Remodelando el Gran
Medio Oriente
El Pentágono implica
a los europeos en el caos afgano
Por
Thierry Meyssan (*)
Red Voltaire,
15/11/06
Presentada
como una simple reorganización técnica, la ampliación del mandato
de la OTAN en Afganistán modifica la misión de las tropas europeas.
Estas suspenden su ayuda a la reconstrucción para encargarse de
proseguir la guerra colonial de los anglo–estadounidenses mientras
que la rebelión se amplifica. En el propio Afganistán, los servicios
secretos británicos tratan de garantizar el control de la población
afgana reemplazando a los talibanes con el Hizb ut Tahrir, revela
Thierry Meyssan.
Desde hace casi 5 años
la Fuerza Internacional de Asistencia para la Seguridad (ISAF) de la
OTAN y la coalición de voluntarios comparten la responsabilidad de
mantener el orden en territorio afgano. El 29 de septiembre de 2006,
los ministros de Defensa de la OTAN, reunidos en Portoroz (Eslovenia),
decidieron que en lo adelante la alianza atlántica asumiría sola esa
misión. La ISAF, que ya cuenta más de 20 000 hombres, absorberá
para ello 12 000 soldados estadounidenses de la coalición de
voluntarios. Los británicos hasta cantaron el God Save the Queen, de
tan orgullosos que se sienten de liderear la ISAF y verse así al
frente de una fuerza de soldados estadounidenses, situación sin
precedentes desde la Segunda Guerra Mundial.
Sin embargo, cuando
se les pase la euforia, los británicos se preguntarán probablemente
sino están haciendo el papel de tontos. El general inglés David
Richards ocupará sus funciones sólo durante cuatro meses. A partir
de febrero de 2007 tendrá que doblar la bandera británica y dejar el
mando al general estadounidense Dan K. McNeil. O sea que, a fin de
cuentas, no son las tropas estadounidenses las que quedarán bajo el
mando de los británicos sino las tropas europeas las que se verán
bajo las órdenes de un estadounidense.
El Pentágono, cuyas
tropas están actualmente demasiado desperdigadas a través del mundo,
había llamado primeramente a los miembros de la OTAN a reforzar la
ISAF. Todos los miembros del Consejo Atlántico habían aprobado la
sugerencia del general James Jones, comandante supremo de la OTAN, de
aportar 2 500 hombres más. Se convocó a una reunión ad hoc durante
la cual cada delegación presentó una excusa para no hacerlo. Se
recurrió en definitva a los polacos y los rumanos, nueva carne de cañón
europea. La nueva ISAF tenía que alcanzar la cifra de 36 000 hombres.
Sin embargo, 8 000
soldados estadounidenses suplementarios conformarán una fuerza
aparte, dirigida directamente por un comandante estadounidense, que se
ocuparán de todas las operaciones que deben mantenerse en secreto,
desde el control de las drogas hasta la escuela de torturas instalada
en la base de Bagram.
Empero, los 35
Estados que aceptaron participar en la ISAF lo hicieron expresamente
con la condición de no hacer el papel de suplentes de la operación
anglo–estadounidense de colonización de Afganistán. Su misión sería
participar únicamente en la edificación del Estado afgano, en la
formación de los agentes del mismo y la reconstrucción de la
infraestructura. Este trabajo resultó cada vez más difícil a medida
que la rebelión extendía por el país y la necesidad de emprender
una pacificación previa se fue haciendo sentir. Mediante esta
encantadora pirueta que pondrá a todo el mundo bajo las órdenes de
un comando único, los miembros de la ISAF se ven obligados a cambiar
de misión: la reconstrucción de Afganistán tendrá que esperar, hay
que aplastar a los «talibanes». Si escribo talibanes entre comillas
es porque el comandante de las fuerzas francesas en Afganistán no
parece estar muy seguro de la verdadera identidad de los rebeldes
contra los que lucha, al extremo que él mismo los llama «talibanes
entre comillas» (sic). Es verdad que no parece muy serio eso de
pretender que el superejército occidental dotado de lo último en
materia de tecnología militar no logra vencer a un grupúsculo de
iluminados harapientos.
La estrategia
del caos
Afganistán se hunde
rápidamente en un caos deliberado en que se hace imposible desenmarañar
la superposición de conflictos y cualquier solución parece
inalcanzable. Se sabe que los neoconservadores, herederos de la divisa
«divide y vencerás», decidieron remodelar el «Gran Medio Oriente».
Para ello tienen previsto cercenar el sur de Afganistán y el oeste de
Pakistán para crear un tercer Estado que sería Baluchistán. Los
neoconservadores obtuvieron inmediatamente apoyo de parte de los
propios baluches, a los que todavía estaban bombardeando el año
pasado [1]. Pero sus aliados afganos y pakistaníes se asustaron al
ver que el pago a su servilismo va a ser el desmembramiento de sus
respectivos países.
A estas alturas a
Washington le da lo mismo una pirueta más. Según recordamos, fueron
el Departamento de Estado y la CIA quienes ayudaron a los talibanes a
crear un autoproclamado emirato en Afganistán. Aquel microestado se
encontraba en realidad bajo la administración de los servicios
pakistaníes de seguridad (ISI) y albergaba escuelas de formación
para los combatientes que reclutaba la CIA. Los sicarios de la CIA en
las regiones con población musulmana (Bosnia–Herzegovina, Kosovo,
Chechenia) han sido entrenados por el ISI. Son estos los hombres que
los medios dominantes nos presentan como «jihadistas», pero no son
en realidad soldados movidos por una manifestación extremista del
Islam sino mercenarios reclutados en los círculos extremistas [2].
Washington se
distanció de los talibanes durante la campaña para la reelección de
Hill Clinton. Para atraer el voto feminista, el presidente decidió
sacrificar a aquella secta oscurantista. Pero no sería hasta el
verano de 2001 que se produciría el drama: los talibanes rechazaron
la «generosa oferta» del consorcio UNOCAL y del gobierno
estadounidense, oferta en virtud de la cual los talibanes tenían que
aceptar el paso por territorio afgano de un oleoducto que transportaría
los hidrocarburos del Mar Caspio hacia el Océano Índico. Los
anglo–estadounidenses decidieron entonces entrar en guerra y lo
hicieron efectivamente después de los atentados del 11 de septiembre
[3]. Después de invadir Afganistán, los anglo–estadounidenses
impusieron pusieron en el poder al presidente Karzai, empleado
estadounidense de UNOCAL.
Si bien los pakistaníes
podían aceptar la eliminación del seudo emirato de los talibanes lo
que sí no podían tolerar era la eliminación de todos los hombres
que habían entrenado. Se hizo entonces una selección y los talibanes
leales a Islamabad fueron invitados a replegarse a la región de
Waziristán y a que se dedicaran a combatir a los rebeldes baluches.
Una secta
reemplaza a otra
Como a la naturaleza
le desagrada el vacío, la desaparición de la secta de los talibanes
dejó el camino libre para que otro grupo la sustituyera. Es evidente
que este último grupo se encuentra bajo el control del MI6 británico
y su cuartel general está en Londres. Sus principales dirigentes
ejercen altas responsabilidades en las multinacionales anglosajonas.
La CIA manipula al Hizb ut Tahir con el objetivo de desestabilizar
toda Asia central, incluyendo la región china Xingjiang. El Hizb ut
Tahir es la bestia negra de la Organización de Cooperación de
Shangai. El Hizb ut Tahir fue utilizado también para organizar las
manifestaciones que se produjeron en el mundo árabe cuando el escándalo
de las caricaturas de Mahoma y a raíz del discurso del papa en
Ratisbona. Los elementos del Hizb ut Tahir que quedaron fuera de
control en Uzbekistán fueron exterminados por el presidente Karimov
con el visto bueno de la corona británica.
El 10 de mayo de
2005, el Hizb ut Tahir dirigió importantes manifestaciones
antioccidentales en Afganistán y en toda Asia central. Aquellas
manifestaciones pretendían desarrollarse de forma pacífica y tener
como blanco tanto las instalaciones militares como ONGs y empresas
multinacionales. Pero los organizadores se vieron sobrepasados por su
propio éxito y varias oficinas fueron saqueadas [4].
El caso es que la
población afgana que se rebela contra la presencia militar extranjera
puede ahora escoger entre los talibanes y el Hizb ut Tahrir según su
inclinación por la violencia o la acción pacífica.
Este tipo de
manipulación tiene sus límites. Primero, porque en una sociedad tan
arcaica los lazos entre los clanes prevalecen sobre cualquier otro
tipo de relaciones. Los talibanes estaban implantados esencialmente
entre los pastún. El Hizb ut Tahrir se formó entre los tayikos, se
desarrolló entre los uzbecos y se extendió paulatinamente entre
todas las poblaciones. Y también porque es imposible manipular las
condiciones sociales. Durante los últimos cinco años no se ha
desarrollado en el país ninguna economía civil, aparte de la economía
de la droga, considerada como una actividad criminal. Ante tal situación,
los ex combatientes sin trabajo rápidamente retoman las armas.
La actividad económica
ligada a la droga constituye precisamente más de la mitad del
producto interno bruto. Los cultivos de amapola están en zonas hasta
ahora controladas por la coalición de voluntarios, no por la OTAN. El
opio y la heroína fluyen hacia los mercados europeos, rusos e iraníes,
no hacia Estados Unidos. La mayoría de los observadores coinciden en
pensar que ese cultivo está bajo el control del ISI pakistaní y que
la producción sale del país en aviones estadounidenses. Como quiera
que sea, ese tipo de economía especulativa no hace sino acrecentar
las diferencias sociales y la corrupción, agravando así la rebelión
[5].
Alianzas
contradictorias
Finalmente, para
coronar esta acumulación de desórdenes, Washington emprendió un
sorprendente proyecto de revisión de sus alianzas regionales,
proyecto que, hasta ahora, ha conducido al enfrentamiento entre
Afganistán (o más bien el gobierno de Karzai) y Pakistán, países
otrora indisociables. En efecto, el presidente Bush en persona viajó
a la India para establecer nuevos vínculos con Delhi y venderle
tecnologías nucleares cuya proliferación prohíbe Washington. En señal
de buena voluntad, la India retiró su apoyo a la rebelión de los
baluches, cosa que no conviene a los neoconservadores, interesados en
crear un Baluchistán independiente. Teniendo en cuenta el
debilitamiento de los baluches, Pakistán cortó el suministro de
armas a los sobrevivientes talibanes que estaba utilizando para
combatir a los baluches, talibanes que regresaron entonces a Afganistán
para luchar contra las tropas de la coalición. Al mismo tiempo, la
India ofreció fondos al presidente Karzai para que este desarrolle su
administración ya que la consolidación de la autoridad del gobierno
de Kabul afecta la de Islamabad. En definitiva, los presidentes Karzai
y Musharraf, invitados juntos a la Casa Blanca, explicaron sus
diferencias en los medios estadounidenses de difusión, llegando
incluso a insultarse entre sí por intermedio de diferentes programas
de televisión. En el terreno, la ruptura entre Afganistán y su ex
protector pakistaní siembra el caos en el seno de la administración
afgana, lo cual favorece a los señores de la guerra que recuperan así
su influencia.
A fin de cuentas, la
«estrategia del caos» ya cuenta dos víctimas: la primera es el
pueblo afgano y la segunda son las tropas de la ISAF, condenados ambos
a enfrentarse entre sí en el marco de una guerra que ninguna de las
dos eligió. Mientras tanto, los dirigentes de Washington se
divierten. Cuando los electores de Washington pidan cuentas sobre los
fracasos de la «guerra contra el terrorismo», se les contestará que
no son culpa del Pentágono sino de la OTAN. Luego, para poder
explotar para sí mismos los hidrocarburos del Caspio, los
estadounidenses no tendrán más que esperar que afganos y europeos se
cansen de matarse entre sí inútilmente.
Notas:
(*) Thierry
Meyssan: periodista y escritor, presidente de la Red Voltaire con sede
en París, Francia. Es el autor de La gran impostura y del Pentagate.
[1] «La vraie cible des bombardements US au Pakistan», Réseau Voltaire,
16 de enero de 2006
[2] Sobre ese tema,
ver dos obras recientes: Wie der Dschihad nach Europa kam (Comment le
Djihad est arrivé en Europe) [Cómo llegó la Jihad a Europa] par
Jurgen Elsasser, NP Verlag, St. Pölten, 2005, edición francesa
publicada por Xenia, Vevey, en 2006. Y el más reciente Fulcrum of
Evil: ISI–CIA–Al Qaeda Nexus por Maloy Krihna Dhar, Manas
Publication, Delhi, 2006
[3] L’Effroyable
imposture (Der inszenierte terrorismus) por Thierry Meyssan, Carnot,
Paris, 2002, edición alemana publicada por Kassel, en 2002
[4]
«Hizbut Tehrir Behind Afghan Violence?» y «Anti–US, Anti–Karzaï
Riots in Kabul» por B. Raman, South Asia Analysis Group, Delhi, 2006
[5] «Le Pakistan
exploite le pavot afghan», Red Voltaire, 19 de abril de 2005.
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