Por
qué Bush puede atacar Irán
Por Jean Bricmont (*)
Counterpunch,
04/09/07
Sin Permiso, 09/09/07
Traducción
de Casiopea Altisench
Mucha gente en el movimiento antiguerra tratan de
convencerse a sí mismos y de tranquilizarse: no es posible que Bush
ataque Irán. No tiene los medios para hacerlo, o, tal vez, ni
siquiera él es lo bastante loco para embarcarse en tamaña empresa.
Se avanzan diversas razones particulares, como: si ataca, los chiítas
en Irak cortarán las líneas de suministro de EEUU; si ataca, los
iraníes bloquearán los Estrechos de Ormuz o activarán redes
terroristas durmientes por todo el planeta; Rusia no permitirá un
ataque de este tipo; China no lo consentirá: se deshará de los dólares;
el mundo Árabe explotará.
Todo eso es dudoso. Los chiítas en Irak no se limitan a
obedecer simplemente a Irán. Si no se sublevan contra EEUU cuando su
propio país está ocupado (o si no se sublevan sistemáticamente), no
es probable que se subleven contra EEUU si un país vecino es atacado.
En lo tocante al bloqueo de los Estrechos o al desencadenamiento de
una ola terrorista, no sería sino una ulterior justificación para
seguir bombardeando Irán. Después de todo, un casus belli
capital contra Irán es, aunque parezca mentira, que supuestamente
ayuda a la resistencia contra los tropas norteamericanas en Irak, como
si esas tropas estuvieran allí en territorio propio. Si eso puede
funcionar como un argumento para bombardear Irán, entonces cualquier
contramedida que Irán pudiera tomar no haría sino, simplemente,
contribuir a "justificar" más bombardeos, posiblemente
nucleares. Irán es fuerte, en el sentido de que no puede ser
invadido; pero poco puede hacer contra bombardeos de largo alcance
acompañados de amenazas nucleares.
Rusia está aumentando su arsenal militar (que ahora está
a mucha distancia del norteamericano), pero no puede hacer nada más,
y Washington estaría encantado de una reacción rusa, que le
proporcionaría más argumentos para incrementar sus propias fuerzas
militares. China solamente se preocupa de su propio desarrollo, y no
se desharía de sus dólares por razones que no fueran estrictamente
económicas. El grueso de los gobiernos árabes, si no sus
poblaciones, no vería con malos ojos un baño de humillación para
los dirigentes chiítas iraníes. Esos gobiernos tienen fuerzas
policiales suficientes para controlar cualquier oposición popular:
después de todo, es lo que lograron hacer tras el ataque a Irak.
Con el cambio de Chirac por Sarkozy, y la casi completa
eliminación de lo que quedaba de gaullismo (básicamente, a través
de procesos judiciales sobre asuntos más bien triviales), Francia ha
dejado de ser el país más independiente de Europa para pasar a ser
el más sumiso (tal era, de hecho, el asunto principal que se dirimía
en las recientes elecciones presidenciales, pero nunca se mencionó en
campaña). En Francia, además, la "izquierda" laica es, en
conjunto, hostil a Irán por las razones habituales (mujeres, religión).
No habría manifestaciones masivas en Francia, ni antes ni después
del bombardeo. Y sin el apoyo de Francia, Alemania –en donde la
guerra es con toda probablidad muy impopular— siempre puede ser
silenciada trayendo a la memoria el Holocausto, de modo que, de
Europa, no vendría oposición significativa a la guerra (excepto tal
vez de las poblaciones musulmanas, lo que daría un argumento más
para probar su "atraso", su "extremismo" y su
hostilidad a la "civilización democrática").
Todas las señales de un ataque a Irán están presentes.
El país ha sido demonizado a consciencia porque no es amable con las
mujeres, con los gays o con los judíos. Eso basta por sí solo para
neutralizar a una buena parte de la "izquierda"
norteamericana. El asunto, huelga decirlo, no es si Irán es amable o
no de acuerdo con nuestros propios puntos de vista, sino si hay alguna
razón jurídica para atacarlo, y no hay ninguna. Pero la ideología
dominante de los derechos humanos ha legitimado, especialmente en la
izquierda, el derecho de intervención, en cualquier parte y en
cualquier momento, por motivos humanitarios, y esa ideología ha
logrado un éxito apabullante en eclipsar como asunto menor el del
derecho internacional.
Israel y sus fanáticos valedores norteamericanos desean un
ataque a Irán por causa de los crímenes políticos de este país:
por su apoyo a los derechos de los palestinos, o por su
cuestionamiento del Holocausto. Los dos partidos políticos
norteamericanos están por igual sometidos al lobby israelí, y lo
mismo los medios de comunicación. El movimiento antiguerra está
demasiado preocupado también por la seguridad de Israel para defender
seriamente a Irán, y no se metería con los verdaderos arquitectos de
esa guerra venidera –los sionistas— por temor a "provocar
antisemitismo". Culpar a las grandes compañías petroleras en la
guerra de Irak era cosa harto discutible, pero en el caso de Irán,
puesto que el país sería bombardeado pero no invadido, no hay razón
alguna para pensar que las transnacionales petroleras quieran la
guerra, a diferencia de los sionistas. De hecho, las grandes
petroleras probablemente se oponen radicalmente a la guerra, pero son
tan incapaces de detenerla como el resto de nosotros.
En lo atinente a Israel, EEUU es una sociedad totalitaria de
facto: resulta allí inaceptable cualquier oposición articulada.
El Congreso norteamericano aprueba resoluciones pro-Israel una tras
otra, con mayorías "estalinistas". A la población parece
resultarle indiferente. Y si así no fuera, ¿qué podría hacer? ¿Votar?
El sistema electoral está extremadamente sesgado en contra de la
aparición de un tercer partido, y los dos grandes partidos están
igualmente sometidos a la influencia sionista.
La única cosa que podría detener la guerra sería que los
mismos norteamericanos amenazaran a su gobierno con una desobediencia
civil masiva. Pero no ocurrirá tal cosa. Una buena parte de la
izquierda académica dejó hace tiempo de informar a la opinión pública
sobre lo que pasa en el mundo real, a fin de poder debatir si el
Capital es un Significante o un Significado, o para ocuparse de sus
Cuerpos y sus Yoes, mientras que los predicadores animan a sus rebaños
para que se refocilen con cualquier nuevo signo de que el fin del
mundo está cercano. Los niños iraníes no dormirán por las noches,
pero la intelectualidad norteamericana de la izquierda liberal seguirá
dando lecciones académicas al RDM (Resto Del Mundo) sobre los
Derechos Humanos. De hecho, el que prevalezcan los "argumentos
tranquilizadores" mencionados al principio prueba que el
movimiento antiguerra está clínicamente muerto. Si no lo estuviera,
confiaría en sus propias fuerzas para detener la guerra, en vez de
especular con las vías por las que otros pueden lograrlo.
Entretanto, el vómito de una ingente cantidad de odio se
habrá vertido sobre el mundo. Pero en el corto plazo, puede que
aparezca como una gran "victoria" occidental. Como la creación
de Israel en 1948. Como el derrocamiento de Mossadeq por la CIA en
1953. Como la anexión de la Alsacia-Lorrena, que pareció una gran
victoria alemana tras la debacle francesa de Sedán en 1870. Mucho
tiempo después del fin de la Administración Bush, se sentirán las
consecuencias de esta guerra.
PS: Este texto no quiere ser una profecía, sino una
(urgente) llamada a la acción. Nada me haría más feliz que ser
refutado por los hechos.
(*) Miembro
del Consejo Editorial de Sin Permiso ,es profesor de física en la
Universidad de Louvain la Neuve, Bélgica. Es miembro del Tribunal de
Bruselas. Su último libro acaba de publicarse en Monthly Review
Press: “Humanitarian Imperialism” . Es sobre todo conocido en el
mundo hispano por su libro –coescrito con el físico norteamericano
Alan Sokal— “Imposturas intelectuales” (Paidós, 1999), un
brillante y demoledor alegato contra la sedicente izquierda académica
relativista francesa y norteamericana en boga en los últimos lustros
del siglo pasado.
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