Si
tu país está en guerra civil, no te olvides de privatizar y pagar la
deuda externa
Por
Gemma Galdón (*)
Sin
Permiso, 11/02/07
Mientras
Líbano se hunde más y más en una situación de pre-guerra civil,
sus dirigentes se reúnen en Paris para pedir más préstamos que les
permitan pagar parte de la deuda de la segunda economía más
endeudada del mundo y privatizar las empresas públicas de
electricidad, telefonía, agua y transporte aéreo.
En
la Conferencia Paris III organizada el 25 de enero por Jacques Chirac
para recoger fondos para ayudar al Líbano y expresar públicamente el
apoyo occidental a la coalición gobernante, el Primer Ministro Fuad
Siniora consiguió recaudar más de 7.600 millones de dólares para
financiar la reconstrucción de las infraestructuras destruidas por
los ataques israelíes del verano pasado y crear diferentes programas
sociales. Los más generosos fueron Arabia Saudí, EE.UU., el Fondo
Monetario Árabe y la Unión Europea.
Una
manzana envenenada
No
obstante, y viendo la situación y la evolución económica del país,
parece que, de nuevo, la factura de esta generosidad la acabará
pagando la población libanesa.
Cuando
acabó el conflicto civil de 1975-1990, Líbano era prácticamente un
país sin deuda externa. Sin embargo, ocho años más tarde, en 1998,
después de seis años de gobierno suní con Hariri a la cabeza y una
política de endeudamiento para pagar la construcción de
infraestructuras que llenó de orgullo al Banco Mundial –y
supuestamente de dólares los bolsillos de la familia Hariri-, Líbano
se encontró debiendo 17.000 millones de dólares y utilizando el 89%
de los ingresos públicos para pagarlos.
Actualmente,
esa cifra alcanza los 41.000 millones de dólares y supone el 188% del
PIB del país (el segundo mayor porcentaje del mundo, después de
Malawi). Curiosamente, el Primer Ministro actual, Siniora, fue
Ministro de Economía durante 1992-998 y 2000-2004.
En
este contexto, es difícil ver como un mayor endeudamiento (puesto que
lo que los “donantes” donaron en París son en su gran mayoría préstamos)
puede ser la solución a los problemas de Líbano, sobre todo cuando
las cifras demuestran que el déficit primario libanés (la diferencia
entre el gasto público y la recaudación) es muy bajo, por lo que el
endeudamiento responde al esfuerzo que realizan las finanzas libanesas
para pagar la deuda. En otras palabras, el esfuerzo para pagar la
deuda es lo que causa el endeudamiento.
Además,
como es habitual, la “ayuda” económica no sólo se concede a
cambio de altos tipos de interés, sino de la exigencia de aplicar
programas de ajuste estructural, alegando que el problema es el gasto
publico y las “limitaciones al mercado”. Por lo que el 2 de enero,
pocas semanas antes de la Conferencia, el gobierno libanés presentó
un “ambicioso” plan quinquenal para “impresionar a los
donantes” centrado en las reformas sociales y financieras que
incluye la privatización de los sectores de telefonía, electricidad,
agua y alcantarillado y transporte aéreo y un aumento del IVA del 2%.
Contabilidad creativa
Según
el FMI, que hizo público un comunicado de prensa durante la
Conferencia animando a los donantes a rascarse el bolsillo (con dinero
público), los ingresos provenientes de las privatizaciones “podrían
reducir el nivel de deuda a menos del 150% en 2011”. Sin embargo, en
el mismo documento reconocían que ese nivel seguiría siendo
“peligrosamente alto”, por lo que las reformas propuestas “no
serían suficientes para poner al país rumbo a la sostenibilidad”
financiera; es decir, que la reformas generarán la necesidad de más
“reformas”.
Así
pues, lo que el FMI y los donantes internacionales están haciendo es
instar al gobierno libanés a endeudarse aún más y a privatizar las
empresas públicas para así pagar la deuda, pero a la vez reconocen
que la reducción que se conseguirá, del 188% al 150%, seguirá
siendo insuficiente para permitir una mejora significativa de la
situación económica. Es
decir que, como han denunciado los sindicatos libaneses, las reformas
propuestas no generarán mejoras en la situación general de la economía,
afectarán negativamente a la mayoría de la población por el aumento
de los impuestos indirectos y los despidos masivos que siguen
inevitablemente a cualquier privatización y el Estado perderá los
ingresos estables que hasta ahora proporcionaban las empresas públicas.
Si
a esto le añadimos el hecho de que el plan aprobado por el FMI se
basa en el supuesto de que el crecimiento económico volverá a ser
del 4-5% a partir de 2007 e incluye los ingresos potenciales del
sector turístico, cuando la conferencia se celebró sólo días después
de una huelga general, del primer toque de queda des de 1996 y de
violentos enfrentamientos en las calles de Beirut que acabaron con
varias personas muertas, lo que inicialmente podría interpretarse
como un caso de contabilidad creativa, optimismo o falta de dominio de
la economía real se convierte en un ejercicio de manipulación,
irresponsabilidad y una peligrosa falta de realismo.
Paso franco a la guerra civil
Hace
unas semanas, Robert Fisk publicó un artículo titulado “El mundo
ignora los signos de guerra civil en Líbano”, dónde comentaba cómo
los diplomáticos europeos y estadounidenses reunidos en París
“parecían creer que acababan de salvar al gobierno de Fuad Siniora
de las fuerzas de los ‘extremistas’ islámicos”. Chirac, por
ejemplo, afirmó que “no ayudar a Líbano será mucho más caro que
ayudarle”.
Sin
embargo, no sólo no está claro cómo un gobierno tan deslegitimado
como el de Siniora podrá implementar las reformas y los programas
sociales prometidos, sino que, de momento, las 29 páginas de la
propuesta sólo han conseguido sumar más trabajadores y sindicalistas
al movimiento opositor. La semana del 9 de enero, la Federación
Libanesa de Sindicatos (CGTL), con 200.000 afiliados, llamó a todos
sus miembros y a la población en general a tomar las calles y
manifestarse delante de los Ministerios de Economía, Electricidad,
Agua e Información, denunciando que “desde 1992, todos los
gobiernos han contribuido al deterioro económico” y que “los
responsables de la apremiante situación económica del país no
merecen resolver los problemas de los libaneses”. El 23 de enero, sólo
dos días antes de la Conferencia Paris III, el CGTL convocó una
huelga general a la que se sumaron todos los grupos de la oposición,
cuyos partidarios están desde el pasado 1 de diciembre acampados
frente a las oficinas gubernamentales de Siniora.
En
este contexto, las recetas del FMI y de los donantes occidentales
parecen no hacer más que echar leña al fuego de un país que ya está
al borde de la explosión. Con amigos como éstos, el gobierno de
Sionora parece tener los días contados –esperemos que no se lleve a
todo el país en su caída.
(*)
Gemma Galdon Clavell (gemma@tni.org) es una analista política
catalana que trabaja en el programa New Politics del Transnational
Institute de Amsterdam.
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