Bush
amenaza con una confrontación militar
con Teherán
Por Bill Van Auken
Global Research,
29/08/07
La
Haine, 04/09/07
Traducido del
inglés por Felisa Sastre
En su segundo
discurso sobre política exterior en menos de una semana, el
presidente Bush calificó la actual ocupación militar en Iraq como
parte de una lucha más amplia en la región para defender los
intereses vitales de Estado Unidos contra “los radicales y
extremistas”.
En este discurso estaba implícita la
amenaza de extender la guerra estadounidense en Oriente Próximo,
dirigida en primer término contra Irán.
“O triunfan las fuerzas extremistas o
vencen las que defienden la libertad”, afirmó Bush. “O nuestros
enemigos consiguen que triunfen sus intereses en Iraq o conseguimos
imponer los nuestros”.
El objetivo inmediato de estos discursos
repetidos- el primero pronunciado el pasado miércoles en la convención
de excombatientes de guerras en el exterior en Kansas City, y el
segundo en la reunión de la American Legion en Reno, Nevada-
es intimidar a la masiva oposición popular a la guerra de Iraq y
preparar el ambiente para el informe sobre la “intensificación”
en Iraq que el general David Petraeus y el embajador estadounidense
Ryan Crocker tienen que presentar al Congreso el próximo mes.
El que esta presentación se haya fijado
el 11 de septiembre – sexto aniversario de los atentados terroristas
en Nueva York y Washington- no es una simple coincidencia. Con toda
certeza se ha preparado como parte de una nueva campaña para
aterrorizar al pueblo estadounidense con la supuesta ubicuidad de la
amenaza terrorista.
En el propio discurso de Bush ya se
adelantaba. Una vez más, recurrió a la absurda y desgastada mentira
de que los 160.000 soldados estadounidenses están en Iraq para
derrotar a Al Qaeda, (incesante y falsamente calificada como “la
misma gente que atentó contra nosotros el 11-S”) supuestamente con
el fin de evitar nuevos atentados contra Estados Unidos.
“Lucharemos contra ellos allí para no
tener que enfrentarnos con ellos en los Estados Unidos de América”,
les dijo al grupo de excombatientes. El que no hubiera nadie en Iraq
que se identificara con Al Qaeda antes que Estados Unidos llevara a
cabo su invasión del país en marzo de 2003, es sólo uno de los
hechos inoportunos que la intensificación propagandística de la Casa
Blanca elude.
Acercándose más de lo habitual- aunque
todavía de forma oblicua- al reconocimiento de las razones reales
subyacentes en la guerra de Iraq, Bush declaró que “Estados Unidos
tiene interese vitales y permanentes en la región” y continuó:
“A lo largo de nuestra historia, el pueblo estadounidenses ha
establecido estrechos vínculos con esta región relacionados con el
comercio, la educación y la fe. Mucho antes de que se descubrieran
el petróleo y el gas en Oriente Próximo, la región era un eje
comercial clave. Es la cuna de las tres grandes religiones universales
y sigue siendo una encrucijada estratégica para el mundo”. [La
cursiva es del autor.]
Advirtiendo de las terribles
consecuencias que supuestamente se derivarían si Washington fracasara
en su intento de reprimir la resistencia y de establecer su dominio
imperialista en Iraq, el presidente dijo: “Si los extremistas
controlaran una parte sustancial del suministro energético del
planeta, podrían chantajear y sabotear la economía mundial. Dispondrían
de miles de millones de dólares de los ingresos por el petróleo para
comprar armas y proseguir con sus ambiciones letales.”
En este caso, Bush se limita a acusar a
quienes se resisten a la ocupación estadounidense de perseguir los
fines esenciales del imperialismo estadounidense y de los sectores
dominantes de la derecha en la elite dirigente que él mismo
representa. Gentes que intentan establecer, mediante la agresión
militar, el control exclusivo sobre las regiones petroleras clave de
Oriente Próximo y Asia Central para imponer la hegemonía
estadounidense en la economía mundial y colocar a Washington en
condiciones de dictar las normas a sus rivales en Asia y Europa, más
dependientes de las reservas energéticas de esas regiones que Estados
Unidos.
En su versión reducida de la sucia
guerra colonial que las fuerzas estadounidenses están desarrollando
en Iraq, Bush calificó la lucha de enfrentamiento contra dos “tipos
de radicalismo”: el extremismo sunní, que identificó con Al Qaeda,
y el extremismo chií, que asoció a Irán.
Bush acusó al primero de intentar
instaurar “un califato violento y radical que se extendería desde
España hasta Indonesia”, una ilusoria profecía a la que sólo los
ideólogos de la ultraderecha en Washington conceden la más mínima
credibilidad.
La supuesta amenaza del otro extremismo
radical, sin embargo, la presentó en términos mucho más concretos e
inmediatos.
Acusaciones contra Irán
Según Bush, “el extremismo chií está
apoyado y forma parte del régimen de Teherán”. Describió al
gobierno iraní como “el Estado que está a la cabeza del mundo en
la financiación del terrorismo” y denunció que amenazaba a la región
con “un holocausto nuclear”.
Bush repitió las acusaciones sin
fundamento de que las fuerzas estadounidenses están viéndose
atacadas cada vez más con armas suministrada por Irán y que miembros
de la Guardia de la Revolución Iraní están entrenando y armando a
“grupos extremistas” iraquíes.
Semejantes denuncias no tienen el
respaldo de los propios informes del ejército estadounidenses en Iraq.
El Pentágono ha reconocido recientemente que desde el inicio de la
escalada militar del pasado mes de febrero, ha registrado un 50 por
ciento de incremento en el número de presos que mantiene en prisión,
con un aumento de 16.000 a 24.500, aunque sólo ha identificado a 280
“combatientes extranjeros”, ninguno de ellos iraní.
Más aún, según las estadísticas
facilitadas la semana pasada en el New York Times, el 85 por
ciento de esos presos son sunníes, mientras que el resto de detenidos
chiíes pertenece en gran mayoría a partidarios del ejército sadrí
del Mahdi, abiertamente hostil a Teherán.
Las estadísticas facilitadas por el Task
Force 134 del Pentágono, que dirige las operaciones de detención
en Iraq, contradicen la totalidad de la tesis de Bush respecto a que
la guerra en Iraq es una “lucha ideológica” contra el extremismo
islamista. Sólo un puñado de esos presos se identifica con Al Qaeda
mientras el portavoz militar de las operaciones de detención describe
a la inmensa mayoría de ellos como “gentes indignadas” que “no
tienen empleo”.
En otras palabras, la resistencia no está
motivada ni por supuestas aspiraciones sunníes extremistas a un
califato ni por la agitación chií proveniente de Teherán sino por
la abrumadora hostilidad a las matanzas y devastadora destrucción
ocasionadas por la invasión y ocupación estadounidense en la
sociedad iraquí en su conjunto.
En su discurso, Bush hizo afirmaciones
sobre los supuestos progresos de su “intensificación” en la
mejora de esas circunstancias que sólo pueden calificarse como
mentiras evidentes.
“Nuestra nueva estrategia está
obteniendo resultados en los lugares prioritarios: ciudades y
barriadas donde viven los iraquíes normales. En esas zonas, los iraquíes
están cada vez más aceptándose unos a otros, aceptando a la Coalición
y al gobierno de Bagdad”.
Pero todos las informaciones provenientes
del Iraq ocupado refutan esas falsas afirmaciones. Entre las más
recientes, se encuentra un estudio realizado por la Associated
Press, en el que se demuestra que la tasa de muertos documentados
en su reportaje se ha duplicado casi desde el aumento de tropas,
subiendo de 32 a 62. La agencia de noticias reconoce que estas cifras
son una estimación a la baja de la auténtica carnicería ya que
“muchos asesinatos quedan sin registrar ni contabilizar”. Tampoco
se incluye en esas cifras a quienes, calificados de “insurgentes”,
mueren a manos de los militares estadounidenses y de las fuerzas de su
gobierno títere.
De la misma manera, la Media Luna Roja
iraquí [equivalente a la Cruz Roja] ha documentado que el número de
desplazados en el interior del país se ha duplicado desde el inicio
del año, más o menos desde que se inició la escalada militar
estadounidense, pasando de menos de 450.000 a más de 1.100.000 el 31
de julio.
Bush continuó sus alegatos contra Irán
con una inequívoca amenaza: Irán “no puede eludir las
responsabilidades derivadas de su ayuda a los ataques contra las
fuerzas de la Coalición y por el asesinato de inocentes iraquíes. El
gobierno iraní debe terminar con esas operaciones. Y si no lo hace,
tomaré las medidas necesarias para proteger a nuestros soldados. He
autorizado a nuestros mandos militares en Iraq a enfrentarse a las
actividades asesinas de Teherán.”
Las implicaciones son evidentes. La
debacle a la que se enfrenta la ocupación estadounidense en Iraq no
conduce a que el gobierno de Washington retire las tropas
estadounidenses sino por el contrario hacia una incluso más
sangrienta aventura bélica.
Las acusaciones de
supuesto terrorismo iraní y posesión de armas son una repetición
exacta de los pretextos utilizados hace cuatro años y medio para
preparar la guerra de agresión contra Iraq. Hay todos lo motivos para
creer que el mundo está al borde de otro estallido del militarismo
estadounidense
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