Hay
de todo
Por
Juan Gelman
Página
12, 31/01/07
El
estruendo de Irak no distrae a la Casa Blanca del teatro de guerra
afgano. Tampoco a la oposición. Nancy Pelosi, presidenta del bloque
demócrata en la Cámara de Representantes, acaba de visitar Kabul
para reunirse con el presunto gobernante del país, Hamid Karzai.
Presunto o virtual, ya que casi nunca atraviesa los límites de la
capital y rara vez sale de su palacio de mármol sólidamente
fortificado. Lo llaman el “intendente de Kabul” y su jurisdicción
real sobre el territorio afgano es problemática. Esto lo llevó a
solicitar a Nancy Pelosi el envío de más tropas norteamericanas para
frenar a la resistencia y aun a los talibanes que, con apoyo paquistaní,
quieren volver al poder. La demanda le pareció lógica a la
representante demócrata, quien subrayó que el gobierno de Karzai
cuenta con el apoyo bipartidario y bicameral.
El
Pentágono prolongó ya cuatro meses más de lo previsto la misión de
los efectivos estadounidenses que ocupan el país junto con fuerzas de
la OTAN. W. Bush anunció que pedirá al Congreso la aprobación de
una partida de 10.600 millones de dólares para al régimen de Kabul,
que recibe hasta ahora 1600 millones mensuales apenas.
La
visita de Nancy a fines de enero se produjo dos semanas después de la
que hiciera Hillary Clinton. El propósito evidente es demostrar que
los demócratas son serios en la lucha contra el terrorismo y que el
mandatario norteamericano equivoca el camino en Irak y desatiende a
Afganistán. Quién sabe. Robert Gates, el nuevo jefe del Pentágono,
también visitó Kabul el mes pasado.
No
es difícil desentrañar las razones de tan amplio interés, que el
escritor y periodista canadiense Mahdi Darius Nazemroaya destaca
(Global Research, 17-10-06). Afganistán linda con Irán, Pakistán y
las ex repúblicas soviéticas de Turkmenistán, Uzbekistán y
Tadjikistán: constituye un enclave ideal para establecer una
presencia militar permanente con vistas a futuras operaciones en
Eurasia. Y luego: Afganistán es una puerta de entrada al Asia
Central, tan rica en hidrocarburos, que permitiría evitar los ductos
de petróleo y de gas natural que pasan por Rusia, Irán y China.
Si
EE.UU. logra convertir en realidad el viejo empeño de instalar
oleoductos que, atravesando Pakistán y Afganistán, transporten al Océano
Indico el oro negro de los yacimientos de Turkmenistán y la cuenca
del Mar Caspio, habrá conseguido su segunda victoria geoestratégica
frente a los intereses energéticos de Rusia, Irán y China. La
primera en la región fue la apertura del oleoducto Bakú (Azeibarján)-Tsibili
(Georgia)-Ceyhan (Turquía) que transporta petróleo del Mar Caspio al
Mediterráneo sin tocar tierra de rivales. En Afganistán hay más:
opio y heroína.
Es
el legado del narcotráfico que iniciaron los británicos en el siglo
XIX e incrementó la guerra de los talibanes contra la ocupación soviética.
En medio del conflicto, Pakistán y la CIA alentaron y protegieron el
comercio de drogas para abastecer a los mercados de Occidente.
Afganistán es hoy el primer productor mundial de heroína: aporta el
92 por ciento del total (The Opium Economy in Afghanistan, Oficina de
Naciones Unidas contra la droga y el delito, 2006).
Las
drogas son la tercera “mercancía” en importancia a nivel
internacional después del petróleo y el trigo. El FMI estimó que el
lavado de dinero del narcotráfico equivalía al 2-5 por ciento del
PBI del planeta: “Con base en estadísticas de 1996, estos
porcentajes indicarían que el importe del lavado de dinero osciló
entre 590.000 millones de dólares y 1,5 billón de dólares” en el
2003 (The Economic Impact of the Illicit Drug Industry, Transnational
Institute, Países Bajos, 2003). Bajo las tolerantes tropas de la
OTAN, salen de Afganistán toneladas de heroína y entran toneladas de
armas.
El
también canadiense Asad Ismi, especialista en economía
norteamericana y el llamado Tercer Mundo, señala que el 91 por ciento
de los miles de millones de dólares que los norteamericanos gastan en
el consumo de drogas se quedan -y se lavan- en EE.UU., para alegría
de los bancos estadounidenses y del Canadá (Drugs and Corruption in
North and South America). Agrega que prácticamente cada dólar que
circula en EE.UU. tiene “rastros microscópicos” de cocaína, un
hecho verificado por científicos, expertos forenses y aun el FBI. Con
razón pudo decir César Gaviria, ex presidente de Colombia y ex
secretario general de la OEA: “Si los colombianos son el pez grande
del narcotráfico, los estadounidenses son la ballena”.
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