Sin embargo, en el fondo, se trata de un conflicto colonial. Los gestos simbólicos, las iniciativas diplomáticas y las declaraciones públicas se desvanecen frente a la cruda realidad: pozos y olivares, edificios y rutas, emigración y asentamientos.

No sólo las fronteras políticas se hallan drásticamente trastocadas, sino también el paisaje. El control militar ejercido por Israel desde 1967 creó un marco favorable al fortalecimiento del mecanismo colonial: asentamientos, cercos de seguridad y rutas son sus signos más flagrantes.

Las colonias constituyen el obstáculo más serio a la creación de un Estado palestino viable verdaderamente independiente. De 1967 a 2006, se estima que el Estado hebreo ha hecho construir unas 40.000 viviendas en Cisjordania por un costo de 4.300 millones de dólares. y en enero, el número de colonos instalados en los territorios ocupados –fuera de Jerusalén–, entre ellos el Golán, superaba los 250.000.

Las colonias israelíes en los territorios ocupados, generalmente repudiadas, son muy poco estudiadas. Para saber a quién beneficia el proyecto colonial y por qué lo apoya la gente común, habría que observar con mayor detalle su composición y economía. Modi'in Illit es un caso revelador en varios aspectos.

En primer lugar, se trata de un emprendimiento conducido no por un grupo de colonos mesiánicos y sus representantes políticos, sino por una alianza heterogénea de promotores inmobiliarios interesados en los terrenos, capitalistas inversores al acecho de beneficios económicos y políticos partidarios de la colonización. Es uno de los pocos asentamientos que siguió extendiéndose durante la segunda Intifada. No alberga a nacionalistas inflexibles, sino esencialmente a familias numerosas ultraortodoxas, poco comprometidas con el sionismo político e incluso con Israel y que buscan ante todo mejores condiciones de vida. Confluyen en él miseria social, ganancia rápida y expropiación despiadada.

Modi'in Illit, cuyo nombre original fue Kiryat Sefer, no debe su creación (1996) –como la mayoría de las colonias– a una alianza entre autoridades gubernamentales, organizaciones sionistas y movimientos de colonos extremistas: la iniciativa procedió de empresarios privados, tras los acuerdos de Oslo de 1993 y en un momento en que se intensificaba la privatización de la economía israelí. Es el típico ejemplo de un nuevo estilo de asentamiento colonial, dirigido por capitales privados y respaldado por el Estado.

Según señalan los informes del Tribunal de Cuentas, el consejo local acordó un tratamiento preferencial para los promotores inmobiliarios: ventajas especiales, exenciones en materia de reglamentación de la construcción, reducción de impuestos, etc. Miles de viviendas se construyeron en manifiesta contravención a la ley, con la aprobación post facto del consejo local, que blanqueó esas construcciones ilegales mediante un reajuste retroactivo del plan de urbanismo (6). En el Lejano Oriente israelí, la urgencia política de la colonización corre pareja con el beneficio económico rápido para los inversionistas.

Según una investigación llevada a cabo en 1998, el "dominio de Brachfeld", por ejemplo, en tierras de Bit'in, se erigió en su totalidad sin permiso de construcción. Sin embargo, no se demolió ninguna casa. Gran parte de las aguas servidas se vierte al río Modi'in, contaminando los recursos acuíferos locales. Esto no es consecuencia de la corrupción o de una mala gestión, sino de una dimensión estructural de la frontera colonial: el asentamiento no reglamentado hace posibles ganancias enormes en detrimento del entorno.

Los habitantes palestinos de Bil'in hacen frente a una poderosa alianza entre intereses políticos y económicos. En las tierras que les confiscaron, se anuncia la construcción de dos barrios. Uno de ellos, "Green Park", se encomendó a Dania Cebus, filial de la África–Israel Corporation, propiedad de uno de los hombres de negocios más influyentes de Israel, Lev Leviev (7): este colosal proyecto de 230 millones de dólares prevé la construcción de 5.800 departamentos.

No obstante, las ganancias de explotación percibidas por África–Israel registraron un alza del 129% en el curso de los primeros trimestres de 2005. (8) Participaron junto a Leviev otras grandes empresas de la construcción, cuyas inversiones también dependen del trazado del Muro, que debe separar a los pobladores de Bil'in de sus tierras y garantizar la "seguridad" de los nuevos barrios. Al igual que en muchas otras colonias instaladas entre la Línea Verde y el "cerco de seguridad", este último completa el proceso de anexión y valoriza las inversiones inmobiliarias.

Desdibujar la Línea Verde

El Custodian of Absentee Property (Custodio de los Bienes de los Ausentes) y el Land Redemption Fund (Fondo para la Recompra de las Tierras) pretenden ser los propietarios legales de las tierras sobre las que se construye uno de esos barrios. El Custodian, organismo gubernamental encargado de administrar las ''tierras de los ausentes", sirve en realidad para acaparar las tierras palestinas pertenecientes a refugiados en Israel y, más recientemente, en los territorios ocupados.

Algunas organizaciones israelíes de defensa de los derechos humanos descubrieron que éste sirve de testaferro al fondo de los colonos en las "transacciones sinuosas". En cuanto al Fund, creado hace unos veinte años, se especializa en la recompra de tierras en zonas de expansión de colonias. Entre sus fundadores figura Era Rapaport, uno de los organizadores de la red terrorista que operaba en los territorios ocupados a principios de los años '80, que pasó varios años en la cárcel por el intento de asesinato en que el intendente de Naplús, Bassam Chakaa, perdió ambas piernas. (9)

Dos periodistas israelíes llevaron a cabo una investigación minuciosa sobre los métodos de adquisición de ese fondo, cuyo "equipo de información está compuesto por ex colaboradores (palestinos) que regresaron a su aldea tras ser desacreditados, agentes israelíes de los Servicios de Seguridad General retirados, que dan información a cambio de dinero (...) y ex–gobernadores militares (que utilizan sus) conexiones dentro de las aldeas".

Hombres de paja árabes sirven de intermediarios: se hacen pasar por compradores, mientras que las tierras se compran gracias a "fondos provenientes de millonarios judíos de derecha como Lev Leviev y el magnate suizo Nissan Khakshouri" (10).

Métodos similares se emplearon para confiscar las tierras de Bil'in. (11) Así, en el plan colonial, economía y política se mezclan inextricablemente. Entre los donantes del Fondo, figuran los capitalistas que tienen a su cargo la construcción y promoción inmobiliaria en otras colonias. Éstos pagan sumas considerables a los colonos extremistas, por convicción política, pero en espera también de importantes ganancias.

Los sectores en los que el Fondo elige concentrarse también tienen su relevancia: su proyecto principal es "desdibujar la Línea Verde (la frontera israelí anterior a 1967) de modo de conectar a los asentamientos (de Cisjordania) con las comunidades ubicadas del lado israelí y expandir estas comunidades hacia los territorios (ocupados)" para "establecer hechos sobre el terreno". (12)

Esto se inscribe dentro de una maniobra aun más amplia, concebida originalmente por Ariel Sharon y que está en marcha desde los años '80, para disolver la Línea Verde mediante la creación de asentamientos destinados a colonos no "ideológicos" en las cercanías de los centros económicos de Israel. Tras su bloqueo por la segunda Intifada, el proyecto fue retornado poco a poco en 2003, con la formalización de algunas partes del Muro, que llevó a la anexión de facto de zonas ubicadas entre el cerco de seguridad e Israel.

Al desaparecer las comunidades palestinas al otro lado del Muro, se le puede prometer a los inversores, así como a los colonos, un nivel de vida más alto en un espacio seguro. La limpieza étnica no siempre es espectacular...

Las colonias israelíes aledañas al Muro de separación revisten una importancia estratégica: completan el sistema de cercos y barreras previsto por Israel para anexar determinadas partes de Cisjordania. Pero además, constituyen el sitio estratégico donde toma forma una poderosa alianza política y económica entre capitales, grupos heterogéneos de colonos y políticos en el poder.

La "coalición del Muro", que actualmente dirige Israel, no data de las últimas elecciones. Reunida en torno a la herencia de Ariel Sharon, agrupa a los partidarios de la anexión progresiva ("Israel debe conservar los bloques de colonias") y los de una expansión colonial "razonable" (que fácilmente pasan por buenos aliado de los "malvados" colonos ideológicos desinhibidos).

Bajo la doble bandera de la separación étnica y de la privatización de la economía, esta alianza no promete la paz a los israelíes, sino una pacificación unilateral ligada a una anexión parcial que desmembrará a Cisjordania y dividirá lo que quede de ella en tres enclaves cercados.

Si bien la formación de esta alianza se produjo recientemente en la arena política (sus adherentes no pertenecen sólo a Kadima, el partido de Ariel Sharon y Ehud Olmert), la construcción de sus fundamentos económicos y sociales tuvo lugar mucho antes, en las colinas de Cisjordania.

Agrupa a los colonos, a los organismos estatales que financian los cercos, a empresas inmobiliarias y de alta tecnología –la vieja y la nueva economía– y se encuentra representada en los asentamientos que están actualmente en construcción o que se extendieron al amparo del Muro.

Precisamente porque no descansan sólo sobre el fervor mesiánico de colonos fanáticos y responden también a necesidades sociales –calidad de vida para la burguesía, empleos y viviendas subvencionados para los desfavorecidos– es que estos asentamiento s ensanchan la base social del movimiento colonizador y consiguen el apoyo de otros grupos de interés: los beneficiarios reales del Muro, empresarios, capitalistas y colonos de las clases más altas, que buscan una calidad de vida mejor dentro de nuevos guetos dorados, lejos de los pobres, y a salvo de los palestinos. (13)

Las colonias judías no dejaron de crecer durante los años de Oslo: su número de habitantes aumentó a más del doble entre 1993 y 2000. Pero visto más de cerca, este crecimiento tuvo como principal escenario algunos asentamientos importantes donde viven colonos no "ideológicos": inmigrantes rusos y etíopes instalados allí por las autoridades, habitantes de periferias pobres que aspiran a vivir mejor y familias ultraortodoxas numerosas en busca de viviendas subvencionadas.

Esa gente se unió al proyecto colonial recién a fines de los años '90, contra su voluntad, empujada por las privatizaciones y el rápido desmantelamiento del Estado de bienestar israelí. Modi'in Illit  y Betar Illit abarcan por sí solas a más de la cuarta parte de los colonos de Cisjordania, principalmente judíos ultraortodoxos. Mientras que las otras colonias disponen de un estatuto socioeconómico superior al promedio israelí, éstas son las dos comunidades judías más pobres. (14)

Como un especialista explicaba a un periodista en septiembre de 2003, lo que incitó a estas familias a instalarse allí fue la crisis de la vivienda en Israel: "su situación era tan desesperada que estaban dispuestas a irse a cualquier lado". Y el portavoz del Consejo de los Colonos de Modi'in Illit admite en tono confidencial: "Aunque no hayan venido aquí por motivos ideológicos, no renunciarán tan fácilmente a sus casas". (15) Así es cómo se transforma a las personas en colonos a su pesar. El intendente de Betar llIit confesó al mismo periodista que se enviaba a los ultraortodoxos a los territorios ocupados contra su voluntad para convertidos en "carne de cañón". Ahora que el Muro se acerca, los colonos de Modi'in lllit y Betar Illit podrían depositar en él sus esperanzas: que les aporte seguridad, lo que los lleva a identificarse con la empresa de expropiación de los palestinos.

Pero si bien la extensión de las colonias se alimenta de la erosión de los derechos sociales en Israel, los conflictos sociales en el Estado hebreo tienen consecuencias directas sobre el futuro de la ocupación, ya que ponen en evidencia la relación subyacente entre la lucha anticolonial –contra el robo de tierras palestinas y la implantación de nuevas colonias– y la lucha por la justicia social dentro mismo de las fronteras de Israel.


Notas:

[1] – Profesor  de Historia en la Universidad de Tel Aviv. Fundador de la Asociación Judeo–Árabe Taayoush.

1. Un dunam equivale a un décimo de hectárea. o sea. a 1.000 metros cuadrados.

2. Amira Hass, "Israeli Restrictions Create Isolated Enclaves in West Bank" y "Four Types of Enclaves in the West – Bank", Haaretz, Tel Aviv, 24–3–06.

3. Meron Rapaport. "Symbol of Struggle", Haaretz, 10–9–95.

4. Meron Rapaport. "Bil'in Residents: Undercover troops provoked stone–throwing", Haaretz, 14–10–05; David Ratner. "Bil’in Protesters say bean bags are Iatest riot control weapon", HaaIetz. 7–11–06.

5. Haaretz, 8–1–06.

6. "lsrael's State Comptroller's Report", N" 51 A (2000), Israel Government Printing Office, Jerusalén.

7. Leviev amasó su fortuna en base a la explotación de los diamantes de Sudáfrica Y utilizando su pertenecia a la secta ultraortodoxa de los Lubavitch. Su compañía se enorgullece de haber sido "pionera en el establecimiento de guetos dorados" en Israel. Administra además centros comerciales y se dispone a construir la primera cárcel privada de Israel. Cf. Aryeh Dayan. "Leviev Promises to Treat his Prisoners Nicely", Haaretz, 28–11–05.

8. Datos recientes: www.maariv.bizportal.co.il

9. Shalom Yeroshalmi, "Every Prime Minister who gave away Eretz Israel was hurt'" (Entrevista a Era Rapaport).

Ma'ariv, Tel Aviv, 5–4–02.

10. Shosh Mula y Oler Petersburg, "The Settler National Fund", Yedioth Aharonoth, Tel Aviv, 27–1–05; (traducción inglesa: www.peacenow.org7hot.asp7cid=247).

11. Akiva Eldar, "Documents reveal West Bank settIement Modi'in lIIit built iIIegaly", Haaretz, 3–1–06; "State mulls criminal probe into illegal settlement construction", Haaretz, 8–1–06.

12. Shosh Mula y Ofer Petersburg. op. cit.

13. Oren YiftacheI, "SettIements as RefIex Action", en A Civilian Occupation: The PoIitics of lsraeIi Architecture, de Rafi Segal y Eyal Weizman (Babel, Tel Aviv; Verso, Londres y Nueva York, 2003).

14. The Israel Central Bureau of Statistics, Characterizing Local Council and Ranking them acoording to the Socioeconomic Position of their Population, febrero de 2004. Los árabes de Israel son los ciudadanos más pobres. Y entre las diez comunidades más pobres del país figuran ocho aldeas beduinas y dos comunidades judías: Modi’in Illit y Betar Illit.

15. Tamar Rotem,"The Price is High", Haaretz, 23–9–03.


Explotación religiosa

En Modi'in lIIit, la nueva economía se mezcla con la vieja. Entre las empresas de informática que abrieron filiales allí figura Matrix, una de las principales firmas israelíes de servidos informáticos: cuenta con unos 2.300 empleados y vale 500 millones de shekels (100 millones de dólares) en la Bolsa de Tel Aviv.

Está bajo el control de Formula Systems, del grupo Formula Group, que vende productos en todo el mundo por 500 millones de dólares anuales. "Para hacer frente a la competencia de los programadores mal remunerados de India, la empresa se dirigió hacia una mano de obra barata, que le permite gozar de importantes subvenciones del Estado (1): las mujeres (ultraortodoxas) de la colonia, donde abrió un centro de desarrollo que se supone empleará a 500 mujeres de aquí a fines de 2006.

Esto es lo que se dice "una práctica offshore dentro del propio país": a 25 km de Tel Aviv hay tierras robadas, ayudas estatales y recursos públicos, policías y soldados que dan seguridad a las inversiones, y una mano de obra cautiva y disciplinada.

El capitalismo israelí no flota en un universo digital: a medida que afirma su posición en el mercado mundial, extrae nuevos recursos del proyecto colonial.

Las mujeres que trabajan para Matrix en Modi'in lIIit son consideradas eficaces y excepcionalmente productivas: "El trabajo que un ensamblador realizará en otro sitio en una semana excepcional, las chicas lo liquidan aquí en tres días", declaró un responsable de la filial a un periodista (2). Aquí, una principiante gana cuatro dólares por hora; al segundo año, su remuneración mensual asciende a 1.000 dólares –de los que el Estado aporta la quinta parte– (3).

Un dirigente ultraortodoxo confiesa a otro periodista que su comunidad "tiene el hábito de vivir con nada. Entonces, cuando la gente gana un poco, representa mucho para ellos". Los voceros de la firma reconocen por otra parte que los salarios que se paga a estas mujeres de Modi'in no reflejan su productividad ni el valor de sus servicios en el mercado internacional, sino más bien "el bajo costo de su vida"; una teoría del valor destacable, que en cualquier caso no resulta del todo desconocida...

La filial de Matrix en Modi'in lIIit es estrictamente casher. Dos rabinos locales supervisan las instalaciones. Aparte de su legítimo interés por el modo de vida de las trabajadoras y sus valores, estos rabinos cumplen un papel central en esta empresa capitalista: las empleadas "viven según un código religioso y profesional complejo", un código riguroso (4).

"Aunque sean madres de seis hijos, el ausentismo de muchas de ellas es inferior al de una madre de dos hijos de Tel Aviv", afirma a un periodista un directivo de Imagestore, otra empresa de informática que también emplea a mujeres ultraortodoxas. "Estas mujeres no traen problemas. Trabajan, punto y aparte. Ninguna pausa para el café o el cigarrillo, nada de charla telefónica ni búsqueda de paquetes turísticos a Turquía. las pausas sirven únicamente para comer o amamantar en una habitación especial. Puede ser que algunas hagan una escapada hasta su casa, den de mamar, y vuelvan." (5)

Algunos periodistas que visitaban el local de Matrix quedaron impresionados por el silencio reinante. las conversaciones personales están prohibidas en la sala de trabajo. Esti, una de las empleadas, lo explica así: "Si una habla demasiado, o navega en internet, otra le dirá: 'Eh, eso es robo'; es como tomar algo que pertenece a la compañía. Un día preguntamos si podíamos hacer una pausa de cinco minutos para rezar; pero el rabino nos contestó que los antiguos Sabios no hacían pausas y que decían el Shma' (la oración más importante del día) al mismo tiempo que trabajaban, y entonces, dejamos la oración para después del trabajo".

Estas reglas son escrupulosamente respetadas en ausencia de los patrones. "No hacemos cosas prohibidas, ni siquiera cuando nadie nos mira", explica, sonriendo, una obrera, "porque hay alguien que nos está mirando desde arriba". (6)

No confundamos estas representaciones idealizadas con la realidad cotidiana. Las trabajadoras ultraortodoxas de Matrix o de firmas similares encuentran seguramente la manera de eludir los mandamientos de los rabinos y el control de los talleres. la notable disciplina que parece reinar allí se explica también por la ausencia de otros empleos en Modi'in IIIit (y las mujeres no tienen coche para ir a trabajar a otro lado).

Esta colonia tiene la particularidad de recordar el "colonialismo interno" que causaba estragos en Israel en los años '50, cuando los nuevos inmigrantes, procedentes en gran medida del mundo árabe, fueron instalados en la frontera: para proteger los territorios conquistados durante la guerra de 1948, pero también para servir de mano de obra barata en la incipiente industrialización. En ambos casos, la integración al proyecto colonial israelí, con la función de poblar su (nueva) frontera, condiciona la obtención de ciertos derechos sociales fundamentales.

Hace medio siglo, los "judíos árabes" eran considerados trabajadores no calificados e incompetentes, al igual que estas mujeres ultraortodoxas que supuestamente salen de las tinieblas para descubrir la luz (es decir, dejan su hogar para entrar a una empresa capitalista moderna). De hecho, estas mujeres tienen cierto nivel de educación, y en muchos casos aparte de cumplir con sus cargas familiares ya se ganaban la vida, porque sus maridos deben consagrar sus vidas al estudio de la Torah.

El precio que pagan los colonos contemporáneos es más alto: el "colonialismo de la frontera" refuerza las relaciones de dependencia y subordinación. Así, si bien los pobres son instrumentos del proceso de colonización en Modi'in lIIit, en el fondo también son sus víctimas.

Se oye decir a veces que si se modernizara, el capitalismo israelí podría –incluso debería– renunciar al colonialismo a la vieja usanza. El ejemplo de Modi'in lIIit demuestra, por el contrario, que puede seguir siendo colonial en la era digital, ir y venir entre los mercados mundiales y sus propias colonias, entre la defensa de una privatización desenfrenada y unas subvenciones públicas nada desdeñables.

Una cosa es segura: no abandonará por sí mismo la ciénaga colonial, ni ejercerá suficiente presión sobre el Estado como para que éste cambie de rumbo. A menos que el proyecto colonial israelí se convierta en una desventaja y la resistencia de los colonizados y sus aliados imponga un cambio de rumbo. (Gadi Algazi)


Notas:

1. El gobierno israelí subvenciona los salarios por un plazo de cinco años: www.tamas.gov.iI

2. Yoni Shadmi, "Globalization killed the High–Tech Star", Maariv, Tel Aviv, 11–11–05.

3. Idem.

4. Ibidem.

5. Ruth Sinai, "Modi'in lIIit The Zionist Response to Off–Shoring", Haaretz, Tel Aviv, 19–9–05.

6. Yoni Shadmi, op. cit.