Frustrado
con Bush, el vicepresidente insta a Israel a atacar Irán
Cheney,
Israel e Irán
Por
Gary Leupp
CounterPunch, 26/05/07
Rebelión, 29/05/07
Traducido por Germán Leyens
“Actualmente
hay una carrera entre diferentes flancos del gobierno para determinar
el curso futuro de la política USA-Irán,” escribe Steven C.
Clemens, conocedor de lo que sucede en Washington, en su blog Washington
Note. “En un flanco están los diplomáticos, en el otro está
el equipo del vicepresidente Cheney y sus acólitos – que pueblan
una franja bastante ancha que pasa por la burocracia de la seguridad
nacional estadounidense.” Es “inquietante” porque “la persona
en el gobierno de Bush que más quiere un conflicto ‘caliente’ con
Irán es el vicepresidente Cheney.”
Clemens
cita a un ayudante de Cheney diciendo “que el propio Cheney está
frustrado con el presidente Bush y cree, de modo muy similar a Richard
Perle, que Bush está cometiendo un error desastroso” al apoyar la
actitud diplomática hacia Irán que aparentemente prefiere el
Departamento de Estado. Así que Cheney planea emprender una
“estrategia de carrera directa hacia el objetivo” esquivando al
presidente (que actualmente se tambalea más hacia los “realistas”
de Condi Rice que hacia los neoconservadores de Cheney) si su flanco
no prevalece y Bush resiste a las exigencias de los neoconservadores y
del lobby de AIPAC para un enfrentamiento sangriento.
“El
pensamiento del equipo de Cheney es coludirse con Israel, dar a Israel
un codazo aprobatorio en algún momento crucial del actual impasse
entre las actividades nucleares de Irán y la frustración
internacional al respecto, para que lance un ataque convencional a
pequeña escala contra Natanz, utilizando misiles crucero. Esperaría
que esta estrategia provoque un contraataque iraní contra fuerzas de
USA en el Golfo que baste para obligar a Bush a abandonar el camino
diplomático que propugnan los realistas del gobierno y a que se lance
a otra guerra.”
Es
el artículo más aterrador que haya leído desde hace tiempo, junto
con la última columna de Justin Raimondo en antiwar.com que se
basa en él. Raimondo, citando una reciente entrevista de CNN
con Seymour Hersh, vincula a Cheney y al Consejero Adjunto de
Seguridad Nacional Elliott Abrams (actualmente el neoconservador más
poderoso en el gobierno) con el apoyo de USA para la milicia suní
Fateh al Islam en el Líbano como un medio para debilitar a Hezbolá.
“George W. Bush,” declara, “está totalmente fuera de
circuito” en lo que Raimondo llama “el gobierno de Cheney.”
Estos
informes suenan a verdad, me parece. Bob Woodward ha documentado,
citando a Colin Powell, cómo Cheney y su pandilla neoconservadora
formaron “un pequeño gobierno separado” en 2002 a fin de
organizar el ataque contra Iraq, precedido por una campaña de
desinformación que el estúpido en la Oficina Oval podría
perfectamente haber tragado ansiosamente y sin cuestionar nada. Cheney
declaró en el show de Don Imus en MSNBC en enero de 2005, que
“en vista del hecho de que Irán tiene una política declarada cuyo
objetivo es la destrucción de Israel, los israelíes perfectamente
podrían decidir actuar primero, y dejar que el resto del mundo se
preocupe después de limpiar el lío diplomático.” Implicó que si
USA no actuara contra Irán, los israelíes podrían tener que hacerlo
y tendrían razón. Los propugnadores de AIPAC y de los thinktank
neoconservadores de un ataque contra Irán cuentan con la comprensión
de legisladores de ambos partidos. A pesar de contratiempos y de lo
que la gente pensante pueda ver como el desprestigio total de la facción
neoconservadora resultante de la denuncia de las mentiras del
gobierno, el amplio plan neoconservador (la imposición de regímenes
favorables a USA, amistosos hacia Israel, en todo el Sudeste Asiático)
sigue estando a la orden del día.
Cheney,
dice Clemens, está frustrado con Bush. Tal vez la relación entre
mentor y discípulo de la que gozó con el presidente más joven,
confiado, ignorante e impresionable se ha debilitado con el tiempo.
Tal vez sea posible que Bush haya creído verdaderamente los trozos de
desinformación colocados sobre su escritorio por Douglas Feith, Abram
Shulsky y los otros operadores de la Oficina de Planes Especiales que
ahora han sido todos tan claramente desenmascarados, y ahora que ahora
culpe a Cheney y a sus neoconservadores por su embarazo. Tal vez su
querida amiga Condi lo esté urgiendo para que cuestione el buen
juicio de Cheney sobre la política en Oriente Próximo. Y tal vez el
vicepresidente más poderoso de la historia de USA esté realmente
impulsando una “estrategia de carrera directa hacia el objetivo”
para realizar la agenda neoconservadora, dejando a Bush fuera de
circuito.
Ha
quedado en claro por lo menos desde hace cinco años que Cheney, la
figura clave en este gobierno dirigido formalmente por un sujeto
perdidamente confuso que sigue aprendiendo a hablar, quiere llevarlo a
expedir las órdenes necesarias para derribar a los gobiernos iraní y
sirio y aplastar a sus aliados en el Líbano y Palestina. Él y su
jefe de equipo "Scooter" Libby, junto con Perle y toda la
cabala, parecían estar tener la situación bajo un control perfecto
hasta que el pueblo iraquí a través de su resistencia contra la
ocupación llevó al pueblo estadounidense a darse cuenta de lo que
cuesta la agresión imperialista y creó una oportunidad para el
periodismo crítico en una atmósfera fascista incipiente. Ahora
existe definitivamente una “carrera en vías de ejecución” no sólo
entre dos facciones del gobierno sino entre el movimiento contra la
Guerra y el movimiento de Apocalipsis Ahora encabezado por Cheney.
Inmediatamente
después del 11-S Cheney habló de una guerra que duraría
generaciones, comparable con la Guerra Fría, una guerra que no se
limitaría a una reacción contra al-Qaeda sino que tendría objetivos
múltiples y cambiantes. Es un hombre bien consciente de su
mortalidad, a los 66 años, después de cuatro ataques cardíacos, que
se siente cómodo generando esa guerra artificial no provocada basada
necesariamente en la ignorancia y la islamofobia. Probablemente sabe
que aunque desencadene el infierno total sobre el Sudoeste Asiática
podrá morir confortablemente rodeado por sus nietos. Con aire de
suficiencia se siente seguro de que nunca enfrentará la suerte de un
Tojo Hideki o de un Heinrich Himmler. Probablemente tiene razón en
esto, pero es seguro que es impugnable, incluso sobre la base de lo
que Clemens sugiere que podría constituir una “insubordinación
criminal” contra el necio de su jefe.
El
mes pasado el representante Dennis Kucinich presentó una resolución
en la Cámara de Representantes para impugnar a Cheney, en parte
porque ha “amenazado abiertamente con la agresión contra la República
de Irán, sin que haya ninguna amenaza real contra USA, y lo ha hecho
con la capacidad demostrada de USA de ejecutar amenazas semejantes.”
¿No aumentan estos últimos informes el caso contra ese monstruo, y
subrayan la urgencia de impugnarlo?
(*)
Gary Leupp es profesor de
historia en la Universidad Tufts, y profesor adjunto de Religión
Comparativa. Es
autor de “Servants, Shophands and Laborers in the Cities of Tokugawa
Japan”; “Male Colors: The Construction of Homosexuality in
Tokugawa Japan”; e “Interracial Intimacy in Japan: Western Men and
Japanese Women, 1543-1900.” También
colaboró con la despiadada crónica de CounterPunch sobre las guerras
en Iraq, Afganistán y Yugoslavia: “Imperial Crusades.” Para
contactos escriba a: gleupp@granite.tufts.edu.
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