Tras el atentado contra turistas
Breves
apuntes sobre la realidad yemení
Por Txente Rekondo (*)
Rebelión, 04/07/07
De nuevo
un atentado ha traído a las primeras páginas de los medios
occidentales a Yemen. Hasta ahora, la aparición de este país ha
estado reservada a este tipo de situaciones trágicas, y relegado al
baúl del olvido durante la mayor parte del tiempo. Paralelamente, los
“nuevos descubridores” de la realidad yemení nos bombardean estos
días con un sinfín de tópicos e ideas preconcebidas que poco o nada
tienen que ver con la complejidad y riqueza social y cultural de aquel
país.
Reducirlo
todo ello a presentar a la sociedad yemení “armada hasta los
dientes”, representante del “islamismo más reaccionario”,
imagen de un lugar “repleto de peligros y que habría que evitar”
son muestras de esa lectura simplista e interesada a la que nos
quieren acostumbrar algunos medios. Cuando visité Yemen tuve la ocasión
de sumergirme en una sociedad muy diferente a la nuestra, y ya
entonces, a finales de la década de los noventa, y con un secuestro
reciente de occidentales, muchos conocidos me “advertían” del
peligro que representaba realizar ese viaje. Sin embargo, no tengo
duda de que entre los que he llevado a cabo, éste ha sido uno de los
más gratificantes e impactantes a la vez.
Ya por
aquellas fechas el gobierno yemení tenía que hacer frente al
descontento creciente de las tribus, hartas de un gobierno central
donde la corrupción y el favoritismo eran la regla general de su
actuación. También pude observar el aprecio que sentían los hombres
yemeníes por las armas de fuego, su preferida era el Kalashnikov, que
mostraban orgullosos como un adorno más, junto a su siempre colgante
y tradicional jambia. Con ello, en poco tiempo superé ese temor ante
una visión “tan armada” y pude encontrar a un pueblo orgulloso de
su tierra y de sus costumbres, dispuesto a recibir con los brazos
abiertos a extranjeros como yo y al que no dudaron en abrir sus casas
(algo que se agradecía ante la escasez de infraestructura hotelera de
la época).
Por ello,
y a pesar del enorme golpe que supuso el 11-s para Yemen en materia de
turismo, el país ha sabido ir sorteando las dificultades y la gran
mayoría de aquel pueblo sigue recibiendo con la misma actitud abierta
a los visitantes. Abdul, que me acompañó en aquel viaje me ha
indicado posteriormente sus esfuerzos por superar esas adversidades y
esos tópicos que pretenden presentar a Yemen como un sitio a evitar.
En este
sentido es interesante observar la lista de países “a evitar” que
suelen publicar algunos gobierno occidentales, y en los que Yemen
suele estar presente, y ante situaciones tan trágicas como ésta, se
suele volver a airear. Conviene recordar a quienes así lo hacen, que
más allá de las lógicas medidas de precaución que se debe adoptar
en cualquier viaje, desde algunos países se aconsejaba hace poco no
viajar al Reino Unido (por los atentados del IRA) o incluso al estado
español (por las acciones de ETA).
La
situación política de Yemen no es sencilla, y en la actualidad el
gobierno de Ali Abdullah Saleh se encuentra en una difícil
encrucijada, teniendo que hacer frente a dos serios problemas. Por un
lado las revueltas de algunas tribus chiítas, seguidoras del grupo
“Al Shabab Al Moumin (Los jóvenes creyentes), y por otro lado la
emergerncia de grupos sunitas que se sitúan en la órbita ideológica
de al Qaeda y que recogen los restos del Ejército Islámico Aden-Abyan.
En el
primero de los casos, la connotación religiosa (minoría chiíta en
un país mayoritariamente sunita) y tribal (uno de los ejes centrales
para conocer este país) son los pilares para entender los
enfrentamientos que este mismo año han causado cientos de muertos y
que tras el supuesto triunfo de las fuerzas gubernamentales, los
insurgentes han amenazado con extender su lucha a las ciudades, más
concretamente a la capital Sana´a.
Por su
parte, en el segundo caso nos encontramos con una “vieja historia”
que se ha repetido en otros países. La guerra civil yemení contó
con la participación de elementos islamistas en torno a la figura del
actual presidente y representante del llamado “Yemen del norte”,
que no dudó en utilizar esas fuerzas para “acabar con el
comunismo” del Sur. La utilización posterior de esas fuerzas en
1994, cuando se repitieron los enfrentamientos norte-sur, fue la
semilla idónea para que voluntarios islamistas curtidos en Afganistán
en la lucha contra la Unión Soviética, continuaran tejiendo su
propia estructura paralela, con el beneplácito interesado del
presidente Saleh.
En la
actualidad se calcula que en el país existen unas cuatro mil escuelas
islamistas “extremistas”, con más de 300000 estudiantes, que
absorben fielmente las ideologías de los grupos jihadistas sunitas
que operan en Yemen. La actitud del presidente yemení ante Estados
Unidos, del que ha pasado a ser un importante aliado regional, es otro
motivo más que despliega un importante rechazo entre la población
yemení, que ve cómo su máximo mandatario sigue los pasos de
Washington (identificando a EEUU como principal origen de los males
que asolan a la región y al mundo musulmán).
Mientras
el gobierno anuncia reformas encaminadas a frenar el auge de ese
islamismo jihadista, e intenta acometer una vez más el control de
armas de fuego (todos los intentos anteriores han fracasado), la
población observa que los acuerdos con EEUU siguen la línea de
engordar los sectores más corruptos del estado, que el paro aumenta y
que las expectativas que debería brindar el gobierno a la sociedad
brillan por su ausencia. Además, la disidencia política debe
enfrentarse a “arrestos arbitrarios, detenciones por largos periodos
sin acusaciones, torturas y otros abusos judiciales”, lo que no
favorece para crear un clima político y social adecuado para llevar
adelante las transformaciones mencionadas.
Los
terribles acontecimientos de estos días deberían servir para que
reflexionemos e intentemos analizar situaciones diferentes a las
nuestras bajo esquemas alejados de las visiones eurocéntricas que en
nada nos ayudan para acercarnos a otros pueblos y otras culturas.
Yemen está atravesando un difícil momento, pero sería un grave
error encasillar a todo un pueblo por una acción cometida por una
minoría, que no representa el sentir de aquella compleja realidad,
pero que al mismo tiempo es parte de ella.
(*)
Txente Rekondo.- Gabinete Vasco de Análisis Internacional (GAIN)
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