Siria
como chivo expiatorio de la muerte de Gemayel
¿A
quién beneficia?
Por
Jonathan Cook CounterPunch, 24/11/06
Rebelión 30/11/06
Traducido
por Sinfo Fernández
Nazareth.-
Comentaristas y columnistas están de acuerdo. El asesinato de Pierre
Gemayel tiene que haber sido obra de Siria porque los falangistas
cristianos de aquél han sido durante largo tiempo aliados de Israel y
porque, como ministro de industria, era una de las figuras dirigentes
de la facción anti-Siria del gobierno libanés. El Presidente Bush
también piensa así. Aparentemente, el caso está resuelto.
Al
contrario que mis colegas, yo no proclamo saber quién mató a Gemayel.
Quizá Siria estaba detrás del tiroteo. Quizá, en el notoriamente
fraccionado y plagado de intrigas sistema político libanés, alguien
que guardaba rencor a Gemayel –incluso en el interior de su propio
partido- apretó el gatillo. O quizá, una vez más, Israel exhibió
los músculos de su largo brazo en Líbano.
Sin
embargo, parece como si esta última posibilidad no pudiera siquiera
contemplarse por gente educada. Por eso, permítanme ofrecer mis
maleducados pensamientos.
Como
cualquiera que vea series de crímenes por televisión sabe, en una
investigación por asesinato, cuando hay insuficientes indicios físicos
para condenar a alguien, los detectives se ponen a examinar los
motivos de las partes que podrían resultar beneficiadas del crimen.
Los buenos detectives pasan también a considerar si el sospechoso
principal –la persona que parece a primera vista ser la parte
culpable- no está, de hecho, siendo convertida en chivo expiatorio
por alguna de las otras partes. El asesino puede ser la persona que se
beneficia más claramente del crimen o el asesino puede ser la persona
que se beneficia de que el sospechoso principal sea señalado como el
asesino.
Como
han deducido la mayor parte de nuestros políticos y comentaristas de
los medios, las sospechas caen automáticamente sobre Siria porque los
falangistas cristianos son uno de los principales enemigos de Siria en
Líbano. Como consecuencia, en parte, de esa posición, se han opuesto
a los recientes intentos del principal aliado de Siria en Líbano, el
grupo chií Hizbollah, de ganar una mayor porción de poder político.
Forman
parte también –y esto parece resolver las dudas de la mayoría de
los observadores- de la mayoría que en el gobierno pro-estadounidense
de Fuad Siniora apoya que un tribunal de Naciones Unidas juzgue a los
asesinos de Rafik Hariri, un político anti-Siria y dirigente de la
comunidad sunní musulmana, cuyo coche estalló por la colocación de
una bomba hace más de año y medio.
Después
que seis ministros chiíes abandonaran el gabinete de Siniora hace dos
semanas, y ahora con el asesinato de Gemayel, el gobierno está próximo
al colapso, y con él el tribunal que todo el mundo espera que
implique a Siria en el asesinato de Hariri. Si Siria puede
“cargarse” a otros dos ministros del gabinete y el gobierno pierde
su quórum, Siria saldrá bien librada – así es como funciona la lógica
de los observadores occidentales.
Pero
¿es ésta la “evidencia” que convierte a Siria en el sospechoso
principal o en el chivo expiatorio? ¿Cómo se verán afectados por
esa muerte los intereses más amplios de Siria y qué hay de los
intereses de Israel con la muerte de Gemayel – es decir, sus
intereses en que Hizbollah o Siria sean culpados por la muerte de
Gemayel.
En
verdad, Israel se beneficiará de diversas formas de las tensiones
provocadas por el asesinato, como están mostrando las manifestaciones
contra Siria y Hizbollah en Beirut.
Primero,
y lo más obvio, Hizbollah –como el principal amigo militar y político
de Siria en el Líbano- se ha visto obligado de repente a adoptar una
posición defensiva. Hizbollah había ganado mucho tras su triunfo el
pasado verano por su resistencia ante el ataque de Israel al Líbano
cuando el primero envió una fuerza de invasión que intentó ocupar
el sur del país.
La
popularidad y credibilidad de Hizbollah subió tanto que los
dirigentes de la comunidad chií habían confiado en aprovechar ese éxito
a nivel doméstico para pedir más poder. Esa es una de las razones
por las que los seis ministros chiíes se fueron del gabinete de
Siniora.
A
pesar de cómo se ha presentado en Occidente la situación política
de los partidos chiíes, sus demandas están más que justificadas. El
sistema de representación política en el Líbano fue manipulado,
hace décadas, por la anterior potencia colonial, Francia, para
asegurar que el poder sólo se compartiera por las comunidades
cristiana y musulmana sunní. Los musulmanes chiíes, la secta
religiosa mayor del país, se vieron siempre obligados a permanecer al
margen del sistema y, de hecho, fueron privados del derecho al voto.
Con
su reciente victoria militar, este era el momento que Hizbollah
esperaba para dar un gran paso adelante y forzar concesiones políticas
de sunníes y cristianos, concesiones que, indirectamente, habrían
beneficiado a Siria. Con la muerte de Gemayel, esas posibilidades
parecen ahora, en efecto, reducirse. Hizbollah, y Siria por añadidura,
son los perdedores; Israel, que quiere que Hizbollah se debilite, es
el ganador.
El
asesinato ha llevado al Líbano al borde de otra guerra civil. Con un
sistema político que apenas puede contener las diferencias sectarias,
y con varias facciones que no tienen ningún deseo de comprometerse
después de la racha de recientes asesinatos, hay un peligro real de
que los combates vuelvan a las calles del Líbano.
Esto
desde luego no va a beneficiar en nada al Líbano ni a ninguna de sus
comunidades religiosas, que se verán arrastradas a una nueva sangría.
Los cuadros clandestinos de Hizbollah, que se enfrentaron con la
maquinaria de guerra israelí, tendrán que salir de su escondite y
tendrán que pagar un precio contra otras milicias bien armadas.
Los
beneficios para Siria son, el mejor de los casos, diversos. Un posible
beneficio es que una guerra civil sangrienta podría aumentar las
presiones sobre Estados Unidos para que dialogara con Siria y,
posiblemente, le invitara a asumir de nuevo un papel dirigente en la
estabilización del Líbano, como ocurrió durante la última guerra
civil.
Pero,
teniendo en cuenta la creciente ascendencia de los halcones de
Washington, puede bien ocurrir el efecto contrario, animando a EEUU a
aislar aún más a Siria.
A
la inversa, la guerra civil puede suponer una amenaza grave para los
intereses de Siria – y ofrecer importantes beneficios a Israel. Si
las energías de Hizbollah resultaran seriamente mermadas en una
guerra civil, Israel puede estar en una mucha mejor posición para
atacar de nuevo al Líbano. Casi todo el mundo en Israel está de
acuerdo en que el ejército israelí está anhelante de ajustar
cuentas con Hizbollah en otra ronda de combates. De esta forma puede
llegar a la próxima guerra en condiciones mucho más favorables; o
bien Israel podría combatir una próxima guerra contra Hizbollah
ayudando a los grupos chiíes que se oponen a aquél.
Ciertamente,
uno de los objetivos principales de la campaña de bombardeos de
Israel durante el verano, cuando destruyó la mayor parte de la
infraestructura del Líbano, parecía dirigido a provocar una guerra
civil. En esa época, se informó por todas partes que los generales
de Israel confiaban en que la devastación provocaría que las
comunidades cristianas, sunníes y drusas se levantaran contra
Hizbollah.
Tercero,
Siria era ya el principal sospechoso del asesinato de Hariri y del
asesinato de otros tres políticos y periodistas libaneses, todos
ellos considerados anti-sirios, durante los últimos 21 meses.
EEUU
explotó la muerte de Hariri, y las amplias protestas que la
siguieron, para desalojar a Siria del Líbano. La eliminación de
Siria del escenario también preparó el camino, ya sea de forma
intencionada o no, para el ataque de Israel este verano, que no
hubiera sido tan peligroso para la región si Siria hubiera estado aún
en el Líbano.
A
pesar de la inminente amenaza de un tribunal de Naciones Unidas para
juzgar la muerte de Hariri, desde el punto de vista sirio, las
acusaciones se iban evaporando con el tiempo y amenazaban sólo con
probar lo que todo el mundo en Occidente creía ya. Con la salida de
los ministros chiíes del gobierno libanés, las investigaciones
estaban inspeccionándolo todo, pero, en cualquier caso, eran
superfluas.
Sin
embargo, el asesinato de Gemayal ha reavivado de forma dramática el
interés en la cuestión de quién mató a Hariri y lleva de nuevo a
Siria al punto de mira. Nada de esto beneficia a Siria, pero no hay
duda de que Israel está encantado de fastidiar a Damasco.
Cuatro,
el gobierno de Israel ha estado bajo presión tanto interna como
internacional para comprometerse con Siria y negociar una devolución
de las Alturas del Golán, una zona de territorio sirio que viene
ocupando desde 1967.
Con
ello se resolvería la peligrosa cuestión de las Granjas de la Shebaa,
todavía ocupadas por Israel, pero que Hizbollah y Siria reclaman que
es un territorio libanés que debería haberse ya devuelto en el
momento en que Israel se retiró del Líbano en 2000. El estatus de
las Granjas de la Shebaa ha sido uno de los principales motivos de
disputa entre Israel y Hizbollah.
El
Presidente Assad de Siria ha estado insinuando abiertamente que está
preparado para discutir con Israel la devolución de los Altos del Golán
en mejores términos para Israel de lo que nunca antes se le ofreció.
Según
los informes aparecidos en los medios israelíes, Assad está
preparado para desmilitarizar el Golán y convertirlo en un parque
nacional que se abriría a los israelíes. Probablemente tampoco va
insistir en una vuelta exacta a las fronteras de 1967, que incluyen la
zona norte costera del Mar de Galilea. Tradicionalmente, los
dirigentes israelíes se resistían a esta idea, y provocaban el temor
popular al invocar la visión del padre de Assad, Hafez, metiendo sus
pies en el lago.
Pero
si las negociaciones sobre el Golán están siendo desesperadamente
buscadas por el joven Assad, Israel no muestra ningún interés en
explorar la opción. El primer Ministro israelí, Ehud Olmer, ha
rechazado repetidamente negociar con Damasco. Por varias razones:
Israel,
como podía esperarse por experiencias anteriores, no está por la
labor de hacer concesiones territoriales;
No
quiere que se ponga fin al aislamiento y estatus de paria de Siria
alcanzando con ella un acuerdo de paz;
Y
tiene miedo que tal acuerdo pueda sugerir que también son factibles
las negociaciones con los palestinos.
Alcanzar
la paz con Siria, a ojos israelíes, llevaría inexorablemente a
recibir presiones para hacer la paz con los palestinos. Eso no forma
parte para nada de la agenda israelí.
La
muerte de Gemayel, y la culpabilización de Siria, obligan a Damasco a
volver atrás, a situarse en el “eje del mal” y a evitar cualquier
amenaza de negociación sobre el Golán.
Quinto,
las presiones han sido crecientes por parte de la Administración
estadounidense para que Israel empezara a dialogar con Siria, pero sólo
con el objetivo de intentar reclutarla para la “guerra contra el
terror” de Washington. EEUU podría, de forma desesperada, buscar
ayuda local para manejar su ocupación de Iraq. No está claro que
Bush esté dispuesto a cambiar radicalmente de opinión, pero aún
queda una posibilidad.
Los
aliados claves, como el británico Tony Blair, están presionando en
gran medida para llegar a un compromiso con Siria, con objeto de
aislar aún más a Irán –el posible objetivo de otro ataque israelí
o estadounidense contra sus supuestas ambiciones de armas nucleares- y
de aclarar la vía de las negociaciones con los palestinos.
La
muerte de Gemayel, y la culpabilización de Siria, fortalece la
situación de los neocons en Washington –los aliados de Israel en la
Administración-, cuya estrella había empezado a declinar. Podrán
argumentar ahora con convencimiento que Siria ni cambia ni puede
cambiar. Ese resultado ayuda a desviar el peligro, desde el punto de
vista de Israel, de que los palomas de la Casa Blanca puedan ganar en
la discusión en aras del acercamiento a Siria.
Por
todas estas razones, deberíamos ser cautelosos a la ahora de asumir
que Siria es quien está detrás de la muerte de Gemayel – o el único
actor regional que se entromete en el Líbano.
.- Jonathan Cook es
escritor y periodista, vive en Nazaret, Israel. Es autor de
“Blood and Religión: The Unmasking of the Jewish and Democratic
State”, publicado por Pluto Pres,s que se puede conseguir en
EEUU en University of Michigan Press. Su página en Internet es: www.jcook.net
.-
Sinfo Fernández forma parte del colectivo de Rebelión.
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