Israel, Irán y el gobierno de Bush
¿Guerra regional o paz?
Por Gabriel Kolko (*)
CounterPunch, 10/02/07
Rebelión, 14/02/07
Traducido por Germán Leyens
Ha habido un salto cualitativo en la tecnología
militar que hace que toda la sabiduría convencional heredada, y la
guerra como instrumento político, se conviertan en extremadamente
irrelevantes, no sólo para EEUU sino para cualquier otro Estado que
se involucre en ella. Las naciones debieran haber comprendido esto
hace un siglo, pero no lo hicieron. Pero ha habido cambios decisivos
en los equilibrios del poder, armas más exactas y destructivas –y
de repente bombas nucleares y los misiles para lanzarlas– se hacen más
y más asequibles para los países más pobres. La tecnología se
mueve mucho más rápido que los recursos diplomáticos y políticos o
la voluntad de controlar sus inevitables consecuencias.
EEUU debería haber aprendido su lección en
Vietnam, y el público tiene mucho más conciencia de ello que sus políticos.
La guerra en Iraq ha refirmado los decisivos límites de la tecnología
cuando se combate contra enemigos que son descentralizados y
decididos. Fue extraordinariamente costosa, pero militarmente
inefectiva, y EEUU está perdiendo ineluctablemente su vasta empresa.
Los rivales son mucho más iguales, y las guerras más prolongadas y
caras para los que persisten en librarlas. Las ambiciones de hegemonía
de EEUU en todo el globo pueden ser cuestionadas ahora más y más
exitosamente. En ninguna parte es más cierto que en Oriente Próximo,
donde la antigua alianza de EEUU con Israel, que comparte su fascinación
por el poderío militar, ha producido colosales fracasos políticos
para ambas naciones.
El ultramoderno ejército israelí terminó por
aprender esto en Líbano en julio pasado, cuando cohetes de Hezbolá
destruyeron o dañaron seriamente por lo menos 20 de sus mejores
tanques y donde fue enfrentado hasta forzarlo a un empate
–abandonando el campo de batalla y perdiendo su precioso mito de
invencibilidad. La creciente desmoralización, muy anterior a la
guerra de Líbano, asedió a Israel, y el porcentaje de judíos con
altos grados académicos que emigró creció continuamente después de
2002. Israel exporta cerebros en cantidades muy elevadas según los
estándares mundiales. La guerra de Líbano y el habla –tanto de los
dirigentes israelíes como iraníes– de amenazas “existenciales”
para la existencia misma del Estado sólo agravaron gravemente su
derrotismo y el deseo de partir. A fines de enero, un 78% del público
israelí se sentía “infeliz” con sus dirigentes por una variedad
de razones.
La política israelí siempre ha sido altamente
inestable según cualquier rasero, pero la corrupción y otros escándalos
que la plagan actualmente exceden cualesquiera en su historia, en
paralelo con su pérdida de confianza con su poder militar. La
enajenación de la clase política en Israel nunca ha sido mayor y el
primer ministro Ehud Olmert y sus compinches esperan que la ampliación
del miedo a la bomba iraní les ayude a sobreponerse a una tormenta
política que ha llevado a que su índice de popularidad en los
sondeos descienda a un nivel récord. El miedo funciona en ambos
sentidos, asustando a la gente que está en condiciones de emigrar con
mayor facilidad y amedrentando a turistas e inversionistas
extranjeros.
Además, la ansiedad del público israelí no ha
sido disminuida por informaciones sobre la eficacia de los sistemas
antimisiles que Israel ha instalado a gran coste. Los iraníes han
llegado a dominar todas las bases técnicas de la tecnología de
misiles, según expertos israelíes, y aunque la calidad y la precisión
de sus misiles pueden dejar algo que desear, pueden infligir inmensos
daños. Especialistas israelíes también argumentan que el escudo de
defensa de misiles que posee Israel –en común con los de todas las
demás naciones– no es suficiente para protegerlo. Siria también
tiene misiles –no tan efectivos como los de los iraníes, pero mucho
más cercanos y capaces de infligir mucho daño si son utilizados.
A pesar de las proclamaciones apocalípticas
sobre el inmenso poderío nuclear de Irán por el mayor rival de
Olmert, Binyamin Netanyahu, y ocasionalmente por el propio primer
ministro y parte de su gabinete, esta histeria es políticamente
motivada y tiene el propósito de cultivar el apoyo público.
Meir Dagan, jefe del Mossad, dijo al Knesset
[parlamento] israelí en diciembre pasado que los esfuerzos diplomáticos
estaban “lejos de haber terminado” –y que una bomba nuclear iraní
estaba a por lo menos dos años de distancia. Numerosos estrategas
israelíes, incluyendo a Yuval Diskin, jefe del Shin Bet [Agencia de
seguridad israelí], consideran ahora que la guerra de Bush en Iraq es
un desastre altamente desestabilizador para toda la región y una
ventaja importante para el poder de Irán, y lamentan haberla apoyado.
Una guerra contra Irán sería mucho más peligrosa. Peor aún, los
esfuerzos por satanizar a Irán han fracasado. Sólo un 36% de la
población judía de Israel, sondeada el pasado mes, consideró que un
ataque nuclear iraní sería la “mayor amenaza” para Israel.
Estrategas israelíes serios creen en su
abrumadora mayoría, para citar a Reuven Pedatzur en Ha'aretz de
pasado noviembre, que “la disuasión mutuamente asegurada, puede ser
forjada, con un alto grado de éxito, entre Israel e Irán.” El
pensamiento estratégico israelí es altamente realista. A comienzos
de febrero, un estudio publicado en una conferencia por el Instituto
de Estudios de Seguridad Nacional en Tel Aviv, predijo que Irán se
comportará racionalmente con armas nucleares y “que la eliminación
de Israel no es considerada como un interés nacional esencial”. Irán
“se comportará lógicamente, evaluando el precio y los riesgos
involucrados.” Un ataque preventivo contra las instalaciones de
investigación nuclear de Irán “sería un error estratégico,”
advirtió Pedatzur a la conferencia, y el uso de armas nucleares tácticas
en su contra una locura total. “Nuestra mejor opción es la disuasión
nuclear abierta.”
Expertos israelíes han llegado a comprender que
la política estadounidense en Oriente Próximo no es sólo un inmenso
fracaso, sino también una inhibición decisiva para la reorientación
israelí de su política exterior para enfrentar las realidades de la
región en la que los judíos han decidido vivir. Ha expulsado a los
talibán de Afganistán y a Sadam Husein de Iraq y creado una
abrumadora presencia iraní. En Palestina, su campaña por la
democracia ha llevado a Hamas al poder. La escalada de tropas en Iraq
es considerada fútil. Se cita a un experto israelí diciendo que:
“Es una incomprensión total de la realidad,” al discutir el papel
de EEUU en la región. Ya no sirve los intereses israelíes. Las políticas
de EEUU han fracasado e Israel ha dado libertad de acción a una
estrategia que lo deja más aislado que nunca.
¿Paz o guerra?
La única seguridad que Israel puede tener será
la resultante de su firma de acuerdos de paz con los palestinos y los
países vecinos. Ya no es probable que EEUU derrote a sus enemigos en
el campo de batalla y sus armas han sido neutralizadas. La guerra en Líbano
fue sólo un augurio de los límites decisivos de su poder militar. Es
éste el contexto en el que las conversaciones secretas de Israel con
Siria tienen una enorme importancia. Comenzaron en enero de 2004 en
Turquía, con la aprobación de Sharon, pasando luego a Suiza, donde
el Ministerio de Exteriores suizo jugó el papel de intermediario.
Para agosto de 2005 habían alcanzado una forma muy avanzada y
cubierto temas territoriales, acuáticos, fronterizos y políticos.
Quedaban detalles por solucionar, pero representaban un salto inmenso
en la solución de uno de los problemas cruciales de la región.
Cuando el Grupo de Estudio Baker–Hamilton
presentó sus recomendaciones en diciembre pasado, subrayó
especialmente las negociaciones con Siria – un punto que Baker
reiteró cuando testificó ante el Senado de Relaciones Exteriores del
Senado de EEUU el pasado 30 de enero. Baker indudablemente sabía de
las conversaciones secretas y de las declaraciones explícitas de
Siria de que quería romper con los movimientos islámicos radicales y
que estaba dispuesta a discutir sus vínculos con Irán, Hezbolá, y
Hamas. Estas conversaciones nominalmente secretas fueron hechas públicas
el 8 de enero de 2007, cuando el presidente egipcio, Hosni Mubarak,
acusó en una entrevista con un periódico israelí a EEUU de obstruir
la paz entre Israel y Siria.
Akiva Eldar de Ha'aretz publicó entonces una
serie de informes extremadamente detallados, incluyendo el borrador de
acuerdo, confirmando que Siria ofreció un tratado de paz de gran
alcance y equitativo que proporcionaría seguridad a Israel y es
exhaustivo –divorciando a Siria de Irán e incluso creando una
distancia crucial con Hezbolá y Hamas. El papel del gobierno de Bush
es sabotear todo acuerdo de paz, para lo que fue determinante. C.
David Welch, Subsecretario de Asuntos de Oriente Próximo, estuvo
presente en la reunión final, dos ex altos funcionarios de la CIA
estuvieron en todas las reuniones y enviaron informes regulares a la
oficina del vicepresidente Dick Cheney. La prensa ha estado repleta de
detalles sobre el papel decisivo de EEUU, porque la guerra y no la
paz, está arriba en su orden del día.
La mayor parte de los círculos gobernantes
israelíes favorece el acuerdo. El 28 de enero, importantes israelíes
se reunieron en Jaffa y calificaron la reacción israelí de “un
juego irresponsable con el Estado de Israel” ya que convertía a
Cheney en árbitro de los intereses nacionales israelíes. Entre ellos
estaban el ex jefe de equipo del ejército de Israel, Amnon Lipkin
Shahak, el ex jefe de Shin Bet, Ya'akov Perry, los ex directores del
Ministerio de Exteriores, David Kimche y Alon Liel (que negoció el
acuerdo y considera que es muy serio), y otros como ellos. Shlomo Ben–Ami,
ex Ministro de Exteriores, apoyó posteriormente su posición, y
argumentó que el tema es “demasiado importante” para Israel como
para endosar “otro fracaso más en la estrategia de EEUU.”
Pero Olmert ha dicho explícitamente que el
gobierno de Bush se opone a una paz negociada con Siria. Por ello, él
también se opone. La contradicción de Olmert es que quiere seguir
siendo un estrecho aliado de EEUU, sea cual sea su política, pero
sabe que ahora es uno de los primeros ministros más impopulares en la
historia de Israel y que está en el poder sólo gracias al ataque
sufrido por Sharon. Israel es un pilar crucial de la política
estadounidense en toda la región, pero ésta fracasa. Una alianza con
EEUU es la receta de Olmert para la derrota política cuando se
convoque a la inevitable elección. Ése es su problema.
El poder de Israel después de 1947 se basó en
su supremacía militar sobre sus vecinos más débiles. Está en el
proceso de perderla – si no lo ha hecho. Problemas menores, sobre
todo demográficos, sólo se agravarán si la tensión persiste.
Simplemente no puede sobrevivir aliado con EEUU, porque los
estadounidenses o abandonarán la región o se lanzarán a una guerra
que pone en riesgo la existencia misma de Israel. Es hora de
convertirse en “normal” y de hacer la paz con sus vecinos, y eso
exigirá que haga importantes concesiones. Puede hacerlo si inicia una
política exterior independiente, y puede comenzar a hacerlo de
inmediato con Siria.
(*) Gabriel Kolko es el historiador más
importante de la guerra moderna. Es
autor del clásico “Century of War: Politics, Conflicts and Society
Since 1914, Another Century of War?” y de “The Age of War.”
También escribió la mejor historia de la Guerra de Vietnam:
“Anatomy of a War: Vietnam, the US and the Modern Historical
Experience.” Su último libro es “After Socialism.”
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