El Asedio de Nahr el Bared
Una butaca en primera fila para el baño de
sangre
en Líbano
Por
Robert Fisk (*)
CounterPunch, 22/05/07
Rebelión, 24/05/07
Traducido por Carlos Sanchis y revisado por Caty
R. (**)
Beirut.– Hay algo de obsceno en mirar el asedio
de Nahr el Bared. El viejo campo de refugiados palestino –hogar de
30.000 almas perdidos que nunca volverán "a casa"–
disfruta de la luz del sol mediterráneo más allá de un grupo de
huertos de naranjos. Los soldados del ejército libanés, que han
recuperado sus posiciones en la carretera principal, al norte,
holgazanean a bordo de sus viejos vehículos de transporte de
personal. Y nosotros –los representantes de la prensa mundial– nos
sentamos con la misma indolencia en la azotea de un bloque de
apartamentos a medio construir, gozando del calor en el pequeño jardín
soleado o sorbiendo tazas de té hirviendo al lado de las antenas
parabólicas donde los titanes de la televisión dan zancadas con sus
trajes espaciales azules y sus cascos.
Y entonces llega el traqueteo –el chisporroteo
del fuego de un movimiento de balas que viene del campo–. En
respuesta un tanque del ejército libanés dispara un obús y sentimos
débilmente la onda expansiva que viene del campo. ¿Cuántos habrán
muerto? No lo sabemos. ¿Cuántos estarán heridos? La Cruz Roja todavía
no puede entrar para averiguarlo. De nuevo somos espectadores de otro
trágico espectáculo: los libaneses asediando a los palestinos.
Sólo que esta vez, por supuesto, hay
combatientes musulmanes suníes en el campo, en muchos casos que
disparan a soldados musulmanes suníes que permanecen en una aldea
musulmana suní. Fue un colega libanés quien pareció poner el dedo
en la llaga. "Siria está demostrando que en Líbano no tiene
porqué tratarse de cristianos contra musulmanes o chiíes contra suníes",
dijo. "Pueden ser suníes contra suníes. Y el ejército libanés
no puede invadir Nahr el Bared, sería el mayor disparate que este
gobierno puede hacer".
Y sigue la refriega. Para atacar a la suní Fatah
al–Islam, el ejército tiene que entrar en el campo. Así el grupo
permanece, tan potente como el domingo cuando escenificó su mini
revolución en Trípoli y acabó con sus combatientes muertos y
quemados en apartamentos en llamas y 23 policías y soldados muertos
en las calles.
Y sí, es difícil no ver la mano de Siria estos
días. El gobierno de Fouad Siniora, encerrado en su pequeña "
zona verde" del centro de Beirut, está siendo achicado en su
poder. El ejército cada vez gobierna más en Líbano, nunca estuvo más
claro, porque también, por supuesto, alberga suníes y chiíes de Líbano,
maronitas y drusos. ¿Puede darse más tensión en este pequeño país
donde Siniora todavía sigue clamando por un tribunal de la ONU para
procesar a los asesinos del ex Primer Ministro Rafik Hariri en 2005?
Leemos la lista de los militares muertos. La
mayoría de los nombres parecen suníes. Volvemos la mirada hacia las
nubes lanosas y, a través de la cadena de montañas, hacia la
frontera siria, a menos de 10 millas de distancia. No es difícil
llegar a Nahr el Bared desde la frontera. No es difícil
reabastecerse. La geografía tiene un sentido de tipo político desde
aquí arriba. Y justo arriba, al final de la carretera, está el
puesto de la frontera siria.
Los soldados son comedidos y corteses con los
periodistas. Este debe de ser uno de los pocos países del mundo donde
los soldados tratan a los periodistas como a viejos amigos, donde
despreocupadamente les permiten emitir delante de sus posiciones, les
prestan sus periódicos, comparten cigarrillos y charlan, porque
piensa que tenemos que hacer nuestro trabajo. Pero cada vez nos
preguntamos más si no estamos simplemente haciendo inventario del
triste desmoronamiento de este país. El ejército libanés está en
las calles de Beirut para defender a Siniora, en las calles de Sidón
para impedir disturbios sectarios, en las carreteras del sur de Líbano
vigilando la frontera israelí y ahora, aquí arriba en el norte
lejano, sitiando a los pobres y aporreados palestinos de Nahr el Bared
y a los peligrosos y pequeños grupúsculos que pueden –o no–
recibir órdenes de Damasco.
El viaje de regreso a Beirut se complica ahora
con nuevos puestos de control militar e incluso la capital se ha
vuelto peligrosa una vez más. En Ashrafieh a una hora temprana, la
explosión de una bomba –la pudimos oír en toda la ciudad– mató
a una mujer cristiana. Ningún sospechoso, por supuesto. Allí nunca
hay. Los carteles todavía piden el esclarecimiento del asesinato de
Hariri. Otros carteles exigen la verdad del asesinato de un anterior
primer ministro, Rashid Karami. Algunos en la calle que está debajo
de nuestra pequeña azotea portan con orgullo el retrato de Sadam
Husein. "El mártir de Al Adha," proclaman, señalando la
fecha de su ejecución. Así, incluso el desplome de Iraq ahora nos
afecta a todos aquí, en nuestra aldea suní donde el suní dictador
de Iraq es más honrado que detestado.
Una ráfaga de cohetes ruge sobre el campo antes
del anochecer. Los soldados apenas se molestan en mirar. Y a través
de los huertos de naranjos y las calles desiertas de Nhar el Bared, el
mar hace espuma y brilla como si estuviéramos todos de vacaciones
mientras esta nación tiembla bajo nuestros pies.
(*) Robert Fisk es escritor, periodista
de The Independent y autor de Pity the Nation. También escribe artículos
en CounterPunch, The Politics of Anti–Semitism. Su último libro se
titula The Conquest of Middle East.
(**) Carlos Sanchis y Caty R. pertenecen
a los colectivos de Rebelión, Tlaxcala y Cubadebate. Esta traducción
se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad
y mencionar al autor, el traductor y la fuente.
Fatah al Islam: pocos, malos y aislados
Por Roberto Bardini
Bambu Press, 23/05/07
El grupo sunita Fatah al Islam, que protagoniza
en territorio libanés los combates más violentos desde que terminó
la guerra civil 1975–1990, surgió en noviembre de 2006 como una
escisión de Fatah al Intifada (Fatah del levantamiento), una
organización palestina establecida en Líbano con apoyo de Siria, que
a su vez se separó en 1983 del histórico movimiento palestino Al
Fatah.
Los servicios de inteligencia libaneses indican
que el grupo –que tiene su base en el campamento de refugiados de
Nahr al Bared, al norte del país– cuenta con unos 150 ó 200
milicianos muy bien armados, de los cuales unos 50 podrían ser
sauditas con experiencia de combate en Irak.
La ONU tiene contabilizados en Líbano a 400 mil
refugiados palestinos, la mitad de los cuales vive en 13 mugrientos
campos. Según los acuerdos firmados en 1969 entre el gobierno y la
Organización para la Liberación de Palestina (OLP), las tropas
libanesas no pueden entrar en los campamentos. El ejército ocupa
posiciones cercanas, pero no está presente los campos. Nahr al–Bared
alberga a 30 mil refugiados.
El líder de Fatah al Islam es el ex estudiante
de medicina palestino Shakir al Absi, de 51 años, de quien se
sospecha que mantuvo vínculos con el ex jefe de la célula iraquí de
Al Qaeda, Abu Musab al Zarqaui. Se cree que ambos combatieron junto a
los talibanes en Afganistán.
El diario londinense The Times sostiene que Al
Absi –también conocido por su nombre de guerra Abu Yusef– recibió
entrenamiento de la Fuerza Aérea Siria. En marzo de este año, The
New York Times lo catalogó como un islamista con “sólidas
credenciales terroristas”.
El líder miliciano fue sentenciado en Jordania a
muerte en ausencia por el asesinato en 2002 del estadounidense
Laurence Foley, de 62 años, un funcionario de la Agencia de EEUU para
el Desarrollo Internacional (USAID) acribillado de ocho balazos en Ammán.
En 2003 fue condenado en Siria a tres años de prisión por planificar
ataques dentro del país.
A pesar de estos antecedentes los corresponsales
europeos describen al dirigente sunita, nacido en 1955 en la ciudad bíblica
de Jericó, que hoy es parte de Cisjordania, como un hombre tranquilo
que habla en voz baja y no exhibe un solo ademán brusco.
En 2006, Al Absi definió a Fatah al–Islam como
“un movimiento reformador creado para terminar con la corrupción,
izando en el cielo de Palestina la bandera del No Hay Más Dios que Alá”.
Es seguidor de la doctrina de un estricto clérigo del siglo IX,
Muhammad al Bukhari, uno de los referentes del movimiento neosalafista
global.
El jefe de Fatah al Islam declaró hace poco a la
agencia de noticias Reuters que su grupo tiene tres objetivos: la
reforma islámica de la comunidad de refugiados palestinos en Líbano
de acuerdo a la ley de la Sharia (un código religioso de vida), el
enfrentamiento con Israel y la expulsión de los estadounidenses del
mundo árabe.
El pequeño grupo, sin embargo, no atrae ni
siquiera las simpatías de sus propios compatriotas. El representante
de la OLP en Líbano, Abas Ziki, ha dicho que está dispuesto a ayudar
al ejército libanés a erradicar a Fatah al Islam de los campos de
refugiados mientras no se afecte a los civiles. Y el presidente de la
Autoridad Palestina, Mahmud Abbas, uno de los fundadores de la histórica
Al Fatah en 1957 junto con Yaser Arafat, condenó a los milicianos
extremistas y dijo que no tienen vínculos con su movimiento, que es
laico.
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