De
visita en un mercado de opio
Por
Bilal Sarwary
BBC,
Bazar Shaddle, 27/08/07
Viajando por la
principal carretera de Afganistán entre Jalalabad y Torkham,
eventualmente se llega al bazar Shaddle, un mercado de cerca de 30
tiendas en la provincia oriental de Nangarhar, en la frontera con
Pakistán.
A primera vista se
parece a cualquier otro mercado que vende bienes de consumo general.
Pero en realidad es
uno de los mayores mercados de opio en Afganistán.
Campesinos de
Nangarhar y otras provincias adyacentes llevan el opio a Shaddle para
su venta. Buena parte proviene de Nangarhar y Helmand, dos de las
provincias con mayor producción de opio en Afganistán.
Choza
de barro
Miles de kilogramos
de opio se compran y se venden todos los días.
Al sentarse dentro de
la tienda, la tensión entre los traficantes es palpable.
Por unos minutos se
presentan airadas discusiones acerca de los precios y la calidad del
opio antes de completarse la transacción.
Hay grandes balanzas
en la tienda, y el asistente las usa para pesar el opio.
Gul Mohammad está
ocupado contando rupias paquistaníes para pagar el opio que compró
de uno de sus clientes.
En su choza de barro
compra cientos de kilos de opio todos los días.
Afuera de su tienda
van y vienen vehículos.
Constantemente se
sirve té verde a los visitantes.
Pero no hay que
estudiar muy de cerca lo que ocurre para notar lo inusual: un hombre
carga una bolsa llena de billetes, cientos de miles de afghanis
(la divisa de ese país).
Los traficantes están
todos armados.
Dicen que es por su
propia protección.
Los clientes entran a
la tienda con opio empacado clandestinamente.
Vigilan
constantemente vigilando en caso de que aparezcan informantes del
gobierno.
En repetidas
ocasiones se me advierte que no tome fotografías de los rostros de
nadie.
Los nombres de las
personas involucradas en el tráfico de drogas en este artículo han
sido cambiados para proteger su identidad.
"Podrían
matarnos o arrestarnos", dice una de las pocas personas en la
tienda dispuesta a hablar conmigo.
Hacia
Europa
Algunos habitantes
locales, como Abdullah Jan, de 18 años de edad, tienen que caminar
horas para llegar a Shaddle.
La apariencia de
cansancio en su rostro lo explica todo.
Si es detenido por
agentes gubernamentales o bandidos perderá el dinero con el que
alimenta a su familia todo el año.
"Salí a las
cuatro de la mañana y llegué aquí después de cuatro horas. Traje
10 kilos de opio de mis cultivos para venderlo".
Luego de una ardua
negociación con Gul Mohammad Khan, el negociante de opio, obtiene el
equivalente de US$1.400.
Es más de lo que
conseguiría con cualquier otro cultivo.
Es uno de cientos de
personas que viajan al bazar de Shaddle a comprar o vender opio.
De ahí, el producto
es llevado a las montañas y pueblos cercanos, a laboratorios
instalados por los narcotraficantes locales, donde se procesa para
fabricar la heroína.
Eventualmente llegará
a las calles de Europa.
Luego de la caída
del gobierno de los talibanes en 2001, el mercado ha sido allanado
varias veces por las autoridades, pero una y otra vez ha reabierto.
En meses recientes,
la fuerza de élite antidrogas de Afganistán ha incursionado en el
bazar con el apoyo de fuerzas extranjeras en el país.
Llevaron a cabo
arrestos y confiscaron opio y heroína en grandes cantidades.
Pero no pudieron
cerrar el bazar indefinidamente.
El año pasado, los
niveles de producción de amapola de Afganistán alcanzaron niveles récord.
El informe anual
sobre narcóticos del Departamento de Estado de EE.UU. señaló que el
floreciente tráfico de drogas estaba socavando la lucha contra los
talibanes.
Mafia
poderosa
Advirtió de un
posible aumento en las sobredosis por heroína en Europa y el Medio
Oriente, como resultado.
La producción de
amapola creció 25% en 2006, un incremento calificado como
"alarmante" por la Secretaria de Estado adjunta de EE.UU.
Ann Patterson.
Cuatro años después
de que Estados Unidos y sus aliados británicos empezaran a combatir
la producción de amapola, Afganistán todavía es reponsable de 90%
del tráfico mundial de opio.
Estados Unidos ha
concedido al gobierno afgano más de US$10.000 millones en asistencia,
pero la mayor parte del dinero se invertirá en seguridad en vez de
promover fuentes alternativas de ingreso.
Para Gul Mohammad
Khan ser un comerciante de opio es su manera de sobrevivir.
"Si tuviéramos
carreteras, clínicas, fábricas y existieran oportunidades de
trabajo, yo no estaría haciendo lo que hago ahora", sostiene.
En los últimos 10 años
Mohammad ha visto pasar a muchos regímenes y funcionarios locales.
Su tienda ha sido
allanada muchas veces, pero nunca ha sido arrestado.
Adentro, me muestran
opio de distintas calidades y otras materias primas usadas para
fabricar heroína.
Los precios
corrientes van entre 10.000 afghanis (US$201) por un kilogramo de opio
seco - el de mejor calidad -, y 5.500 afghanis por opio húmedo.
Que
persigan a los traficantes
Fuentes oficiales
reconocen que la mafia es fuerte. "Son tan fuertes que a veces
tienen más hombres que nosotros cuando los combatimos", dice el
general Daud Daud, viceministro del Interior a cargo de operaciones
antinarcóticos.
"En estas montañas
del distrito de Achin y otros pueblos fronterizos tienen de todo,
desde ametralladoras pesadas hasta lanzagranadas y, por supuesto,
mejores vehículos y más dinero que nosotros".
Haji Deen Gul, quien
vende 20 kilos de opio, es crítico del gobierno afgano y de la
comunidad internacional por tomar a los campesinos como sus objetivos.
En cambio, le gustaría
que el objetivo de las autoridades sean los traficantes.
"Deberían
perseguir a los que venden la heroína a países occidentales. Yo
vendo mi opio para alimentar a mi familia y de mi heroína incluso
pueden fabricar medicamentos. Cuando me suministren agua y carreteras,
entonces dejaré de cultivar la amapola".
Antes de dejar la
tienda de Gul Mohammad Khan, me dice que vender opio no es lo que a él
le gustaría estar haciendo.
"No quiero que
mis hijos estén en este negocio y espero que algún día el mundo
pueda ayudarnos. Sólo entonces podremos detener el tráfico de
opio".
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