Irán
en el contexto de las grandes potencias
El
tablero de ajedrez tripolar
Por Michael
T. Klare
La
Jornada, México, 27/12/06
Traducción
de Ramón Vera Herrera
Por
meses, la prensa estadounidense y la elite diseñadora de políticas
han descrito la crisis con Irán como una lucha de dos bandos entre
Washington y Teherán, mientras las potencias europeas, así como
Rusia y China, juegan un papel de respaldo. Es cierto que George W.
Bush y el presidente iraní, Mahmoud Ahmadinejad, son los principales
protagonistas en este drama, y cada uno hace aseveraciones inflamantes
acerca del otro con el fin de acicatear el apoyo público en sus
respectivos países. Pero una lectura informada de la diplomacia
internacional que rodea la crisis iraní sugiere que otra lucha
igualmente fiera y sin duda más importante ocurre también: una
competencia tripolar entre Estados Unidos, Rusia y China por la
dominación de la región del gran Golfo Pérsico /Mar Caspio y sus
reservas energéticas elefantiásicas.
En
lo tocante a la gran estrategia, los altos funcionarios del gobierno
de Bush han intentado desde hace tiempo mantener la dominación
estadounidense del "tablero de ajedrez global" (según lo
ven ellos) disminuyendo la influencia de los otros únicos jugadores
significativos: Rusia y China. La clásica competencia geopolítica
comenzó a principios de 2001, cuando la Casa Blanca dio indicios del
provocativo rumbo que planeaba seguir: repudió unilateralmente el
Tratado de Misiles Antibalísticos estadounidense–ruso y anunció
nuevas ventas de armamento de alta tecnología a Taiwán, a la que
China sigue considerando una provincia escindida. Tras el 11 de
septiembre de 2001, estos signos iniciales de antagonismo bajaron de
tono con el fin de asegurar que Rusia y China le brindaran ayuda en la
lucha contra el terrorismo. Sin embargo, en meses recientes, la versión
del clásico tablero de ajedrez de la política de las grandes
superpotencias comienza de nuevo a dominar el pensamiento estratégico
en Washington.
Avanzan
los peones estratégicos
Este
resurgimiento mostró sus primeros signos el 4 de mayo, cuando el
vicepresidente Dick Cheney fue a Lituania, antigua república soviética
socialista, a reprender al gobierno ruso en una reunión
confabulatoria pro democracia. Acusó a los funcionarios del Kremlin
de restringir "injusta e inapropiadamente" los derechos de
los ciudadanos rusos y de usar las abundantes existencias de crudo y
gas del país como "instrumentos de intimidación [y]
chantaje" contra sus vecinos. También condenó a Moscú por
intentar "monopolizar el transporte" del abasto de petróleo
y gas en Eurasia un desafío directo a los intereses estadounidenses
en la región del Caspio.
Al
día siguiente, Cheney voló a la antigua república soviética
socialista de Kazajastán en Asia Central, rica en crudo y gas, donde
apremió a los líderes del país a que embarcaran sus grandes
cantidades de petróleo a través del oleoducto (financiado por
Estados Unidos) a Turquía y el Mediterráneo, en lugar de hacerlo a
Europa por medio de los oleoductos controlados por los rusos.
Luego,
el 3 de junio, el secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, la emprendió
contra China, diciendo a un público de funcionarios de seguridad asiáticos
que "es entendible" que la "falta de
transparencia" de Pekín respecto a su gasto militar "cause
preocupación entre algunos de sus vecinos". Estos comentarios
fueron acompañados por el anuncio público de los planes de aumentar
el gasto estadounidense en sistemas de armamento sofisticado, como el
F–22A, un avión caza conocido como Air–superiority Fighter, o
submarinos nucleares de ataque Virginia–class, que sólo pueden ser
útiles en una guerra de superpotencias, donde únicamente hay dos
candidatos: Rusia y China.
Al
igual que Moscú, Pekín ha despertado la ira de Washington por sus
agresivas políticas energéticas, pero en el caso de China son sobre
todo sus crecientes intentos de allegarse petróleo y gas para su
floreciente economía, pobre en energéticos. En el más reciente
informe sobre las capacidades militares chinas Military Power of the
People's Republic of China, publicado el 23 de mayo, el Pentágono
condena las transferencias de armas y otras ayudas militares que China
usa como alicientes para que países como Irán y Sudán le brinden
acceso a las reservas de energía situadas en Medio Oriente y Africa.
También se condena a China por adquirir naves de combate "que
podrían servir como base para una fuerza capaz de proyectar
potencia" en las regiones del planeta productoras de petróleo.
No
hay nada nuevo en la urgencia del gobierno de Bush por menoscabar a
Rusia y "contener" a China. Tales pensamientos se
articularon en la famosa guía de planificación de defensa
1994–1999 [Defense Planning Guidance for 1994–1999] redactada por
el entonces subsecretario de Defensa, Paul D. Wolfowitz, que se filtró
a la prensa a principios de 1992. "Nuestro primer objetivo es
evitar la remergencia de un nuevo rival, ya sea en el territorio de la
antigua Unión Soviética o en cualquier otra parte, que implique una
amenaza del orden que implicaba antes la Unión Soviética", se
declaraba en el famoso documento. Esta sigue siendo la principal
finalidad de la estrategia estadounidense de hoy, a la cual se le añade
otro objetivo clave: asegurar que Estados Unidos y nadie más
controle las existencias energéticas del Golfo Pérsico y de las áreas
adyacentes de Asia.
Cuando
este precepto se articuló por vez primera en la Doctrina Carter de
1980, se dirigía exclusivamente al Golfo; ahora, con el presidente
Bush, se ha extendido también a la cuenca del Mar Caspio, como
consecuencia del aumento en los precios del crudo, de los temores de
que disminuyan los suministros y debido a los vastos depósitos de
crudo y gas natural que se supone existen ahí. Para reafirmar la
influencia estadounidense en esta región, alguna vez parte de la Unión
Soviética, la Casa Blanca instala bases militares, suministra armas y
conduce una guerra secreta de influencias en Moscú y en Pekín.
Movimientos
del caballo en el Golfo
Es
en este contexto que debe entenderse la actual lucha por controlar Irán.
Este ocupa una posición pivote en el tablero de ajedrez tripolar.
Geográficamente, es la única nación que colinda con el Golfo Pérsico
y con el Mar Caspio, lo que posiciona a Terán para jugar un papel
significativo en ambas áreas, que son de interés energético
primordial para Estados Unidos, Rusia y China. Irán también colinda
con el estratégico estrecho de Hormuz, la angosta vía de agua que va
del Golfo al océano Indico, a través de la cual se mueve diario una
cuarta parte del crudo mundial. Entonces, si Washington alguna vez
levantara su embargo comercial a Irán, su territorio podría usarse
como la ruta de tránsito más obvia para enviar crudo y gas natural
de los países del Caspio a los mercados globales, especialmente
Europa y Japón.
Siendo
la más populosa e industrializada nación en la cuenca del Golfo Pérsico,
Irán siempre ha jugado un papel significativo en los asuntos
regionales, situación que con frecuencia molestó a vecinos como el
Irak de Saddam Hussein (que invadió Irán en 1980, lo que inició una
sangrienta guerra de ocho años que terminó en un empantanamiento
desgastante). En años recientes, Irán ganó también renombre
regional por ser el centro de la rama chiíta del Islam. Vejados y
despreciados durante mucho tiempo por los sunitas, los chiítas tienen
gran ascendiente en el vecino Irak y obtienen visibilidad en Bahrein,
Kuwait, Líbano y en las áreas pobladas por chiítas de Arabia
Saudita, muy próximas a Kuwait (donde se hallan los cruciales campos
petroleros sauditas) conformando lo que se comienza a pensar como la
"media luna chiíta".
En
la actualidad, las capacidades militares iraníes no son muy
impresionantes, en parte por el embargo estadounidense sobre ventas de
refacciones a la fuerza aérea iraní (equipadas en gran medida con
aeronaves estadounidenses durante el reinado del antiguo sha). Pero Irán
ha adquirido submarinos y otras armas modernas procedentes de Rusia y
desarrolla su capacidad balística de misiles, probablemente con la
ayuda de Corea del Norte y China. Si alguna vez consiguiera allegarse
armamento nuclear, se convertiría en una formidable potencia
regional, que posiblemente llamaría a cuestionar la proyectada
dominación estadounidense del Golfo. Es por esta razón fundamental
que Washington está decidido a bloquear su posibilidad de adquirir
armas nucleares.
Aunque
tanto Rusia como China alegan estar opuestos a que Irán se desarrolle
de esta forma, ciertamente no lo consideran con el mismo grado de
temor y furia como lo hace el gobierno de Bush una consideración
que sin duda le añade ímpetu al impulso estadounidense de bloquear
los esfuerzos nucleares de Irán.
Sobre
todo, por supuesto, Irán posee las segundas reservas de petróleo más
grandes del mundo se calculan 132 mil millones de barriles (11.1 por
ciento de las reservas conocidas del mundo), y cuenta también con
las segundas reservas de gas natural más grandes del mundo: 971
billones de pies cúbicos (15.3 por ciento de las reservas conocidas).
Los iraníes pueden poseer menos crudo que los sauditas y menos gas
que los rusos, pero ningún otro país controla tanto de ambos
recursos vitales. Muchos estados incluidos China, India, Japón y
los países de la Unión Europea ya dependen de Irán en porciones
significativas de su abasto petrolero. China y otros han estado muy
ocupados negociando tratos para desarrollar y extraer sus elefantiásicas
reservas de gas natural. Irán no sólo se mantiene como importante
abastecedor de energía, sino que es uno de los pocos que tiene la
capacidad con el tipo apropiado de inversión de incrementar
significativamente su producción en los años venideros, cuando todas
las otras fuentes de petróleo y gas se hallen en decadencia.
En
1953, cuando la CIA ayudó a derrocar al primer ministro Mohammed
Mossadegh, que nacionalizó la industria petrolera iraní, las firmas
estadounidenses de energía asumieron un papel determinante en la
industria petrolera de Irán con la bendición del sha. Esto siguió
siendo así hasta que el sha fue derrocado por la revolución de
Jomeini, en 1979. Es seguro que les encantaría volver a Irán, si les
dieran la oportunidad, pero la hostilidad de Washington hacia el régimen
islámico de Teherán impide por el momento su reingreso.
(*)
Michael T. Klare es profesor de estudios de paz y seguridad mundial en
el Hampshire College y autor de “Blood and Oil: The Dangers and
Consequences of America's Growing Dependence on Imported Petroleum (Owl
Books)”, su obra más reciente, así como de “Resource Wars, The
New Landscape of Global Conflict”.
|