¿Está
en la agenda atacar a Irán?
Por
Immanuel Wallerstein
La Jornada, 29/10/07
Traducción de Vera Herrera
Irán vuelve a ser
noticia principal. Casi todos los días escuchamos que los
funcionarios gubernamentales estadounidenses denuncian las fechorías
de Irán, con el claro subtexto de que la opción militar está próxima.
Leemos del creciente alistamiento de las fuerzas navales y aéreas
estadounidenses para un ataque. La blogosfera está repleta de
mensajes mediante los cuales se protesta contra un ataque de esta
naturaleza. ¿Está a punto de ocurrir? ¿Y acaso sería
“racional”?
La racionalidad
depende de los objetivos propios. Así que analicemos primero cuáles
podrían ser los objetivos de quienes parecen proponer un ataque así,
como también los objetivos de aquellos que están en el poder y son
contrarios a la idea de atacar. Y luego analicemos cuáles serían las
consecuencias probables de un ataque, si éste ocurriera. Parece haber
dos grupos principales de proponentes de un ataque: el vicepresidente
Dick Cheney y sus amigos; el actual gobierno de Israel y sus amigos.
Los israelíes no
guardan en secreto el hecho de que han creído durante mucho tiempo
que Irán procede rápidamente a obtener armamentos nucleares, lo cual
representa un enorme peligro para el Estado de Israel. Desean que
alguien bombardee las instalaciones iraníes. Preferirían que fuera
Estados Unidos el que lo hiciera en vez de ellos mismos, por dos
razones: porque Estados Unidos tiene más poderío aéreo a su
disposición y para Israel esto sería menos dañino políticamente.
Pero han amenazado
con hacerlo ellos mismos si Estados Unidos no lo hace pronto. Desde el
punto de vista israelí, esto sería una repetición de su exitoso
bombardeo de las instalaciones iraquíes de Osirak, en 1981. Este
objetivo es tan importante para los israelíes que recientemente
trascendió al público que, en 2002–2003, Israel urgía a Estados
Unidos a que atacara Irán antes de hacerlo contra Irak.
Probablemente Cheney
tenga un objetivo diferente. Tal vez él y sus amigos confíen menos
en que un ataque sobre Irán sea tan exitoso como lo fue el ataque
israelí contra Irak en 1981. El objetivo de Cheney es menos lo que
ocurriría como resultado en Irán y más lo que ocurriría en Estados
Unidos. Cheney quizá espera que un ataque contra Irán aumente las
posibilidades republicanas para 2009, impulse la militarización
interna estadounidense, fortalezca la presidencia todavía más y
debilite las libertades civiles. Si éste es el objetivo, la limitada
ventaja en Irán sería irrelevante en sí misma.
Es claro que existen
poderosas fuerzas que se oponen al ataque. Dentro del gobierno
estadounidense, la presencia de los neoconservadores ha disminuido
mucho. Parece que la secretaria de Estado, Condoleezza Rice; el
secretario de Defensa, Robert Gates, y el Estado Mayor Conjunto
piensan que es una mala idea. Es probable que importantes líderes
corporativos también piensen de este modo, y eso probablemente
signifique que el secretario del Tesoro, Henry Paulson, también se
opone. Los aliados de Estados Unidos, incluidos los británicos, también
parecen opuestos a una acción militar. Y es obvio que el gobierno
iraquí se opone a la idea. Así que es Cheney y los israelíes versus
todos los demás.
El razonamiento de
los oponentes se basa en gran medida en un análisis de cuáles serían
las consecuencias de un ataque aéreo. La primera cuestión es qué
tan efectivo sería. Es claro que los iraníes sacaron enseñanzas del
ataque israelí sobre Irak. Dispersaron sus enclaves nucleares, que
parecen ser múltiples, y los situaron bajo tierra. Es probable que la
información estadounidense de inteligencia acerca de los sitios sea
bastante limitada, y no es nada seguro que las aeronaves
estadounidenses puedan siquiera localizar estos sitios, o destruir
todo lo que pudieran localizar. Y si Estados Unidos no puede enviar
tropas terrestres, entonces sería un fiasco militar. Pero no puede
enviarlas simplemente porque no cuenta con ellas.
La segunda cuestión
es que es probable que los iraníes incurrieran en acciones
militares/políticas de algún tipo en respuesta, sea en Irak, en
Afganistán o en ambos países, lo que sería bastante negativo para
Estados Unidos. En Afganistán, Estados Unidos e Irán han estado
trabajando más o menos en tandem, y Estados Unidos no está en posición
de perder el tácito respaldo iraní.
En tercer lugar, el
impacto sobre Irak es difícil de predecir en detalle. Pero forzar al
gobierno de Maliki a que asuma una postura en este asunto seguramente
no ayudará a la ya de por sí débil situación política de Estados
Unidos en Irak. Si se ven forzados, es muy poco probable que los
principales partidos chiítas hagan otra cosa que apoyar a Irán, por
lo menos tácitamente.
Cuarto, la reacción
de otras potencias importantes en el mundo sería cuando mucho
reservada. Quizá Europa occidental diga un poco públicamente, pero
seguramente no aclamará el bombardeo. Y probablemente Rusia y China
lo denuncien. Por más que varios de los llamados regímenes árabes
moderados teman la fortaleza iraní, parece muy poco probable que se
den el lujo de aplaudir una acción agresiva contra un país musulmán.
En aquellas naciones que cuentan con significativas minorías chiítas,
existe el peligro de manifestaciones populares que los gobiernos
pueden tener dificultad en suprimir.
Finalmente, es
probable que las actuales negociaciones diplomáticas entre los
gobiernos de Corea del Norte y Estados Unidos se rompieran como
consecuencia inmediata de un bombardeo estadounidense contra Irán,
porque se confirmarían los peores temores norcoreanos.
En suma, el asunto
sería una catástrofe diplomática e implicaría el riesgo de
extender mayor violencia en Medio Oriente. Y si no hay claros
beneficios militares, la ventaja para Israel sería muy limitada, de
hecho. Todo esto, sin duda, es lo que la gente está diciendo en los
debates al interior del gobierno estadounidense en este momento. La única
debilidad de quienes se oponen a la acción militar es que solamente
pueden ofrecer a cambio esfuerzos diplomáticos ulteriores y quizá más
presiones económicas. Cheney seguramente arguye que esto tampoco
funcionará. Y probablemente está en lo cierto.
¿Sería entonces
“racional” bombardear Irán? Casi seguro que no, no solamente
desde el punto de vista del actual gobierno, sino aun desde el punto
de vista de Israel. Sería “racional” si el objetivo principal
fuera cambiar la actual atmósfera política dentro de Estados Unidos,
pero el precio sería muy alto.
Hay muchos
comentaristas de la izquierda mundial que dicen que, a fin de cuentas,
Estados Unidos podría no tener que pagar las consecuencias de un
bombardeo, ya que las reacciones que he mencionado al final serían más
lánguidas de lo que he sugerido. Algunos dicen que las acciones de la
gente desesperada (así consideran que están Cheney y el gobierno
israelí) no se restringen al tipo de análisis de consecuencias como
he apuntado aquí. ¡Tal vez! Pero desde mi punto de vista la
probabilidad de que prevalezca tal acción “desesperada” es
bastante baja, si no es que enteramente imposible.
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