Elementos
para un análisis sistémico e interdisciplinario del conflicto entre
Israel/Occidente y Palestina/mundo árabe.
El
sionismo cristiano como fundamento del conflicto árabe–israelí
Por Mohammed Taleb (*)
oumma.com,
28/11/06
La Haine, 26/12/06
Traducido
por Caty R y revisado por Juan Vivanco
En 1952, el teólogo protestante Rheinold Nieburgh
exclamaba: "somos el Israel americano de Dios." Con esta
pretensión político–teológica, llegamos a una de las claves más
importantes para hacer inteligibles los resortes de la solidaridad y
la complicidad israelo–estadounidense.
"Nuestro
aliento es más largo que esta larga estancia en medio de la
nada"
(Tawfiq Zayyad) [1]
1ª
Parte: De la Reforma protestante a Theodor Herzl. Del nacimiento de
Estados Unidos a la Declaración Balfour
Al
contrario del reduccionismo metodológico, nuestra aproximación al
conflicto entre Israel y Palestina reposará en un análisis de tipo
sistémico: se trata de prestar menos atención a los objetos que a
las relaciones. El sentido de un hecho no sólo reside en sus características
escuetas sino también en la trama de las relaciones que se tejen
alrededor y a través de él.
En
este análisis, el conflicto entre Israel y Palestina forma y
constituye un sistema que sólo es inteligible si lo inscribimos en un
metasistema constituido por la relación conflictiva entre Occidente y
el mundo árabe y musulmán. Esta misma relación se puede articular
con la relación conflictiva entre el norte y el sur (o, con otra
imagen, entre el centro y la periferia).
Estos
ensanches sucesivos no sólo son espaciales. La profundidad temporal
también está implícita y conviene, para no reducir la comprensión
del conflicto Israelo–palestino a su temporalidad inmediata,
observar el contexto del conflicto teniendo en cuenta su larga
historia. Aquí queremos rebatir la extendida idea que lo sitúa en
Theodor Herzl y su proyecto colonial de finales del siglo XIX y
principios del XX.
En
realidad queremos subrayar que este conflicto no es inteligible si no
tenemos en cuenta los supuestos de una dinámica concreta, social e
histórica que es la de la Reforma protestante en los siglos XVI y
XVII. En efecto, queremos recordar que la génesis del proyecto
colonial sionista procede de una innegable teología cristiana
protestante.
Este
análisis sistémico particular debe ser también interdisciplinario
porque por sí solos, los recursos de la ciencia política o del
derecho internacional no son suficientes. Hay que tener en cuenta
también la teología y la antropología cultural. Pero la
interdisciplina no se ciñe exclusivamente a la esfera de la razón
académica y en nuestra comprensión de este conflicto también
queremos convocar las fuerzas de la intuición.
Habitualmente
los occidentales, a través de sus medios de comunicación, sus
intelectuales y sus dirigentes políticos, consideran que la paz entre
israelíes y palestinos requiere la intervención de un tercero
neutral o, en todo caso, de un tercero que no tenga responsabilidades
directas en la causa del conflicto. Conflicto entra "judíos y árabes",
entre "judíos y musulmanes", entre "hijos de Israel e
hijos de Ismael"… las lecturas esquemáticas son muchas.
El
punto común entre ellas, además de su esencia, es que Occidente
pretende exonerarse de todas sus responsabilidades originales. Los
occidentales incluso consideran que apuestan por la paz criticando a
unos y otros, denunciando los "excesos" de la política
israelí y el "extremismo" de la posición palestina. De
hecho, aunque la tierra palestina es el lugar donde se produce, donde
se manifiesta explícitamente el conflicto israelo–palestino, su
esencia, sus causas profundas, radican en la propia historia de
occidente, desde la Europa nacida de la Reforma hasta [su implantación
en] Estados Unidos. El proyecto sionista en Palestina (es decir la
instalación de los judíos en tierra palestina) no surge mecánicamente
del judaísmo como pretenden muchas personas, sino de una cuestión
político–teológica que se remonta al cristianismo protestante.
¡Sola
scriptura! ¡Únicamente la Escritura! Este principio es uno de
los ejes fundamentales de la Reforma protestante iniciada por Lutero
(1488–1546), que afirma que la Biblia (el Antiguo y Nuevo
Testamentos) es la última referencia de la fe cristiana. Mientras que
la versión latina de la Biblia (San Jerónimo, siglo V), de facto,
está monopolizada por las elites religiosas e intelectuales de la
Europa cristiana, la Reforma democratiza en cierto modo el acceso a
las santas escrituras. Se propagan las traducciones a las lenguas vernáculas
y los protestantes desempeñan un papel esencial en este proceso
religioso y cultural (la traducción de Lutero al alemán).
¿En
qué medida este principio "Sola scriptura"
interviene en nuestro planteamiento inicial, a saber, la colusión
original entre el protestantismo y el proyecto sionista en Palestina?
De hecho, esta democratización del acceso a los textos bíblicos y la
elevación de la Biblia al nivel de piedra angular de una identidad
cristiana centrada en Cristo, se realizó en un contexto histórico
particularmente conflictivo. Recordemos para nuestro propósito, que
durante los siglos XVI, XVII y XVIII, la Europa romana se lanzó a un
proceso de "reconquista" religiosa con el fin de oponerse la
Reforma. En la estela de esta Contrarreforma, o "Reforma Católica",
los protestantes sufren innumerables persecuciones.
Esta
vivencia debió de dejar sobre la conciencia protestante una impresión
singular y, en el contexto de la generalización de la Biblia, favorecía
una identificación con los hebreos perseguidos en el Egipto de los
faraones. Podemos considerar legítimamente esta teología
identificativa como una de las fuentes de la solidaridad entre
civilizaciones que cohesiona el mundo occidental y el Israel moderno
creado en 1948.
La
teología protestante que identifica a los reformistas perseguidos de
los siglos XVI, XVII y XVIII con los hebreos de la antigüedad, va a
encontrar en América del Norte una tierra de acogida. En muchos
aspectos, la relación entre Estados Unidos e Israel, lejos de
reducirse a una simple alianza político–militar coyuntural, está
arraigada en la historia antropológica del país.
En
sus memorias, el ex presidente de EE.UU. Jimmy Carter, afirma que la
herencia baptista sudista le había dado una "afinidad" con
Israel, cuya creación había sido "ordenada" por Dios:
"el establecimiento del Estado moderno de Israel es el
cumplimiento de la profecía bíblica." (Citado
en "La dimension théologique du lobby israélien aux Etats–Unis",
Marwan Bishara, Le Débat Stratégique, n° 30, enero de 1997).
En otro punto,
el célebre promotor de "la ideología de los derechos
humanos" declaraba: "Israel y Estados Unidos se han formado
con pioneros. Mi país también es una nación de emigrantes y
refugiados, integrada por pueblos venidos de varios países...
Compartimos la herencia de la Biblia." (Jérusalem Post,
marzo de 1979, citado en "Les origines lointaines de la
colonisation de la Palestine", Ahmed Taleb, Nedjma, n°
19, abril de 1989, p. 23).
Esta
"afinidad" sólo tiene sentido en el marco del sionismo
cristiano de la cultura político–religiosa estadounidense. Sin esta
base antropológica, la eterna solidaridad de Estados Unidos con el
estado israelí y el movimiento sionista permanece ininteligible. El
caso es que hay, en efecto, una simetría entre ambos.
Los
americanos del norte no hicieron otra cosa que revivir su propia
experiencia "histórico–divina" de la conquista del
continente a través de la nueva experiencia sionista israelí. El
colono que desafía el "desierto", echando al
"salvaje" para fundar un kibbutz, se parece mucho al colono
de la "conquista" del oeste. "El israelí es un hombre
de la frontera como lo fue el estadounidense. Ambos tuvieron que
pelear contra una población indígena hostil" escribe Ferdynand
Zweig (citado en Israël et les Etats–Unis ou les fondements
d’une doctrine stratégique, Camille Mansour, Armand Colin,
1995, p. 246–247).
En
cierto modo, la expansión y el colonialismo específicos del sionismo
judío dan una legitimación a la experiencia sionista cristiana de
Estados Unidos. Por otro lado, hay que subrayar que el punto de
anclaje más importante de esta "afinidad" reside en el
hecho de que ambos sionismos se presentan como las reencarnaciones
modernas de la historia de los hebreos de la antigüedad. La Biblia es
aquí la matriz conceptual de justificación de la experiencia social
concreta. En el caso de Estados Unidos es tanto más cierto en cuanto
que el sistema de representación que presidió la creación y el
desarrollo de esta nueva entidad política [EE.UU.] se apoyaba también
en la memoria de la Biblia.
Jean
Paul Mayer es experto en asuntos estratégicos. Trabajó como alto
funcionario del Estado Mayor de la Marina y en la Delegación de los
estudios generales del Ministerio de Defensa. Ha publicado Dieu de Colère. Stratégie et puritanisme
aux Etats–Unis (Association pour le Développement et la
Diffusion de l’Information Militaire, col. Esprit de Défense,
1995). Titula
el primer capítulo de este libro, "El Israel americano de
Dios" y escribe:
"El
título puede sorprender, pero así es como un gran número de
ciudadanos de Estados Unidos bautizan a su país. Armados con la
voluntad de construir una nueva sociedad ideal, los primeros
estadounidenses creían que Dios había mantenido este continente vacío
para acoger un día a los perseguidos. Los primeros colonos proclaman
que van a construir sobre estas tierras nuevas el ‘Israel americano
de Dios’, denominación que tendrá mucho éxito Afirman que su país
será diferente de otros ya que Dios se lo reservó a los verdaderos
creyentes para que edificasen la ciudad de Dios. Uno de ellos, el
predicador John Eliot, incluso teoriza sobre un gobierno divino en su
célebre The Christian Commonwealth (la comunidad cristiana) (...) El
Dios de Calvino y de los puritanos en bastantes aspectos está mucho más
próximo al Dios de majestad y cólera del Antiguo Testamento que al
Dios de amor de la revelación cristiana; por eso a menudo se califica
al puritanismo como ‘anglo–hebraísmo’" (pp. 14–15).
Los
autores norteamericanos adquieren acentos proféticos para describir
el futuro de su nueva patria: "será grande, una gran nación
porque el Señor ha elevado a su Israel americano por encima de otras
naciones en número, gloria y fama." profetizaba Ezra Sitles en
1783 (p. 20–21).
"The
Pilgrim Fathers” (Los Padres Peregrinos) huyen de la restauración
política y religiosa de los Estuardo de Inglaterra. Se exilian a
Holanda, para embarcar después, el 16 de septiembre de 1620, a bordo
de Mayflower; llegan a Plymouth, Nueva Inglaterra. Estos disidentes
puritanos de la iglesia anglicana de Inglaterra atraviesan el Atlántico
con un proyecto, el de construir la Ciudad de Dios, que es menos el
Dios del Evangelio que el de los textos más guerreros de la Biblia
hebraica.
En su libro, Les mythes fondateurs de la nation américaine. Essai sur le
discours idéologique aux Etats–Unis à l’époque de l’Indépendance
(1762–1800) (Bruselas, Complexe, 1992), la historiadora Elise
Marienstras reconstruye muy bien el ambiente intelectual de la fundación
[de EE.UU.] y "la aventura":
"La
mayoría de las veces, el Atlántico se compara con el mar Rojo, la
emigración de las sectas inglesas se identifica con la huida de los
hebreos. La comparación, efectivamente, era útil en varios aspectos:
el mar que se cierra tras el paso de los fugitivos es una barrera
definitiva entre el pueblo elegido y sus opresores; pero también la
travesía del mar Rojo pertenece a la historia providencial. Se trata
de una historia fuera de la medida del tiempo convencional, que sitúa
en un tiempo muy lejano el destino de la especie humana y el
cumplimiento de la voluntad divina. Hizo falta que los hebreos
atravesaran el mar Rojo para salir de la historia de Egipto; después
de la travesía del desierto que permitió su gestación, se forma la
nación judía y recomienza la historia según el plan divino"
(p. 76).
En
1799, el pastor congregacionalista Abbot Abiel, publica una obra con
el revelador título Rasgos de semejanza entre el pueblo de Estados
Unidos de América y el antiguo Israel. Como en todos los sionismos,
el tema de la elección es primordial. En la ideología estadounidense
esta elección lo convierte en excepcional y así pretende encarnar,
por el bien del género humano, lo universal:
"Pueblo
elegido, los estadounidenses son un nuevo pueblo de Israel. La
semejanza de los antiguos judíos con los estadounidenses se basa en
tres rasgos esenciales:
“1.
la ventura de Israel
“2.
su diferencia con las otras naciones
“3.
la causa de los dos puntos anteriores: el favor divino."
Esta
excepcionalidad de Estados Unidos viene acompañada de una misión
divina, de una responsabilidad moral con respecto a los sectores de la
humanidad que no tienen el privilegio de la elección. El presidente
Theodore Roosevelt lo dice bien: "el colono duro y feroz que echa
al salvaje de su tierra, se gana la confianza de todos los hombres
civilizados." ("Le
verdict de l’Histoire: Le cas des Cherokkes", Norman
Finkelstein, Revue des études Palestiniennes n° 5, otoño de 1995,
p. 32–33).
Los
grandes escritores de la independencia establecen un paralelismo entre
los colonos americanos blancos y los hebreos de la antigüedad: en A
Discourse (1786) Enes Hitchkock escribe: "cualquiera que
preste atención a los numerosos puntos de similitud que existen entre
su historia [de los judíos] y la nuestra [de EE.UU.], no encontrará
excesivo o artificial aplicar este pasaje (de la historia bíblica) a
esta nación cristiana y a esta revolución cuya grandeza hoy
reconocemos."
Benjamin
Franklin también contribuye a este sionismo cristiano con su libro
Comparación entre la conducta de los antiguos judíos y la de los
antifederalistas de Estados Unidos. Y escribe: "yo también tendré
necesidad del favor del Ser supremo en cuyas manos estamos y que
condujo a nuestros antepasados, como lo hizo con el antiguo Israel, de
sus tierras natales hacia este país que rebosa de todo lo que es
necesario y útil para la existencia." (Segundo discurso
inaugural).
Sería
falso creer que estamos allí, en el corazón de una memoria que no
tiene actualidad, es decir que ya no tiene resonancias en la
conciencia del cuerpo social estadounidense. Hasta hoy el sionismo
cristiano representa una fuerza de primera importancia. Las cifras que
dan los especialistas de esta corriente son impresionantes y
demuestran claramente que, a pesar del movimiento de la contracultura
de los años 60, el ideal del "Israel americano" sigue vivo:
los protestantes, los más comprometidos en este movimiento, asumen la
problemática evangélica del "segundo nacimiento", el
renacimiento del espíritu, no solamente de la carne.
Son
los Born Again, los "renacidos". Richard Landes, director de
un centro de estudios sobre el milenarismo cristiano en Boston,
precisa: "en Estados Unidos, el núcleo duro de los Born Again
aglutina cientos de miles de fieles que tienen una influencia
considerable sobre 50 millones de fundamentalistas. Gozan de numerosas
relaciones políticas en Estados Unidos y en Israel." (L’Oriente
Le Jour, 19/6/98).
El
analista palestino Camille Mansour en su estudio sobre Estados Unidos
confirma esta cifra: "la identificación estadounidense con
Israel está todavía más marcada en ciertos sectores, como los
cristianos fundamentalistas y evangélicos, para quienes el estado de
Israel cumple una función escatológica. La figura más célebre de
estos cristianos fundamentalistas, cuyo número se elevaría 50
millones, fue durante los años 80 Jerry Falwell, dirigente de la
‘mayoría moral’, y cuyos sermones para la televisión batieron récords
de audiencia." Israël et les Etats–Unis ou les fondements d’une doctrine stratégique,
París, Armand Colin, 1995, p. 247).
Por
su parte, Claude Lévy, en un notable estudio consagrado al
"lobby judío estadounidense", precisa el tipo de relación
que existe entre los grupos de presión proisraelíes y los grupos
sionistas cristianos: "En efecto, por sí mismos, los judíos
norteamericanos serían completamente incapaces de modificar la política
estadounidense en Oriente Próximo, ya que tradicionalmente el
Departamento de Estado es favorable a las tesis árabes.
Lo
que proporciona la fuerza a AIPAC (el principal lobby proisraelí, n.
del e.) es su capacidad de convencer a otros segmentos de la población
estadounidense para apoyar su causa. AIPAC encuentra aliados
especialmente en los sindicatos afiliados al AFL–CIO [2], así como
entre millones de protestantes fundamentalistas que consideran a
Israel esencial para la supervivencia política y espiritual de
Estados Unidos. Su compromiso con Israel se funda en la creencia de
que la creación del estado hebreo está escrita en la Biblia.
Muchos
de estos fundamentalistas consideran a los judíos el Pueblo Elegido y
los milenaristas ven en ellos la recreación del Gran Israel, el
precursor de la segunda llegada de Cristo. En Estados Unidos existen más
de cincuenta millones de fundamentalistas entre los que hay treinta
millones de evangelistas que, por razones religiosas, son favorables a
las tesis sionistas y por eso se les denomina ‘sionistas
cristianos’. Begin condecoró con la Orden Jabotinski a uno de los
dirigentes de los evangelistas, Jerry Falwell." (Revue
Française d’Etudes Américaines, n° 63, febrero de 1995, p.
79).
Exactamente
en 1979, alrededor de este telepredicador evangelista, Jerry Falwell,
se organiza la "mayoría moral" que pretende defender los
valores puritanos y nacional–coloniales estadounidenses (5 millones
de adeptos): es el despegue de la nueva derecha, expresión forjada
por un católico de Texas, Richard Viguerie. La base social de esta
derecha conservadora es el Biblia Belt o cinturón de la Biblia, el
sur y suroeste de Estados Unidos.
Impulsados
por la mayoría moral, los fundamentalistas sionistas cristianos
despliegan una actividad ilimitada en el universo televisivo y, en
general, en el de las nuevas tecnologías de la comunicación. La
influencia está a la altura de esta actividad. "Conocemos el
enorme impacto de los telepredicadores de la iglesia evangelista como
Jim Bakker o Jimmy Swaggart sobre cerca de 80 millones de
estadounidenses, inmersos en una profunda crisis cultural generada por
los años de la contracultura." (Histoire des Etats–Unis, Jean–Michel Laroix,
París, Puf, 1996, p. 483).
Podemos
concluir este estudio evocando el enlace entre las dinámicas
sionistas cristianas y el lobby proisraelí. En la dirección central
del AIPAC, que es uno de los principales componentes de este grupo de
presión, existe un cargo cuya misión es mantener un lazo operacional
permanente con las redes sionistas cristianas. Este atractivo de los
proisraelíes para dinámicas religiosas e identificativas es
subrayado por el investigador Marwan Bishara en su artículo sobre
"La dimension théologique du lobby israélien aux Etats–Unis"
que citábamos al principio de esta nota:
"La
novedad es la forma cada vez más ideológica, e incluso teológica,
que reviste la acción de ciertos componentes del lobby judío en
Washington. Esta novedad se debe a la conjunción de dos factores: el
reforzamiento de los ortodoxos religiosos y de la extrema derecha en
Israel y el papel más marcado del movimiento evangelista –tanto en
el seno del partido demócrata como en el del partido republicano,
sobre todo en el sur, pero también en el norte– y, de manera más
general, el surgimiento del discurso teológico en la definición del
papel universal de Estados Unidos en el siglo XX."
Indiscutiblemente
existe una dimensión mesiánica en la temática del "nuevo orden
mundial" de Bush padre y Clinton (este último procede de la
tradición baptista del sur), que nació en algún momento entre la
destrucción del muro de Berlín y la destrucción de Iraq (como
estado, nación y sociedad). Este nuevo orden –y éste es un
elemento importante–, es la nueva versión del "imperio del
bien" de Reagan y sus amigos sionistas cristianos de la mayoría
moral frente al "imperio del mal".
En
este marco inscribimos la retórica guerrera de Bush Jr.,
especialmente desde el 11 de septiembre de 2001, con el tema del
"eje del mal". En 1952, el teólogo protestante Rheinold
Nieburgh exclamaba: "somos el Israel americano de Dios." (Dieu de colère, p. 25). Con
esta pretensión político–teológica, llegamos a una de las claves
más importantes para hacer inteligibles los resortes de la
solidaridad y la complicidad israelo–estadounidense.
Notas:
(*)
Mohammed Taleb es historiador y filósofo. Trabaja desde hace varios años
sobre las interferencias entre los parámetros antropológicos,
culturales y teológicos para la comprensión del conflicto israelo–árabe.
También se interesa por las posturas culturales de la globalización–occidentalización
neoliberal y su impacto desorganizador sobre los pueblos y las
sociedades del sur, tanto desde el punto de vista de la existencia
social concreta como la de sus personalidades, su imaginario y sus
representaciones del mundo. Su
obra principal es "Visages du sionisme chrétien. Essai d’interprétation
historique et théologique", París, Revue des études
Palestiniennes, n° 21 (otoño de 1999) y n° 22 (invierno de 2000). Preside la nueva asociación Ishtar.
[1]
Tawfiq Zayyad.– Uno de los grandes poetas palestinos de la
resistencia. Nació en Nazaret en 1940 y murió en 1994. Es autor de
las siguientes obras: Os estrecho las manos, (1968), Enterrad a
vuestros muertos y alzáos (1969), Canciones de revolución y rabia
(1970), Los prisioneros de la libertad y otros poemas prohibidos
(1974), Circunstancias del mundo (1975). Cultivó también la novela y
el teatro y es autor de un libro, Sobre literatura y literatura
popular palestina. Dos poemas suyos en La Haine: http://www.lahaine.org/index.php?p=812
[2]
http://es.wikipedia.org/wiki/AFL–CIO.
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