En el “tercer
frente” también les va mal a los sirvientes de EEUU e Israel
Huelga general
en el Líbano
Por Claudio
Testa
Socialismo o
Barbarie, periódico, 25/01/07
El 23 de enero,
una huelga general acompañada de manifestaciones masivas paralizó Líbano.
El reclamo es terminar con el escándalo de que siga en el gobierno el
primer ministro Fuad Siniora y su pandilla de ministros agentes de
EEUU, Israel y Arabia Saudita.
Cuando Israel
desató su agresión contra Líbano con los cobardes bombardeos contra
la población civil, Bush se apresuró a bendecir el genocidio,
calificándolo como el “tercer frente de la guerra contra el
terrorismo” que se abría después de Afganistán e Iraq. Esta
comparación, para desgracia de EEUU y los sionistas, iba a resultar más
cierta de lo que Bush creía. La agresión se saldo con una derrota
del bando imperialista que además puso fin al mito de la
“invencibilidad” del ejército de Israel.
La guerra y el
triunfo produjeron lógicamente cambios en el cuadro político del Líbano.
Hezbollah ganó un enorme prestigio y un apoyo popular mayoritario,
que desbordó los límites religioso-sectarios que los colonizadores
imperialistas (primero Francia y Gran Bretaña, y luego EEUU e Israel)
tratan de exacerbar y utilizar para dividir y producir enfrentamientos
entre los pueblos de Medio Oriente. En el caso de Líbano, yanquis y
sionistas han operado desde hace décadas para hacer pelear a
cristianos, musulmanes chiítas y musulmanes sunnitas.
Pero la guerra
ha producido modificaciones en este cuadro. Sin que se hayan borrado
por completo las delimitaciones sectarias, la “posguerra” ha
instalado un problema central que las trasciende: ¿cómo pueden
seguir “gobernando” el ex gerente del Citibank Fuad Siniora y sus
ministros, agentes notorios de EEUU e Israel?
Después de
meses de exigir por las buenas que se vayan –pedido al que adhirió
hasta el mismo presidente de Líbano, el cristiano maronita Emile
Lahoud– Siniora y su pandilla siguieron atornillados a sus sillones.
En noviembre,
una amplia coalición de movimientos y partidos políticos, en la que
participan Hezbollah (basado en la mayoría popular chiíta), la
Corriente Patriótica Libre (partido dirigido por el general maronita-cristiano
Michel Aun) y organizaciones de izquierda (el PC libanés y otras)
convocaron a grandes movilizaciones de masas, que según las mismas
agencias yanqui-sionistas llegaron a reunir en algunos días un millón
de personas en Beirut (Líbano tiene una población de 3.900.000
habitantes).
Finalmente, el
1º de diciembre pasado el movimiento dispuso un acampe permanente
ante las puertas del Gran Serrallo (el palacio de gobierno). Desde
entonces, 700 carpas con gente que se turna día y noche bloquea la
zona. El gobierno de Siniora quedó prácticamente paralizado, pero él
y sus ministros siguen allí atrincherados y negándose a irse.
Ahora, el
martes 23, la huelga general que paralizó todo Líbano, con cortes de
rutas y manifestaciones de masas, anuncia que la paciencia de las
masas se está acabando. Comentando estos sucesos, en los que
Hezbollah juega un papel principal, Robert Fisk, un conocido
periodista inglés, decía: “Los chiítas son los oprimidos, los
pobres, los desposeídos, aquellos que siempre fueron ignorados por
los señores y los patriarcas del gobierno libanés. Por eso, en un
sentido, esta es también una revolución social” (The
Independent, 24-01).
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