Crisis
de la dictadura del general Musharraf
Pakistán:
pieza inconclusa para país atómico
Por
Gennaro Carotenuto
Rebelión, 29/09/07
A una semana de las
elecciones del 6 de octubre, el dictador filoestadounidense Pervez
Musharraf, ahora candidato, se aferra al poder aunque deba pactar con
su ex enemiga Benazir Bhutto. Del otro lado está el islamismo
radical. Esta cobertura analiza la interna política del único país
musulmán que tiene armas atómicas, así como sus relaciones con
Estados Unidos y China.
Incapaz de elegir una
línea política propia y, según los vaticinios de sus enemigos,
siempre a punto de caer, sin hacer nada o casi nada, Pervez Musharraf
sigue siendo un punto de equilibrio, mediocre pero equilibrio al fin y
al cabo, lo cual le permite seguir en el poder. La realidad es que los
otros actores de este país clave, situado entre el mundo islámico y
la India, temen el vacío y, tras el vacío, la dirección que las
masas paquistaníes podrían tomar. Tres veces en las últimas seis
semanas Musharraf y Pakistán estuvieron en las portadas de la prensa
internacional. En agosto reprimió, pero podríamos casi decir
"con medida", a los islamistas que ocuparon Lal Masjid, la
Mezquita Roja de Islamabad, la capital. Lal Masjid era el centro
principal de la parte más radical del islamismo paquistaní, la minoría
que propugna la instauración de un régimen de tipo talib en el
segundo país musulmán más poblado del mundo, después de Indonesia.
Se registraron unos 60 muertos. Un alto precio que, sin embargo, no
representó -por ahora- el inicio de una guerra total contra el
islamismo neotalib que, influenciado por el cercano Afganistán, sopla
fuerte sobre tierras paquistaníes.
Luego, en lo que
representó su segunda aparición en las portadas, aunque esta vez en
letra algo más pequeña, el dictador estuvo a punto de imponer el
estado de sitio. No lo impuso. Y hubo una tercera vez, el 10 de
setiembre, cuando el ex primer ministro Nawaz Sharif intentó volver
al país y Musharraf le ofreció no arrestarlo a cambio de que
volviera a su exilio, cosa que Sharif, después de algunas horas en el
aeropuerto de la capital, terminó aceptando.
Musharraf está hoy más
cuestionado que nunca, desde que en 1999 llegó al poder mediante un
golpe militar. El ex juez de la Corte Suprema Wajih-udin Ahmad, que en
el año 2000 dimitió como protesta contra el autoritarismo, también
se postuló a la presidencia. El Poder Judicial siempre ha sido -cosa
bastante peculiar en el desarrollo de dictaduras militares- el lugar más
álgido de oposición al régimen. El pasado marzo el intento del
dictador de liberarse de otro juez, el presidente de la Corte Suprema
Iftikhar Chaudry, causó huelgas y violencias.
Sin embargo la
oposición no puede ganar las elecciones y pide por lo menos que
Musharraf se separe del ejército. La ex presidenta Benazir Bhutto
debería regresar al país el 18 octubre. Pese a que el partido de
Butho presentará un candidato propio contra Musharraf, Estados Unidos
está negociando para ella el lugar de primera ministra en el Pakistán
que emergerá de las elecciones y que casi seguramente estará
presidido por el hoy dictador. Mientras tanto, la Corte Suprema, la
piedra en el zapato del dictador, debe pronunciarse sobre la
admisibilidad de la candidatura del aún jefe del ejército. Al menos
12 militantes han sido arrestados este miércoles por manifestarse a
favor de este organismo. Mientras tanto, en la mañana del jueves, la
Corte Suprema decidió y ordenó al Poder Ejecutivo que ponga en
libertad al menos a cien opositores arrestados en la última semana,
entre los cuales se cuentan dirigentes de la oposición, tanto laica
como religiosa.
La situación es caótica.
Si la corte se pronuncia a favor del dictador, permitirá elecciones
formalmente democráticas que lo perpetúen en el poder. Si se
pronuncia en contra, es de esperar que Musharraf la disuelva, a la vez
que disolvería el Parlamento y proclamaría la ley marcial. La
organización Al Qaeda emitió el día 21 un comunicado con el cual
declaró la guerra al "tirano y corrupto Pervez Musharraf".
Aunque la mayoría de los analistas coinciden en considerar que los
islamistas radicales están lejos de tener fuerzas suficientes como
para sostener una guerra civil contra la dictadura, un sondeo indica
que el saudita Osama bin Laden hoy en día es más popular en Pakistán
que el dictador filoestadounidense.
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