Tres
tristes tigres pierden en Afganistán
Por
Alberto Cruz
CEPRID,
01/10/07
La
Administración Bush ha pedido 198.000 millones de dólares para
sufragar las guerras de Irak y Afganistán durante 2008. No para la
reconstrucción, ni para fomentar las instituciones democráticas, ni
para reforzar la seguridad como se ha venido diciendo hasta ahora en
la neolengua de Orwell, sino para la guerra. Directamente, ya sin
subterfugios léxicos. Es un reconocimiento expreso de que las cosas
le van mal, muy mal. Pero si en Irak la vocación es de permanencia
para asegurar el control del petróleo, como lo atestigua la
construcción de cuatro superbases y lo ratificó Bush en su más
reciente discurso equiparando a ese país árabe con Corea del Sur, en
Afganistán la cuestión no es tan clara. Con la invasión no se
entreveían ventajas energéticas a medio-largo plazo y principalmente
era una cuestión geoestratégica para molestar a China y debilitar a
Rusia por su flanco sur, ya prácticamente rodeada por la expansión
de la OTAN hasta sus fronteras europeas y con bases militares
estadounidenses en países pertenecientes a la ex URSS como Georgia,
Azerbaiyán o Tayikistán. De ahí que requiriese la participación de
la OTAN en la supuesta "pacificación y reconstrucción" del
país. Y los europeos, nuevos y viejos, como diría Rumsfield, se
prestaron raudos y veloces a secundar a su patrón en una nueva y patética
muestra de falta de política exterior independiente y no sumisa a los
intereses del imperio.
El
siguiente cuadro refleja el número de países que están ocupando
Afganistán en estos momentos:
26 países de la OTAN
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11 países no OTAN
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Número de tropas aproximadas en ISAF: 39.500
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Italia
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Hungría
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Austria
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Alemania
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Dinamarca
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Suecia
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Holanda
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Lituania
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Croacia
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España
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Rep. Checa
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Finlandia
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Francia
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Eslovenia
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Albania
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Rumanía
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Bulgaria
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Azerbaiján
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Gran Bretaña
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Grecia
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Macedonia
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Bélgica
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Estonia
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Irlanda
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Noruega
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Eslovaquia
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Nueva Zelanda
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EEUU
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Islandia
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Suiza
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Portugal
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Letonia
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Australia
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Turquía
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Polonia
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Canadá
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Luxemburgo
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Al
pedir más dinero Bush reconoce explícitamente que pierde en Afganistán.
Un triste tigre en apuros. Lo mismo que la OTAN, que no puede
incrementar sus tropas -a pesar de las peticiones que recibe tanto
desde EEUU como de la ONU- y que ve cómo día a día el número de
bajas se incrementa. La OTAN ha revestido su presencia en Afganistán,
al igual que en Líbano, con un lenguaje bucólico que en nada se
corresponde con la realidad. Proporcionalmente, está sufriendo un número
mayor de bajas que los EEUU: de los 694 muertos que contabilizan las
tropas ocupantes al día 25 de septiembre, 441 eran estadounidenses y
253 del resto de países. A excepción de un australiano y dos suecos,
todos los demás pertenecían a las tropas de la OTAN, incluyendo los
dos últimos muertos pertenecientes al contingente español. El número
de heridos es de 6.710 en los seis años que lleva ya la ocupación.
Si se hace una comparación con Irak (4.099 muertos y 36.943 heridos)
las proporciones son similares, una decena de heridos por cada muerto.
¿Cuál
es la razón por la que el número de soldados ocupantes muertos en
Afganistán es sensiblemente menor a la de Irak, cuando en un país se
viene interviniendo desde 2001 y en otro desde 2003? Pues que en el
primer país la fuerza ocupantes es sensiblemente menor y, además,
está circunscrita prácticamente a las ciudades. Apenas hay presencia
en las zonas rurales hasta el extremo que, hoy por hoy, las diversas
fuerzas que componen la resistencia afgana controlan el 75% del
territorio del país.
Un
variado conglomerado de fuerzas anti-ocupación
No
es correcto identificar como talibán a todo el espectro anti-ocupación
afgano. Es cierto que los talibanes se han reorganizado y que componen
la parte más numerosa de la resistencia pero, además, están otros
importantes componentes como el Partido Islámico de Gulbuddin
Hekmatyar (cuyo feudo es la provincia norteña de Kunduz), resistentes
nacionalistas liderados por Jalalladin Hakkani, militantes de Al Qaeda,
traficantes de opio y todo tipo de combatientes locales hartos de la
prepotencia occidental y, sobre todo, de las bajas civiles que causan.
Cada vez son más numerosas las poblaciones que abandonan al régimen
marioneta de Karzai y se vuelcan con la insurrección. No hay que
olvidar que el programa "estrella" de los colaboracionistas
es el combate contra la producción de opio y eso les lleva a
destrozar todo tipo de plantaciones sin tener en cuanta que en su
inmensa mayoría son tierras de campesinos pobres que no tienen otro
medio de subsistencia. Y eso lo hacen tanto mercenarios de la Dyncorp
(la corporación estadounidense que está supuestamente realizando al
misma operación en Colombia) como los ocupantes -bajo la dirección
de Gran Bretaña- y las tropas colaboracionistas. Estas últimas
tienen un impresionante currículo: roban, violan, extorsionan,
torturan y asesinan con total impunidad. La represión de las
manifestaciones anti-ocupación está a la orden del día. El ejército
colaboracionista está compuesto, mayoritariamente, por provenientes
de la etnia tayika, por lo que la reacción de los patanes (pastunes,
si se utiliza la etimología anglosajona) es absolutamente normal. Las
milicias tayikas fueron el principal sostén de los EEUU en el
derrocamiento de los talibanes, que son de etnia patán (pastún) y es
el grupo étnico más numeroso de Afganistán.
En
este panorama de la resistencia hay que incluir a una pequeña facción
de la izquierda, identificada con el pensamiento maoísta, que está
planteando en sus documentos la posibilidad de iniciar la lucha
armada. Este sector, que también se opuso a la ocupación soviética,
se ha mantenido dentro de la lucha política, que no militar, pero en
estos momentos advierte que está en "una etapa de preparación
para la guerra popular contra la ocupación imperialista". El
salto en la guerra sería entonces cualitativo y la derrota de los
ocupantes, con la OTAN a la cabeza, total. Ya no se estaría ante una
insurrección religiosa (talibán) sino política y económica, con lo
que el sesgo de la guerra cambia dejando sin "argumentos" a
los ocupantes.
Los
EEUU, la OTAN y la ONU son tres tristes tigres que están perdiendo en
Afganistán (y el amaestrado gobierno semicolonial de Karzai). En
estos momentos, la capacidad militar de las diferentes organizaciones
de la resistencia afgana se ha multiplicado por cuatro desde la invasión,
en septiembre de 2001. El Senlis Council, la insitución que más se
ha venido preocupando por la situación en Afganistán, y en nada crítica
con los ocupantes, ha publicado un informe en el que aparece el gráfico
que se muestra más abajo y que reconoce el auge de las fuerzas anti-ocupación
y cómo éstas se han extendido por todo el país hasta estar
presentes en el 75% del territorio, como se decía más arriba, con
intensidad desigual pero significativa presencia (1).
La
ONU no lo dice con tanta claridad, pero en la última resolución del
Consejo de Seguridad (2) expresa su preocupación por "el aumento
de las actividades violentas y terroristas de los talibanes, Al-Qaida,
los grupos armados ilegalmente y quienes participan en el comercio de
estupefacientes". Algo más claro es el secretario general de la
organización multinacional, Ban Ki-moon, en su más reciente informe
(3): "los actos de violencia perpetrados por insurgentes y
terroristas ha aumentado en un 20% como mínimo respecto de 2006; se
registró un promedio de 548 incidentes por mes en 2007, en comparación
con un promedio de 425 por mes en 2006".
A
principios de 2007 el control de la guerrilla se limitaba a 20
distritos de tres provincias: Kandahar, Helmand y Uruzgan . Por lo
tanto, el rápido crecimiento y extensión de las fuerzas anti-ocupación
hay que achacarlos a múltiples razones, pero a dos principalmente:
por una parte, que muchos de los funcionarios del gobierno
semicolonial de Karzai apoyan a los guerrilleros; por otra, que los
continuos y reiterados bombardeos de la OTAN contra poblaciones
enteras (como los ocurridos este verano) han volcado a la población
afgana en contra de los ocupantes.
La
Izquierda Radical de Afganistán (LRA) decía en un comunicado el
pasado mes de julio (4) que la OTAN está sometiendo a Afganistán a
un baño de sangre con los bombardeos de poblaciones y las matanzas
contra civiles. Con un lenguaje más moderado, el ministro de Asuntos
Exteriores italiano tuvo un rasgo de honestidad, poco corriente entre
sus colegas, y dijo que "[la muerte de civiles] no es aceptable a
nivel moral y es un desastre a nivel político". La
responsabilidad de la ONU en estas matanzas no es pequeña, puesto que
es la cobertura legal que arropa a los EEUU y a la OTAN. De ahí que
en la resolución citada exprese su "preocupacion" por las víctimas
civiles y haga un llamamiento a la Fuerza Internacional de Asistencia
para la Seguridad (es decir, la OTAN) y otras fuerzas internacionales
para "minimizar" el riesgo de víctimas civiles y a adoptar
"todas las medidas posibles a fin de garantizar la protección de
la vida de la población civil y el respeto al derecho internacional
humanitario y las normas de derechos humanos" (sic). Una clara
confesión de parte y del patetismo de una ONU que ya ha perdido toda
credibilidad como garante de la seguridad en el mundo. ¡Qué no estará
pasando en Afganistán, fuera de una mínima cobertura mediática,
aunque sea en esa modalidad servil de los "empotrados", si
la ONU pide a quienes teóricamente la representan que cumplan con el
derecho internacional humanitario!
Matanzas
anónimas
La
opinión pública europea está anestesiada, por eso los portavoces de
la OTAN dicen sin ruborizarse que ellos [las fuerzas de la ISAF de la
OTAN] se comportan de una manera diferente a los EEUU: advierten con
24 horas de antelación que van a bombardear una aldea, por lo que si
los habitantes no la abandonan no hay que achacar a la "Alianza
Atlántica" la responsabilidad de los muertos. El muerto es el
propio responsable de su muerte por haberse quedado en su casa, en su
tierra. Dado que no hay testimonios fuera de los afganos, siempre
puestos en duda por los occidentales defensores de la libertad de
prensa, sobre lo que pasa tras esos bombardeos anunciados hay que dar
por bueno lo que relatan unos canadienses tras una incursión de sus
tropas en una aldea: "por supuesto que la gente evacúa [la
aldea], pero las tropas no entran en los edificios [que no han sido
destruidos] por temor a que haya trampas explosivas, por lo que
destruyen el edificio, las granjas, los pozos y entonces dicen [a la
gente] que ya pueden volver" (5). Ganando corazones y mentes como
en Vietnam, como en Irak. Luego van con una pequeña compensación
(2.000 dólares, 1.430 euros) por los "daños colaterales"
si hay muertos por medio. Pero resulta que sólo cuatro países de la
lista de ocupantes lo hacen de forma constante, y entre ellos no están
ni EEUU, ni Gran Bretaña, ni Francia, ni España, por ejemplo.
Tal
vez por testimonios como éstos, o por el hecho de que Canadá es el
país que más soldados muertos tiene tras EEUU, la oposición quiere
retirar las tropas. Sólo el Partido Conservador, que tiene una pequeña
mayoría en el Parlamento pero insuficiente, quiere que se mantengan
"hasta que el trabajo esté hecho". Mientras que debates
similares se producen en otros países que tienen tropas en Irak,
respecto a los que ocupan Afganistán sólo Canadá ha dado el primer
paso.
Al
igual que en Irak, no hay cifras sobre el número de muertos civiles
que está causando la ocupación. Marc W. Herold, economista de la
universidad de New Hampshire, ha realizado un estudio en el que
identifica a 4.643 muertos civiles desde septiembre de 2001 a octubre
de 2006. Como es lógico, esta cifra se ha incrementado
considerablemente porque desde entonces la OTAN ha incrementado los
bombardeos contra zonas civiles. La ONU habla tímmidamente de mil
muertos entre el 1 de enero y el 1 de agosto de 2007(6) escudándose
en que "en muchos casos las condiciones de seguridad, que limitan
el acceso de la Misión a las zonas de combate, y el hecho de que se
trata de una situación políticamente delicada dificultan la
recopilación de datos suficientes para elaborar un informe completo
de incidentes". No debería extrañar, por lo tanto, el
crecimiento del sentimiento nacionalista, anti-estadounidense y anti-occidental
en general que lleva a engrosar las fuerzas anti-ocupación. Se acusa
a las fuerzas anti-ocupación, genéricamente identificadas como
talibanes para que tal término se interiorice en el subconsciente
colectivo como sinónimo de retrógados y de que las tropas están allí
para llevar el progreso, de protegerse entre la población civil, como
si en una guerra asimétrica la guerrilla dijese "¡eh, estoy aquí,
ven a bombardearme a campo abierto!". Pero lo que se vive en
Afganistán cada vez se parece más a una guerra de guerrillas,
incluso en una fase más avanzada: la guerra de movimientos.
El
barbarismo de la ocupación está generando el caldo de cultivo para
una cada vez mayor resistencia, aunque aún se está lejos de un
movimiento nacionalista de corte izquierdista o, simplemente,
progresista. Al igual que en Irak, el derecho del pueblo afgano a su
soberanía, autodeterminación y dignidad está fuera de toda duda
aunque las fuerzas de ocupación se amparen con el color azul de la
ONU. Tanto EEUU como la OTAN y la ONU vienen insistiendo en que
cualquier retirada de las tropas ocupantes de Afganistán dejará un
vacío que será llenado por "extremistas". Con el control
directo o indirecto del 75% del país por parte de las fuerzas anti-ocupación
esto no es más que otra falacia occidental. Como la ocurrida en
septiembre de 2006 cuando canadienses y británicos se jactaron de que
habían causado 500 bajas a los talibanes en Panjwai y en Zahri después
de dos semanas de ataques aéreos y de repetir, una y otra vez, que
tenían rodeadas esas localidades. Pero resultó que no pudieron
mostrar ni un solo cuerpo de esas supuestas 500 bajas porque,
sencillamente, los combatientes anti-ocupación (fuesen talibanes o
no), habían desaparecido. Entonces cambió el discurso y dijeron
"hemos hecho huir a los talibanes". Estos son los cuentos de
hadas que escucha la opinión pública occidental... hasta que los
soldados muertos de sus tropas, o el secuestro de sus nacionales, les
devuelven a la realidad.
En
esa realidad también está la ONU, que dice que el Afganistán
"liberado de la brutalidad talibán" genera el 92% de la
heroína que se consume en el mundo. Un reconocimiento de parte que no
le exime de responsabilidad, de su derrota. La Oficina de las Naciones
Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC) dice que Afganistán está
a punto de convertirse en un "narco-Estado", aunque al mismo
tiempo reconoce que "la producción de opio constituye la mayor
fuente de empleo en Afganistán" (7). Lo mismo que dicen las
fuerzas anti-ocupación. El UNODC cuantificaba en 165.000 hectáreas
las dedicadas a la producción de opio en 2006, la mayoría en zonas
controladas por los aliados del gobierno semi-colonial de Karzai y en
zonas con presencia militar ocupante. Entonces el opio estaba en manos
de la élite pro-occidental y formaba parte de la campaña
contrainsurgente. Con la expansión territorial de la guerrilla y el
control que viene ejerciendo de estas zonas, el opio se convierte casi
en un elemento esencial de la guerra anti-ocupación.
Los
EEUU y sus aliados no van a ganar la guerra en Afganistán. Toda
su estrategia es un fiasco y el número de muertos se incrementará
mientras se derrumba un régimen que apenas controla la capital y unas
cuantas provincias donde deja hacer a los señores de la guerra con
los que se ha aliado. EEUU, OTAN, ONU y el títere Karzai están
claramente a la defensiva, enfrentados a una gran mayoría de la
población afgana que los rechaza. El siempre dócil Ban Ki-moon lo
dice con claridad: "A medida que aumenta la presión sobre el
proceso de transición en el Afganistán debido a la insurgencia, las
deficiencias en la gobernanza y la economía basada en los
estupefacientes, el Gobierno del país, con el apoyo de la comunidad
internacional, deberá demostrar su voluntad política tomando las
medidas enérgicas necesarias para volver a crear iniciativas en cada
uno de esos ámbitos y recuperar la confianza de la población de
manera tangible. De no lograrse un liderazgo más firme del Gobierno,
mayor coherencia entre los donantes (incluida una coordinación más
estrecha entre los participantes internacionales civiles y militares
en el Afganistán) y un firme compromiso de los países vecinos,
muchos de los avances en materia de seguridad, creación de
instituciones y desarrollo logrados desde la Conferencia de Bonn
pueden quedar estancados, o incluso sufrir un retroceso" (8).
*
Alberto Cruz es periodista, politólogo y escritor especializado en
Relaciones Internacionales.
Notas:
(1)
"Política de los talibanes y agravios legítimos afganos",
junio de 2007.
(2)
Resolución 1776 (2007),19 de septiembre de 2007.
(3)
La situación en el Afganistán y sus consecuencias para la paz y la
seguridad internacionales. Informe del secretario general.
A/62/345?S/2007/555, apartado 7.
(4)
"¿Hace la OTAN una misión de paz o bárbara en Afganistán?",
29 de julio de 2007.
(5)
"Desde Afganistán Ocupado: notas de una misión
exploratoria", Globalresearch, 18 de septiembre de 2007.
(6)
La situación en el Afganistán y sus consecuencias para la paz y la
seguridad internacionales. Informe del secretario general.
A/62/345?S/2007/555, apartado 54.
(7)
Servicio de Noticias de la ONU, 28 de junio de 2007.
(8) La
situación en el Afganistán y sus consecuencias para la paz y la
seguridad internacionales. Informe del secretario general.
A/62/345?S/2007/555, apartado 74.
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