Blair:
espionaje y derrota
Editorial
de La Jornada, 06/04/07
Tras la llegada a
Gran Bretaña de los 15 militares ingleses capturados en aguas
territoriales iraníes y retenidos durante casi dos semanas por el
gobierno de Teherán, la cadena Sky News difundió una entrevista
realizada días antes de la detención, en la que el jefe del grupo,
el capitán Chris Air, declaraba que al menos parte del trabajo que
realizaban consistía en espiar los movimientos de Irán en la zona de
Chat al Arab, fronteriza con Irak.
El dato fue
confirmado sin rubor por el propio secretario británico de Defensa,
Des Browe, quien no tuvo empacho en comentar que "todas las
operaciones militares modernas implican una recogida de información
de inteligencia". En los días en que permanecieron cautivos, al
menos tres de los efectivos admitieron públicamente haber
incursionado en la zona territorial iraní y pidieron perdón por
ello.
Se configura, con los
hechos mencionados, que la partida de soldados ingleses realizaba una
operación de espionaje, a todas luces delictiva, en territorio de Irán,
un país que se encuentra bajo la amenaza militar de Estados Unidos y
acaso también de la propia Gran Bretaña, uncida por su primer
ministro Tony Blair a los desatinos bélicos del presidente George W.
Bush. Es inevitable suponer que la frustrada tarea de inteligencia de
los capturados buscara obtener información útil para una eventual
agresión bélica contra la República Islámica.
Durante los 13 días
que duró la crisis diplomática entre Teherán y Londres, el gobierno
de Blair se aferró a una actitud de desinformación y mentiras sistemáticas,
empezando por las declaraciones del propio primer ministro, según las
cuales los marinos habían sido capturados en aguas iraquíes. A ello
debe agregarse que Blair eludió responder cuando los informadores le
pidieron que confirmara el envío al gobierno de Irán de una carta de
disculpa por la incursión de los marinos, así como la vergonzosa
opacidad del Ministerio de Defensa de Londres, ilustrada por el hecho
de que los medios se enteraron de la identidad de varios de los
detenidos por conducto de los familiares de éstos y no por la vocería
oficial.
Queda al descubierto,
tras el fin del episodio, una triple inmoralidad inglesa: el envío de
una misión encubierta de espionaje a incursionar en el territorio de
un país soberano, el engaño deliberado a la opinión pública y el
uso de muchachos de 20 años, o poco más, y de una joven madre para
realizar tareas de gran riesgo que un mando militar mínimamente
escrupuloso confiaría más bien a comandos especiales con alto grado
de entrenamiento.
En suma, el incidente
constituye un grave fracaso moral y diplomático para un gobierno que
padece ya los efectos de sus propias derrotas políticas, ante el
electorado inglés y ante su propio partido, y militares, como la que
sufrió ayer en el Irak ocupado, en donde la lista de bajas mortales
de los efectivos británicos sumó cuatro nuevos nombres, para
totalizar 140 desde la invasión de 2003.
Es posible que no
hagan falta muchos más episodios como los referidos para que el
gobierno británico, encabezado por Blair o por otro, se convenza de
que sus tiempos imperiales en Medio Oriente y el Golfo Pérsico
terminaron hace muchos años, y que hoy día no tiene más papel en la
región que el de escudero y compañero de derrota de la Casa Blanca.
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