Así
derrotó Hezbollah a Israel
Por Alastair Crooke y
Mark Perry Asia Times, 12/10/06
La Haine, 02/11/06
Traducido
para Rebelión por Sinfo Fernández y Sonia Martínez y revisado por
Caty R.
La victoria de
Hezbollah en su reciente conflicto con Israel es mucho más importante
de lo que piensan muchos analistas de EEUU y Europa. Revierte la
tendencia de 1967: una derrota contundente de Egipto, Siria y Jordania
que cambió las ilustraciones políticas de la región, colocando en
su lugar regímenes que se doblegaban adaptando sus políticas
exteriores al poder de los regímenes estadounidense e israelí. Ese
poder ahora se ha mancillado y revocado y está surgiendo un nuevo
liderazgo en la región.(La Haine)
PARTE
1: Ganando la guerra de la inteligencia
El
experto militar estadounidense, Anthony Cordesman publicó, cinco años
después de los ataques del 11 de septiembre de 2001, un informe sobre
el conflicto entre Israel y Hezbollah. El texto, titulado
"Lecciones preliminares sobre la guerra entre Israel y
Hezbollah" suscitó gran interés en el Pentágono, donde fue
analizado por profesionales del equipo de jefes de personal y corrió
de mano en mano entre los expertos militares de Washington. Cordesman
no ocultó sus modestas conclusiones al reconocer que su estudio no sólo
era "preliminar", sino que además no había tenido en
cuenta cómo luchó Hezbollah en el conflicto y tampoco había
analizado sus resultados.
"Este
análisis es… limitado" apuntó Cordesman, "porque no se
llevó a cabo ninguna visita de comprobación a Líbano y a
Hezbollah". Aunque incompleto, el estudio de Cordesman cumplió
dos objetivos: ofreció las bases para entender la guerra desde el
punto de vista israelí y planteó algunas cuestiones acerca de cómo
y lo bien que luchó Hezbollah. Cerca de dos meses después del fin de
la guerra entre Israel y Hezbollah, es posible rellenar algunos de los
espacios en blanco que dejó Cordesman en su informe.
El
análisis que ofrecemos aquí también es limitado. Los oficiales de
Hezbollah no hablarán ni en público ni para la prensa, acerca de cómo
lucharon en el conflicto; no detallarán su despliegue y no discutirán
su estrategia futura. Pese a todo, las lecciones sobre la guerra desde
la perspectiva de Hezbollah están surgiendo ahora y los estrategas
israelíes y estadounidenses empiezan a sacar algunas pequeñas enseñanzas
gracias a ellas. Nuestras conclusiones se basan en valoraciones sobre
el terreno llevadas a cabo durante la guerra –gracias a entrevistas
con expertos militares israelíes, norteamericanos y europeos–, en
análisis del conflicto efectuados en discusiones con estrategas
militares y en una red de oficiales de alto rango en Oriente Próximo
con los que hemos hablado, que estaban muy interesados en el resultado
de la guerra.
Nuestra
conclusión global contradice el punto de vista actual de algunos
oficiales de la Casa Blanca e israelíes: que la ofensiva de Israel en
Líbano perjudicó significativamente la habilidad de Hezbollah para
proseguir la guerra, que Israel mermó la capacidad de Hezbollah de
ganar la guerra en un conflicto futuro y que las Fuerzas de Defensa de
Israel (IDF, en sus siglas en inglés), una vez desplegadas en gran número
en el sur del Líbano, fueron capaces de vencer a sus adversarios y
dictar un acuerdo favorable para el sistema político israelí.
La
verdad es exactamente lo contrario. Desde los comienzos del conflicto
hasta las últimas operaciones, los comandantes de Hezbollah
penetraron satisfactoriamente en el ciclo de toma de decisiones tácticas
a través de una red de operaciones de espionaje, militares y políticas,
con el resultado de que Hezbollah consiguió una decisiva y completa
victoria en la guerra contra Israel.
La
guerra de la inteligencia
Al
principio del conflicto, el secretario general de Hezbollah, Hassan
Nasralá, admitió que la respuesta militar de Israel a la captura de
dos de sus soldados y la muerte de otros ocho a las 9.04 de la mañana
del 12 de julio, le pilló por sorpresa.
El
comentario de Nasralá terminó con los informes de prensa que
afirmaban que Hezbollah se había propuesto provocar una guerra contra
Israel y que las capturas eran parte de un plan aprobado por Hezbollah
e Irán. Aunque Hezbollah había dejado claro durante un periodo de años
que tenía la intención de secuestrar a soldados israelíes, existían
buenas razones para suponer que no lo hubiera hecho durante los meses
de verano, cuando numerosas familias adineradas shiíes de la diáspora
podrían estar visitando Líbano (y gastando su dinero en las
comunidades shiíes) y cuando se esperaba la llegada al país de un
gran número de árabes del Golfo.
Tampoco
es cierto, como se dijo en un principio, que Hezbollah coordinara sus
actividades con Hamás. A Hamás las capturas le tomaron por sorpresa
y aunque su líder defendía las acciones de Hezbollah, es fácil
discernir, mirando hacia atrás, que no le debió de hacer gracia:
durante el conflicto, Israel lanzó multitud de operaciones militares
contra Hamás en Gaza, matando a docenas de combatientes y civiles.
Esta ofensiva pasó totalmente desapercibida en Occidente, resucitando
el dicho "cuando Oriente Próximo arde, olvidamos a los
palestinos".
En
realidad, la captura de los dos soldados israelíes y la muerte de
otros ocho tomó al líder de Hezbollah por sorpresa. Esta acción se
llevó a cabo sólo porque las unidades de Hezbollah destinadas en la
frontera israelí tienen órdenes permanentes de aprovechar la
debilidad militar israelí. El propio Nasralá había señalado tiempo
atrás la intención de Hezbollah de prender a soldados israelíes,
después de que el ex primer ministro Ariel Sharon incumpliera la
ratificación de los acuerdos –tres en total– acerca de la
liberación de todos los prisioneros de Hezbollah durante el último
intercambio de prisioneros entre Hezbollah e Israel.
Las
capturas fueron, en realidad, sencillísimas: los soldados israelíes
que están cerca de la frontera al parecer incumplieron los
procedimientos habituales de actuación, dejaron sus vehículos a la
vista de los emplazamientos de Hezbollah y lo hicieron cuando estaban
sin comunicación con el comandante de mayor rango y sin posibilidad
de ser cubiertos del fuego enemigo.
Observamos
que mientras los medios de comunicación occidentales se olvidaron de
informar sobre estos aspectos, el periódico israelí Haaretz
confirmaba sustancialmente este informe: "Una fuerza de tanques y
carros de blindaje se envió inmediatamente a Líbano en una persecución
intensa. Fue durante esta persecución, alrededor de las 11 de la
noche, cuando un tanque Merkava pasó por encima de una bomba muy
potente, que contenía aproximadamente de 200 o 300 explosivos, a una
distancia de unos 70 metros al norte de la valla de la frontera. El
tanque quedó prácticamente destrozado y los cuatro miembros de la
tripulación murieron instantáneamente. En las horas siguientes los
soldados del ejército israelí mantuvieron un feroz enfrentamiento
contra los pistoleros de Hezbollah… En el transcurso de esta
batalla, alrededor de las 3 de la tarde, murió otro soldado y dos más
resultaron ligeramente heridos."
Los
secuestros marcaron el inicio de una serie de meteduras de pata de las
IDF: hubo comandantes que actuaban fuera de los procedimientos
normales en la frontera; algunos miembros de la patrulla estaban en
sus últimos días de su desplazamiento en el norte y habían bajado
la guardia. Tampoco es cierto que los soldados de Hezbollah mataran a
los ocho israelíes durante la captura de los otros dos. Los ocho
murieron cuando un comandante de la frontera de las IDF, aparentemente
avergonzado por haber ignorado los procedimientos permanentes de
actuación, ordenó a los vehículos blindados perseguir a los
secuestradores. Los dos vehículos blindados se adentraron en una red
de minas antitanque de Hezbollah y resultaron destruidos. Los ocho
soldados de las IDF murieron durante esta operación o como resultado
de los combates que siguieron inmediatamente.
Que
una unidad de las IDF deambule tan cerca de la frontera sin que nadie
le cubra del fuego enemigo y quede expuesto a un ataque de Hezbollah,
ha llevado a los oficiales israelíes a cuestionarse si la unidad
estaba actuando sin la aprobación de un mando superior.
Parece
que los comandantes de alto rango de las IDF, inmediatamente después
del incidente, propusieron una comisión interna de investigación
para determinar los hechos que envolvieron el asunto y para revisar
los procedimientos de las IDF en el control de las unidades que operan
a lo largo de la frontera norte de Israel. Los resultados de las
conclusiones a las que llegó esta comisión todavía no se han
publicado.
A
pesar de la sorpresa con la que recibieron la respuesta israelí, los
guerrilleros de Hezbollah en el sur de Líbano se pusieron en alerta máxima
en unos minutos tras los secuestros y los superiores alertaron
inmediatamente a los comandantes de arsenal. Las sólidas y
endurecidas defensas de Hezbollah son el resultado de seis años de
diligente trabajo, que empieza con la retirada israelí de la región
en el año 2000. Muchos de los búnker de mandos creados y diseñados
por los ingenieros de Hezbollah estaban fortificados, algunos incluso
tenían aire acondicionado.
La
excavación de los arsenales a lo largo de los últimos años ha
estado acompañada por un programa de engaño, en el que algunos búnker
se construyeron sin ocultarse, bajo la mirada de los tanques israelíes
o de ciudadanos a los que les unen fuertes lazos con éstos. Salvo
excepciones, estos búnker eran señuelos. Otros se construyeron en áreas
alejadas de la población libanesa. Los más importantes búnker de
mando y de arsenales de armas estaban excavados muy profundamente en
las montañas rocosas de Líbano –a una profundidad de 40 metros–.
Alrededor de 600 búnker, tanto de armas como de municiones, estaban
situados estratégicamente en la región sur del Litani.
Por
razones de seguridad, ningún comandante sabía la localización de
cada uno de los búnker y cada milicia de Hezbollah tenía asignado el
acceso a tres de ellos solamente –uno de municiones y dos de
reserva, por si destruían el primero–. Los puntos de formación,
separados unos de otros, también estaban asignados a distintas
unidades de combate, a las que se les asignaban áreas de combate
específicas para armarse y combatir. Los protocolos de seguridad para
la formación de las tropas se mantenían diligentemente. Ningún
miembro de la milicia de Hezbollah conocía la estructura de los búnker.
Los
principales arsenales y puntos de formación militar de Hezbollah
fueron localizados por la Fuerza Aérea Israelí (IAF en sus siglas en
ingles) en las primeras 72 horas de la guerra. Los comandantes israelíes
habían identificado estos búnker a través de una mezcla de informes
de espionaje, interceptando señales de las comunicaciones de
Hezbollah, con fotos vía satélite recogidas gracias a acuerdos de
cooperación con los militares estadounidenses, fotos conseguidas
gracias a los vuelos de la IAF sobre la región, fotos realizadas a
través de aviones fantasma desplazados a lo largo del sur de Líbano
y, el punto más importante: una red de espías de confianza
reclutados por agentes de inteligencia israelíes que viven en el sur
de Líbano, incluyendo a un gran número de ciudadanos extranjeros (no
libaneses) acogidos como trabajadores invitados en el país.
Los
ataques iniciales sobre los puntos de formación de Hezbollah así
como sobre los mayores complejos de búnker, que tuvieron lugar en las
primeras 72 horas de la guerra, fallaron. El 15 de julio, la IAF
localizó al líder de Hezbollah en Beirut. Este ataque también falló.
En ningún momento de la guerra asesinaron a ninguna figura política
importante de Hezbollah, a pesar de la insistencia de Israel en
asegurar que los dirigentes más antiguos de la organización habían
sufrido pérdidas.
Según
un oficial del ejército estadounidense que observó de cerca la
guerra, la ofensiva aérea de la IAF acabó con "como mucho con
el 7% de los recursos militares totales de los guerrilleros de
Hezbollah en los tres primeros días de lucha", además, añadió
que, en su opinión, los ataques aéreos israelíes sobre los
dirigentes de Hezbollah fueron "absolutamente inútiles".
Los
informes que aseguran que la cúpula de dirigentes de Hezbollah
buscaron refugio en la Embajada de Irán en Beirut no son ciertos,
aunque no se sabe a ciencia cierta dónde buscaron cobijo. "Ni
siquiera yo sabía dónde estaba", dijo el líder de Hezbollah,
Nasralá a uno de sus compañeros. Pese a todo, no es cierto que los
planes militares de Israel para destruir las infraestructuras de Líbano
fueran el resultado de la incapacidad de la IAF de derrotar la
capacidad militar de Hezbollah en los primeros días de la guerra.
Los
planes militares israelíes requerían un rápido y sostenido
bombardeo de las mayores autopistas y puertos de Líbano, además de
la destrucción de los recursos militares y políticos de Hezbollah.
El gobierno israelí no ocultó su intento de terminar con el apoyo a
Hezbollah en las comunidades cristiana, sunní y druze. Esta idea,
castigar a Líbano por esconder a Hezbollah y poner a la gente en
contra de la milicia, forma parte de la ofensiva israelí desde la
retirada del sur de Líbano en el año 2000.
Mientras
los oficiales del Ejército de Defensa Israelí anunciaban, en público
y en privado, el éxito de su ofensiva, sus comandantes recomendaban
que el primer ministro, Ehud Olmert aprobara salidas aéreas contra
alijos potenciales en áreas marginales al final de la primera semana
de bombardeos. Olmert aprobó estos ataques, a sabiendas de que con
esta solicitud, sus oficiales estaban admitiendo que sus valoraciones
iniciales sobre el daño infligido a Hezbollah eran exageradas.
Qana
fue el resultado de la aceptación de Olmert de "cercar el área
de los objetivos". Un experto militar de Estados Unidos que siguió
el conflicto de cerca, dijo lo siguiente sobre el bombardeo de Qana:
"No es tan complicado. Tras el fallo de la primera campaña, los
oficiales de la IAF volvieron a revisar sus informes sobre los
objetivos para ver si habían olvidado algo. Cuando decidieron que no
había olvidado nada, probablemente alguien se levantó y fue a otra
habitación. Volvió con un juego de sobres con nuevos objetivos en áreas
densamente pobladas y dijo: ‘hey, qué pasa con estas carpetas de
objetivos’?, y así lo hicieron". Así pues, el bombardeo de
objetivos en zonas cercanas a las áreas pobladas del sur de Líbano
fue el resultado de los fallos de Israel en la guerra y no de su
triunfo.
La
"ampliación de objetivos" fue a más a lo largo del
conflicto; frustrada por su incapacidad para identificar y destruir
los más importantes recursos militares de Hezbollah, la IAF empezó a
señalar como objetivos las escuelas, centros comunitarios y
mezquitas, pensando que su incapacidad de encontrar y destruir los búnker
de Hezbollah quería decir que éstos escondían sus principales
recursos en centros civiles.
Los
oficiales de la IAF también argumentaron que la capacidad de
Hezbollah para continuar con sus ataques a Israel con cohetes
significaba que su milicia se reabastecía constantemente. Qana es una
encrucijada, la unión de cinco autopistas separadas, situada en el
corazón de los territorios de Hezbollah. Destruir la cadena de
suministros de Qana ofreció a la IAF la posibilidad de probar que
Hezbollah sólo era capaz de mantener sus operaciones gracias a la
dependencia del suministro que le ofrecía la ciudad. En realidad,
pese a todo, los comandantes de las IDF sabían que ampliar el número
de objetivos en Líbano probablemente haría poco por mermar las
capacidades de Hezbollah, ya que ésta mantenía sus ataques sin
depender del reabastecimiento, sino de las armas y alijos de cohetes
que había reforzado previamente para resistir a la destrucción
israelí. Debido a los sucesos de Qana, en los que murieron 28
civiles, Israel accedió a promulgar un alto el fuego de 48 horas.
El
alto el fuego fue la primera prueba del éxito de Hezbollah en la
resistencia contra los ataques aéreos israelíes y de su interés por
preparar una defensa prolongada y sostenida del sur de Líbano. Los
comandantes de Hezbollah respetaron el alto el fuego acatando órdenes
de sus superiores políticos. Salvo una o dos excepciones aisladas, no
lanzaron ningún cohete a Israel durante ese período de alto el
fuego. Mientras que la capacidad de Hezbollah de acatar la tregua fue
ignorada por expertos de inteligencia israelíes y norteamericanos, su
habilidad para reforzar la disciplina de sus comandantes en activo
supuso claramente un shock para los comandantes de alto rango de las
IDF, quienes concluyeron que la capacidad de comunicación de
Hezbollah había sobrevivido al violento ataque aéreo de Israel, que
el líder de Hezbollah estaba en contacto con sus comandantes sobre el
terreno, y que estos comandantes eran capaces de mantener una robusta
red de comunicaciones a pesar de la destrucción israelí.
Más
simple: la habilidad de Hezbollah para mantener el alto el fuego
significaba que el objetivo de Israel de separar a los guerrilleros de
Hezbollah de su estructura de mando (considerado una necesidad por los
ejércitos modernos para hacer la guerra en un campo de batalla tecnológicamente
sofisticado) había fallado. Los comandantes de alto rango de las IDF
sólo podían llegar a una conclusión: la información que obtuvieron
antes de la guerra acerca de los recursos militares de Hezbollah era,
por lo menos, deplorablemente incompleta o, en el peor de los casos,
terriblemente equivocada.
De
hecho, a lo largo de un periodo de dos años, los oficiales de
espionaje de Hezbollah, construyeron un significativo sistema de
identificación de las señales de actividades de espionaje. A lo
largo de la guerra, los comandantes de Hezbollah fueron capaces de
predecir cuándo y dónde podían atacar los soldados y las bombas
israelíes. Además, Hezbollah había identificado a espías israelíes
decisivos en Líbano. Un mes antes del secuestro de la patrulla de las
IDF y del subsiguiente ataque israelí, los espías libaneses habían
roto una red de espionaje que operaba dentro del país.
Los
espías libaneses (y de Hezbollah) arrestaron al menos a 16 espías
israelíes en Líbano, aunque no lograron capturar al jefe de la red.
Además, durante dos años, desde 2004 hasta la víspera de la guerra,
Hezbollah "convirtió" de manera exitosa a cierto número de
civiles libaneses para que informaran a los oficiales de inteligencia
israelíes acerca de la ubicación de los alijos militares más
importantes de Hezbollah en el sur de Líbano. En un pequeño número
de casos cruciales, los espías de alto rango de Hezbollah fueron
capaces de suministrar información falsa acerca de la ubicación de
los emplazamientos de sus milicias más importantes a Israel, con el
resultado de que las carpetas que recogían los objetivos clave de
Israel identificaban emplazamientos estratégicos que, de hecho, no
existían.
Finalmente,
la capacidad de Hezbollah para interceptar y "leer" las
acciones de Israel tuvo un impacto decisivo en la siguiente fase de
guerra sobre el terreno. Los espías de Hezbollah habían
perfeccionado tanto su capacidad de captar señales de espías, que
podían interceptar las comunicaciones por tierra israelíes entre los
comandantes militares. Israel, que depende de un sistema altamente
sofisticado de captación de frecuencias, que permite a sus
comandantes comunicarse entre sí, subestimó la habilidad de
Hezbollah para llegar a dominar la tecnología de la captación de señales.
El resultado pudo tener un impacto crucial en los cálculos de Israel
acerca de que únicamente la sorpresa podría facilitar la victoria a
sus soldados.
Ahora
es evidente que el sistema político israelí quedó
"tocado" por el fallo de sus fuerzas armadas que no
consiguieron ni la degradación de un número significativo de
arsenales de Hezbollah ni la destrucción de la capacidad de mando de
ésta.
Pero
el sistema político israelí no ha hecho prácticamente nada para
prepararse para lo peor: la primera reunión del gabinete de defensa
israelí tras los secuestros del 12 de julio sólo duró tres horas. Y
mientras Olmert y su gabinete de defensa solicitaban detalles al
minuto acerca de los planes para los tres primeros días de ofensiva
de las IDF, fallaron en la articulación de metas políticas claras
para después del conflicto o en crear un borrador para una salida política
estratégica en el caso de que la ofensiva fallara.
Olmert
y su gabinete violaron el primer principio de la guerra: mostraron
desprecio por su enemigo. Con todos los respetos, Olmert y su gabinete
estaban cegados por una incuestionable seguridad en la eficacia de la
disuasión israelí. Igual que el pueblo israelí, veían como un
sacrilegio cualquier cuestionamiento de las capacidades del ejército
israelí.
El
fracaso de la inteligencia israelí durante el conflicto fue catastrófico.
Significaba que, tras el fiasco de la campaña por aire para derrotar
los recursos de Hezbollah en las primeras 72 horas de la guerra, la
oportunidad de Israel para conseguir una victoria decisiva contra
Hezbollah era cada vez más improbable.
"Israel
perdió la guerra en los tres primeros días", explicaba un
experto militar estadounidense. "Si tienes este tipo de sorpresa
y tienes este tipo de poder armamentístico, deberías haber ganado.
De otro modo, te queda guerra para un largo recorrido".
Los
oficiales de alto rango de las IDF concluyeron que, dado el fracaso de
la campaña por aire, sólo tenían una alternativa: invadir Líbano
con tropas de tierra con la esperanza de derrotar la resistencia de
Hezbollah.
PARTE
2: Ganando la guerra por tierra
La
decisión de Israel de lanzar una guerra por tierra para lograr lo que
su fuerza aérea no pudo conseguir, se desarrolló de forma vacilante
y caótica. Mientras las unidades de las IDF llevaban a cabo
incursiones en el sur de Líbano durante la segunda semana del
conflicto, el mando militar israelí permaneció indeciso sobre cuándo
y dónde –e incluso si– desplegar sus unidades terrestres.
En
parte, la indecisión del ejército sobre cuándo, dónde y si
desplegar sus unidades terrestres más importantes estaba en función
de las posibilidades de la fuerza aérea para alcanzar la victoria. La
IAF estuvo todo el tiempo declarando que tendría éxito desde el aire
con sólo un día más, y después de éste, otro más. Esta indecisión
se reflejó en la incertidumbre de los medios occidentales sobre cuándo
se produciría una campaña terrestre o si, de hecho, se había
producido ya.
Los
altos oficiales israelíes continuaron diciendo a sus contactos en la
prensa que el inicio de una ofensiva terrestre era un secreto tan
celosamente guardado que ni ellos mismos lo sabían. Las vacilaciones
también eran producto de la experiencia de las pequeñas unidades de
las IDF que ya habían penetrado al otro lado de la frontera. Por lo
menos desde el 18 de julio, las unidades especiales de las IDF que
operaban en el sur del Líbano estaban informando a sus comandantes de
que las unidades de Hezbollah estaban luchando con tenacidad para
mantener sus posiciones en primera línea frente a Israel.
En
ese momento, el Primer Ministro Ehud Olmert tomó una decisión política:
desplegaría todo el potencial de las IDF para derrotar a Hezbollah al
mismo tiempo que sus altos colaboradores daban a conocer la voluntad
de Israel de aceptar un alto el fuego y el despliegue de una fuerza
internacional. Olmert determinó que Israel no daría su brazo a
torcer: aceptaría el despliegue de una fuerza de Naciones Unidas,
pero sólo como último recurso.
En
primer lugar decidió que Israel comunicaría que sí aceptaba fuerzas
de la OTAN. El 21 de julio, de acuerdo con esta estrategia, llamaron a
las fuerzas de reserva israelíes al frente. Ese llamamiento a filas
por sorpresa (en principio, las IDF intentaban primero derrotar a
Hezbollah por el aire, y después, si eso fallaba, usarían sus
fuerzas regulares, pero sin llamar a filas a los reservistas) hizo que
el despliegue inicial de los reservistas fuera apresurado y sin
coordinación. (Es probable, repito, que Israel no pensara llamar a
filas a sus reservistas durante el conflicto; de haberlo pensado los
hubiera llamado mucho antes).
Además,
la decisión de llamar a los reservistas cogió por sorpresa a los
oficiales superiores de esas fuerzas, cuando normalmente son los
primeros que conocen una llamada a filas. Ese llamamiento a la reserva
se manejó de forma caótica, demorándose la "cola" de la
reserva, el apoyo logístico, entre 24 y 48 horas tras el despliegue
de esas fuerzas.
El
llamamiento del 21 de julio fue un síntoma claro para los estrategas
militares del Pentágono de que la guerra de Israel no iba bien. También
ayuda a explicar por qué las tropas de reserva llegaron al frente sin
el equipamiento necesario, sin un plan coherente de batalla y sin la
munición necesaria para poder desenvolverse en combate. (Durante todo
el conflicto, Israel se esforzó en proporcionar apoyo adecuado a sus
fuerzas de reserva, pero los alimentos, la munición e incluso el
suministro de agua llegaron a las unidades de 24 a 48 horas después
de su aparición en las zonas asignadas para su despliegue en el
norte).
Los
observadores militares percibieron inmediatamente los efectos de esta
situación: "las tropas israelíes parece que no están
preparadas, actúan de forma chapucera y desmoralizada", indicó
un ex alto comandante, "ésa no es la exultante IDF que vimos en
guerras anteriores".
En
concordancia con la estratagema política de Olmert, el objetivo de
las IDF de destruir totalmente a Hezbollah iba mermando
considerablemente. "Hay un espacio entre nuestros objetivos
militares y nuestros objetivos políticos", dijo el
General–Brigadier Ido Nehushtan, miembro del estado mayor de Israel,
al día siguiente del llamamiento a los reservistas. "El objetivo
no es necesariamente eliminar todos los cohetes de Hezbollah. Lo que
tenemos que hacer es desbaratar la lógica militar de Hezbollah. Diría
que esa meta no es cuestión de días".
Este
fue un modo decididamente extraño de presentar una estrategia
militar, de dirigir una guerra para "desbaratar la lógica
militar" del enemigo. La declaración de Nehushtan fue un jarro
de agua fría sobre los comandantes de las IDF terrestres, que se
empezaron a preguntar cuáles eran exactamente las metas de la guerra.
Pero otros comandantes de las IDF seguían siendo optimistas –aunque
la IAF había fracasado a la hora de cortar los ataques con cohetes de
Hezbollah sobre las ciudades israelíes–, al haberse disparado menos
cohetes hacia Israel desde el 19 al 21 de julio que en cualquier otro
momento (muy pocos el 19 de julio, alrededor de unos 40 el día 20 y
50 el día 22).
El
22 de julio marca también el primer momento en que EEUU respondió
militarmente al conflicto. A última hora del 21 de julio, la Casa
Blanca recibió una petición de Olmert y de las IDF para que les
suministrara gran cantidad de munición guiada de precisión, otro
indicador de que la IAF había fracasado en su misión de degradar los
recursos militares de Hezbollah de manera significativa durante las
etapas iniciales de la guerra.
La
petición se aprobó con rapidez y el 22 de julio por la mañana se
empezaron a enviar municiones a Israel. Los altos funcionarios del
Pentágono estaban consternados por el envío, ya que significaba que
Israel había gastado la mayor parte de sus municiones durante los
primeros diez días de guerra: una previsión enorme de gasto que
sugería que Israel había abandonado el bombardeo táctico de las
posiciones de Hezbollah y se preparaba para una embestida violenta
contra lo que quedaba de la infraestructura de Líbano, una estrategia
que no había funcionado durante la II Guerra Mundial, cuando los
Estados Unidos y Gran Bretaña destruyeron los 66 centros de población
más importantes de Alemania sin producir ningún efecto perceptible
sobre las capacidades militares o la moral alemanas.
Pero
hubo pocas quejas por parte del Pentágono, aunque un alto funcionario
en activo observó que el despliegue de munición estadounidense hacia
Israel recordaba una petición similar formulada en 1973 por Israel en
el apogeo de la Guerra del Yom Kippur, "esto sólo puede
significar una cosa", dijo ese funcionario en ese momento,
"estamos contra las cuerdas".
A
pesar de sus profundos recelos sobre la respuesta israelí (los
recelos, aunque acallados, eran profundos e importantes y se
extendieron hasta los estratos más altos de la Fuerza Aérea de
EEUU), los altos oficiales militares estadounidenses se reservaron sus
puntos de vista. Y por buenas razones: las críticas a Israel por
pedir envíos de armas durante la guerra de 1973 provocaron la dimisión
del entonces Jefe de la Junta de Estados Mayores (JCS, en sus siglas
en inglés), el General George Brown. Brown se enfureció al ver que
las armas y munición estadounidenses se enviaban a Israel mientras
sus comandantes en Vietnam estaban protestando por la carencia de
suministros en su guerra en el sureste Asiático.
El
actual presidente de la JCS, Peter Pace, que permaneció notablemente
silencioso durante la guerra entre Israel y Hezbollah, sabía
historia, por lo tanto, se cuadró, saludó y se mantuvo callado. Pero
la JCS y los altos comandantes militares no eran los únicos oficiales
estadounidenses que estaban preocupados por la actuación de Israel.
Aunque las nuevas municiones estadounidenses seguían su camino hacia
Israel (vía Prestwick, Escocia), los funcionarios de la inteligencia
hacían evaluaciones iniciales sobre los primeros días de guerra,
incluyendo una indicación de que, a pesar de la sostenida ofensiva aérea
israelí, Al–Manar seguía emitiendo en Beirut, aunque la IAF había
destruido las frecuencias de emisión de otras cadenas importantes de
Líbano. (Esto siguió siendo así durante toda la guerra, Al–Manar
no dejó de emitir en ningún momento). ¿Cómo podía ser eficaz la
campaña aérea israelí si no pudieron siquiera impedir las
transmisiones de una cadena de televisión?
Se
entendió que la llamada a filas de los reservistas de Israel suponía
el refuerzo de las tropas que ya luchaban en el sur de Líbano y sumaría
potencial para el asalto por tierra. El 22 de julio, las unidades de
Hezbollah de la Brigada Nasr combatieron calle por calle contra las
IDF en Maroun al–Ras. Aunque las IDF declararon al finalizar el día
que habían tomado la ciudad, no fue así. La lucha había sido
sangrienta, pero no desalojaron a los combatientes de Hezbollah.
Muchos de los soldados de la Brigada Nasr habían pasado muchos días
esperando el asalto israelí y, debido a la capacidad de Hezbollah
para interceptar las comunicaciones militares de las IDF, los soldados
israelíes chocaron contra unidades que estaban bien pertrechadas.
Los
destacamentos de las IDF fracasaron continuamente al atacar los
flancos de los defensores, encontrando contragolpes en el oeste de la
ciudad. Equipos especiales de cazadores de asesinos, compuestos por
tres hombres, de la Brigada Nasr destruyeron varios vehículos
blindados israelíes durante el combate con misiles ligeros
artificiales antitanques. "Sabíamos que iban a hacer eso",
dijo en aquel tiempo Ilay Talmor, un agotado segundo teniente israelí.
"Este es un territorio que saben que les pertenece. Haríamos lo
mismo si alguien viniera a nuestro país".
Mientras
las IDF continuaban insistiendo en que sus incursiones eran "de
alcance limitado", a pesar del llamamiento a miles de
reservistas, los batallones de las IDF empezaron a formarse al sur de
la frontera. "No estamos haciendo preparativos para una invasión
de Líbano", dijo Avi Pazner, un portavoz gubernamental de alto
rango. Las IDF denominaron entonces a Maroun al–Ras su "primera
avanzada" en el sur del Líbano. "Una combinación de
ataques de la fuerza aérea, la artillería y la fuerza terrestre
dejarán noqueado a Hezbollah sin tener que llegar al extremo de tener
que invadir y ocupar", dijo Pazner.
Se
estableció así la diferencia entre "echar" a una fuerza e
invadir y ocupar una ciudad, otra clara señal para los expertos
militares de EEUU de que las IDF podían entrar en una ciudad pero no
podían ocuparla. Un oficial estadounidense experto en historia
militar comparó las incursiones de las IDF por el sur de Líbano con
el sangriento ataque de Robert E Lee contra las posiciones de la Unión
en Gettysburg, Pensilvania, durante la Guerra Civil Estadounidense.
"Oh, puedo llegar hasta allí, ¡genial!", dijo el teniente
Lee durante aquella guerra, "el problema es mantenerme".
Los
informes de los comandantes de Hezbollah posteriores a los combates
confirman ahora que las tropas de las IDF nunca se aseguraron
completamente la zona fronteriza y tampoco llegaron a tomar
completamente Maroun al–Ras. Hezbollah ni siquiera sintió la
necesidad de llamar a sus reservistas, como había hecho Israel.
"Sólo una brigada de 3.000 soldados de Hezbollah fue la que luchó
durante toda la guerra", dijo un experto militar en la región.
"La Brigada Nasr combatió durante toda la guerra. Hezbollah
nunca tuvo la necesidad de reforzarla".
Los
informes desde Líbano ratifican este punto. Los comandantes de
Hezbollah encontraron, con gran sorpresa, que las tropas israelíes
estaban escasamente organizadas y disciplinadas. La única unidad
israelí que alcanzó niveles adecuados fue la Brigada Golani, según
los observadores libaneses. Las IDF constituían "un surtido
variopinto", refirió un oficial con profundo conocimiento de la
jerga estadounidense, "pero eso es lo que sucede cuando has
pasado cuatro décadas disparando balas de goma contra mujeres y niños
en Cisjordania y Gaza."
Los
comandantes de las IDF se sentían también perturbados por la actuación
de sus tropas, que mostraban signos de falta de disciplina incluso
entre los soldados regulares mejor entrenados. Los reservistas
funcionaron aún peor y los comandantes de las IDF dudaban si
lanzarlos a la batalla.
El
25 de julio estaba en pleno apogeo la estrategia de Olmert de
retroceder desde el objetivo declarado al principio de destruir a
Hezbollah. El Ministro de Defensa israelí Amir Peretz fue el portador
de esas corrientes, diciendo que el objetivo actual de Israel era
crear una "zona de seguridad" en el sur de Líbano y acompañó
sus palabras de una amenaza: "si no hay una fuerza internacional
que entre para controlar las fronteras, continuaremos dirigiendo
nuestra artillería hacia todo el que se acerque a la delimitada zona
de seguridad y sabrán que se les puede alcanzar".
Irse
muy de repente era una afirmación de que Israel destruiría a
Hezbollah; irse era también una afirmación de que sólo la OTAN sería
aceptada como unidad de paz en la frontera. El 25 de julio, Israel
también informó de que Abu Yafar, un comandante del "sector
central" de Hezbollah en la frontera libanesa, había muerto
"en un intercambio de fuego" con las tropas israelíes cerca
del pueblo fronterizo de Maroun al–Ras, que todavía no había sido
tomado. La noticia no era verdad. Abu Yafar hizo comentarios públicos
una vez terminada la guerra.
Posteriormente,
el 25 de julio, durante la visita de la Secretaria de Estado de EEUU
Condoleezza Rice a Jerusalén, los militares israelíes siguieron
luchando en Bint Jbeil, llamándola la "capital del terrorismo de
Hezbollah". La lucha por Bint Jbeil duró nueve días, pero siguió
en manos de Hezbollah hasta el fin del conflicto. Para entonces, la
ciudad estaba destruida aunque los combatientes de Hezbollah
sobrevivieron a los repetidos bombardeos aéreos y de artillería,
retirándose a sus búnker durante los peores momentos de la campaña
y reapareciendo sólo cuando, en operaciones posteriores, las tropas
de las IDF intentaban hacerse con la ciudad.
Las
tácticas de Hezbollah recordaban a las seguidas por el ejército
norvietnamita durante los días iniciales del conflicto de Vietnam,
cuando los comandantes norvietnamitas decían a sus tropas que
necesitaban "aguantar las bombas" y después luchar contra
los estadounidenses mediante acciones de pequeñas unidades. "Debéis
agarrarlos por las hebillas de sus cinturones", dijo un
comandante vietnamita para describir esas tácticas.
El
24 de julio, dando otra señal de su inminente fracaso en Líbano,
Israel lanzó los primeros miles de bombas de racimo contra lo que
denominó "emplazamientos de Hezbollah" en el sur de Líbano.
Las bombas de racimo son una eficaz, aunque indecente, arma de combate
y aquellas naciones que las usan, incluido cada miembro individual de
la OTAN (así como Rusia y China), han rechazado constantemente
suscribir un acuerdo internacional que prohibe su uso.
*
* *
Aunque
aún no están completas las investigaciones sobre el uso por Israel
de esta munición, en la actualidad parece claro que las IDF lanzaron
munición de fusión única. Informes recientes de la prensa israelí
indican que los oficiales de artillería alfombraron docenas de
pueblos libaneses de bombas pequeñas, de la forma más cercana que
uno pueda imaginar a la definición de uso "indiscriminado"
del potencial armamentístico.
La
munición israelí bien pueden haberse adquirido de reservas
desfasadas de EEUU que no tenían doble fusión, haciendo así cómplices
a los EEUU de los objetivos indiscriminados. Tal conclusión parece
encajar con la secuencia del reabastecimiento de munición a Israel
del 22 de julio. Las IDF pueden haber sido capaces de descargar estas
municiones y desplegarlas con la rapidez suficiente como para haber
creado la catástrofe de munición de racimo que todavía asola a Líbano
y que empezó el 24 de julio.
El
26 de julio, los oficiales de las IDF admitieron que las 24 horas
anteriores a su lucha en Bint Jbail fue "el día más duro de los
combates en el sur de Líbano". Tras fracasar por la mañana en
la tentativa de arrebatarle la ciudad a Hezbollah, los comandantes de
las IDF decidieron enviar a su Brigada de elite Golani. Por la tarde
murieron 9 soldados de la Brigada Golani en dos horas y 22 resultaron
heridos. A última hora de la tarde, las IDF desplegaron a su Brigada
de Paracaidistas de elite hasta Maroun al–Ras, donde desde hacía
tres días se combatía contra integrantes de la Brigada Nasr.
El
27 de julio, en respuesta al fracaso de sus unidades a la hora de
tomar esas ciudades, el gobierno israelí acordó llamar a tres
divisiones más de reservistas, en total 15.000 soldados. Sin embargo,
el 28 de julio, el serio fracaso de la IAF en sus intentos de detener
los ataques con cohetes de Hezbollah ya era incontestable. Ese día,
Hezbollah lanzó un nuevo cohete, el Jaibar–1, que cayó sobre
Afula.
El
28 de julio, la gravedad de los fallos de la inteligencia de Israel
llegó a conocimiento del público israelí. Ese día los oficiales
del Mossad filtraron la información de que, en su opinión, Hezbollah
no había sufrido una reducción importante en sus capacidades
militares y que la organización podría seguir en el conflicto
durante varios meses más. Las IDF no estuvieron de acuerdo,
declarando que Hezbollah había sufrido graves daños. Estaban
apareciendo las primeras grietas en la comunidad de la inteligencia
israelí.
Algunos
expertos de EEUU también empezaron a cuestionar la estrategia y
capacidad de Israel. La conservadora Brookings Institution publicó un
comentario de Philip H Gordon (que culpó a Hezbollah por la crisis)
aconsejando: "La cuestión no es si Hezbollah es responsable de
esta crisis –que lo es– o si Israel tiene derecho a defenderse
–que lo tiene– sino si esta estrategia particular (con una campaña
aérea sostenida) funcionará. No funcionará. No conseguirá
disminuir la potencia de Hezbollah, porque sencillamente es imposible
eliminar mediante una campaña aérea miles de cohetes pequeños, móviles,
ocultos y que se pueden reabastecer fácilmente".
El
comentario de Gordan reflejaba los puntos de vista de un número cada
vez mayor de oficiales militares que se precipitaban a quitar el polvo
de sus propios planes aéreos en el caso de una orden de la Casa
Blanca señalando como objetivos las zonas nucleares iraníes.
"Hay una percepción general equivocada de que la Fuerza Aérea
[de EEUU] se entusiasmó con la guerra israelí contra Líbano",
nos dijo un experto en Oriente Próximo en contacto con altos
funcionarios del Pentágono. "Estaban horrorizados. Conocen bien
los límites de su poder y saben hasta dónde se puede llegar".
"Les
parecía [a los oficiales de la Fuerza Aérea de EEUU] que Israel había
desperdiciado el manual en Líbano. No fueron quirúrgicos, no fueron
precisos y, ciertamente, no fueron elegantes. No puedes cubrir un país
de hierro y confiar en ganar."
Las
frías y duras cifras de la guerra pusieron de relieve la falacia de
las campañas aérea y terrestre israelíes. Antes del conflicto,
Hezbollah guardaba en arsenales secretos más de 18.000 cohetes. Esos
sitios fueron reforzados contra los ataques israelíes y salieron
indemnes de la campaña aérea. Los oficiales de Hezbollah calcularon
que desde el momento en que disparaban sus cohetes hasta que la IAF
podía identificar y desplegar combatientes para sacar sus cohetes móviles
pasaban 90 segundos. A través de años de diligente entrenamiento,
los equipos que manejaban los cohetes de Hezbollah habían aprendido a
desplegar, disparar y camuflar con seguridad sus lanzaderas móviles
en menos de 60 segundos, con el resultado de que los aviones y helicópteros
de la IAF (que Israel tiene en cifras mucho menores de las que
alardea) no podían parar el fuego continuo de cohetes hacia Israel
("Israel está a una distancia de unos tres helicópteros de un
desastre total", comentó un oficial militar estadounidense).
Hezbollah
disparó unos 4.000 cohetes hacia Israel (una cifra más precisa,
aunque insegura, indica que dispararon unos 4.180 cohetes), reduciendo
sus reservas a 14.000 cohetes, suficientes para poder proseguir guerra
durante, al menos, tres meses más.
Por
otra parte, y lo que es más importante, los combatientes de Hezbollah
demostraron que eran entregados y disciplinados. Utilizando medios de
inteligencia para detectar las penetraciones de la infantería israelí,
demostraron ser tan buenos como los de las mejores unidades de combate
israelíes. En algunos casos, las unidades israelíes fueron
derrotadas en el campo de batalla, en otros, obligadas a repentinas
retiradas o forzadas a confiar en la cobertura aérea para que sus
elementos no fueran atrapados. El 9 de agosto, hacia el final de la
guerra, las IDF anunciaron que habían muerto 15 de sus reservistas y
40 habían resultado heridos en los combates en los pueblos de
Marjayoun, Jiam y Kila, una proporción de bajas sorprendente para un
pedazo marginal de territorio.
La
fuerte defensa de Hezbollah se cobró también su factura en los
blindados israelíes. Cuando Israel accedió finalmente a llegar a un
alto el fuego y empezó a retirarse de la zona fronteriza, se dejó
atrás más de 40 vehículos blindados, casi todos ellos destruidos
por los misiles antitanques AT–3 "Sagger", que fueron
expertamente desplegados (Sagger es el nombre que la OTAN aplica al
vehículo fabricado por Rusia, de manejo manual, guiado por cable, que
es la segunda generación de los Malyutka 9M14 o "Little
Baby").
Con
un alcance de 3 kilómetros, los Sagger probaron ser enormemente
certeros al impactar contra los tanques israelíes, un hecho que los
comandantes de los blindados israelíes debían haber previsto, sobre
todo porque los misiles Sagger desplegados por Hezbollah son la versión
antigua (desarrollada y desplegada en 1973) de otra más moderna que
se puede ocultar y desplegar más fácilmente y tienen un cabezal más
grande. Si las IDF no pudieron proteger sus blindados contra la versión
de "segunda generación" de los de 1973, sus comandantes
deben de estar preguntándose como podrían protegerse contra un
modelo más moderno, más sofisticado y más mortífero.
Antes
de que se pusiera en práctica el alto el fuego, el establishment político
israelí decidió lanzar a los paracaidistas israelíes en zonas clave
a lo largo del Río Litani. La decisión se tomó, aparentemente, para
convencer a la comunidad internacional de las normas de actuación
para que una fuerza de Naciones Unidas se extendiera desde el sur del
Litani. Una petición así no podía hacerse a menos que Israel
afirmara de forma creíble que había evacuado esa zona del Líbano
hasta el Litani.
Para
conseguir ese objetivo, transportó a bastante fuerza aérea a zonas
clave justo al sur del Litani. La decisión podía muy bien haber
llevado al desastre. La mayoría de las fuerzas israelíes
transportadas a esos sitios se vieron inmediatamente rodeadas por
unidades de Hezbollah y podían haber sido destrozadas, con lo que el
alto el fuego no habría surtido efecto. La decisión política
enfureció a los oficiales retirados de las IDF, uno de los cuales
acusó a Olmert de "despistar al ejército", utilizando a
los militares para objetivos de relaciones públicas.
Quizá
el signo más contundente del fracaso militar israelí se deduzca al
contar los muertos y heridos. Israel afirma ahora que mató entre 400
y 500 combatientes de Hezbollah y que sus bajas eran
significativamente menores. Pero un recuento más preciso muestra que
las bajas israelíes y las de Hezbollah fueron casi iguales. Para los
chiíes (y para Hezbollah) resulta imposible permitir un enterramiento
de sus mártires que no sea honorable, por eso en esta ocasión es una
mera cuestión de contar funerales. Se celebraron menos de 180
funerales para los combatientes de Hezbollah –casi igual al número
de muertos del lado israelí–. Ese número puede revisarse al alza:
la información más reciente con la que contamos, procedente de Líbano,
nos dice que el número de funerales por los mártires chiíes en el
sur puede ser ahora exactamente de 184.
Pero,
de cualquier manera, ya sea en cohetes, vehículos blindados o cifras
de muertos o heridos, la lucha de Hezbollah contra Israel se puede
valorar como una victoria decisiva política y militar. Aunque hubiera
sido de otra forma, y está claro que no fue así, el impacto total de
la guerra de Israel contra Hezbollah durante el período de 34 días a
lo largo de julio y agosto ha causado un terremoto político en la
región.
La
derrota militar de Israel por Hezbollah ha sido decisiva, pero la
derrota política de Estados Unidos –que de forma incuestionable se
alineó con Israel durante el conflicto y rechazó intervenir para
ponerle fin– ha resultado catastrófica y tendrá un impacto
duradero sobre el prestigio estadounidense en la región.
PARTE
3: Ganando la guerra política
Con
motivo del conflicto Israel–Hezbollah, en Egipto se realizó un
sondeo público transversal con su ciudadanía dándoles a elegir
entre los dos dirigentes políticos que más admiraban. Un número
abrumador de egipcios eligió a Hassan Nasralá. Y en segundo lugar al
presidente iraní Mahmud Ahmadineyad.
El
resultado del sondeo suponía no sólo un claro rechazo al presidente
egipcio Hosni Mubarak, que había dado a conocer sus puntos de vista
en contra de Hezbollah al comienzo del conflicto, sino también de los
dirigentes sunníes, incluyendo al Rey saudí Abdulá y al Rey jordano
Abdulá II, que criticaron al grupo chií en un intento confesado de
que el mundo sunní dejara de apoyar a Irán.
"Al
finalizar la guerra, esos tipos se tiraban de los pelos", dijo un
diplomático estadounidense a finales de agosto desde la región.
"¿A qué no han oído hablar mucho de ellos en los últimos
tiempos?"
Mubarak
y los dos Abdulás no son los únicos que se tiran de los pelos por el
colofón del conflicto: la política exterior de EEUU en la región,
incluso a la luz de su cada vez más desesperado despliegue en Iraq,
es un desastre total. "Eso significa que todas las puertas se nos
cierran, en El Cairo, Ammán, Arabia Saudí", afirmó otro diplomático.
"Nos han reducido los contactos. Nadie nos quiere ver. Cuando
llamamos por teléfono, nadie contesta".
Como
talismán de ese colapso puede observarse el itinerario de la
secretaria de estado estadounidense Condoleezza Rice, cuya incapacidad
para persuadir al presidente George W Bush para que detuviera los
combates y sus referencias al conflicto como que marcaba "las
contracciones del nacimiento" de un nuevo Oriente Próximo,
destruyeron en efecto su credibilidad.
EEUU
ha dejado claro que intentará recuperar su posición apoyando un plan
de paz israelo–palestino que anunciará, pero el continuo
estrangulamiento que llevan a cabo contra el gobierno democráticamente
constituido de la Autoridad Palestina, ha transformado esa promesa en
un programa político que nace muerto. Y eso se ve ya nítidamente. En
medio de la guerra, un funcionario europeo en El Cairo dijo lo
siguiente sobre las emociones que enturbiaban el entorno político
egipcio: "Los dirigentes egipcios bajan por una acera de la calle
y el pueblo egipcio baja por la otra".
El
catastrófico fracaso de las armas israelíes ha mantenido la
reivindicación iraní de ser los líderes del mundo musulmán en
varias áreas importantes:
Primera,
la victoria de Hezbollah ha demostrado que Israel –y cualquier
fuerza militar occidental moderna y tecnológicamente sofisticada–
puede ser derrotado en combate abierto si se emplean las tácticas
militares adecuadas y se sostienen durante un período prolongado.
Hezbollah ha proporcionado el modelo para derrotar a un ejército
moderno. Las tácticas son sencillas: aguantar la primera oleada de
campaña aérea occidental, luego desplegar fuerzas que sepan manejar
bien una serie de cohetes dirigidos contra objetivos clave del
enemigo, –militares y económicos–, después aguantar una segunda
campaña aérea más fuerte y, a continuación, prolongar el conflicto
durante un período extenso. En algún momento, como ocurrió en el
caso del ataque de Israel contra Hezbollah, el enemigo se verá
obligado a movilizar tropas terrestres para conseguir lo que sus
fuerzas aéreas no pudieron. Es en esta última y crítica fase,
cuando una fuerza entregada, bien entrenada y bien dirigida puede
infligir un daño enorme a un sistema militar moderno y derrotarlo.
Segunda,
la victoria de Hezbollah ha demostrado a la gente del mundo musulmán
que la estrategia utilizada por los gobernantes árabes y musulmanes
aliados de Occidente –una política de satisfacer los intereses
estadounidenses con la esperanza de obtener recompensas políticas
sustantivas (reconocimiento de los derechos palestinos, asignación
justa de precios a los recursos de Oriente Próximo, no interferencia
en las estructuras políticas de la región y elecciones abiertas,
libres y justas)– puede que ya no funcione y no funcionará. La
victoria de Hezbollah proporciona otro modelo diferente, el de hacer añicos
la hegemonía estadounidense y destruir su peso en la región. De los
dos sucesos más recientes que han tenido lugar en Oriente Próximo,
la invasión de Iraq y la victoria de Hezbollah sobre Israel, el
segundo es con mucho el más importante. Incluso otros grupos que están
en contra de Hezbollah, incluidos los que están asociados con
movimientos sunníes de resistencia que consideran como apostatas a
los chiíes, se han mostrado humildes.
Tercera,
la victoria de Hezbollah ha tenido un impacto destructor sobre los
aliados de EEUU en la región. Una vez acabada la guerra a mediados de
agosto, los oficiales israelíes de inteligencia calcularon que
Hezbollah podría haber proseguido con los combates durante más de
tres meses. Los cálculos de Hezbollah habían coincidido con los
hallazgos israelíes, sin embargo hay que advertir que ni Hezbollah ni
el liderazgo iraní podían predecir qué hacer tras una victoria de
Hezbollah. Mientras los servicios de inteligencia jordanos impidieron
cualquier manifestación a favor de Hezbollah, los de Egipto luchaban
por controlar la cada vez mayor indignación pública por el bombardeo
israelí de Líbano.
El
apoyo abierto a Hezbollah de todo el mundo árabe (incluyendo, extrañamente,
el despliegue de retratos de su líder Hassan Nasralá en medio de las
celebraciones cristianas) ha puesto en guardia a los gobernantes árabes
que están más cercanos a EEUU: otra erosión en su estatus podría
hacer que perdieran el control de sus propias naciones. Parece
probable que como consecuencia de todo ello, Mubarak y los dos Abdulás
no están muy dispuestos a apoyar cualquier programa estadounidense
que pida presiones militares, políticas o económicas sobre Irán.
Una futura guerra –una posible campaña militar de EEUU contra las
instalaciones nucleares iraníes– podría no derrocar al gobierno de
Teherán, en cambio, podría derrocar a los gobiernos de Egipto,
Jordania y quizá Arabia Saudí.
Hacia
el final de la guerra, en un momento clave de la confrontación
Israel–Hezbollah, los líderes de partidos islámicos de una serie
de países se preguntaron si podrían continuar controlando sus
movimientos o si, como se temían, la acción política pasaría a
manos de los revolucionarios y capitanes de la calle. La idea
singular, ahora común en los círculos de inteligencia de EEUU, es
que era Israel (y no Hezbollah) quien, el 12 de agosto, buscaba una
forma de salir del conflicto.
Cuarta,
la victoria de Hezbollah ha debilitado peligrosamente al gobierno
israelí. En 1973, el primer ministro de Israel Menachem Begin, al
perder Israel su última guerra, decidió aceptar una propuesta de paz
del presidente egipcio Anwar Sadat. El avance fue de hecho bastante
modesto, ya que ambas partes eran aliadas de EEUU. Ningún avance de
ese tipo tendrá lugar como consecuencia de la guerra
Israel–Hezbollah.
Israel
cree que ha perdido sus capacidades de disuasión y que debe
recuperarlas. Algunos funcionarios israelíes en Washington confirman
ahora que no es una cuestión de "si" Israel irá de nuevo a
la guerra sino de "cuándo". Todavía es difícil determinar
cuándo puede hacer algo así. Para luchar y ganar contra Hezbollah,
Israel necesitará entrenar y recuperar su ejército. Igual que EEUU
tras la debacle de Vietnam, Israel tendrá que reestructurar su mando
militar y reconstruir sus activos de inteligencia. Eso le llevará años,
no meses.
En
futuras operaciones, puede que Israel opte por el despliegue de armas
incluso más potentes contra objetivos aún mayores. Considerando su
actuación en Líbano, esos usos de armas más potentes podrían
significar una respuesta todavía más dura. Esto no es imposible. Un
ataque estadounidense sobre instalaciones nucleares es probable que se
responda con un ataque de misiles iraníes sobre instalaciones
nucleares israelíes –y sobre centros de población israelíes–.
Nadie puede predecir cómo reaccionará Israel ante un ataque así
pero está claro que (teniendo en cuenta la posición de Bush en el
reciente conflicto) EEUU no haría nada para detenerlo. La "casa
de cristal" de la región del Golfo Pérsico, convertida en
blanco de los misiles iraníes, seguramente se vendría abajo
estrepitosamente.
Quinta,
la victoria de Hezbollah significa el fin de cualquier esperanza de
solución del conflicto israelo–palestino, al menos a corto y medio
plazo. Incluso las figuras políticas israelíes consideradas
normalmente "progresistas" verían socavada su posición política
con llamamientos estridentes de más fuerza, más tropas y más
bombas. En encuentros privados con sus aliados políticos, el
presidente palestino Mahmoud Abbas, castigó a quienes aplaudieron la
victoria de Hezbollah, llamándoles "seguidores de Hamás" y
"enemigos de Israel". Abbas está en una posición mucho más
delicada: el apoyo de su pueblo hacia Hamás sigue en pie, como también
su servil [de Abbas] acuerdo con George W Bush, quien le dijo en los
encuentros colaterales del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas que
pusiera fin a todos los intentos de formar un gobierno de unidad con
sus conciudadanos.
Sexta,
la victoria de Hezbollah ha tenido la muy desgraciada consecuencia de
cegar al liderazgo político israelí frente las realidades de su
posición geoestratégica. En medio de la guerra contra Líbano, el
primer ministro israelí Ehud Olmert adoptó el lenguaje de Bush sobre
la "guerra contra el terrorismo", recordando a su ciudadanía
que Hezbollah era parte "del eje del mal". Bush había
reforzado esos comentarios durante su discurso ante la Asamblea
General de Naciones Unidas, en el que mencionó en cinco ocasiones
tanto a al Qaeda como a Hezbollah y a Hamás. EEUU e Israel han metido
ahora en el mismo saco a los grupos islamistas que desean participar
en los procesos políticos de sus propias naciones y a los takfiris y
salafistas,
que son partidarios de incendiar toda la región.
Ahora
Israel no puede contar ni con sus seguidores estadounidenses más
firmes, esa red de neocon para los que Israel es una isla de
estabilidad y democracia en la región. La desaprobación de esos
neocon por la actuación de Israel es casi palpable. Con amigos como
esos, ¿quién necesita enemigos? Es decir, el conflicto israelí en Líbano
ha reflejado con precisión a los expertos que han valorado el
conflicto Israel–Hezbollah como una guerra de poder. Nuestro colega
Jeff Aronson señalaba que "si fuera por EEUU, Israel estaría
todavía combatiendo", y añadió: "EEUU luchará en la
guerra contra el terrorismo hasta la última gota de sangre israelí".
La
continua debilidad del liderazgo político israelí y el hecho de que
se niegue a reconocer la profundidad de su derrota es una realidad muy
preocupante para EEUU y para todas las naciones árabes. Israel había
probado que, en épocas de crisis, podía conformar una estrategia
diplomática creativa y maniobrar hábilmente para recuperar su posición.
Había probado también que tras una derrota militar era capaz de una
autocrítica honesta y transparente. La fortaleza de Israel ha estado
siempre en su capacidad para el debate público, aunque ese debate
cuestionara su sacrosanta institución, "las Fuerzas Armadas
Israelíes". En momentos clave de la historia de Israel, la
derrota ha llevado a la reflexión y no, tal como parece ahora
probable, a una escalada de la ofensiva militar contra Hamás –la
oveja negra de Oriente Próximo– para demostrar todo lo duro que
puede ser.
"El
hecho de que Oriente Próximo se haya radicalizado por la victoria de
Hezbollah supone un buen ejemplo para continuar matándolos",
dijo recientemente un oficial israelí. Ese camino llevará al
desastre. A la vista de la incapacidad estadounidense para activar las
palancas de cambio en Oriente Próximo, hay esperanza entre algunos en
Washington de que Olmert muestre el coraje político para empezar el
largo proceso de encontrar la paz. Ese proceso será penoso, implicará
largas y difíciles discusiones y puede que signifique una ruptura con
el programa estadounidense para la región. Pero EEUU no vive en la
región e Israel sí. Aunque sea penoso guiar un diálogo político
con sus vecinos, se probará que es menos penoso que perder una guerra
en Líbano.
Séptima,
la posición de Hezbollah en Líbano se ha visto enormemente
fortalecida, como también la posición de su aliado más importante.
En el cenit del conflicto, muchos cristianos libaneses acogieron a los
refugiados de Hezbollah en sus casas. El líder cristiano Michel Aoun
apoyó abiertamente la lucha de Hezbollah. Un dirigente de Hezbollah
dijo: "No olvidaremos nunca lo que ese hombre hizo por nosotros,
nunca, durante toda una generación". La posición de Aoun fue
aplaudida entre los chiíes y su propia posición política se ha
visto así reafirmada.
Por
otra parte, el liderazgo sunní se ha visto fatalmente minado por su
incierta postura y las ausencias de su patrón ante su propia
comunidad. En la primera semana de la guerra, las acciones de
Hezbollah fueron acogidas con amplio escepticismo entre la población
sunní. Al final de la guerra, su apoyo era sólido y se extendía por
todas las divisiones sectarias y políticas de Líbano. El liderazgo
sunní tiene ahora una opción: puede formar un gobierno de unidad con
nuevos dirigentes que creen un gobierno más representativo o puede
aguantar hasta las elecciones. No se necesita mucha inteligencia para
saber qué opción tomará Saad Hariri, el dirigente de la mayoría en
el parlamento libanés.
Octava,
la posición de Irán en Iraq se ha visto bastante reforzada. En medio
del conflicto de Líbano, el secretario de defensa de EEUU Donald
Rumsfeld manifestó en privado su preocupación porque la ofensiva
israelí tuviera consecuencias funestas para el ejército
estadounidense en Iraq, que se enfrenta con la hostilidad creciente de
los dirigentes políticos y población chiíes. La declaración de
Rice sobre que las manifestaciones a favor de Hezbollah que tuvieron
lugar en Bagdad estuvieron planeadas por Teherán, reveló su
ignorancia de los hechos políticos más esenciales de la región. Los
secretarios de estado y defensa estadounidenses sencilla e
inexplicablemente ignoraban que los Sadrs de Bagdad mantuvieran alguna
relación con los Sadrs de Líbano. Que el primer ministro iraquí
Nuri al–Maliki no castigara a Hezbollah y que se alineara con Israel
durante el conflicto –y en medio de una visita oficial a
Washington– fue considerado escandaloso por el establishment político
en Washington, aunque el "Hezbollah de Iraq" sea uno de los
partidos presentes en el actual gobierno de coalición iraquí.
Hemos
dicho que ni el Pentágono ni el Departamento del Estado entendieron cómo
la guerra de Líbano podía afectar a la posición estadounidense en
Iraq porque ni el Pentágono ni el Departamento de Estado pidieron un
informe sobre el asunto a sus servicios de inteligencia. EEUU gasta
cada año miles de millones de dólares en sus actividades de recogida
y análisis de inteligencia. Dinero tirado a la basura.
Novena,
la posición de Siria ha salido fortalecida y el programa
franco–estadounidense para Líbano ha fracasado. No hay perspectivas
de que Líbano forme un gobierno que sea servilmente proestadounidense
o antisirio. Que el presidente sirio Bashar al–Assad pudiera
sugerir, como consecuencia de la guerra, un acuerdo político con
Israel muestra su fuerza, no su debilidad. Que pudiera sacar las
conclusiones correctas del conflicto y creyera que también podía
oponerse con éxito a Israel también es posible.
Pero
además de estas posibilidades, la historia reciente muestra que esos
miles de estudiantes y patriotas libaneses que protestaban, tras la
muerte de Rafiq Hariri, por las implicaciones de Siria en el Líbano,
encontraron irónico que tuvieran que refugiarse de los bombardeos
israelíes en ciudades de tiendas de campaña montadas por el gobierno
sirio. Rice tiene razón en una cosa: la voluntad de Siria de
proporcionar cobijo a los refugiados libaneses fue un mero acto de
cinismo político, al que EEUU parece incapaz de contestar. Siria confía
ahora en su posición política. En la etapa anterior, esa confianza
permitió que Israel conformara una apertura política hacia el más
intransigente de sus enemigos políticos.
Décima,
y quizás la más importante, está claro ahora que un ataque
estadounidense sobre las instalaciones nucleares iraníes va a
encontrar muy pocos apoyos en el mundo musulmán. Se podría encontrar
también con una respuesta política que colapse los últimos
vestigios del poder político de EEUU en la región. Lo que se pensaba
que era un "hecho" hace sólo unas pocas semanas, ahora
aparece como algo muy improbable. Irán no se va a sentir intimidado.
Si EEUU se lanza a una campaña militar contra el gobierno de Teherán,
es probable que los amigos de EEUU se queden por el camino; a los
estados árabes del Golfo van a empezar a temblarles las rodillas; los
138.000 soldados estadounidenses en Iraq serán rehenes de una
iracunda población chií; e Irán responderá atacando a Israel. Nos
atreveríamos a enunciar lo obvio: si ese ataque se produjera, EEUU
saldría derrotado.
Conclusión
La
victoria de Hezbollah en su reciente conflicto con Israel es mucho más
importante de lo que piensan muchos analistas de EEUU y Europa. La
victoria de Hezbollah revoca la tendencia de 1967: una derrota
contundente de Egipto, Siria y Jordania que cambió las ilustraciones
políticas de la región, colocando en su lugar regímenes que se
doblegaban adaptando sus políticas exteriores para reflejar el poder
estadounidense e israelí. Ese poder ahora se ha mancillado y revocado
y está surgiendo un nuevo liderazgo en la región.
La
lección singular del conflicto puede perderse por las altas esferas
de las elites políticas favorables a Israel de Washington y Londres,
de su "estamos luchando por la civilización", pero esa
lección no se perderá por las calles de El Cairo, Amán, Ramala,
Bagdad, Damasco o Teherán. No debería perderse entre el liderazgo
político israelí en Jerusalén. Los ejércitos árabes de 1967
lucharon seis días y fueron derrotados. La milicia de Hezbollah en Líbano
combatió durante 34 días y ganó. Lo vimos con nuestros propios ojos
cuando mirábamos los cafés de El Cairo y Amán, donde sencillos
tenderos, campesinos y trabajadores miraban fijamente la información
que ofrecía la televisión, bebían lentamente a sorbos su té, y
silenciosamente se decían a sí mismos: "siete",
"ocho", "nueve"…
.-
Alastair
Crooke y Mark Perry son codirectores de "Conflicts
Forum", un grupo con sede en Londres dedicado a abrir una
oportunidad al Islam político. Crooke fue anteriormente asesor
del Alto Representante de la UE Javier Solana y participó en la
Comisión Mitchell que investigó las causas de la segunda
Intifada. Perry es asesor político en Washington DC, autor de
seis libros sobre la historia estadounidense y antiguo consejero
de Yaser Arafat. (La investigación para elaborar este artículo
fue llevada a cabo por Madeleine Perry).
.- Takfiris,
extremistas islamistas que siguen una ideología exclusivista
violenta. Los takfiri consideran que los musulmanes que no
comparten sus ideas han abandonado el Islam, constituyéndose así
en objetivos legítimos a atacar. Su ideología pide la muerte de
cualquier no musulmán. Salafistas, movimiento contemporáneo
del islamismo sunní. Insisten en que sus creencias siguen
sencillamente el Islam puro que practicaron las tres primeras
generaciones de musulmanes que seguían las hadiths [tradiciones
que contienen las palabras y hechos] del profeta Muhammad y que no
deben ser considerados una secta.
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