El
avance insurgente y el cultivo de opio cuestionan la victoria
proclamada por Bush en 2003
Los
talibán, cada vez más fuertes
Por
Declan Walsh
The Guardian / El Mundo, 20/09/06
Kabul.–
Probablemente Reedi Gul ya esté muerto en estos momentos. Hace un par
de semanas, unos pistoleros enmascarados secuestraron a este hombre de
24 años en una solitaria carretera de montaña en el centro de
Afganistán. Al día siguiente, su padre, Saleh Gul, recibió una
llamada de teléfono y cayó en la cuenta de que el verdadero objetivo
de los secuestradores era él. «Soy un talibán musulmán afgano
–anunció una voz– y, si quieres ver vivo a tu hijo, escucha con
atención».
Tres semanas antes,
Saleh Gul había sido nombrado gobernador de uno de los departamentos
más infestados de guerrilleros de la provincia de Ghazni. Los talibán
le exigían que renunciara a su cargo, pagara un rescate, atacara a
las fuerzas estadounidenses y asesinara a unos cuantos altos cargos
locales. Gul pagó 2.000 dólares [unos 1.575 euros] y renunció a su
cargo, pero se negó a matar a nadie. «No soy un terrorista»,
respondió a gritos por el teléfono. Entonces, los talibán añadieron
una exigencia imposible de cumplir: la libertad de uno de sus jefes,
prisionero.
El pasado domingo se
cumplió el plazo dado por los talibán. «Seguimos todavía sin
noticias –confesó el padre, angustiado, cuatro días después–.
Para mí que a estas horas ya lo habrán matado». En el rostro de Gul
había un gesto evidente de preocupación, pero en su voz se percibía
un tono de rabia. «Ya le advertí al gobierno –subrayó Gul– de
que podía ocurrir algo así. Les informé de que los talibán se
estaban apoderando de todo. ¿Por qué no pueden pararles los pies?».
Esta pregunta está
resonando por todo Afganistán tras un verano que ha sido un caos. En
el sur, la guerra se ha enseñoreado de las provincias de Kandahar y
Helmand, donde están estacionadas tropas británicas y canadienses.
En los últimos 15 días, la OTAN ha lanzado una ofensiva feroz en la
que ha dado muerte a más de 500 talibán para evitar el asalto a la
ciudad de Kandahar, una idea que hasta ahora parecía inimaginable.
En otros lugares se
están multiplicando los atentados de terroristas suicidas con bombas
a plena luz del día, con todo descaro, a la manera de Bagdad. El
cultivo de opio ha crecido de manera vertiginosa. Afganistán producirá
este año más heroína de la que son capaces de consumir los
drogadictos occidentales. La principal área de cultivo es la
provincia de Helmand, bajo control británico.
Nadie se imaginaba
que las cosas fueran a ser así. Cuando los soldados norteamericanos
empezaron a perder el control de la situación en Irak, en 2003, Bush
calificó la intervención en Afganistán como una victoria en toda
regla. Cuando se celebraron pacíficamente las elecciones
presidenciales y parlamentarias [en Afganistán], los generales de
Bush dieron por acabados a los rebeldes. «Los talibán son una fuerza
en declive», manifestó el general Eric Olson hace 18 meses.
Hoy día, aquellas
palabras parecen una estupidez a muchos observadores. Si bien las
provincias del norte y del oeste de Afganistán siguen gozando de
estabilidad, el presidente Hamid Karzai está aislado y es impopular.
Ya no se consideran extravagancias sin fundamento las comparaciones de
la guerra en el sur con la de Vietnam.
Por su parte, los
diplomáticos occidentales, a fin de cuentas los arquitectos de la
reconstrucción, observan consternados cómo sus planes se quedan en
puro humo. «Nadie se dio cuenta de lo que se venía encima. Esto es
francamente alarmante», ha reconocido un alto cargo en Kabul.
No hay ni un factor
que explique por sí solo este vuelco de la situación. No obstante, sí
que pueden obtenerse algunas respuestas en Ghazni, una provincia del
centro de Afganistán considerada segura hasta principios de este año.
La provincia se encuentra ahora en la frontera del avance de los talibán,
a unas dos horas apenas de Kabul por carretera.
En los dos últimos
meses, los talibán han arrasado de punta a punta la mitad sur de esta
provincia con secuestros, asesinatos y combates con armas de fuego.
Según medios norteamericanos, el departamento de Andar, a unos pocos
kilómetros de su base militar en la ciudad de Ghazni, es el centro
operativo de los talibán para las cuatro provincias que rodean a ésta.
El viaje por la
carretera que, partiendo en dos el territorio de Ghazni, va de Kabul a
Kandahar, hasta no hace mucho tiempo todo un símbolo de la
reconstrucción pagada por Occidente, se ha convertido en una especie
de juego a ver quién puede más. De forma esporádica, los talibán
montan puestos de control y registran a los afganos en busca de sus
carnés de identidad, números de teléfono o cualquier otro indicio
de su vinculación con el gobierno o con organizaciones extranjeras.
Aquellos a los que
pillan reciben una paliza, se los llevan secuestrados o son
asesinados. Los extranjeros viajan al sur por avión, sobrevolando la
carretera de la que no hace mucho presumían. En las poblaciones
cercanas, la gente está atemorizada y enfadada. En el departamento de
Qala Bagh, bandas de 20 a 30 insurgentes bajan a los pueblos cada
noche. Exigen comida, refugio o que un hijo se sume a sus filas, según
Maulvi Aladat, el recién nombrado jefe del departamento. En los últimos
dos meses han muerto asesinados un juez, el director de la escuela y
el director local de educación. Las dos escuelas de niñas están
cerradas.
La protección que
ofrece el gobierno es más bien escasa. La policía de Ghazni, sin la
instrucción exigible, está desbordada, tanto en número de efectivos
como en potencia de fuego. Guarecida en el interior de unos recintos
pobremente defendidos, sin apenas radios ni vehículos, poca
resistencia pueden ofrecer frente a los bien nutridos grupos de
combatientes talibán armados con ametralladoras y granadas
propulsadas por cohetes.
El Ejército afgano,
formado por los norteamericanos, brilla curiosamente por su ausencia.
Ghazni cuenta con una guarnición de apenas 280 soldados según su
gobernador, Sher Alam Ibrahimi. Aunque el Ejército dispone de 35.000
soldados sobre el papel, se cree que la tasa de deserciones es muy
elevada.
Oficiales del Ejército
y diplomáticos coinciden en que el territorio de las tribus de Pakistán
es la sala de máquinas de los insurgentes. Desde sus remotos
santuarios en las montañas a lo largo de la frontera, los talibán
han resurgido de entre las sombras como una fuerza muy potente. Dos
shuras o concejos tribales coordinan los ataques, uno en la ciudad
occidental de Queta, el otro en el Warizistán del Sur, un territorio
de tribus al margen de la ley que es también crisol del terrorismo de
Al Qaeda.
En medio de un
agresivo despliegue de la OTAN, hay quienes se cuestionan la hipótesis
de que la insurgencia pueda ser derrotada exclusivamente a base de
muertos. La única solución a largo plazo pasa por la negociación
con los talibán, en opinión de Uadir Safi, de la Universidad de
Kabul.
«Si no hay
negociaciones, la situación podría seguir igual durante décadas. El
gobierno debe aceptar a los talibán como aliados en determinadas áreas.
No se puede matar a todos, es así de simple», explica, recordando
que los afganos cuentan con una larga historia de expulsión de ejércitos
extranjeros si cunde la «decepción».
Afganistán
listo para inundar a Europa con heroína extra
Por
Piotr Goncharov
Agencia RIA Novosti, 11/ 09/06
Por enésima vez
Afganistan bate todos los records en la fabricación de opio,
dispuesto a inundar a Europa de heroína extra.
Según los datos
publicados estos días por la Oficina de las Naciones Unidas contra la
Droga y el Delito (UNODC), este año el área sembrada de adormidera
ha aumentado en el 59%, habienbdo totalizado 165 mil hectáreas contra
100 000 en el anterior y la cosecha total de opio crudo ascenderá a
6.100 toneladas.
A ello se debe
agregar que, según afirmaciones de expertos afganos, este año el
opio contiene un porcentaje sin precedentes de morfina. Para fabricar
un kilo de heroína se requerirán en total solamente 7 kilos de opio
crudo.
Tal correlación es
un fenómeno raro. Habitualmente, para fabricar un kilo de heroína se
requieren de 10 a 15 kilos de opio. Por ejemplo, el pasado año, según
datos del UNODC, en Afganistán fueron cosechadas 4 mil tonaladas de
opio crudo, de las que luego fueron producidas 400 toneladas de heroína.
Por consiguiente, teniendo en cuenta la concentración actual de
morfina en el opio, de las 6100 toneladas de opio crudo podrá ser
fabricada una cantidad fantástica de heroína: más de 870 toneladas.
No es difícil
imaginarse la cantidad de narcótico duro extra que en 2006 Afganistán
promete suministrar a los mercados europeos y rusos, especialmente
teniendo en cuenta que el esquema de cosecha de opio, su transformación
en morfina y heroína, así como el suministro de derivados del mismo
por las rutas seguras y comprobadas a los países consumidores
funciona como un reloj.
De inmediato surge la
interrogante: ¿acaso no será posible reducir los suministros de la
droga afgana?
Los propios afganos
no tienen mecanismos económicos ni de fuerzas capaces de conseguirlo.
En lo que respecta a las fuerzas de la coalición antiterrorista
internacional y la Fuerza Internacional de Ayuda a la Seguridad en
Afganistán (ISAF), resulta que estas fuerzas necesitan mandato
especial de la ONU para destruir los sembrados de adormidera y
laboratorios especializados en fabricar heroína.
Ni EEUU que encabeza
la coalición antiterrorista, ni el mando de la OTAN que dirige ISAF
jamás presentarán al CS de la ONU la solicitud de expedir tal
mandato.
Esto se refiere
especialmente a EEUU que, a diferencia de ISAF, se encuentra en
Afganistán sin derecho alguno y no al amparo de la ONU. Por eso ¿qué
interes puede tener EEUU en complicar sus relaciones con la población
local, sobre todo si se toma en consideración que a EEUU le importan
un bledo los problemas que la droga representa para Europa y Rusia.
"El aumento de la fabricación de drogas en Afganistán se debe
al incremento de la demanda de éstas en Europa y Rusia. Para resolver
ese problema, se precisan esfuerzos mancomunados de Rusia y Europa
Occidental en Afganistán, estima el Secretario de Defensa de EEUU,
Donald Rumsfield.
Al intervenir en la
Conferencia Internacional sobre drogas afganas celebrada en Moscú, el
director ejecutivo de la Oficina de las Naciones Unidas contra la
Droga y el Delito, Antonio María Costa, disipó las ilusiones
respecto a los posibles esfuerzos de Europa en Afganistán en persona
de la OTAN que encabezó ISAF. Al decir de él, la incorporacón
piloto de las fuerzas de ISAF al exterminio de los sembrados de
adormidera de opio y los laboratorios químicos en 2005 no surtió
resultado apetecido, sino que solamente recrudeció las relaciones con
la población local. Desde hoy los "esfuerzos" estarán
encaminados exclusivamente a prestar concurso técnico–material y
formar el personal afgano.
Antonio María Costa
sin querer disipó el mito acerca de que las "caravanas de narcóticos"
en Afganistán burlan supuestamente el control de EEUU e ISAF. Sin
embargo, resulta que las "caravanas" no de narcóticos, sino
de precursores no son miticas, sino reales. Y no sólo en Afganistán,
sino ante todo en los paises de entorno. El precursor es un reagente
químico que participa en cualquier fase de la fabricación del
producto químico tóxico indistintamente del método que sea
empleado. Para "transformar" una tonelada de opio crudo en
heroína, según afirman expertos, se requieren ante todo, en calidad
de reagente, de 2 a 6 toneladas de anhidrido de ácido acético.
Según Antonio María
Costa, el año pasado para procesar 4 mil toneladas de opio crudo
fueron importadas más de 10 mil toneladas del citado anhidrido. De
veras será una "caravana" de más de 500 furgones de 20
toneladas cada uno de ellos.
En Afganistán el
anhidrido de ácido acético no se produce. Ahora, en opinión de
expertos, lo fabrican solamente China, la India y Rusia. Pero no puede
dejar de asombrar también que dichas caravanas pasen inadvertidas
tanto en el mismo Afganistán como en los países limitrofes que, como
es sabido, carecen de una amplia red de carreteras.
A primeros de julio
las autoridades afganas se vieron obligadas a reconocer la ineficacia
de las medidas tendientes a reducir la fabricación ilegal de
estupefacientes en el país. Pero no surtieron efecto el ministerio
creado para estos fines ni una nueva ley que prohíbe producir drogas.
Sin embargo, el problema ha de ser resuelto. ¿Cómo?
No es fácil dar
respuesta a esa interrogante. El representante del UNOCD en el Asia
Central dice que "pese a las medidas adoptadas por los gobiernos
centroasiáticos, no disminuye su tránsito a través de esa región".
Entretanto, el opio
afgano cobra fuerza y, según todos los indicios, Rusia y Europa
Occidental solamente pueden esperar que al aumentar en el 50% anual
las plantaciones de adormidera, queden menos superficies aptas para la
siembra de este cultivo. Afganistán posee poca tierra de labrantío,
en total, unos 7 millones de hectáreas, de los cuales 165 mil ya
fueron cultivados.
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