Afganistán

 

Cumbre de la OTAN

EEUU insiste en que sus aliados europeos participen en las hostilidades

Por Piotr Goncharov
Agencia RIA Novosti, 29/11/06

En la cumbre de la OTAN en Riga el tema afgano inesperadamente se ha promovido al primer plano. Su definición más precisa sería: ¿Podrá la OTAN estabilizar la situación en Afganistán?

Cuando a finales de marzo pasado en la sede de la OTAN en Bruselas se elaboraba la versión definitiva de la agenda de la cumbre, el problema afgano no figuraba en ésta. Por aquellas fechas, tanto el comando de la coalición antiterrorista internacional en Afganistán, capitaneada por EE.UU., como el de la Fuerza Internacional de Asistencia a la Seguridad en Afganistán (ISAF) difícilmente habrían podido suponer que al cabo de poco, la situación en este país adquiriría un cariz poco agradable para ellos. Ahora esta situación se está tornando cada vez menos predecible y cada vez más dramática.

Los primeros dos ó tres años, los altos cargos de EE.UU. no tenían la menor duda de que se coronaría del éxito la operación antiterrorista Enduring Freedom (Libertad Inquebrantable). Ahora, pasados cinco años, todo viene a indicar que no da los resultados esperados.

Estos días, en Kabul se publicó el informe del Gobierno afgano sobre la situación en el país. El documento deja constancia del aumento de la tirantez militar en Afganistán. Mientras el año pasado se registraron no más de 130 ataques mensuales a las tropas otanianas en Afganistán, ahora esta cifra ha crecido hasta 600. En lo que va de año, las operaciones en provincias sureñas y orientales, realizadas preferentemente por las tropas de EE.UU., Gran Bretaña y  Canadá, dejaron un saldo de 3.700 afganos muertos, entre ellos no menos de 1.000 civiles.

En muchas zonas fueron suspendidos los trabajos de reconstrucción, las organizaciones humanitarias internacionales citan a casa a sus empleados, las escuelas secundarias están cerradas. Una de las causas fundamentales de ello es una notable movilización del movimiento talibán. Según diversas apreciaciones, los talibán actúan impunemente en el sureste, el sur y el suroeste de Afganistán: en las provincias Paktia, Host, Zabol, Kandahar, Gelmend y Nimruz.

Según expresó Tom Koenigs, jefe de la Misión de Asistencia de las Naciones Unidas en Afganistán, "para evitar la derrota, son imprescindibles enormes esfuerzos militares". En opinión de Alexander Jramchijin, colaborador del Instituto de Análisis Político y Militar, en la cumbre de la OTAN en Riga, los anglosajones ejercerán fuertes presiones sobre Europa continental, exigiendo que participe de verdad en las acciones de combate. Según creen, allí combaten sólo militares norteamericanos que constituyen más de la mitad del contingente otaniano en Afganistán, ingleses, así como canadienses que les ayudan un poco a los primeros y los segundos.

El experto ruso tendrá razón. Al disponer de unas tropas terrestres que cuentan más de un millón y medio de efectivos, la OTAN envió a Afganistán a 20.000 militares, de los que la mayor parte se niega a combatir. Ahora EE.UU., cuyo contingente emplazado (diez mil efectivos) en Afganistán no hace mucho pasó a subordinarse al mando de la OTAN, procura conseguir que las unidades militares de los países aliados como Alemania y Francia, estacionadas fundamentalmente en las tranquilas provincias norteñas de Afganistán, participen también en las operaciones contra Al-Qaeda y Talibán realizadas en las provincias sureñas y orientales.

Tan sólo a comienzos de septiembre, los militares norteamericanos traspasaron a la OTAN el mando de las operaciones también en la parte este de Afganistán. En la práctica esto significa que en las tropas otanianas (21 mil efectivos) acantonadas en el Oeste, el Norte y el Sur de Afganistán se integraron 12 mil militares norteamericanos estacionados en el Este del país. Para la OTAN cuya misión hasta ahora se limitaba a las operaciones de mantenimiento de paz en el marco de la ISAF, esto significaba el comienzo de serias pruebas.

El Pentágono de hecho obligó a la OTAN a asumir el mando general tanto de la ISAF como del grueso de la coalición antiterrorista, pero no lo hizo para mantener la situación en que unos libran combates y cumplen otro trabajo sucio por ahí en la provincia Kandahar, al tiempo que otros aliados están tomando cerveza en el norte del país. El Pentágono insiste en una subordinación que le otorgue al general británico David Richards, Comandante de las tropas de la OTAN en Afganistán, el derecho a solicitarles a los alemanes un batallón y por la tarde ya tenerlo disponible para las operaciones en el sur".

Las provincias sureñas y orientales tradicionalmente eran una fuente de inestabilidad para todo Afganistán. Habrá sido por eso que en el sur del país, a diferencia del norte, no se llevaron a cabo ningunos trabajos de reconstrucción económica. La ausencia de mejoras algunas en la economía, el desempleo masivo y la continua pauperización difícilmente pueda mover a la población local a cooperar con la OTAN en la lucha contra los talibán con tanta más razón que los talibán provienen de la población local.


Riga: una Cumbre desastrosa para Bush

La debacle de Iraq y la previsible derrota en Afganistán

Por Antonio Maira
inSurgente, 02/12/06

Una de cal y otra de arena en la Cumbre de la OTAN. Bush no ha encontrado facilidades para obtener un relevo de tropas aliadas en Afganistán que le permita incrementar las tropas en Iraq. Los aliados de los EEUU han aceptado, sin embargo, el discurso imperialista, colonialista y excluyente que les propone Washington. En otro escenario muy distante, en La Habana, empieza ahora, convocada por la historia revolucionaria de Cuba y por la alegría de los triunfos bolivarianos, la cumbre informal y fraternal de la solidaridad y la igualdad entre los pueblos.

Bush no ha encontrado facilidades para obtener un relevo de tropas aliadas en Afganistán que le permita incrementar las tropas en Iraq. El asunto es muy grave porque se ha producido en lo que podría denominarse Gran Consejo de Seguridad Nacional del Imperio. Son los políticos pentagonales y los generales otánicos los que han dicho, “no es posible”, al gran proyecto de Bush para Oriente Medio.

Los aliados de los EEUU han aceptado, sin embargo, el discurso imperialista, colonialista y excluyente que les propone Washington. Ellos son la comunidad internacional, el multilateralismo es por lo tanto cosa de unos pocos, no de las leyes internacionales y del respeto a la soberanía de los pueblos.

Los países de la OTAN su empresa imperialista han cuestionado los métodos y la falta de consenso civilizado. Para los países de la OTAN ellos son la “comunidad internacional”. Por lo tanto, el multilateralismo que predican no es una reclamación de la soberanía y la igualdad de todos los estados ante el derecho internacional, es una demanda de consultas y de acuerdos compartidos -jerárquicamente, por su puesto- en el seno de la Alianza Atlántica.

La primera derrota global

La brutalidad del gobierno estadounidense, representante del imperialismo más genocida, del neofascismo del "nuevo siglo americano", no ha sido coreada por otras respuestas favorables que las del Reino Unido compañero de barbarie y de fatigas, y la de los comparsas para “todo lo que ordene el Imperio” como Canadá, Holanda, Dinamarca y los antiguos países del Este.

Los aliados europeos –sumisos siempre hasta la más absoluta indignidad y desvergüenza- se niegan a compartir la derrota catastrófica de Washington. Ningún cambio sustancial: es la misma hipocresía de los que celebraron la victoria aparente de la invasión de Iraq. La misma de los que se incorporaron silenciosamente -y engañando a sus respectivos ciudadanos- al proyecto del Imperio, al compartir la ocupación permanente y el establecimiento de un régimen descaradamente colonial en Afganistán.

El problema es muy serio porque aquí no sólo se trata de que por primera vez emerja una diferencia política importante en relación con la estrategia de dominación y de garantía energética, sino que –también por primera vez- el Estado Mayor Militar del Imperio ha afirmado su propia derrota.

En Riga se ha puesto de manifiesto algo inusitado, casi increíble. La insurgencia iraquí contra la invasión; la firmeza en la defensa del proyecto continental bolivariano -y la osadía, llena de dignidad al encararse con el Imperio, de la Venezuela de Chávez-; y el ejemplo revolucionario de una Cuba empecinada e invencible han alterado la historia prevista para el siglo XXI. Han infringido la primera derrota global al nuevo imperio de los Estados Unidos.

La comunidad internacional es la OTAN, lo demás es periferia

Sin embargo, los EEUU, han consolidado un éxito relativo, en gran parte sujeto al resultado final de la crisis global de Oriente Medio.

La OTAN ha puesto al servicio del Imperio una fuerza de despliegue rápido, aérea, naval y terrestre con un contingente de 25.000 hombres. Sus funciones son,  claramente, de policía mundial; que después de la sublevación victoriosa de Iraq, ya no aparece como tan determinante ni tan disuasoria como podía haber sido hace algunos años.

Lo peor de todo es que tal fuerza –no disponible para operaciones que se finalmente se evidenciaron como descabelladas como las realizadas por Bush- asume completamente el discurso imperialista, racista y colonialista, extremadamente brutal, que Bush convirtió en su bandera: “operaciones militares preventivas”, “estados frustrados”, “intervenciones humanitarias”.

Todas ellas son una copia fiel, casi textual, del lenguaje colonial del siglo XIX: “tareas civilizadoras”, “guerras contra tribus”, “guerras contra los salvajes”.

Con ligeras modificaciones de lenguaje -que no de sentido- reproducen el discurso de la Conquista en el siglo XVI. En el debate del aristotélico Sepúlveda, contra Bartolomé de Las Casas; el primero (comparable entonces al neoliberal globalizador de ahora) llama amentes (incapaces de formular juicio alguno), a los indígenas de América. Deben ser objeto de conquista despiadada para desarraigar creencias, costumbres, culturas y organizaciones sociales, que no tienen valor alguno. La reivindicación de los vencidos como seres humanos, que mantiene Las Casas, es despreciada como arcaica, como lo son ahora –en la guerra mundial antiterrorista se ha puesto de manifiesto- los derechos humanos de esos “estados frustrados” cuya peligrosidad internacional afirma la Europa “civilizada”.

Los aliados de los EEUU en su empresa imperialista han cuestionado los métodos y la falta de consenso civilizado. Para los países de la OTAN ellos son la “comunidad internacional”. Por lo tanto, el multilateralismo que predican no es una reclamación de la soberanía y la igualdad de todos los estados ante el derecho internacional, es una demanda de consultas y de acuerdos compartidos -jerárquicamente, por su puesto- en el seno de la Alianza Atlántica.

El Cándido en la Corte del rey Ricardo III

En la Cumbre de Riga ha aparecido un espécimen casi nuevo. Zapatero “el utópico pacifista”, como le denomina su propio Estado Mayor, ha actuado como un Cándido en la corte obediente y feroz del rey Ricardo III.

Su pequeño invento navideño de la Alianza de Civilizaciones le está sirviendo para hacer creíble su ceguera aparente sobre la realidad afgana; el hecho evidente de que su incorporación a la guerra depende de que la responsabilidad de las matanzas tenga una buena coartada, y de que pueda diluirse en organizaciones colectivas. Como el Cándido de Rousseau, Zapatero es cada vez menos ingenuo, cada vez más cínico.

Empezó la Cumbre afirmando que no aumentaría las tropas españolas pero que sí podría “autorizar” el cambio “caso a caso” de misiones y de zona de actuación. Finalizó pidiendo el reforzamiento de la OTAN. Como todos, asumió la doctrina contenida en el documento estratégico; algo absolutamente inadmisible para sostener una mínima decencia personal y para proclamar la representación de un pueblo.