La
economía juega contra Ahmadinejad
Análisis
de Omid Memarian (*)
Inter
Pres Service (IPS), enero 2007
Berkeley,
Estados Unidos.– El arresto a manos de militares estadounidenses de
seis iraníes en la localidad iraquí de Arbil y de otros varios en
Bagdad dejaron en evidencia este mes una nueva estrategia de
Washington en su enfrentamiento con Teherán.
Los
arrestos tenían como objetivo a miembros de la poderosa Guardia
Revolucionaria, que se afianzó política y económicamente tras las
elecciones de 2004, en las que un estrecho aliado suyo, Mahmoud
Ahmadinejad, se alzó con la presidencia.
Las
autoridades iraníes aseguran que los detenidos son diplomáticos y
presentaron una protesta formal contra las detenciones.
Desde
de llegar al poder, Ahmadinejad, quien tiene antecedentes en el área
militar y de inteligencia, dio a la Guardia Revolucionaria participación
en contratos millonarios con varios departamentos del gobierno, entre
ellos el Ministerio de Petróleo.
Pero
la luna de miel entre la Guardia Revolucionaria y el gobierno parece
llegar a su fin.
El
Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas (ONU)
identificó el 23 de diciembre 11 organizaciones y 12 personas
involucradas en programas nucleares y de misiles balísticos de Irán
La
mayoría de los nombres tenían vínculos o afiliación con la Guardia
Revolucionaria. Entre ellos figuran tres altos comandantes del Cuerpo
de la Guardia Revolucionaria de Irán: el mayor general Yahya Rahim
Safavi, el general Hosein Salimi, comandante de la fuerza aérea, y
Ahmad Vahid Dastjerdi, presidente de la Organización de Industrias
Aeroespaciales.
Ahora
estos individuos tienen restricciones para viajar al exterior. Además,
Estados Unidos anunció este mes sanciones contra el Banco de Sepah,
uno de los más antiguos de Irán, que ponen en entredicho su
capacidad para operar en el país norteamericano.
La
medida tiene el objetivo de congelar los bienes de "promotores de
armas de destrucción masiva" y de quienes los apoyan, pues el
gobierno de Estados Unidos asegura que los bancos estatales de Irán
son usados como fachada para financiar proyectos nucleares y
misilísticos.
Estas
sanciones le han imposibilitado a Ahmadinejad cumplir sus promesas
populistas. Sufre cada vez bajo más presión interna y externa:
afronta simultáneamente el aislamiento internacional y una crisis
interna.
Al
mismo tiempo, los conservadores tradicionales y sus aliados naturales,
los pequeños comerciantes de los bazares, que controlan buena parte
de la economía iraní, están cada vez más alarmados por la política
de Ahmadinejad.
El
influyente presidente del sindicato de bazares de Teherán, Ahmad
Karimi, declaró que la economía es una ciencia y que quienes niegan
sus principios básicos con una mala administración no pueden evadir
la responsabilidad culpando a otros.
La
alusión de Karimi se dirigía directamente al gobierno.
Los
influyentes clérigos, la mayoría de ellos conservadores, también
manifiestan cierto desprecio hacia la política económica
presidencial en sus sermones de los viernes en las mezquitas.
El
analista político Amir Mohebbian, entrevistado por el periódico
Roozonline, declaró que la facción conservadora ya no puede enmendar
sus crecientes divisiones internas.
Aunque
estrechó sus lazos con la Guardia Revolucionaria y con la
inteligencia, Ahmadinejad se mantuvo distante del parlamento
conservador. Desde que el Consejo de Seguridad sancionó a Irán en
diciembre, recrudecieron las críticas del parlamento hacia el
presidente y su gabinete.
Más
de 50 legisladores convocaron a Ahmadinejad para que explique su política
económica, a la que atribuyen la inflación incontrolable, y la falta
de cumplimiento a sus promesas de distribuir entre las masas la
riqueza petrolera nacional.
Incluso
Kayhan, el periódico más conservador de Teherán, atribuye
sutilmente errores a las políticas de Ahmadinejad.
"Ahora
que el noveno gobierno electo (de la República Islámica de Irán)
llega al final del segundo año de su periodo de cuatro, la gente
espera ansiosa mejoras en las condiciones de vida, pero sin
resultados. Los altos precios atragantan al público. Bajo estas
circunstancias, lo menos que debe hacer el gobierno es aliviar el alto
costo de la vida", editorializó Kayhan.
Luego,
el periódico atacó las atribuciones de "inspiración
divina" que Ahmadinejad reivindica para sí: "Ninguna
organización, incluido el gobierno, debería ubicar sus acciones bajo
el auspicio de la santidad, sin aceptar la oposición."
También
se unió a las críticas el diario Jomhoury Eslami, periódico
conservador tradicionalmente cercano al líder supremo de la Revolución
Islámica, el ayatolá Alí Jamenei.
"La
gente quiere mejoras en su calidad de vida, en especial una reducción
de la inflación, o al menos un freno a su constante alza. De otro
modo, perderán toda la fe que le queda en el gobierno", sostuvo
Jomhoury Eslami.
"El
gobierno no debería hacerse el sordo frente a sus asesores, con la
excusa de que está en contacto directo con el pueblo. Lo quiera o no,
necesita asesores ajenos a sus filas para darle respaldo a sus
acciones", argumentó el diario.
Los
errores de cálculo pusieron a Ahmadinejad en una situación
complicada. Sus allegados obtuvieron un pequeño porcentaje de los
votos en las elecciones legislativas locales de diciembre.
Ese
mismo mes, el presidente visitó la Universidad Amir Kabi. Los
estudiantes manifestaron su furia. Algunos quemaron un retrato de
Ahmadinejad, mientras cantaban "Muerte al dictador".
El
mandatario también afronta conflictos en la vecindad regional. En los
últimos dos años, contó con la disposición de Estados Unidos a
negociar, dada la necesidad de ayuda que las tropas del país
norteamericano tenían en Iraq.
Intentó
usar su influencia con el partido libanés chiita Hezbolá, con el
gobernante movimiento islámico Hamas en Palestina y con grupos iraquíes.
Pero
esos esfuerzos fueron en vano, pues Hezbolá terminó debilitado desde
la guerra de septiembre con Israel, Hamas pierde poder en Palestina
ante el presidente Mahmoud Abbas y Estados Unidos alienta una coalición
con Egipto, Jordania, Arabia Saudita y otros estados del Golfo Pérsico
o Arábigo para lidiar con la crisis en Iraq.
Ahmadinejad
se ha debilitado dramáticamente en los últimos seis meses. El
provocativo arresto de iraníes en Arbil y en Bagdad demuestra que
Estados Unidos está listo para un nuevo orden regional. Y la guerra
retórica entre ambas partes podría derivar en un enfrentamiento
militar real.
Pero
hasta los iraquíes adversarios del régimen islámico en el exilio
objetan un ataque contra Irán. El principal temor es que los
partidarios de la línea dura se dediquen a reprimir aun con más ahínco
que ahora los críticos y opositores dentro del país.
Si
Estados Unidos ataca, el gobierno iraní aprovechará la oportunidad
para convocar al pueblo detrás de la bandera y par aplastar los
remanentes de la sociedad civil.
Washington
cada vez más impopular en Medio Oriente. Especialmente en Irán,
donde instigó en 1953 un golpe de Estado contra el más popular de
los gobiernos de la historia de ese país.
Dada
esta animadversión, y el gran fracaso estadounidense en Iraq y
Afganistán, muchos creen que la fuerza militar en Irán sólo
estrangularía la democracia en una sociedad ya en proceso de
transformación.
(*)
Omid Memarian es un periodista y activista iraní. Ganó varios
premios, entre ellos el de Human Rights Watch en 2005, y el Human
Rights Defender Award. Hoy es académico visitante de la Escuela de
Periodismo para Graduados de la Universidad de California en Berkeley.
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