El movimiento de
protesta en Israel es ilusorio
Por
Gideon Levy Red Voltaire, 07/09/06
Desde el inicio
del cese al fuego se ha desarrollado en Israel un movimiento de
protestas cuya orientación es por el momento incierta. Incluyendo a
numerosos reservistas del ejército israelí y sus familiares, las
protestas atacan la forma en que el primer ministro Ehud Olmert
condujo la guerra contra el Líbano. Para Gideon Levy, editorialista
del diario Haaretz, pacifista y participante en la conferencia Axis
for Peace, estas protestas no plantean las preguntas correctas y
ocultan las responsabilidades colectivas.
«Los niños de las
velas» crecieron y se convirtieron en el «movimiento de protesta»
de esta guerra. La confusa juventud que se sentaba a llorar con sus
guitarras y velas en la plaza de Tel Aviv tras el asesinato de Rabin
está ahora sentada en el Jardín de las Rosas, frente a la oficina
del Primer Ministro, no menos confusa, y parece protestar contra la
guerra –claro, después que terminó.
Igual que era
imposible entonces saber lo que querían los niños de las velas, es
muy difícil comprender ahora lo que quieren los reservistas y sus
familiares enlutados. La mayor parte de las quejas debería volverse
contra ellos mismos: ¿dónde estábamos hasta ahora? Si todo esto no
tiene otro objetivo que la exigencia a algunos dirigentes de que se
retiren, entonces es una pérdida de tiempo tanto para ellos como para
nosotros. Los expulsados serán rápidamente sustituidos por clones y
nada cambiará. Olmert, Peretz y Halutz volverán a sus casas y
Netanyahou, Mofaz y Barak ocuparán el poder.
Después de todos
estos años terribles durante los que hemos matado y nos han matado,
sin razón alguna, por primera vez hay interrogantes acerca del
discurso público y debiéramos alegrarnos de este cambio, pero
mirando de más cerca el contenido de esta nueva protesta no deberíamos
hacernos demasiadas ilusiones. Los argumentos de quienes protestan se
resumen a dos aspectos, ambos tan estrechos como el mundo de los
reservistas: uno, que las Fuerzas de Defensa Israelíes (FDI) no
estaban preparadas para la guerra y, dos, que esta se detuvo demasiado
rápido.
Sobre el primer
aspecto los responsables son muchos. En cuanto al segundo, no
justifica la protesta. Hay interrogantes mucho más importantes y
profundas que necesitan una respuesta: ¿por qué llevamos a cabo esta
guerra? ¿Cómo hubiera podido evitarse? ¿Por qué sólo conocemos el
lenguaje de la guerra? ¿Cuáles son los límites de la utilización
del fuerza y hacia dónde vamos ahora?, Sin embargo, este nuevo
movimiento no hace estas preguntas.
Incluso si esta ola
de protesta llega a triunfar y se crea una comisión investigadora,
aun si se separa a dos o tres personas del poder, la situación no
cambiará. Al igual las protestas de 1973 no trajeron el cambio
deseado –salvo para las pocas personas apartadas del poder– las de
2006 no traerán ningún cambio y mucho menos si evitan las preguntas
principales. Lamentarse después de la guerra no está en la agenda
nacional. Por el contrario, si nos enfrentamos sólo a una
protesta-naranja-contra-la-retirada
disfrazada, entonces podemos presagiar nuevos peligros.
Los firmantes de la
solicitud y quienes llevan a cabo la protesta y que están sentados en
el Jardín de las Rosas deberían preguntarse, por encima de todo, dónde
estaban hasta ahora. Fuera de los «naranjas», la mayor parte de
ellos votó por Kadima –incluso por el Likud o por los Laboristas.
Muchos han servido en la reserva, en los territorios ocupados, se han
ocupado de sus asuntos y han guardado silencio. Durante seis años han
tomado parte, directa o indirectamente, en los inútiles programas
nacionales –desde la construcción del Muro a la empresa
colonizadora– y han fortalecido la ocupación. Han visto con sus
propios ojos cómo las FDI han sido transformadas en fuerzas policíacas
de ocupación, cómo han golpeado a los débiles pero sin estar
preparadas para ocuparse de los fuertes.
Han protegido a los
colonos, han visto el sufrimiento provocado por la ocupación, han
sido testigos o han participado en el maltrato a los palestinos. Por
consiguiente, la responsabilidad de la falta de preparación de las
FDI es suya, debido en parte a lo que han hecho y en parte a su
silencio. En este momento no pueden pretender que el fracaso de las
FDI para ejecutar su misión los ha sorprendido: ¡estaban allí
cuando el ejército cambió de rostro! Durante todos estos años sabían
que controlar la identidad en las carreteras, invadir habitaciones,
perseguir a los niños en las calles y demoler miles de casas no es
prepararse para la guerra.
Pensábamos que habían
comprendido que son las actividades del ejército de ocupación en los
territorios las que provocan semejante odio contra nosotros; que es la
política de rechazo, más que cualquier otra cosa, lo que pone en
peligro a Israel, y que no es en las casbahs donde debe probarse el ejército.
La falta de preparación en el frente interno no hubiera debido
sorprenderlos: un país que maltrata a su gente más débil en tiempos
de paz lo hará también en tiempo de guerra. ¿Qué hay de tan nuevo
y sorprendente en todo esto?
En cuanto al segundo
punto, la detención de los combates no justifica esta protesta, sino,
por el contrario, es un cumplido. Mientras deberían preguntar por qué
estalló la guerra, los manifestantes preguntan por qué se detuvo. Si
algún mérito tiene el mando en esta guerra, es por su vacilación en
las últimas horas de la misma. ¡Es una lástima que no haya vacilado
antes! ¿Dónde estaríamos exactamente si hubiéramos la hubiéramos
continuado? Los pecados originales sobre los que deberían dirigirse
las protestas son: la determinación, la pretensión desmedida y el
odio que animaron al mando en las primeras fases de esta guerra. Es
deprimente ver que ninguno de los manifestantes plantea cuestiones
morales. Un movimiento de protesta que no se pronuncia contra la
destrucción terrible que infligimos al Líbano, que calla sobre la
forma en que matamos a cientos de civiles inocentes y sobre la manera
en que los transformamos por decenas de miles en refugiados, reducidos
a la pobreza, no es por definición un movimiento moral. Incluso después
de haber sido probado que no era eficaz, no ha habido manifestación
alguna contra el uso excesivo de la fuerza. ¿Durante cuánto tiempo aún
vamos a estar replegados sobre nosotros mismos y ver sólo nuestra
propia miseria?
Es demasiado pedir a
los manifestantes, que se suponen sean los cuadros de vanguardia, que
miren lo que hemos hecho a otra nación? ¿Cómo entender que tras las
masacres de Sabra y Chatila, que no eran directamente obra nuestra, la
gente saliera en masa a la calle y que hoy nadie diga nada sobre la
destrucción que hemos sembrado con nuestras propias manos en el Líbano?
¡Y para nada!
Con semejantes
movimientos de protesta, Israel puede prescindir del silencio de los
corderos que tan bien lo ha caracterizado durante estos últimos años.
Deberíamos estar hartos de semejantes llorones. En el campo de
batalla, talvez sean soldados valientes, pero en el campo de las
protestas no son más que combatientes cobardes.
.-
Gideon Levy es periodista del diario de izquierda israelí
Ha’aretz. Fuerte crítico de la ocupación israelí, escribe en
dicho diario, con el título de «Twilight Zone», una crónica
semanal sobre las violaciones cometidas contra los palestinos. Con
el paso de los años se ha convertido en un símbolo del «izquierdista
pro palestino» para la derecha israelí y en una coartada para
los demás. «¿Cómo no vamos a ser una democracia? ¡Dejamos
escribir a Gideon Levy!», suele decir el Ministro de Defensa
Shaul Mofas.
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Los colonos que se negaban a la retirada de Gaza decidieron tomar
para sí los colores de la «revolución naranja» ucraniana
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