Bush
aumenta la tensión
Por Trita
Parsi (*)
Inter
Press Service (IPS), 29/08/07
Washington.– El
presidente de Estados Unidos, George W. Bush, aprovecha el receso del
Congreso legislativo para aumentar la tensión con Irán.
A inicios de este
mes, el Departamento de Estado (cancillería) reveló planes para
incluir a al Cuerpo de Guardias Revolucionarios de Irán (IRGC) en su
lista de organizaciones terroristas.
El martes, durante un
discurso ante veteranos de guerra en el occidental estado de Nevada,
Bush aumentó la temperatura al declarar su intención de
"enfrentar las asesinas actividades de Teherán" en Iraq.
Pero lo que en
primera instancia parece ser parte de la habitual guerra de palabras
entre Teherán y Washington podría en realidad ser la repetición de
una estrategia para provocar una guerra.
Mientras el Congreso
se prepara para enfrentarse con la Casa Blanca sobre la última táctica
militar en Iraq, que implicó el envío de más soldados, Bush tiene
muchas razones para continuar con su campaña contra Irán.
Concentrarse en Irán
podría ayudar a distraer la atención del fracaso de la estrategia
denominada "surge" (embate) en Iraq, que no ha logrado
detener la violencia sectaria. También podría servir para convencer
al Congreso de que Irán es responsable de las desgracias de Estados
Unidos en territorio iraquí y de que suspender los fondos para la
guerra sólo fortalecería a los líderes de Teherán.
Además, el
presidente de Irán, Mahmmod Ahmadinejad, parece facilitarle la tarea.
Poco después de que el estadounidense hablara con los veteranos de
guerra, el iraní hizo su propia contribución a las tensiones
bilaterales.
"Pronto veremos
un gran vacío de poder en la región" de Medio Oriente, dijo en
una conferencia de prensa, aludiendo a Estados Unidos.
"Por supuesto,
nosotros estamos preparados para llenar ese vacío con la ayuda de
nuestros vecinos y nuestros amigos regionales como Arabia Saudita, y
con la ayuda de la nación iraquí", añadió Ahmadinejad.
Las acusaciones de
Bush contra Irán de añadir tensión en Medio Oriente bajo "la
sombra de un holocausto nuclear" y prometiendo enfrentar a Teherán,
cuyas acciones "amenazan la seguridad de las naciones en todas
partes", parecen un eco de las declaraciones contra el régimen
Saddam Hussein (1979–2003) antes de la invasión a Iraq.
De hecho, el discurso
de Bush a los veteranos en Nevada tuvo muchas similitudes con el que
dio a la nación el 10 de enero, en el que reveló nuevos elementos de
una postura agresiva hacia Irán.
Por primera vez, el
presidente acusó a Teherán de "proveer material de apoyo para
los ataques contra los soldados estadounidenses", mientras que
prometió "desbaratar" las acciones contra sus fuerzas y
"buscar y destruir las redes que proveen avanzadas armas y
entrenamiento a los enemigos (de Estados Unidos) en Iraq".
Poco después del
discurso de Bush en enero, fuerzas especiales estadounidenses
ingresaron al consulado de Irán en la septentrional ciudad iraquí de
Erbil y detuvieron a cinco iraníes, que Teherán asegura son diplomáticos.
Washington señaló que los detenidos son espías y miembros de las
IRGC.
Ese mismo día,
soldados estadounidenses estuvieron a punto de enfrentarse con fuerzas
de las milicias kurdas "peshmerga" cuando buscaban a otros
iraníes en el aeropuerto de Erbil.
Esta acción de
Estados Unidos fue duramente criticada por el gobierno iraquí.
"Lo que ocurrió fue muy molesto, porque esa era una oficina para
las relaciones con Irán que funcionaba desde hacía tres años y
brindaba servicios a los ciudadanos", dijo el canciller iraquí
Hoshiyar Zebari al canal de televisión Al–Arabiya.
Asimismo, las duras
palabras de Bush sobre Irán en Nevada fueron seguidas por una redada
contra el Hotel Sheraton Ishtar en Bagdad, donde ocho iraníes fueron
arrestados. Entre ellos había dos diplomáticos y seis miembros de
una delegación del Ministerio de Electricidad de Irán.
Una estación de
radio financiada por Washington informó que la delegación iraní se
encontraba en Bagdad para negociar contratos sobre centrales eléctricas.
Pese a que los ocho
iraníes fueron luego liberados –a diferencia de los cinco de Erbil,
que continúan detenidos–, estas acciones, combinadas con la guerra
de palabras, podrían intencionalmente o por accidente desatar una aun
mayor crisis.
Un funcionario
estadounidense calificó de "lamentable" lo ocurrido en el
Hotel Sheraton, pero negó que estuviera vinculado con las
declaraciones de Bush en Nevada.
(*) Trita Parsi es
autor de "Treacherous Triangle – The Secret Dealings of Iran,
Israel and the United States" ("Triángulo traicionero: Las
relaciones secretas de Irán, Israel y Estados Unidos", Yale
University Press, 2007). También es presidente del Consejo Nacional
Iraní Estadounidense.
Bush: amenaza nuclear
Por John Saxe–Fernández
La Jornada, 30/08/07
“He autorizado a
nuestros comandantes militares en Irak a hacer frente a las
actividades homicidas de Teherán.” A estas palabras de Bush,
pronunciadas el martes en Nevada, siguieron otras más ominosas: afirmó
que el programa nucleoeléctrico iraní amenaza dejar al Oriente Medio
“bajo la sombra de un holocausto nuclear”. Como el despliegue
naval de Estados Unidos en aguas cercanas a Irán incluye armamento
nuclear “táctico” y además Israel colocó en estado de alerta
una escuadra de bombarderos, presuntamente armados con armas “no
convencionales”, la “advertencia” de Bush no puede ser más
grave: otro indicio de su extremo desprecio de las normas de
convivencia internacional. El uso de la amenaza de “holocausto
nuclear” como parte de los instrumentos de política exterior, además
de reflejar desesperación e impaciencia totalitaria ante el crudo
desmoronamiento político–militar de la ocupación de Irak, es otra
manifestación de “criminalidad de Estado” del grupo en el poder
que acarrea enormes riesgos de intensificación bélica a escala
mundial.
Días antes de la
mencionada arenga y con el título de “Criminales controlan el Poder
Ejecutivo”, Paul Craig Roberts, ex subsecretario del Tesoro de
Ronald Reagan (1981–1989), conocido articulista y ex integrante de
la página editorial de The Wall Street Journal, escribió
que “el pueblo estadounidense y sus representantes en el Congreso
deben enfrentar el hecho de que personas criminales y dictatoriales
controlan el Poder Ejecutivo de Estados Unidos y deben de manera
inmediata rectificar esta situación, altamente peligrosa”. Después
de comentar las delicadas advertencias de Zbignew Brzezinsky ante el
Senado, analizadas aquí con anterioridad (La Jornada,
1/03/07; 5/07/07 y 16/08/07), Craig asevera que las razones para
desaforar a Bush y Cheney exceden en varios órdenes de magnitud el
conjunto de todas las que se han argumentado en el pasado para someter
a juicio a cualquier presidente estadounidense.
La amenaza de un
ataque convencional/nuclear contra Irán elucida el gran riesgo
mundial de la campaña bélico–electoral de Bush y Cheney,
respaldada por un sector “politizado” del Pentágono: tejen un
asalto armado contra Irán y lo que va quedando de la Constitución.
Ante ello, dice Craig, “lo mínimo que el Congreso puede hacer en
este estado avanzado del proceso es dejar en claro que cualquier
ataque contra Irán bajo cualquier pretexto sin la autorización del
Congreso o cualquier intensificación de la guerra en Irak sin una
autorización legislativa expresa… conllevaría la remoción
inmediata de Bush y Cheney”. La renuncia del fiscal Alberto González
fortalece la propuesta de Craig de que el Congreso, además,
investigue el ataque de Bush a las libertades civiles, la separación
de los poderes, las Convenciones de Ginebra y la desinformación usada
para “justificar” la agresión a Irak.
Robert Baer, un ex
miembro de la CIA, publicó en la revista Time del 18 de
agosto, que la Casa Blanca “atacaría Irán en los próximos seis
meses”, es decir, ya con el proceso electoral en su fase decisiva.
Baer constató los juicios de Craig cuando dijo a Fox News que el
asalto sería diferente al de Irak, porque no se prevé el envío de
tropas. El casus belli se centra en la presunta intervención
en Irak de la Guardia Revolucionaria Islamista de Irán (GRI) –la
mayor fuerza del ejército iraní–, que Bush está en vías de
colocar en la lista de “organizaciones terroristas”, lo que se
interpreta en Teherán como una declaratoria de guerra, y en la
acusación, hecha por varios oficiales militares adictos a Bush, sin
verificación independiente, de que Irán suministra “explosivos
sofisticados” a la “insurgencia” iraquí. Baer agregó que después
de un sondeo informal que realizó dentro del gobierno, “la sensación
es que atacaremos a la GRI” considerada “… un obstáculo para
que exista un Irán amistoso y democrático”. Además que “los
iraníes están interfiriendo en Irak y en el resto del Golfo”.
Esas
fuentes no anticipan una guerra que incluya el uso terrestre de
tropas. Lo que se plantea desde Nevada es reactivar la “guerra relámpago”
(blitzkrieg) hitleriana, en el contexto de la “doctrina de
la guerra de autodefensa anticipatoria” que Bush impulsó desde
2002, en desacato abierto a los fundamentos del derecho internacional.
“De ocurrir ese ataque”, dijo Baer, “… será algo muy rápido
y va a sorprender a mucha gente”. Además es un blitzkrieg
político–electoral para conservar el poder y restablecer, manu
militari, el control de la principal cuenca petrolera del
planeta. Decisión funesta que lejos de enfrentar la crisis hegemónica
que abate a Estados Unidos, la profundiza: la noción de que puede
gobernar el orbe amenazando a Irán, la región y a la humanidad con
un “holocausto nuclear”, lanzando tropas y/o explosivos de
destrucción masiva sin sufrir represalias igualmente devastadoras,
llegó a su límite no sólo militar, sino también comercial,
financiero y monetario: un ataque nuclear/convencional en la principal
cuenca petrolera del planeta haría estallar en pedazos
–literalmente– a la economía internacional y al dólar.
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