La
nueva estrategia de EEUU en Líbano
La
guerra secreta contra Hizbulá
Por
Alberto Cruz (*)
CEPRID, 04/06/07
Un viejo aserto
periodístico dice que la redundancia ayuda a comprender mejor el
lenguaje, así que vamos una vez más con ello: el árbol de Irak no
nos deja ver el bosque de Oriente Medio. Absortos en nuestro propio
ombligo, nos comportamos como los niños que se tapan los ojos para
alejar de sí una realidad que no les gusta. Eso pasa con Irak cuando
nos negamos a reconocer que hay más variantes de las que parecen a la
hora de definir lo que está sucediendo en ese país, y pasa también
en Líbano cuando la realidad nos vuelve a golpear en el rostro. Llega
la realidad y no es que nos encuentre dormidos, sino alienados.
En poco menos de un año
hemos asistido a dos acontecimientos predecibles pero que, al
producirse, pillaron a mucha gente por sorpresa. El primero fue la
guerra del pasado verano y vuelve a suceder ahora con los
enfrentamientos entre una organización aparentemente palestina
vinculada al islamismo más ortodoxo y el Ejército libanés. En un
artículo publicado el 13 de julio de 2006, nada más iniciarse la
guerra, este autor decía lo siguiente: "En Líbano no hay un
enfrentamiento sectario al estilo iraquí, pero el radicalismo suní
está en auge en zonas como Trípoli y Akkar, donde parece que Al
Qaeda se está haciendo fuerte" (1).
Guste o no, el avance
de Al Qaeda en Oriente Medio es muy rápido y el terreno está abonado
con la guerra de Irak. De hecho, Al Qaeda es como el alien de la película
de Ridley Scott: un bicho que crece dentro del cuerpo, se va
alimentando de él y cuando es lo suficientemente fuerte ataca a su,
digamos, progenitor. Scott podría haber colocado un letrero en su película
que dijese "basada en hechos reales". Unos hechos que
tuvieron lugar en Afganistán durante la ocupación soviética. El
alien de entonces eran los islamistas de todo el mundo que se dieron
cita en esa tierra, que crecieron gracias a la generosa ayuda de los
EEUU y Arabia Saudí y, tras la salida soviética del país,
evolucionaron hacia el fenómeno de Al Qaeda.
El alien Al Qaeda es
hoy independiente en Irak y mantiene varios frentes abiertos (contra
los ocupantes, los suníes y los shíies, a quienes combate por
considerarles apóstatas), pero aún no puede vivir por sí sólo en Líbano
y necesita de un cuerpo para alimentarse. Ese cuerpo pudiera ser Fatah
al Islam, una organización que no se identifica abiertamente como
integrada en Al Qaeda pero sí dice ser "comprensiva con los
hermanos" [en referencia a Al Qaeda] y compartir con ellos su prédica
política y religiosa. Fatah al Islam se identifica a sí misma como
"seguidores de la tradición salafista de la nación islámica",
dice tener presencia "en la tierra de Al Sham" (2) y en uno
de los pocos documentos que se conocen de este grupo, fechado en
febrero, llama a los musulmanes de todo el mundo a luchar contra
"los enemigos de Alá", critica a "los líderes apóstatas"
y, especialmente, a Hamás por haber firmado el acuerdo con Fatah para
lograr un gobierno de unidad nacional y acusaba a Hamás de haber
hecho "cesiones en los derechos de los palestinos".
¿Cuáles son las
razones por las que se produce este enfrentamiento entre un grupo
insertado en un campo de refugiados palestinos, pero no compuesto únicamente
por árabes de esta nacionalidad sino que serían minoría, y un ejército
que se mantuvo al margen durante el mes largo que duró la guerra
contra Israel? Estas son algunas de ellas.
El
segundo informe de Ban Ki–moon
El pasado 7 de mayo,
el secretario general de la ONU, Ban Ki–moon, hizo público su
segundo informe (el quinto en total desde el fin de las hostilidades
del verano pasado) sobre Líbano. En él sigue el camino trazado con
anterioridad y se separa aún más de la pretendida equidistancia
mostrada por su antecesor, Kofi Annan, en el informe publicado antes
de retirarse del cargo en diciembre de 2006, el tercero por orden
cronológico. Nada de lo que Ban Ki–moon recoge en ese informe tiene
desperdicio (3) y las acusaciones a Hizbulá por no desarmarse y a
Siria e Irán son constantes a lo largo de las 14 páginas y 66 puntos
del documento.
Ki–moon repite
hasta la extenuación que el gobierno libanés es "legítimo"
(olvidando que la dimisión de los ministros shiíes y un cristiano le
deja sin legitimidad constitucional), por lo que no ha lugar a las
protestas que se vienen produciendo desde el mes de noviembre del año
pasado en pro de un gobierno más representativo y de unidad nacional;
insiste en que continúa el tráfico de armas desde Siria hacia Hizbulá
(dando por buenas las tesis israelíes en ese sentido y avalando, así,
la constante violación de la Resolución 1701 por parte de Israel
puesto que continúan con los vuelos de sus aviones de guerra y de
espionaje), y a pesar de haber dicho en su anterior informe del 14 de
marzo pasado que antes de junio iba a estar lista la cartografía que
sanciona si las granjas de la Shebaa son libanesas o sirias dice ahora
que el cartógrafo "continúa con su trabajo" y pide a ambos
países que se pongan de acuerdo en los límites territoriales y
fronterizos. Esta petición no es una simple fórmula para trazar una
nueva raya en un mapa, es vital para lograr que el Consejo de
Seguridad de la ONU apruebe la extensión de la misión de la FINUL a
la frontera con Siria para controlar el tráfico de armas que,
asumiendo las tesis israelíes, se produciría a lo largo de la
frontera.
El informe de Ban
Ki–moon se dio a conocer tras el fracaso de la pretensión de
Estados Unidos, Francia y Gran Bretaña de que el Consejo de Seguridad
aprobase una nueva resolución sobre Líbano reforzando al gobierno de
Siniora y acusando a Siria e Irán de continuar apoyando con armas y
dinero a Hizbulá. El intento de aprobar dicha resolución fue parado
por Rusia y China, así como por otros países miembros del CS de la
ONU como Ghana y Sudáfrica. En el borrador que fue parado se pedía
que el CS de la ONU formase una "misión independiente"
formada por "un comité de expertos de la ONU" para
controlar la frontera (4). Una misión que iba a estar compuesta por
países europeos y a la que se invitaba a egipcios y jordanos, los dos
únicos países árabes de la zona que mantienen relaciones diplomáticas
con Israel.
Fracasado el intento,
había que mostrar a los países reticentes, y al mundo en general,
que los objetivos que se prentendían eran loables. Nada más
iniciarse los combates en Nahr al Bared las acusaciones a Siria se han
reproducido en la práctica totalidad de los medios. De Fatah al Islam
se sabe poco más que es una organización escindida de Fatah Intifada
y de ahí deducen que cuenta con el patrocinio sirio. El gobierno
libanés y sus mentores occidentales se han apresurado a acusar a
Siria de estar detrás de este grupo con el objetivo, según ellos, de
dificultar la puesta en marcha del tribunal internacional que
investiga la muerte del primer ministro Rafiq Hariri. Desde hace casi
dos años el tema Hariri (un multimillonario sunita estrechamente
vinculado al régimen saudí y, en concreto, al principe Bandar bin
Sultan, hoy Consejero de Seguridad de Arabia Saudí) es la única
explicación que tiene un gobierno corrupto y neoliberal para explicar
lo que pasa en Líbano y que no es más que una muestra de su
seguidismo hacia las políticas neoliberales diseñadas por el FMI y
el BM y su propia corrupción e incompetencia.
Puede que haya
implicación siria, pero también puede que no. Lo que sí es evidente
es que Fatah al Islam se dio a conocer en otoño del año 2006,
coincidiendo con la proclamación del Estado Islámico en Irak por
parte de Al Qaeda. Y para quienes conocemos la situación en los
campos de refugiados palestinos es evidente que no tiene nada que ver
con Siria.
Durante una visita a
algunos de los campos de refugiados palestinos ubicados en Líbano
(Nahr Al Bared, Ein el Helwe, Chatila y Burj el Barajne) en diciembre
de 2006, inmerso Líbano en una impresionante movilización popular
por un gobierno nacional representativo (5), destacados representantes
del Consejo Popular que gobierna Nahr el Bared hablaron directamente a
este autor sobre la existencia entre ellos de Fatah al Islam, a quien
no otorgaban el calificativo organización palestina por estar
compuesta mayoritariamente, según decían, por saudíes, marroquíes,
argelinos, jordanos, yemeníes y egipcios "muchos de ellos
jihadistas en Irak". Otros representantes de Ein el Helwe
mencionarion que tras los enfrentamientos entre milicianos de otra
organización islamista, Jund al Sham, y otras organizaciones
palestinas como Asbat al Ansar, también islamista radical, y que causó
dos muertos, parte de los integrantes de Jund al Sham se habían
trasladado "al norte" y habrían ingresado en Fatah al
Islam. Para abundar aún más en la sospechosa aparición de este
grupo en Líbano ya entonces se comentaba que la financiación para su
crecimiento ha provenido de los saudíes y del propio hijo de Hariri,
Saad, con una doble finalidad: limitar el prestigio de Hamás entre
los palestinos y, sobre todo, de Hizbulá.
La
guerra secreta de EEUU contra Hizbulá
El tiempo, implacable
juez, acaba dando la razón a quien la tiene a pesar de las campañas
que difunden los medios de comunicación de masas en occidente. Ya
nadie puede discutir que la victoria de Hizbulá sobre Israel es tal
vez el hecho más notorio de la historia en lo que va de siglo XXI,
puesto que termina con uno de los mitos del siglo XX: la
invencibilidad de Israel. Es lo que los expertos en Oriente Medio
comienzan a identificar como "el efecto Hizbulá" y que ha
puesto patas arriba el diseño neocolonial en esa zona del mundo. De
ahí que desde casi el mismo momento de constatar la derrota de
Israel, los EEUU hayan puesto en marcha una guerra secreta contra el
movimiento político–militar libanés.
Varios diarios (el
británico The Guardian, el libanés The Daily Star y el
estadounidense New Yorker, por ejemplo), han venido publicando desde
el mes de enero noticias o informes en ese sentido. En marzo, el
periodista Seymour Hersh decía que el vicepresidente estadounidense
Dick Cheney, el consejero de Seguridad Nacional Eliot Abrams y el príncipe
saudí Bandar bin Sultan –a su vez consejero de Seguridad Nacional
en su país– habían acordado financiar a Fatah al Islam "como
contrapeso de Hizbulá". El 12 de abril el Daily Star mencionaba
que los EEUU habrían destinado 60 millones de dólares para reforzar
a las fuerzas del Ministerio del Interior (policía) y a
organizaciones suníes identificadas por el diario como
"jihadistas" aunque no mencionaba en concreto a ninguna de
ellas. Unos días más tarde, The Asia Times ofrecía un amplio
reportaje en esta misma línea: "Irak ha llegado a Líbano. Los
centenares de jihadistas que están desparramados entre los más de
400.000 palestinos que viven en los campos [de refugiados] se integran
en las filas de Ansar al Islam o Fatah al Islam, siguen claramente los
designios de Al Qaeda y tienen experiencia de combate adquirida en el
campo de batalla iraquí luchando contra la ocupación de los
EEUU" (6). Y el propio Hizbulá, a través de su canal de
televisión Al Manar, reforzaba la tesis afirmando que la presencia de
jihadistas en Líbano es parte de una estrategia de EEUU, Israel y
Arabia Saudí que busca una guerra regional entre suníes y shíies
que daría pie a la partición de Irak y a la que segurían la partición
de Siria y Líbano (7).
El plan
estadounidense está siendo puesto en marcha por el gobierno de Fouad
Siniora, que no ha dudado ni un momento en acusar a Siria de amparar y
armar a Fatah al Islam. Con este episodio, por una parte, se crean
fuertes tensiones con el fin de provocar un ablandamiento de la
postura de los países críticos con el intento de EEUU, Francia y
Gran Bretaña de aprobar una nueva resolución en el Consejo de
Seguridad para extender la misión de la FINUL y controlar la frontera
con Siria con la excusa del contrabando de armas y justificar una
suerte de tutela internacional sobre Líbano. Aquí va a tener el
nuevo presidente francés, Nicolás Sarkozy, su prueba del nueve para
saber si mantiene la política de su predecesor Jacques Chirac (que ha
recibido favores y dinero de Saad Hariri y que, en contraprestación,
le apoyó incondicionalmente tras la muerte de su padre en atentado).
Por otra, se prueba
al Ejército libanés en un papel en el que nunca hasta ahora se había
visto envuelto desde los acuerdos de paz de Taif: la represión
interna. Lo que se está viendo es la posibilidad de un enfrentamiento
en el futuro entre Hizbulá y el Ejército libanés, de ahí que el
movimiento político–militar desde el primer momento haya mostrado
su apoyo al Ejército. En una declaración algo compleja Hizbulá ha
denunciado los ataques de Fatah al Islam contra el Ejército libanés
al tiempo que critica al actual gobierno ("sentimos que hay
alguien que desea arrastrar al Ejército a esta confrontación y lucha
sangrienta para servir a proyectos y objetivos bien conocidos") y
pide una solución política a la crisis para evitar mayores castigos
a la ya castigada población palestina de los campos (8). Más explícito
ha sido el secretario general de Hizbulá, Hassan Nasrala, al decir
que "el problema en el norte puede ser solucionado políticamente
y a través de la judicatura de una manera que proteja al ejército
libanés, nuestros hermanos palestinos, el estado y la paz y
estabilidad sin transformar Líbano en un campo de batalla en el cual
luchemos con Al Qaeda a nombre de los americanos". Nasrala fue
mucho más allá y dijo, con cuntundencia, que lo que pretende el
imperialismo es una confrontación de Al Qaeda y Hizbulá y que por
ello "trae a tantos combatientes de Al Qaeda de todo el mundo a Líbano"
(9).
Nasrala dijo también,
en un aviso al gobierno Siniora y las fuerzas que lo apoyan, que
"el Ejército [libanés] es el guardián de la seguridad,
estabilidad y unidad nacional", por lo que le respetan como
"la única institución" capaz de preservar esos aspectos y
que un ataque contra el Ejército es "la línea roja" que
Hizbulá no tolerará que sea traspasada por nadie. Además, pone el
dedo en la llaga afirmando que la ayuda militar que está siendo
entregada por EEUU es peligrosa y pregunta al gobierno Siniora "¿dónde
estaban esas armas cuando Israel bombardeaba sus posiciones y vehículos?,
es algo que hay que preguntar a los libaneses, a los palestinos y a
los árabes". Nasrala ha acusado en reiteradas ocasiones a la
Administración Bush en desencadenar la "fitna", es decir,
"la fragmentación dentro del Islam" en referencia a las
tensiones y enfrentamientos sectarios entre suníes y shiíes.
Pero hay más. La
OTAN tiene previsto construir una base militar en Qleiat, muy cerca de
Trípoli –donde se asienta el campo de Nahr el Bared– y de la
frontera norte con Siria. Acogería un escuadrón de helicópteros,
unidades de fuerzas especiales y formaría al Ejército libanés y a
la policía (10) y la zona ya habría sido visitada a mediados de
abril por una delegación de militares estadounidenses, alemanes y
turcos de la OTAN para buscar el emplazamiento ideal.
EEUU y sus aliados
europeos y árabes están haciendo todo lo posible por evitar la caída
del gobierno de Siniora porque eso sería percibido por el pueblo árabe
como una señal inequívoca de la decadencia de los EEUU en Oriente
Medio. Por eso, todo cambio en la actual correlación de fuerzas en Líbano
(donde la población de religión shíi está infrarepresentada en el
gobierno pese a ser el 40% de la población total de Líbano) debe ser
bloqueado, de ahí la resistencia de Siniora a aceptar la democrática
petición de las fuerzas opositoras: gobierno de unidad nacional o
adelanto de las elecciones.
El
fiasco de las promesas de ayuda de París III
A este escenario hay
que añadir que la ayuda prometida por las potencias occidentales y
gran parte de los países árabes al gobierno de Siniora en la cumbre
de París del mes de enero (casi 8.000 millones de dólares) no sólo
no llega, sino que está generando deuda. El ministro de Hacienda,
Jihad Azour, ha tenido que reconocer que la situación de
empantanamiento político le va a suponer a Líbano mil millones de dólares
puesto que no se pueden poner en marcha las medidas económicas
neoliberales prometidas para conseguir esa ayuda. Para ello se
necesita la aprobación del parlamento y la oposición lo tiene claro,
no habrá quorum mientras no se convoquen elecciones o se instaure un
gobierno de unidad nacional. No hay que olvidar que Arabia Saudí
tiene grandes intereses financieros en Líbano que no se podrán poner
en marcha mientras persista la situación de bloqueo actual.
El día 10 de mayo el
gobierno de Siniora firmó un acuerdo con el FMI para supervisar el
gasto del Estado libanés, lo que fue duramente criticado por Hizbulá,
Amal y el Movimiento Patriótico Libre (la organización mayoritaria
dentro de los cristianos y compuesta en su mayor parte por la clase
media y media–baja de esta religión). La inestabilidad refuerza a
Siniora, da argumentos a quienes mueven los hilos desde fuera y
atenaza en cierta forma a la oposición puesto que se ve obligada a
posicionarse con el gobierno, aunque sea indirectamente al apoyar al
Ejército libanés. Eso es algo que buscaba el gobierno prooccidental
y neoliberal de Siniora, puesto que en su interior ha habido más de
una crítica hacia lo que consideran "complicidad con la oposición"
de un sector del Ejército que, en su mayoría, está compuesto por shíies.
Y con todo este
panorama una pregunta: si tanto interés tiene la ONU en aplicar las
resoluciones sobre Líbano ¿para cuándo la 194, el derecho al
retorno de los refugiados palestinos? El plan que la Liga Árabe
desempolvó tras la victoria de Hizbulá incluye este derecho, pero en
las negociaciones que saudíes, egipcios y jordanos están manteniendo
con emisarios estadounidenses e israelíes se habla ya de aceptar un
retorno simbólico. Los palestinos, de nuevo, como los grandes parias
de la hsitoria, se convierten en moneda de cambio y en carne de cañón.
* Alberto Cruz es
periodista, politólogo y escritor. Especializado en Relaciones
Internacionales.
Notas:
(1)
Alberto Cruz, "La lección de Hizbulá"
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=34516
(2)
El salafismo es la tradición de seguir a los primeros creyentes de la
generación de Mahoma. La referencia a Al Sham es histórica y supone
el área que hoy engloba a Palestina, Líbano y Siria.
(3)
Quinto informe semestral del Secretario General sobre la aplicación
de la resolución 1559 (2004) del Consejo de Seguridad. S/2007/262. 7
de mayo de 2007
(4)
The Daily Star, 20 de abril de 2007.
(5)
Alberto Cruz, "Hizbulá lee a Gramsci"
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=43303
(6)
The Asia Times, 20 de abril de 2007.
(7)
Al Manar, 23 de abril de 2007.
(8)
Al Manar, 20 de mayo de 2007.
(9)
Al Manar, 25 de mayo de 2007.
(10)
Al Diyar, 15 de abril de 2007.
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