¿La
nueva política de Bush está beneficiando a nuestros
enemigos en la guerra contra el terrorismo?
El
cambio de dirección
Por
Seymour M. Hersh
The New Yorker, 05/03/07
Rebelión, 30/02/07
Traducido por Yudelkis Domínguez y revisado por Ana María Acosta
En los últimos
meses, debido al deterioro de la situación en Iraq, el gobierno de
Bush ha cambiado su estrategia con relación al Oriente Medio de
manera significativa, tanto en su diplomacia pública como en sus
operaciones encubiertas. El “cambio de dirección”, como algunas
personas en la Casa Blanca denominan la nueva estrategia, ha provocado
que los Estados Unidos estén a punto de un enfrentamiento abierto con
Irán y, en algunas partes de la región, los ha lanzado a un
creciente conflicto sectario entre chiítas y sunitas.
Para socavar a Irán,
donde predominan los chiítas, el gobierno de Bush ha decidido, de
hecho, reorganizar sus prioridades en el Oriente Medio. En el Líbano,
la Administración ha colaborado con el Gobierno de Arabia Saudita,
que es sunita, en operaciones clandestinas que pretenden debilitar al
Hezbolá, organización chiíta que cuenta con el apoyo de Irán. Los
Estados Unidos, además, han participado en las operaciones
clandestinas contra Irán y su aliado Siria. Una consecuencia de estas
actividades es el fortalecimiento de grupos extremistas sunitas que
propugnan una visión militante del Islam, son hostiles a los Estados
Unidos y apoyan a Al Qaeda.
Un aspecto
contradictorio de la nueva estrategia es que, en Iraq, la violencia
insurgente contra el Ejército estadounidense, proviene principalmente
de fuerzas sunitas y no chiítas. Así y todo, desde la perspectiva de
la Administración, la consecuencia estratégica más profunda –e
imprevista– de la guerra iraquí es la potenciación de Irán. Su
presidente, Mahmoud Ahmadinejad, ha hecho desafiantes declaraciones
sobre la destrucción del derecho de Israel y de su país a continuar
con su programa nuclear. Por otro lado, la pasada semana su líder
religioso supremo, Ayatollah Ali Khamenei, afirmó en la televisión
estatal que “la realidad en la región demuestra que el frente
arrogante, dirigido por los Estados Unidos y sus aliados, será el
principal perdedor en la región”.
Después que la
revolución de 1979 llevó al poder a un gobierno religioso, los
Estados Unidos rompieron con Irán y estrecharon sus relaciones con
los líderes de los Estados árabes sunitas, tales como Jordán,
Egipto y Arabia Saudita. Esa artimaña se tornó más compleja tras
los ataques del 11 de septiembre, sobre todo con respecto de los
Sauditas. Al Qaeda es una organización sunita, y muchos de sus
agentes proceden de círculos religiosos extremistas en Arabia
Saudita. Antes de la invasión a Iraq, en 2003, funcionarios
gubernamentales, influenciados por ideólogos neoconservadores, dieron
por sentado que la instauración de un gobierno chiíta en ese país,
podría proporcionar a los extremistas sunitas un equilibrio a favor
de los Estados Unidos, pues la mayoría de los chiítas de Iraq había
sido víctima de la opresión durante el mandato de Saddam Hussein.
Los funcionarios soslayaron las advertencias de la comunidad de
inteligencia acerca de los vínculos entre los líderes chiítas iraquíes
e Irán, donde algunos habían vivido en el exilio durante años.
Ahora, para preocupación de la Casa Blanca, Irán ha establecido
estrechas relaciones con el gobierno del primer ministro Nuri al–Maliki,
dominado por los chiítas.
La nueva política
estadounidense, en general, ha sido objeto de debate público. En un
testimonio ante el Comité de Relaciones Exteriores del Senado en
enero, la secretaria de Estado, Condoleezza Rice, declaró que existe
“una nueva alineación estratégica en el Oriente Medio”, que
divide a los “reformadores” y “extremistas”. Se refirió a los
estados sunitas como centros de moderación y dijo que Irán, Siria y
Hezbolá estaban “del otro lado de la línea divisoria”. (La mayoría
de los sunitas sirios está bajo el dominio de la secta Alawi.) Irán
y Siria “han hecho su elección y su elección es
desestabilizar", afirmó.
Sin embargo, algunas
de las principales tácticas del cambio de dirección no se han hecho
públicas. Según actuales y antiguos funcionarios cercanos a la
Administración, en algunos casos, las operaciones clandestinas se han
mantenido en secreto al dejar la ejecución y el financiamiento a los
sauditas, o al buscar otras maneras de influir en el proceso normal de
asignaciones del Congreso.
Un importante miembro
del Comité de Asignaciones de la Cámara de Representantes me dijo
que había escuchado algo acerca de la nueva estrategia, pero creyó
que él y sus colegas no habían sido debidamente informados. “No
hemos recibido ninguna información al respecto. Preguntamos si ocurre
algo y ellos contestan que no”, dijo. “Por demás, cuando hacemos
preguntas específicas ellos responden, ‘Nos pondremos en contacto
con usted’. Es muy frustrante”.
Las piezas claves
tras el cambio de dirección son el vicepresidente Dick Cheney, el
asesor asistente de Seguridad Nacional Elliott Abrams, el embajador
saliente en Iraq (y candidato a embajador ante las Naciones Unidas),
Zalmay Khalilzad y el príncipe Bandar bin Sultan, consejero saudita
de seguridad nacional. En tanto Rice ha estado sumamente enfrascada en
la definición de la política pública, antiguos y actuales
funcionarios han dicho que la clandestinidad ha sido dirigida por
Cheney. (El despacho de Cheney y la Casa Blanca se rehusaron a hacer
comentarios acerca de esta historia. El Pentágono no respondió las
preguntas específicas, pero dijo: “Los Estados Unidos no están
planificando entrar en guerra con Irán”.)
El cambio en la política
ha traído consigo una alianza estratégica entre Arabia Saudita e
Israel, principalmente porque ambos países ven en Irán una amenaza
existencial. Han estado inmersos en conversaciones directas, y los
sauditas, quienes piensan que una mayor estabilidad en Israel y
Palestina representará menos influencia de Irán en la región, están
más enfrascados en negociaciones entre árabe–israelíes.
La nueva estrategia
“es un cambio de gran importancia en la política estadounidense: es
un cambio substancial”, afirmó un asesor del Gobierno
estadounidense estrechamente relacionado con Israel. Agregó que los
Estados sunitas “estaban aterrorizados ante un resurgimiento chiíta,
y hubo un creciente resentimiento hacia nuestro proceder, que ponía
en riesgo a los chiítas moderados en Iraq. No podemos invertir el
aumento de los chiítas en Iraq, pero podemos detenerlo”.
Vali Nasr, experto
del Consejo de Relaciones Exteriores, quien ha escrito mucho sobre los
chiítas, Irán e Iraq, me comentó: “Parece que ha tenido lugar un
debate en el seno del Gobierno acerca de quién es el mayor peligro,
Irán o los radicales sunitas. Los sauditas y algunas personas en el
Gobierno alegan que la mayor amenaza es Irán y que los radicales
sunitas son enemigos menos peligrosos. Esta es una victoria para la línea
saudita”.
Martin Indyk, alto
funcionario del Departamento de Estado durante el Gobierno de Clinton,
y quien fue además embajador en Israel, dijo que “el Oriente Medio
se encamina hacia una Guerra Fría de grandes proporciones entre
sunitas y chiítas”. Indyk, director del Centro Saban para la Política
del Oriente Medio en la Institución Brookings, añadió que, en su
opinión, no estaba claro si la Casa Blanca era del todo consciente de
las consecuencias estratégicas de su nueva política. “La Casa
Blanca no sólo está doblando la apuesta en Iraq. Está doblando la
apuesta en toda la región. Esto podría complicarse mucho. Todo está
patas arriba”, dijo.
La nueva política
del Gobierno dirigida a detener a Irán, parece complicar su
estrategia para ganar la guerra en Iraq. Sin embargo, Patrick Clawson,
experto en estudios iraníes y director adjunto de investigaciones en
el Instituto de Washington para la Política del Cercano Oriente,
adujo que lazos más fuertes entre los Estados Unidos y los sunitas
moderados o incluso radicales pudieran “infundir” miedo al
gobierno del primer ministro Maliki y “hacer que le preocupe la
posibilidad de que los sunitas realmente ganen las guerra civil en
Iraq. Según Clawson, esto podría servir de acicate para que Maliki
colabore con los Estados Unidos en la eliminación de las milicias chiítas
radicales, tales como el ejército Mahdi de Moqtada al–Sadr.
Así y todo, por el
momento, los Estados Unidos continúan dependiendo de la colaboración
de los líderes chiítas iraquíes. Tal vez el ejército Mahdi se
muestre abiertamente hostil a los intereses estadounidenses; sin
embargo, otras milicias chiítas figuran entre los aliados de los
Estados Unidos. Tanto Moqtada al–Sadr como la Casa Blanca apoyan a
Maliki. A finales del pasado año, Stephen Hadley, asesor de seguridad
nacional, escribió un memorando en el que propuso que el Gobierno
tratara de separar a Maliki de sus aliados chiítas más radicales
creando su base entre sunitas moderados y kurdos. Hasta el momento, no
obstante, las tendencias han ido en dirección contraria. Entre tanto
el ejército iraquí sigue fracasando en sus enfrentamientos con los
insurgentes, el poder de las milicias chiítas sigue aumentando
gradualmente.
Flynt Leverett, ex
funcionario del Consejo de Seguridad Nacional del gobierno de Bush, me
comentó que "no hay nada fortuito ni irónico” acerca de la
nueva estrategia respecto de Iraq. “El Gobierno está tratando de
hacer creer que Irán es más peligroso y provocador para los
intereses estadounidenses en Iraq que los insurgentes sunitas, cuando,
si se tiene en cuenta el número de bajas reales, el castigo impuesto
a los Estados Unidos por parte de los sunitas es mayor en magnitud”,
dijo. “Todo esto es parte de la campaña de acciones provocadoras
con el objetivo de incrementar la presión sobre Irán. La idea es que
en algún momento los iraníes van a responder y luego el Gobierno
tendrá vía libre para atacarlos”.
En un discurso
pronunciado el 10 de enero, el presidente George W. Bush explicó este
enfoque de manera parcial. “Estos dos regímenes”, Irán y Siria,
“están permitiendo que los terroristas e insurgentes utilicen su
territorio para entrar en y salir de ese país”, manifestó Bush.
“Irán está proporcionando ayuda material para los ataques contra
los soldados estadounidenses. Obstaculizaremos el ataque contra
nuestras fuerzas. Bloquearemos el flujo de apoyo desde Irán y Siria.
Además, buscaremos y destruiremos las redes que proporcionan
armamentos avanzados y entrenamiento a nuestros enemigos en Iraq".
En las semanas
siguientes, hubo una olada de acusaciones por parte del Gobierno
acerca de la participación de los iraníes en la guerra en Iraq. El
11 de febrero, a algunos periodistas les mostró dispositivos
explosivos de técnica avanzada, encontrados en Iraq, que el Gobierno
aseguraba provenían de Irán. En esencia, de acuerdo con el mensaje
del Gobierno el sombrío panorama decía que la difícil situación en
Iraq era el resultado, no de sus fracasos respecto de la planificación
y ejecución, sino de la injerencia de Irán.
Además, el ejército
estadounidense ha arrestado e interrogado a cientos de iraníes en
Iraq. Según un ex oficial superior de inteligencia, se dio a conocer
la orden el pasado agosto, de que el ejército capturara tantos iraníes
en Iraq como era posible. “Tenían quinientos encerrados a la vez.
Estamos trabajando con ellos y sacándoles información. El objetivo
de la Casa Blanca es hacer creer que los iraníes han estado
promoviendo la insurgencia y que lo han venido haciendo desde el
primer momento– que Irán está, de hecho, apoyando la matanza de
estadounidenses”. El asesor del Pentágono confirmó que las fuerzas
estadounidenses han capturado a cientos de iraníes en los últimos
meses. Sin embargo, me dijo que ese total incluye muchos trabajadores
de asistencia humanitaria que son “apresados y liberados en un corto
período” luego de ser interrogados.
“No estamos
planificando una guerra con Iraq”, declaró Robert Gates, nuevo
secretario de Defensa, el 2 de febrero, y aun así la atmósfera de
enfrentamiento se ha intensificado. De acuerdo con los actuales y ex
oficiales de inteligencia y militares de los Estados Unido, las
operaciones secretas en el Líbano han estado acompañadas de
operaciones clandestinas dirigidas contra Irán. El ejército y los
equipos de operaciones especiales de los Estados Unidos han
intensificado sus actividades en Irán para recopilar información y,
según un asesor del Pentágono sobre el terrorismo y el ex oficial
superior de inteligencia, también han atravesado la frontera en busca
de agentes iraníes en Iraq.
En una comparecencia
de Rice ante el Senado en enero, el senador demócrata por Delaware,
Joseph Biden, le preguntó deliberadamente si los Estados Unidos
planificaban cruzar la frontera de Irán o de Siria durante la búsqueda.
“Evidentemente, el Presidente no descarta la posibilidad de proteger
nuestras tropas, pero el plan es destruir estas redes en Iraq” dijo
Rice y añadió: “sí creo que todos lo comprenderán: el pueblo
estadounidense y yo suponemos que el Congreso espera que el Presidente
haga lo necesario para proteger nuestras fuerzas”.
La ambigüedad de la
respuesta de Rice suscitó una reacción por parte del senador
republicano por Nebraska, Check Hagel, quien ha criticado al Gobierno:
Algunos de nosotros
recordamos 1970, señora Secretaria. Y eso fue Camboya. Por demás,
cuando nuestro gobierno mintió al pueblo estadounidense y dijo: “No
cruzamos la frontera hacia Camboya”, de hecho, lo hicimos.
Por casualidad sé
algo al respecto, como algunos en este comité. De manera que, señora
Secretaria, si usted pone en marcha el tipo de política a que el
presidente se refiere aquí, será muy, muy peligroso.
La preocupación del
Gobierno en cuanto al papel de Irán en Iraq guarda relación con su
vieja inquietud por el programa nuclear de Irán. El 14 de enero,
Cheney advirtió, en Fox News, de la posibilidad, en unos pocos años,
“de la existencia de un Irán con armas nucleares, asido fuertemente
al suministro mundial de petróleo, capaz de perjudicar a la economía
mundial, listos para utilizar organizaciones terroristas y/o sus armas
nucleares para amenazar a sus vecinos y otras naciones de todo el
mundo". Además, dijo: “Si vas y conversas con los Estados del
Golfo, o con los sauditas, o con los israelitas, o los jordanos, toda
la región se preocupará. Irán representa una amenaza creciente.
En estos momentos el
Gobierno investiga una oleada de nueva información sobre los
programas armamentistas de Irán. Según me comentaron actuales y
antiguos funcionarios estadounidenses, la información, proveniente de
agentes israelitas que operan en Irán, incluye una afirmación en el
sentido de que Irán ha desarrollado un misil intercontinental de tres
fases y combustible sólido, capaz de lanzar varias pequeñas ojivas,
cada una con precisión limitada, en Europa. Aún se debate la validez
de esta información.
El preludio de la
invasión a Iraq fue el resultado de un argumento similar acerca de la
amenaza inminente que representaban las armas de destrucción en masa,
y de las interrogantes en torno a la información que se utilizó para
formular dicho argumento. Muchos en el Congreso acogieron las
afirmaciones sobre Irán con recelo. El 14 de febrero, Hillary Clinton
dijo en el Senado: “Todos hemos aprendido lecciones del conflicto en
Iraq, y tenemos que aplicarlas a cualquier acusación que se haga con
relación a Irán. Porque, señor Presidente, lo que estamos
escuchando nos es muy familiar y debemos estar alerta para que nunca más
tomemos decisiones sobre la base de información que resulte ser
falsa”.
Así y todo, el Pentágono
continúa elaborando un plan intensivo con vistas a un posible
bombardeo a Irán, proceso que comenzó el pasado año, bajo las
instrucciones del Presidente. En meses recientes, el ex oficial de
inteligencia me dijo que en las oficinas del Estado Mayor Conjunto se
estableció un grupo especial de planificación, que tendría la
responsabilidad de crear un plan de contingencia para bombardear a Irán,
que pueda ejecutrase en 24 horas, a las órdenes del Presidente.
El mes pasado, un
asesor en selección de objetivos de la Fuerza Aérea y el asesor
sobre terrorismo del Pentágono me dijeron que al grupo de planificación
de Irán se le asignó una nueva misión: identificar objetivos en Irán
que pudieran estar involucrados en el suministro o la ayuda a
militantes en Iraq. Anteriormente, la atención se centraba en la
destrucción de las instalaciones nucleares de Irán y en un posible
cambio de régimen.
En estos momentos,
dos grupos de choque de portaaviones, el Eisenhower y el Stennis, están
en el Mar Arábigo. De acuerdo con varias fuentes, uno de los planes
consiste en relevar a los grupos a principios de la primavera, pero al
ejército le preocupa que se dé la orden de permanecer en la zona
tras la llegada de los nuevos portaaviones. (Entre otras inquietudes,
los juegos de guerra han demostrado que los portaaviones podrían ser
vulnerables a la táctica del enjambre que utiliza un gran número de
pequeñas embarcaciones, técnica que los iraníes practicaban en el
pasado. Los portaaviones han limitado la maniobrabilidad en el
Estrecho de Hormuz, en la costa sur de Irán.) El ex oficial superior
de inteligencia dijo que los actuales planes de contingencia prevén
una orden de ataque para esta primavera. Añadió, sin embargo, que
oficiales superiores del Estado Mayor Conjunto confiaban en que la
Casa Blanca no sería “tan tonta para hacerlo en la cara de Iraq, y
en que ello ocasionaría problemas a los republicanos en el año
2008”.
El
juego del príncipe Bandar
Los esfuerzos del
Gobierno para reducir la autoridad iraní en el Oriente Medio han
dependido en gran medida de Arabia Saudita y el príncipe Bandar,
asesor de seguridad nacional saudita. Bandar fue embajador en los
Estados Unidos durante 22 años, hasta 2005, y ha mantenido relaciones
de amistad con el presidente Bush y el vicepresidente Cheney. En su
nuevo cargo, continúa reuniéndose con ellos en privado.
Recientemente, altos funcionarios de la Casa Blanca han realizado
varias visitas a Arabia Saudita, algunas de ellas de forma secreta.
El pasado noviembre,
Cheney viajó a Arabia Saudita para una reunirse por sorpresa con el
rey Abdullah y Bandar. The Times informó que el Rey advirtió a
Cheney que Arabia Saudita apoyaría a sus amigos sunitas en Iraq si
los Estados Unidos se retiraban. Un oficial de inteligencia europeo me
dijo que el encuentro se centró, además, en los temores más
generales de los sauditas relacionados con “el ascenso de los chiítas”.
En respuesta, “Los sauditas han comenzado a utilizar su influencia:
el dinero”.
En una familia real
en la que reina la competencia, Bandar ha construido, con los años,
una base de poder que se sostiene en buena medida en su estrecha
relación con los Estados Unidos, lo que es decisivo para los
sauditas. A Bandar le sucedió en el cargo como embajador el príncipe
Turki al Faisal. Turki dimitió luego de 18 meses y fue sustituido por
Adel A. al–Jubeir, burócrata que ha trabajado con Bandar. Un ex
diplomático saudita me comentó que durante el ejercicio de su cargo
Turki se enteró de las reuniones privadas sostenidas entre Bandar y
funcionarios superiores de la Casa Blanca, además de Cheney y Abrams.
“Supongo que Turki no estaba contento con eso”, dijo el saudita,
pero añadió: “No creo que Bandar se vaya por su cuenta”. A pesar
de que a Turki le desagrada Bandar, dijo el saudita, compartía su
objetivo de detener la propagación del poder chiíta en el Oriente
Medio.
La separación entre
chiítas y sunitas se remonta a una enconada disputa ocurrida en el
siglo XVII, sobre quién debía suceder al Profeta Mahoma. Los sunitas
dominaban el califato medieval y el Imperio Otomano. Los chiítas,
tradicionalmente, han sido considerados como intrusos. En el mundo, el
90 por ciento de los musulmanes son sunitas, pero los chiítas son la
mayoría en Irán, Iraq y Bahrein, y son el mayor grupo musulmán en
el Líbano. Su concentración en una región inestable y rica en petróleo
ha suscitado preocupaciones en Occidente y entre los sunitas por el
surgimiento de una “media luna chiíta,” sobre todo teniendo en
cuenta el aumento de la importancia geopolítica de Irán.
Frederic Hof, oficial
militar retirado, experto en el Oriente Medio, me dijo: “Aún los
sauditas ven el mundo como en los días del Imperio Otomano, cuando
los musulmanes sunitas estaban en el poder y los chiítas eran la
clase inferior”. Añadió que si se consideraba que Bandar provocaría
un cambio en la política estadounidense en favor de los sunitas, su
posición dentro de la familia real mejoraría.
Los sauditas temen
que Irán pueda desviar el equilibrio de fuerza no sólo en la región
sino en su propio país. Arabia Saudita tiene una gran minoría de chiítas
en su Provincia Oriental, región con importantes yacimientos de petróleo.
Las tensiones sectarias son fuertes en esta región. Según Vali Nasr,
la familia real considera que los agentes iraníes, que colaboran con
los chiítas locales, están detrás de muchos ataques terroristas
perpetrados en el reino. “En estos momentos, los Estados Unidos han
destruido el único ejército capaz de detener a Irán”: el Ejército
iraquí. Ahora nos enfrentamos a un Irán, que podría tener capacidad
nuclear y que cuenta con un ejército permanente de cuatrocientos
cincuenta mil soldados". (Arabia Saudita tiene setenta y cinco
mil soldados en su ejército permanente.)
A continuación Nasr
afirmó: “Los sauditas poseen considerables recursos financieros, y
mantienen fuertes lazos con la Hermandad Musulmana y los salafíes,”
los sunitas extremistas que veían a los chiítas como apóstatas.
“La última vez que Irán fue una amenaza, los sauditas lograron
movilizar lo peor de los radicales islámicos. Una vez que los sacas
de la caja, no puedes ponerlos dentro de nuevo”.
Sucesivamente, la
familia real saudita ha sido patrocinadora y blanco de los extremistas
sunitas, quienes se oponen a la corrupción y la decadencia existente
entre los miles de príncipes de la familia. Los príncipes confían
en que no serán derrocados mientras continúen apoyando las escuelas
religiosas y las obras de beneficencia vinculadas a los extremistas.
La nueva estrategia del Gobierno depende en gran medida de este trato.
Nasr comparó la
situación actual con el período en el que surgió Al Qaeda. En los años
ochenta y principios de los noventa, el Gobierno saudita se ofreció a
subvencionar la guerra indirecta de la CIA estadounidense contra la
Unión Soviética en Afganistán. Cientos de jóvenes sauditas fueron
enviados a las zonas fronterizas de Pakistán, donde instauraron
escuelas religiosas, bases de entrenamiento e instalaciones de
reclutamiento. A la sazón, como ahora, muchos agentes remunerados con
dinero saudita eran salafíes. Por supuesto, entre ellos estaba Osama
bin Laden y sus adeptos, quienes fundaron Al Qaeda en 1988.
Esta vez, el asesor
del Gobierno estadounidense me dijo que Bandar y otros sauditas han
asegurado a la Casa Blanca que "mantendrán una estricta
vigilancia sobre los religiosos fundamentalistas. Su mensaje dirigido
a nosotros decía. ‘Hemos creado este movimiento y podemos
controlarlo. No se trata de que no queremos que los salafíes lancen
bombas, sino de quiénes sino los objetivos: Hezbolá, Moqtada al–Sadr,
Irán, y a los sirios, si continúan colaborando con Hezbolá e Irán.
El saudita declaró
que, su país opinaba que corría un riesgo político al unirse a los
Estados Unidos en el enfrentamiento contra Irán. En el mundo árabe,
ya se considera que Bandar está demasiado vinculado con el gobierno
de Bush. “Tenemos dos pesadillas, que Irán obtenga la bomba y que
los Estados Unidos ataquen Irán. Preferiría que los israelitas
bombardearan a los iraníes, de manera que podamos culparlos. Si los
Estados Unidos lo hacen, nos atribuirán la culpa”, me dijo el
diplomático.
El año pasado, los
sauditas, los israelitas y el gobierno de Bush elaboraron una serie de
entendimientos oficiosos acerca de la dirección de su nueva
estrategia. El asesor del Gobierno estadounidense me comentó que al
menos se incluyeron cuatro elementos esenciales. En primer lugar, debía
convencerse a Israel de que su seguridad era primordial y de que
Washington, Arabia Saudita y otros Estados sunitas compartían su
inquietud respecto de Irán.
En segundo lugar, los
sauditas debían instar a Hamas, el Partido Islámico palestino que
cuenta con el apoyo de Irán, a detener su agresión contra los
israelitas e iniciar conversaciones serias acerca del ejercicio de un
liderazgo colectivo con Fatah, grupo palestino más secular. (En
febrero, los sauditas actuaron de intermediarios, en la Meca, en un
acuerdo entre las dos facciones Aun así, Israel y los Estados Unidos
han expresado su desacuerdo con los términos).
El tercer elemento
consistía en que el gobierno de Bush trabajaría directamente con las
naciones sunitas con el objetivo de contrarrestar la supremacía de
los chiítas en la región.
En cuarto lugar, el
Gobierno saudita, con el consentimiento de Washington, suministraría
los fondos y la ayuda logística necesariospara debilitar al gobierno
del presidente Bashir Assad de Siria. Los israelitas consideran que
ejercer presiones de esa índole sobre el gobierno de Assad lo hará más
conciliatorio y abierto a las negociaciones. Siria es un importante
conducto de armas para Hezbolá. Además, el Gobierno saudita está en
conflicto con los sirios por el asesinato de Rafik Hariri, ex primer
ministro libanés, en Beirut, en 2005, por lo que se cree que el
gobierno de Assad fue el responsable. Hariri, multimillonario sunita,
tenía estrechos vínculos con el régimen saudita y el príncipe
Bandar. (Una investigación de la Naciones Unidas indica claramente
que los sirios estaban involucrados, pero no aportó ninguna prueba
directa. Existen planes de realizar otra investigación por parte de
un tribunal internacional.)
Patrick Clawson, del
Instituto de Washington para la Política del Cercano Oriente, definió
la colaboración de los sauditas con la Casa Blanca como un avance
importantísimo. Clawson me dijo: “Los sauditas saben que si quieren
que el Gobierno haga un ofrecimiento político más generoso a los
palestinos, deben convencer a los Estados árabes para que hagan un
ofrecimiento más generoso a los israelitas”. El nuevo enfoque
diplomático, añadió, “muestra un gran esfuerzo y sutileza así
como habilidad para manejar los asuntos, lo cual no siempre es
inherente a este Gobierno. ¿Quiénes están corriendo el riesgo
mayor? ¿Nosotros o los sauditas? En un momento en que la posición de
los Estados Unidos en el Oriente Medio es extremadamente inferior, en
realidad los sauditas nos están acogiendo. Debemos dar gracias por lo
que tenemos".
El asesor del Pentágono
tenía un punto de vista diferente. Afirmó que el gobierno tenía a
Bandar como “reserva”, pues se había dado cuenta de que la
fracasada guerra en Iraq podía dejar al Oriente Medio
“disponible”.
Jihadis
en el Líbano
El centro de atención
de la relación entre los Estados Unidos y los sauditas, después de
Irán, es el Líbano, donde los sauditas han tenido gran participación
en los esfuerzos del Gobierno por respaldar al Gobierno libanés. El
primer ministro Fouad Siniora está luchando por permanecer en el
poder contra la persistente oposición dirigida por Hezbolá,
organización chiíta, y su líder el jeque Hassan Nasrallah. Hezbolá
posee una amplia infraestructura: unos dos a tres mil soldados activos
y miles de miembros adicionales.
Hezbolá ha formado
parte de la lista de terroristas del Departamento de Estado desde
1997. La organización estuvo implicada en el bombardeo de un cuartel
de la Marina, ocurrido en 1983 en Beirut, que ocasionó la muerte de
doscientos cuarenta y un hombres. También fue acusado de complicidad
en el secuestro de estadounidenses, entre ellos el jefe de la estación
de la CIA en el Líbano, quien murió en cautiverio, y de un coronel
de la Marina al servicio de una misión de las Naciones Unidas para el
mantenimiento de la paz, que resultó muerto. (Nasrallah niega que el
grupo haya participado en estos incidentes.) Muchos ven a Nasrallah
como un terrorista acérrimo, que considera que Israel es un Estado
que no tiene derecho a existir. Sin embargo, muchos en el mundo árabe,
especialmente los chiítas, lo ven como un líder de la resistencia
que se enfrentó a Israel en una guerra que duró 33 días el pasado
verano. A juicio de Siniora, es un político débil que cuenta con el
apoyo de los Estados Unidos, pero que fue incapaz de convencer al
presidente Bush para que pusiera fin a los bombardeos de Israel contra
el Líbano. (Fotografías de Siniora besando a Condoleezza Rice en la
mejilla en una visita durante la guerra, estaban expuestas muy a la
vista en las protestas en las calles de Beirut).
El gobierno de Bush
prometió públicamente al gobierno de Siniora mil millones de dólares
de ayuda desde el verano pasado. Una conferencia de donantes celebrada
en enero en París, que los Estados Unidos ayudaron a organizar, generó
promesas de contribuciones por valor de casi ocho mil millones de dólares
más, además de la promesa de más de mil millones por parte de los
sauditas. La promesa de contribución de los Estados Unidos es de más
de doscientos millones de dólares en ayuda militar y cuarenta
millones de dólares para la seguridad interna.
De acuerdo con el ex
oficial superior de inteligencia y el asesor del Gobierno
estadounidense, los Estados Unidos también han ofrecido apoyo
clandestino al gobierno de Siniora. “Estamos planeando incrementar
la capacidad de los sunitas para hacer frente a la influencia chiíta,
y estamos repartiendo tanto dinero como podemos. El problema consiste
en que ese dinero "siempre va a parar a más bolsillos de lo que
se cree”, dijo. “En este proceso, estamos financiando a muchos
tipos malos, lo que acarreará algunas posibles consecuencias graves
no previstas. No tenemos la capacidad para determinar y obtener los
comprobantes de pago firmados por las personas que nos agradan y
evitar a las personas que no. Es una empresa de muy alto riesgo.
Funcionarios
estadounidenses, europeos y árabes con quienes he conversado me
dijeron que el gobierno de Siniora y sus aliados habían permitido que
parte de la ayuda financiera terminara en manos de incipientes grupos
radicales sunitas en el norte del Líbano, el Valle de Bekaa y
alrededor de los campos de refugiados palestinos en el sur. Estos
grupos, aunque pequeños, son vistos como parachoques de Hezbolá. A
su vez, tiene vínculos ideológicos con Al Qaeda.
Durante una
conversación conmigo, el ex diplomático saudita acusó a Nasrallah
de intentar “robar al Estado”, pero, además, se opone al respaldo
de jihadistas sunitas en el Líbano por parte de libaneses y sauditas.
“Los salafíes son morbosos y odiosos. Estoy totalmente en contra de
la idea de relacionarme con ellos. Odian a los chiítas, pero más
odian a los estadounidenses. Si tratas de burlarte de ellos, ellos se
burlarán de nosotros. Será horrible”, dijo.
Alastair Crooke,
quien estuvo cerca de treinta años en M16, servicio de inteligencia
británico, y ahora trabaja al servicio gabinete estratégico en
Beirut, me dijo: “El Gobierno libanés está haciendo espacio para
estas personas. Podría ser muy peligroso”. Crooke manifestó que el
grupo extremista sunita Fatah al–Islam se había separado de su
grupo matriz en favor de los sirios Fatah al–Intifada, en el campo
de refugiados Nahr al–Bared, al norte del Líbano. En ese momento,
el número de miembros era menos de doscientos. “Me dijeron que en
24 horas, algunas personas que se dieron a conocer como representantes
de los intereses del Gobierno libanés, les ofrecieron armas y dinero,
supuestamente para enfrentarse a Hezbolá", dijo Crooke.
El grupo más
numeroso, Asbat al–Ansar, se ubica en el campo de refugiados
palestinos Ain al–Hilweh. Asbat al–Ansar ha recibido armas y
suministros de parte de las fuerzas de seguridad interna y las
milicias libanesas vinculadas al gobierno de Sinora.
En 2005, según un
informe del International Crisis Group radicado en los Estados Unidos,
Saad Hariri, líder de la mayoría sunita del Parlamento libanés e
hijo del fallecido ex Primer Ministro (Saad heredó más de cuatro mil
millones de dólares luego del asesinato de su padre), pagó 48 mil dólares
de fianza a favor de cuatro miembros de un grupo militante islámico
de Dinniyeh. Los hombres habían sido detenidos cuando trataban de
establecer un mini estado islámico al norte del Líbano. El Crisis
Group apuntó que muchos de los militantes “se habían entrenado en
los campamentos de Al Qaeda en Afganistán”.
De acuerdo con el
informe del Crisis Group, más tarde Saad Hariri se valió de su mayoría
en el Parlamento con el objetivo de obtener amnistía para 22
islamistas de Dinniyeh, así como para siete militantes sospechosos de
tramar la colocación de una bomba en las embajadas de Italia y
Ucrania en Beirut el año anterior. (Además, consiguió un indulto
para Samir Geagea, líder de la milicia cristiana maronita, quien ha
sido condenado por cuatro delitos políticos, incluido el asesinato,
en 1987, del primer ministro Rashid Karami.) Hariri calificó sus
acciones de humanitarias ante los reporteros.
En una entrevista en
Beirut, un alto funcionario del gobierno de Siniora reconoció que había
jihadistas sunitas operando en el Líbano. “Hemos adoptado una
actitud liberal que permite a Al Qaeda tener algunos representantes
aquí”, dijo. Relacionó este hecho con la preocupación en el
sentido de que Irán o Siria decidan convertir al Líbano en un
“teatro de conflicto”.
El funcionario indicó
que su gobierno no tenía posibilidades de ganar. Sin un arreglo político
con Hezbolá, dijo, el Líbano podría "avanzar lentamente hacia
un conflicto”, en el que Hezbolá luchara abiertamente contra las
fuerzas sunitas. Las consecuencias podrían ser terribles. Sin
embargo, si Hezbolá llegara a un acuerdo aunque mantuviera un ejército
dividido, teniendo como aliado a Irán y a Siria, “el Líbano
pudiera convertirse en blanco”. En ambos casos, nos convertimos en
un objetivo”.
El gobierno de Bush
ha descrito su apoyo al gobierno de Siniora como un ejemplo de la
creencia del Presidente en la democracia, y su deseo de evitar que
otras potencias interfieran en el Líbano. Cuando en diciembre Hezbolá
dirigió las manifestaciones en Beirut, John Bolton, quien a la sazón
era embajador de los Estados Unidos ante las Naciones Unidas, los llamó
“parte de un golpe de inspiración sirio–iraní".
Leslie H. Gelb, ex
presidente del Consejo de Relaciones Exteriores, indicó que la política
de el Gobierno estaba más a favor de la seguridad nacional
estadounidense que de la democracia. El hecho es que sería
terriblemente peligroso que Hezbolá dirigiera el Líbano". Según
Gelb, la caída del gobierno de Siniora se consideraría “en el
Oriente Medio como una señal de la decadencia de los Estados Unidos y
la supremacía de la amenaza terrorista. Además, de esta manera, los
Estados Unidos tendrán que oponerse a cualquier cambio en la
distribución del poder político en el Líbano, y tenemos una
justificación para ayudar a cualquier partido no chiíta que oponga
resistencia a ese cambio. Debemos decirlo públicamente en vez de
hablar de democracia".
Así y todo, Martin
Indyk, del Centro Saban, afirmó que los Estados Unidos “no poseen
tanta influencia como para evitar que los moderados en el Líbano se
relacionen con los extremistas”. Añadió: “El Presidente ve la
región dividida entre moderados y extremistas. Sin embargo, nuestros
amigos en la región la ven dividida entre sunitas y chiítas. Los
sunitas que vemos como extremistas son considerados por nuestros
aliados sunitas sencillamente como sunitas.
En enero, luego de un
arranque de violencia en las calles de Beirut por parte de seguidores
del gobierno de Siniora y Hezbolá, el príncipe Bandar voló a Teherán
para analizar el estancamiento político en el Líbano y para reunirse
con Ali Larijani, negociador iraní en asuntos nucleares. De acuerdo
con un embajador del Oriente Medio, la misión de Bandar también tenía
el objetivo de “crear problemas entre iraníes y sirios, misión
que, según el embajador, fue aprobada por la Casa Blanca. Habían
existido tensiones entre ambos países debido a las conversaciones de
Siria con Israel, y el objetivo de los sauditas era fomentar un
distanciamiento. Aun así el embajador afirmó: “No funcionó. Siria
e Irán no se van a traicionar mutuamente. Es muy poco probable que la
misión de Bandar tenga éxito".
Walid Jumblatt, líder
de la minoría Druze en el Líbano y un firme seguidor de Siniora, ha
agredido a Nasrallah por considerarlo agente de Siria, y, en varias
ocasiones, ha revelado a periodistas extranjeros que Hezbolá está
bajo el control directo del liderazgo religioso de Irán. En una
conversación que sostuvo conmigo el pasado diciembre, calificó a
Bashir Assad, el presidente sirio, como un “asesino en serie”.
Nasrallah, dijo, era “culpable moralmente” del asesinato de Rafia
Hariri y, el pasado noviembre, del asesinato de Pierre Gemayel,
miembro del Gabinete de Siniora, debido a su apoyo a los sirios.
Entoces Jumblatt me
dijo que, el pasado otoño, se había reunido con el vicepresidente
Cheney en Washington para debatir, entre otras cosas, la posibilidad
de socavar a Assad. Jumblatt dijo que él y sus colegas comunicaron a
Cheney que, si de hecho los Estados Unidos trataran de llevar a cabo
alguna acción contra Siria, “tendrán que hablar” con los
miembros de la Hermandad Musulmana Siria .
La Hermandad
Musulmana Siria, facción de un movimiento sunita fundado en Egipto en
1928, se dedicó durante más de una decenio a oposiciones violentas
contra el régimen de Hafez Assad, padre de Bashir. En 1982, la
Hermandad tomó el control de la ciudad de Hama; Assad bombardeó la
ciudad durante una semana y ocasionó la muerte de seis mil a veinte
mil personas. En Siria, los miembros de la Hermandad están condenados
a muerte. La Hermandad es, además, un enemigo declarado de los
Estados Unidos e Israel. Sin embargo, Jumblatt indicó: “Dijimos a
Cheney que el enlace entre Irán y el Líbano era Siria. Además, para
debilitar a Irán se necesita abrir las puertas a una oposición
efectiva contra Siria.
Existen pruebas de
que la estrategia de cambio de dirección del Gobierno ya ha
beneficiado a la Hermandad. El Frente de Salvación Nacional de Siria
es una coalición de grupos de oposición, cuyos miembros principales
forman una facción dirigida por Halim Khaddam, ex Vicepresidente
sirio que desertó en 2005, y la Hermandad. Un oficial superior de la
CIA me dijo: “Los estadounidenses han proporcionado tanto apoyo político
como financiero”. Los sauditas llevan la delantera en el apoyo
financiero, pero hay participación estadounidense”. Dijo que
Khaddam, quien en estos momentos vive en Paris, estaba obteniendo
dinero de Arabia Saudita, con el conocimiento de la Casa Blanca. (En
2005, de acuerdo con informes de prensa, una delegación de miembros
del Frente se reunió con funcionarios del Consejo de Seguridad
Nacional.) Un ex funcionario de la Casa Blanca me manifestó que los
sauditas habían facilitado documentos de viaje a los miembros del
Frente.
Jumblatt dijo que sabía
que el asunto era delicado para la Casa Blanca. “Dije a Cheney que a
algunas personas en el mundo árabe, principalmente los egipcios”,
cuyo liderazgo sunita moderado ha estado luchando contra la Hermandad
Musulmana Egipcia durante decenios, “no les gustará que los Estados
Unidos ayude a la Hermandad, per si no te enfrentas a Siria estaremos
cara a cara con Hezbolá en el Líbano, en una larga lucha; una lucha
que tal vez que no ganemos”.
El
Jeque
En una cálida y
clara noche a principios de diciembre, en un barrio bombardeado que se
encuentra a unas pocas millas al sur del centro de Beirut, tuve un
adelanto de cómo pudiera terminar la nueva estrategia del Gobierno en
el Líbano. El jeque Hassan Nasrallah, líder de Hezbolá que ha
estado escondido, aceptó conceder una entrevista. Los preparativos de
seguridad para la reunión se hicieron en secreto y minuciosamente. Me
llevaron, en el asiento de atrás de un carro oscuro, hasta un garaje
subterráneo en malas condiciones situado en algún lugar de Beirut.
Me registraron con un escáner de mano, me montaron en un segundo
carro para conducirme a otro garaje subterráneo en ruinas debido a
los bombardeos, y me trasladaron nuevamente. El verano pasado, según
se informó, Israel estaba tratando de asesinar a Nasrallah, pero las
extraordinarias precauciones no sólo obedecieron a esa amenaza. Los
asistentes de Nasrallah me dijeron que creen que él es blanco
principal de los árabes, principalmente los agentes de inteligencia
jordanos, así como los jihadistas sunitas quienes, según ellos
creen, están afiliados a Al Qaeda. (El asesor del Gobierno y un
general retirado de cuatro estrellas afirmaron que la inteligencia
jordana está tratando de infiltrar grupos chiítas para trabajar en
contra de Hezbolá, con el respaldo de los Estados Unidos e Israel. El
rey de Jordania Abdullah II ha advertido que un gobierno chiíta en
Iraq cercano a Irán podría conducir al surgimiento de una media luna
chiíta.) Se trata de un cambio irónico: la batalla de Nasrallah con
Israel el verano pasado lo convirtió, un chiíta, en la figura más
popular e influyente entre los sunitas y chiítas de toda la región.
En los últimos meses, sin embargo, muchos sunitas lo ven cada vez más,
no como un símbolo de unidad árabe sino como participante de una
guerra sectaria.
Nasrallah, vestido
con un atuendo religioso como de costumbre, esperaba por mí en un
apartamento común y corriente. Uno de sus asesores dijo que
posiblemente no pasaría la noche allí. Ha estado de un lado para
otro desde que decidió, el pasado julio, ordenar el secuestro de dos
soldados israelitas en una asalto fronterizo ocurrido el día 33 de la
guerra. Desde entonces, Nasrallah ha dicho públicamente, y me lo ha
repetido, que juzgó mal la respuesta israelita. “Sólo queríamos
capturar prisioneros con fines de intercambio, nunca quisimos
arrastrar la región hacia la guerra”, me dijo.
Nasrallah acusó al
gobierno de Bush de colaborar con Israel para, de manera deliberada,
provocar “fitna”, palabra árabe que se utiliza en el sentido de
“insurrección y fragmentación dentro del Islam”. “En mi opinión,
hay una enorme campaña en todo el mundo mediante los medios de difusión
para poner a todos contra todos”, dijo. “Creo que la inteligencia
estadounidense e israelita está detrás de todo esto". (No
proporcionó ninguna prueba específica de esto.) Dijo que la guerra
de los Estados Unidos en Iraq ha aumentado las tensiones sectarias;
pero sostuvo que Hezbolá había tratado de evitar que se desplegaran
en el Líbano. (Los enfrentamientos entre sunitas y chiítas se
acrecentaron, unido a la violencia, en las semanas que siguieron a
nuestra plática.)
Nasrallah afirmó que
creía que el objetivo del presidente Bush era “diseñar un nuevo
mapa de la región. Desean la división de Iraq. Iraq no está a las
puertas de una guerra civil. Hay una guerra civil. Hay una depuración
étnica y sectaria. Como preludio de la división de Iraq, la matanza
y el desplazamiento diarios están dirigidos a dividir el país en
tres partes, que serán sectarias y puras étnicamente. Dentro de uno
o dos años como máximo, habrá zonas de sólo sunitas, zonas de sólo
chiítas y zonas de sólo kurdos. Incluso en Bagdad, se teme que pueda
ser dividido en dos zonas, una sunita y otra chiíta".
Prosiguió: “Puedo
decir que el presidente Bush miente cuando dice que no desea que Iraq
sea dividido. Todo lo que está ocurriendo ahora en el terreno te hace
jurar que está llevando a Iraq a la división. Además, llegará el día
en que dirá: ‘No puedo hacer nada si los iraquíes desean la división
de su país, y yo cumplo los deseos del pueblo de Iraq’. ”
Nasrallah dijo que
pensaba que los Estados Unidos también querían provocar la división
del Líbano y de Siria. En Siria, dijo, el resultado sería empujar al
país “hacia el caos y las batallas internas como en Iraq”. En el
Líbano, “Habrá un estado sunita, un estado Alawi, un estado
cristiano y un estado Druze”. Sin embargo, dijo: “No sé si habrá
un Estado chiíta”. Nasrallah me comentó que sospechaba que uno de
los objetivos del bombardeo de Israel contra el Líbano el pasado
verano era “destruir zonas chiítas y desplazar a los chiítas del Líbano.
La idea era hacer que los chiítas del Líbano y Siria escaparan hacia
el sur de Iraq, “el cual está dominado por chiítas. “No estoy
seguro, pero lo presiento”, me dijo.
La división dejaría
a Israel rodeado de “pequeños Estados tranquilos”, dijo. “Le
aseguro que el reino de los sauditas también será dividido, y el
problema trascenderá a los Estados del norte de África. Habrá pequeños
estados étnicos y confesionales”, dijo. “En otras palabras,
Israel será el Estado de la región más importante y fuerte que haya
sido dividido en Estados étnicos y confesionales, en armonía unos
con otros. Este es el nuevo Oriente Medio”.
De hecho, el gobierno
de Bush se ha negado categóricamente a hablar de la visión de Iraq,
y su posición pública indica que la Casa Blanca ve un futuro Líbano
intacto, con un Hezbolá débil y desarmado que desempeñe, en el
mejor de los casos, un papel político insignificante. Tampoco hay
pruebas que respalden la creencia de Nasrallah de que los israelitas
estaban tratando de llevar a los chiítas hacia el sur de Iraq. Así y
todo, la visión de Nasrallah de un conflicto sectario mayor en el que
los Estados Unidos estén implicados apunta a una posible consecuencia
de la nueva estrategia de la Casa Blanca.
En la entrevista,
Nasrallah hizo ademanes de calma y promesas que tal vez sus oponentes
juzgarían con escepticismo. “Si los Estados Unidos dicen que los
debates acerca de nuestras preferencia son útiles e influyentes para
determinar la política estadounidense en la región, no tenemos
objeción en conversar o reunirnos. Pero si su objetivo mediante esa
reunión es imponernos su política, será una pérdida de tiempo”,
dijo. Indicó que la milicia de Hezbolá, a menos que fuese atacada, sólo
operaría dentro de las fronteras del Líbano, y prometió desarmarla
cuando el Ejército libanés lograra recuperarse. Nasrallah afirmó
que no tenía ningún interés en iniciar otra guerra con Israel. Sin
embargo, añadió que se estaba anticipando y preparándose para otro
ataque israelí en una etapa más avanzada de este año.
Nasrallah insistió
además en que las manifestaciones en las calles de Beirut continuarían
hasta que el gobierno de Siniora caiga o satisfaga las exigencias políticas
de su coalición. “Hablando en términos prácticos, este gobierno
no puede gobernar”, me dijo. “Puede emitir órdenes, pero la mayor
parte del pueblo libanés no tolerará ni reconocerá la legitimidad
de este gobierno. Siniora continúa en el poder debido al respaldo
internacional, pero eso no quiere decir que Siniora pueda gobernar el
Líbano".
Según Nasrallah, los
repetidos elogios del presidente Bush con respecto del gobierno de
Siniora, “es el mejor servicio que puede brindar a la oposición
libanesa, porque debilita su posición contra el pueblo libanés y las
poblaciones árabes e islámicas. Están apostando a que nos
cansaremos. No nos cansamos durante la guerra, de manera que, ¿Cómo
podríamos cansarnos en una manifestación?”
Existe una marcada
división de opiniones dentro y fuera del gobierno de Bush acerca de
la mejor manera de lidiar con Nasrallah, y si, de hecho, él pudiera
ser socio en un acuerdo político. El director saliente de la
Inteligencia Nacional, John Negroponte, durante una reunión de
información ante el Comité de Inteligencia del Senado durante su
despedida, en enero, dijo que Hezbolá “está en el centro de la
estrategia terrorista de Irán. . . . Podría decidir realizar ataques
contra los intereses de los Estados Unidos en caso de que sienta que
su sobrevivencia o la de Irán están amenazadas. . . . Hezbolá en el
Líbano se considera a sí mismo socio de Teherán.
En 2002, Richard
Armitage, a la sazón subsecretario de Estado, denominó a Hezbolá
“el equipo A” de terroristas. En una entrevista reciente, sin
embargo, Armitage reconoció que el asunto se ha tornado más
complicado de alguna manera. Armitage me comentó que Nasrallah ha
surgido como “una fuerza política de cierto renombre, que deberá
desempeñar un papel político en Líbano, si decide hacerlo”. Según
Armitage, en términos de relaciones públicas y astucia política,
Nasrallah “es el hombre más listo del Oriente Medio”. Aun así, añadió,
Nasrallah “ha tenido que poner en claro que quiere desempeñar el
papel correcto como oposición leal. Para mí, aún existe una deuda
de sangre por pagar", haciendo referencia al coronel asesinado y
el bombardeo a los cuarteles de la Marina.
Robert Baer, quien
fue agente de la C.I.A. durante mucho tiempo en el Líbano, ha
criticado duramente a Hezbolá y ha advertido sobre sus relaciones con
el terrorismo financiado por los iraníes. Sin embargo ahora, me dijo,
“tenemos a los árabes sunitas preparándose para un conflicto
catastrófico, y necesitaremos que alguien proteja a los cristianos en
el Líbano. Solían ser Francia y los Estados Unidos quienes lo hacían,
y ahora serán Nasrallah y los chiítas.
“La historia más
importante del Oriente Medio es la evolución de Nasrallah de
callejero a líder, de terrorista a estadista”, Baer añadió. “El
perro que no ladró este verano”, durante la guerra con Israel,
“fue el terrorismo chiíta”. Baer se refería a los temores de que
Nasrallah, además de lanzar cohetes contra Israel y secuestrar a sus
soldados, pudiera desatar una oleada de ataques terroristas contra
objetivos israelitas y estadounidenses en todo el mundo. “Pudo haber
apretado el gatillo, pero no lo hizo,” Baer dijo.
La mayoría de los
miembros de la inteligencia y comunidades diplomáticas reconocen las
actuales relaciones con Irán. Sin embargo, existen diferencias en
cuanto hasta qué punto Nasrallah pondría a un lado los intereses de
Hezbolá a favor de los de Irán. Un ex oficial de la CIA quien además
estaba al servicio del Líbano llamó a Nasrallah “fenómeno libanés”,
y añadió: “Sí, él recibe ayuda de Irán y Siria, pero Hezbolla
ha ido más allá”. Me comentó que hubo un período a finales de
los años ochenta y principio de los años noventa en que la estación
de la CIA en Beirut podía controlar, de forma clandestina, las
conversaciones de Nasrallah. Definió a Nasrallah como “un líder
pandillero que era capaz de hacer tratos con las otras pandillas.
Mantenía contactos con todo el mundo”.
Informes
al Congreso
La dependencia del
gobierno Bush en operaciones clandestinas que no han sido informadas
al Congreso, y sus relaciones con intermediarios con dudosas agendas,
han hecho recordar, a algunos en Washington, un capítulo anterior de
la historia. Hace dos decenios, el gobierno de Reagan intentó
financiar ilegalmente a los contras en Nicaragua, con la ayuda de
ventas secretas de armas a Irán. El dinero saudita estuvo involucrado
en lo que se conoció como el escándalo Irán–Contra, y algunos de
los participantes en ese entonces, en particular el príncipe Bandar y
Elliot Abrams, están involucrados en los tratos actuales.
El escándalo Irán–Contras
fue el tema de un debate oficiosos sobre las “lecciones
aprendidas” hace dos años entre veteranos del escándalo. Abrams
dirigió del debate. Una de las conclusiones se refiere a que, aunque
finalmente el programa se descubrió, había sido posible ejecutarlo
sin informar al Congreso. En cuanto a la experiencia aprendida, en términos
de futuras operaciones encubiertas, los participantes determinaron:
“Uno, no puedes confiar en nuestros amigos. Dos, la C.I.A tiene que
estar totalmente fuera. Tres, no puedes confiar en el ejército
uniformado, y cuatro, tiene que ser dirigido fuera de la oficina del
vicepresidente”, haciendo referencia al papel de Cheney, comentó el
ex oficial superior de inteligencia.
Posteriormente, ambos
asesores del Gobierno y el ex oficial superior de inteligencia me
dijeron que el eco del escándalo fue un factor que influyó en la
decisión de Negroponte de renunciar a la dirección de la
Inteligencia Nacional y aceptar un puesto de Subsecretario de estado
en el Subgabinete. (Negroponte se negó a hacer comentarios.
El antiguo oficial
superior de inteligencia me comentó, además, que Negroponte no quería
repetir la experiencia que vivió cuando era embajador en Honduras,
durante el gobierno de Reagan. “Negroponte dijo: ‘De ninguna
manera. No tomaré ese camino de nuevo con el Consejo de Seguridad
Nacional llevando a cabo operaciones clandestinas, sin obtener
resultados.’” (En el caso de las operaciones encubiertas de la
CIA, el Presidente debe presentar por escrito los resultados e
informar al Congreso.) Negroponte se mantuvo como subsecretario de
Estado ya que, “él considera que puede tener una influencia
positiva en el Gobierno”, añadió.
El asesor del
Gobierno dijo que Negroponte compartía las metas de la política de
la Casa Blanca, pero quería hacerlo “conforme a lo que está
reglamentado.” El asesor del Pentágono me dijo, además, que “al
nivel de los rangos superiores se tenía la impresión de que él no
estaba de total acuerdo con las iniciativas clandestinas más
aventureras.” Dijo además que también era cierto que Negroponte
“tenía discrepancias con esta maquinaria de la política al estilo
de Rube Goldberg para solucionar los problemas del Oriente Medio.”
Añadió que una
dificultad, en cuanto a supervisión, era la contabilidad de los
fondos encubiertos. “Existen muchísimas fuentes oscuras de dinero
dispersas en muchos lugares y utilizadas por todo el mundo en
diferentes misiones,” añadió. El caos en el presupuesto en Iraq,
donde miles de millones de dólares no se declaran, ha constituido un
vehículo para transacciones de este tipo, según el ex oficial de
inteligencia y el general retirado de cuatro estrellas.
“Esta situación se
remonta al conflicto Irán–Contra,” me dijo un ex asesor del
Consejo de Seguridad Nacional. “En buena medida lo que hacen es
dejar fuera a la Agencia.” Aseguró que al Congreso no lo habían
informado completamente del alcance de las operaciones EUA–Arabia
Saudita. Añade que: “La CIA pregunta ‘¿qué está ocurriendo?’
Están preocupados porque creen que es el momento de los
aficionados.”
El tema de la
supervisión comienza a atraer más la atención del Congreso. En
noviembre pasado, el Servicio de Investigación del Congreso presentó
un informe al Congreso acerca de lo que describe como la falta de
claridad, del Gobierno, en cuanto a la diferencia que existe entre las
actividades de la CIA y las que son estrictamente militares, que no
tienen los mismos requisitos para la presentación de informes. El
Comité de Inteligencia del Senado, dirigido por el senador Jay
Rockefeller, programó una audiencia, para el 8 de marzo, sobre las
actividades de inteligencia del Departamento de Defensa.
El senador demócrata
por Oregon, Ron Wyden, miembro del Comité de Inteligencia, me comentó:
“El gobierno de Bush ha fracasado con frecuencia al cumplir con su
obligación jurídica de mantener al Comité de Inteligencia
completamente informado y actualizado. El tiempo ha pasado y de nuevo
la respuesta sigue siendo: ‘tengan confianza en nosotros.’”
Wyden afirmó: “Se me hace difícil confiar en el Gobierno.”
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