Reportaje
a Meir Margalit
Reflexiones
sobre Israel y Palestina
Entrevista
de Hernán Zin
Viaje
a la guerra, 31/08/06
Esta
es la primera de una serie de entrevistas que estoy realizando a
israelíes para conocer su opinión acerca de la situación en Gaza y
del conflicto con los palestinos en general. Mi intención es conversar
tanto con personas de derecha como de izquierda, civiles y militares,
activistas en contra de la ocupación y miembros de grupos que la
alientan y respaldan. El método que sigo es siempre el mismo. Abro el
ordenador y les muestro las historias que he plasmado en este blog.
Dejo que hablen. Espero encontrar respuestas a muchas de las preguntas
que me hacía cuando estaba en Gaza. Empiezo con Meir Margalit. Nacido
en Argentina, llegó siendo un convencido joven sionista de derechas
que venía a luchar por el sueño del Gran Israel. Pero tras la guerra
de Yom Kippur, en la que fue herido, comenzó a comprender que la
ocupación era un error, que no valía el sacrificio de tantas vidas.
Hoy, al frente del Comité Israelí contra la Demolición de Viviendas
(ICAHD) , intenta poner fin a la segregación y reclusión que padecen
los palestinos en Jerusalén, Gaza y Cisjordania. Así empieza Meir:
–
Todos los males del conflicto de los últimos cien años los puedes
concentrar en una imagen, en una frase, en un momento congelado, y eso
es lo que tú has visto en Gaza a lo largo de los últimos dos meses.
En
Gaza está, primero, la gran mentira. Decimos que nos hemos ido de allí
y que no entendemos por qué nos siguen tirando misiles Qassam, lo que
no es cierto. Algunos dirán que es la gran mentira del proyecto
sionista desde siempre. Otros dirán que es algo nuevo. En definitiva,
lo que hicimos fue cambiar las normas de la opresión: antes los oprimíamos
desde dentro, ahora los oprimimos desde fuera. Antes los matábamos
desde tierra, ahora desde el aire. Antes los asfixiábamos con los
tanques dentro de la franja, y ahora en las fronteras. Pero en síntesis
es lo mismo. Cambió la forma no el contenido. Está ahí toda esa
gente inocente, como la que tú me has mostrado, que muere sin culpa,
sin motivo, en vano.
Pero
lo terrible es que estas personas son asesinadas a través de la última
tecnología de un país que ejerce el terrorismo de Estado. No hay
ninguna diferencia entre el suicida que se inmola en un autobús y el
aviador que lanza una bomba de una tonelada desde un avión y mata a
todo lo que esté por delante.
La
historia de la violencia, de la injusticia, de la violación de los
derechos humanos, que los palestinos sufren desde 1967, es lo que has
visto con tus propios ojos en Gaza en cincuenta días de conflicto.
–
Venir a Jerusalén, después de haber estado en Gaza, resulta muy
extraño. Mientras que allí la gente está sumida en la desesperación,
aquí la vida continúa como si nada, con sus tiendas, sus
restaurantes, sus jardines. El contraste es abismal.
–
Yo entiendo que te sorprenda la indiferencia hacia lo que sucede en
los territorios ocupados. Es difícil de explicar. Por un lado creo
que al israelí no le importa nada lo que pasa más allá de sus
narices. No le importa lo que le suceda al judío oriental, al judío
etíope o a los viejitos que ves aquí por las calles de Jerusalén
buscando comida en los botes de basura.
No
le importa porque conceptos básicos que eran fundamentales en la diáspora,
como el de la solidaridad comunal, pervivieron un tiempo en Israel
pero luego comenzaron a desaparecer en la medida en que crecía la
ocupación.
Todo
ese proceso de deshumanización, de bestialización de la sociedad
israelí, comenzó en junio de 1967, aunque algunos dirán que lo hizo
en mayo de 1948. A mi criterio todo esto empezó cuando tuvimos
demasiada fuerza en nuestras manos. Nos confundimos, perdimos el
norte, la conciencia, y desde ese entonces estamos dando vuelta
borrachos de poder.
Y
hay que entender la situación histórica. Dos mil años de un pueblo
oprimido. De un estado de sojusgamiento y humillación, de pronto, en
1948, te encuentras con que eres independiente, con que ya eres el dueño
de tu propia vida. No es fácil pasar de una situación mental a la
otra.
En
1967, con el comienzo de la ocupación, no sólo fuimos dueños de
nuestra vida sino de la vida de los palestinos. Y ahí se produjo el
gran desfasaje. A partir de ese momento, el poder se nos subió a la
cabeza. De repente, te encuentras en la misma situación en la que
estaban nuestros opresores cien años antes en la diáspora.
A
partir de junio de 1967 comenzamos a perder todas las bases morales
que traíamos del judaísmo de la diáspora, del judaísmo bíblico,
de los profetas. Y las fuimos perdiendo porque el poder degenera.
Tan
corrompidos estamos hoy por hoy que la gente no se da cuenta, pero hay
una íntima relación entre todos los casos de corrupción que
salieron a la luz en las últimas semanas y la ocupación. Como el
supuesto abuso sexual del presidente, o el hecho de que el jefe de las
fuerzas armadas vendiera sus acciones antes de declarar la guerra, o
como el caso del ministro de justicia, o del presidente mismo, que
recibió un descuento de medio millón de dólares en la compra de su
casa.
Toda
esta corrupción, esta decadencia moral, está generada por el hecho
de que estamos ejerciendo una ocupación en unos territorios que no
nos pertenecen. Y tiene que ver con unos frenos morales que se han
desgastado, que ya no existen.
–
¿Ves entonces en lo que sucede ahora la consecuencia de un largo
proceso de decadencia moral?
–
Así es. Y yo por eso quiero devolver los territorios ya, de manera
unilateral, sin recibir nada a cambio. Primero, porque no son míos.
Segundo, para poder frenar esta degeneración moral que estamos
sufriendo día a día en Israel. Porque para poner fin a esta
decadencia, debemos terminar con la ocupación.
Cuando
me preguntan si habrá paz después de que devolvamos los territorios,
yo digo que no me interesa. Estoy convencido de que va a haber paz.
Pero aunque no la hubiese, yo necesito curar este cáncer que nos
carcome por dentro a la sociedad israelí. No sé si el cuerpo se va a
curar, si voy a volver a ser el de antes, lo único que tengo claro es
que si no termino ya con el cáncer, el cuerpo este se va a morir muy
pronto.
Por
lo tanto, primero devolvemos, y después hablamos de paz. Y esa es una
de las diferencias que tenemos entre los que nos llaman los
izquierdistas radicales, con la llamada izquierda tenue que dice que
está dispuesta a devolver los territorios a cambio de un tratado de
paz. Pero yo estoy dispuesto a devolver los territorios sin siquiera
un tratado de paz.
–
¿Tu teoría es que, al final, el opresor paga también un precio?
–
A veces lo lees en los periódicos, la relación entre los accidentes
de tráfico y la ocupación. Un joven que está toda la semana
maltratando a la gente en Jerusalén o Cisjordania, que está pasando
vivencias extremas, y el fin de semana se sube al coche, ¿qué
piensas que le va a pasar? ¿Cómo va a relacionarse con su mujer, con
sus hijos, un hombre que pasa tres años agrediendo a los palestinos
en los territorios ocupados? Todo este desgaste social se va a
terminar cuando pongamos fin a la ocupación.
Y
cuando se termine la ocupación realmente podremos ser un país democrático,
porque no existen las democracias a medias, como no se puede estar
medio embarazado. No se puede ser democrático hasta la línea verde.
Y de allí en más no serlo.
Además,
la ocupación no nos permite llevar una vida normal. Y lo que nosotros
intentamos hacer es devolverle a la gente las ganas de llevar una vida
normal.
–
Y los palestinos, ¿qué lugar ocupan dentro de este panorama?
–
La postura básica israelí es que todos los árabes nos odian, que
todos los árabes son terroristas, algunos pasivos y otros activos.
Unos llevan la bomba y otros le dan apoyo. Esta es la forma más fácil
y más estúpida de entender el conflicto. En lugar de comprender los
matices, las motivaciones, en lugar de discernir entre un inocente y
un culpable, lo más fácil es agarrar y hacer de todos un gran
conglomerado de carne humana y decir que todos los árabes son
iguales.
Lo
que me da escalofríos es que era la misma fórmula que utilizaban los
antisemitas para hablar de los judíos. El clásico estereotipo
antisemita: todos los judíos son usureros, todos los judíos son
ladrones. Lo que los antisemitas nos hacían hace doscientos años en
la diáspora, hoy se los hacemos a los árabes. Y nadie es capaz de
entender por qué caímos en esta trampa y llegamos a tal punto de
degeneración que estamos duplicando capítulos históricos en lo que
éramos nosotros los que nos encontrábamos del otro lado. Y también
lo hacemos porque es lo más fácil. En lugar de pensar en
profundidad, haces una ensalada en la que metes a todos los árabes.
Por
eso no es que estás castigando a un inocente. El niño árabe al que
mata un misil, está ahí porque el terrorista lo usó como escudo
humano. Es interesante porque en la guerra del 48 hubo casos similares
de israelíes que mataban a árabes. Pero la diferencia está en que
el israelí sentía cierta vergüenza, cierto remordimiento, por lo
que había hecho.
Hoy
ya perdimos esa vergüenza. Y ese es otro de los grandes problemas de
la ocupación, que junto con la moral y la ética, perdimos también
la vergüenza. Y nos damos el lujo de hacer cosas que en el pasado
tratábamos de no hacer. Y si lo hacíamos no lo contábamos en voz
alta. Y ahora sí.
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