EEUU e
Israel alimentan el sectarismo en
el mundo musulmán
Amanecer del
Nuevo Siglo, marzo 2007
Una de las
peores consecuencias de la invasión de Iraq han sido los choques
sectarios entre diferentes comunidades que habían vivido en paz la
una con la otra. El que fuera en una ocasión el orgullo de Iraq, el Río
Tigris, se ha convertido en la línea divisoria entre las comunidades
sunní y shií. Los sunníes que vivían en las áreas del este del río,
en Bagdad, se han mudado a la orilla oeste y viceversa.
Los medios
de comunicación norteamericanos han comenzado a describir la guerra
de EEUU en Iraq como un “conflicto civil” o “violencia
sectaria”. Sin embargo, el objetivo de tales afirmaciones es
distraer al pueblo estadounidense y al mundo impidiéndoles conocer la
verdad. Lo que está ocurriendo en Iraq ahora no es una guerra civil
ni un episodio de violencia sectaria. La presencia de tropas
extranjeras hace que la guerra se libre entre el ocupante y el
ocupado, entre el invasor y el invadido.
Las fuerzas
de ocupación norteamericanas han reclutado a iraquíes para luchar
contra la resistencia iraquí. Esto supone una iraquización de la
guerra, como ocurrió en Vietnam, donde Washington utilizó a los
survietnamitas para luchar contra la resistencia (Vietcong). El
utilizar a colaboracionistas de entre la población invadida es una táctica
imperialista dirigida a rebajar las bajas que sufren las fuerzas
invasoras, pero nunca ha tenido éxito en lo que se refiere a destruir
la resistencia. Además, el mundo entero sabe ahora que las razones
reales de la invasión norteamericana fueron el conseguir beneficios
para su industria militar, la industria del petróleo y, sobre todo,
Israel.
Lo que está
teniendo lugar en Iraq, pues, no es una guerra civil ni un episodio de
violencia sectaria. Es la puesta en práctica de un plan de partición
del país en tres miniestados: uno shií, otro sunní y otro kurdo. Es
la aplicación clara y simple de la doctrina de “divide y vencerás”.
Los neoconservadores sionistas de EEUU tienen tres objetivos estratégicos:
fragmentar la nación árabe, aislar a Irán y hacer que sea tratado
como un paria dentro del mundo musulmán antes de atacarlo
militarmente y asegurar para siempre la dominación militar y económica
de Israel en Oriente Medio. Con este objetivo en mente, EEUU e Israel
están ahora actuando para provocar una guerra sectaria global entre
sunníes y shiíes. Como señala el columnista Jonathan Cook, las políticas
de los israelíes en Cisjordania y Gaza demuestran que ellos esperan
crear un “caos controlado” en todo el mundo islámico.
Las líneas
maestras de esta guerra sectaria ya han sido trazadas. Los subrogados
de EEUU en esta “guerra civil islámica” mostraron ya su verdadero
rostro en julio de 2006, cuando Israel lanzó ataques devastadores
contra blancos civiles libaneses poco después de la captura de dos
soldados israelíes por Hezbollah. Casi de forma instantánea, El
Cairo, Riad y Amman condenaron la acción de Hezbollah.
Uno de los
objetivos de la destrucción por parte de Israel de las
infraestructuras civiles libanesas fue el de extender esta guerra
sectaria al Líbano. Dicho plan fracasó miserablemente. El mito de
que las fuerzas israelíes eran invencibles quedó hecho añicos. Los
sunníes y cristianos de toda la región apoyaron la lucha de
Hezbollah contra los agresores israelíes, incluso aunque algunos clérigos
wahabíes trataron de crear un temor entre los árabes a una posible
dominación iraní y al ascenso de los “heréticos” shiíes.
Sin embargo,
la mayoría de la población y las organizaciones árabes han evitado
caer en la trampa sectaria hasta el momento. De este modo, el arma
sectaria, salvo unas pocas excepciones, no ha producido ningún
resultado tangible. Aunque los neoconservadores han logrado invadir
Iraq y asegurarse la cooperación de los dictadores árabes, han
fracasado en su intento de polarizar y desmoralizar a las masas árabes.
La lealtad hacia la causa nacional continúa siendo total entre la
mayoría de árabes ordinarios. Este hecho ha alarmado a los
neoconservadores porque puede hacer fracasar su plan para la nación
árabe.
La ejecución
del Presidente Saddam Hussein el día del Eid el Adha, la fiesta
musulmana del Sacrificio, y los informes que implicaban a Muqtada al
Sadr y a los shiíes en esta acción fueron otro intento más de
provocar un choque entre sunníes y shiíes. Sin embargo, los líderes
musulmanes han comenzado a denunciar este plan estadounidense. El 5 de
enero, Ahmad Jatami, un influyente clérigo iraní, señaló que EEUU
quería utilizar la ejecución de Saddam para alimentar las tensiones
sectarias. “El método de EEUU es fomentar las diferencias sectarias
entre sunníes y shiíes, que han estado viviendo en paz juntos,”
manifestó Jatami a los fieles durante la Oración del Viernes, en un
discurso que fue transmitido por la radio iraní.
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