Por
Nazanin Amirian (*)
Rebelión, 21/10/07
Mientras el
periódico ingles The Guardian dice que el bombardeo de Irán es
inminente, el ministro francés de Exteriores, Bernard Kouchner afirma
que habría que prepararse para lo peor, y G. Bush deja sonar las
malditas palabras de "Tercera Guerra Mundial", Ahamadineyad
cesa a Alí Lariyani el jefe de los negociadores iraníes con el
Occidente. El desencadenante, el viaje de Putin a Irán. Pues, el jefe
del Estado ruso se presentó en Teherán–tras un encuentro con
Olmert, Sarkozi, Merkel y Rice–, para transmitir a los lideres
iraníes el ultimátum del Occidente: o suspendéis todas las
actividades nucleares inmediatamente o preparaos para una agresión
militar. De paso, el propio Putin había ofrecido su propuesta
"secreta" –que sin haber sido revelada por las partes, se
infiltró en la prensa iraní: enriquecer el uranio en el territorio
ruso a través de una empresa conjunta con Irán para el uso de su
combustible por los iraníes. Una oferta que al parecer aseguraba los
derechos nucleares de Teherán al mismo tiempo que garantizaba el uso
pacífico de la tecnología nuclear por su parte. A cambio de las
gestiones de Rusia para desalentar a los occidentales a agredir el
país asiático, éste debería renunciar al 89% de su derecho sobre
el Mar Caspio, con sus 660 mil millones de barriles, siendo la tercera
reserva del petróleo y gas del planeta.
Si bien Alí Lariyani
estaba en favor de la suspensión, aunque provisional, del programa
nuclear, el paquete ofrecido por Putin era tan escandaloso para la
opinión publica de Irán que el mandatario ruso se marchó de la
cumbre de Teherán con las manos vacías dejando atrás un país al
borde de una guerra que parece inevitable por momentos.
La
"Doctrina Putin"
Del mismo modo que la
"Doctrina de Monroe" sirvió para la expansión de la
supremacía que los Estados Unidos sobre América, el presidente
Veladimir Putin mira al Caspio y Asia Central como la zona de
influencia vital e irrenunciable de Rusia, y dirige sus gestiones
hacia la recuperación del papel que tuvo la Unión Soviética en esta
estratégica enclave del mundo.
Todo el discurso de
Putin en Teherán estaba encaminado a recobrar su soberanía sobre
este gran lago, aprovechando el momento de máxima debilidad y
asilamiento de Irán en la escena internacional. "Hacer leña del
árbol caído" es lo que deben haber pensado las autoridades
iraníes ante la propuesta grosera del lider de Kremlin que además,
en ningún momento garantizó la defensa de Irán ante una
intervención militar de EEUU y sus aliados, ni siquiera se
comprometió en terminar la construcción de la planta nuclear de
Bushehr. "Sólo le hice promesas a mi madre cuando era
adolescente", fue su respuesta a la pregunta de un periodista
iraní que le pidió que se comprometiera en cumplir el contrato (¡la
misma planta que se supone que está produciendo la bomba nuclear,
resulta que ni está terminada, y por lo tanto, ni en marcha!).
La política de Putin
respecto a esta central nuclear es "matar el tiempo" y
esperar a ver qué pasa. Ni la termina, por las presiones del
Occidente, ni abandona el proyecto, por sus suculentos beneficios
económicos que le aporta.
Las duras críticas
de los historiadores, lideres de la opinión publica en Irán y
numerosos diputados del majles, el parlamento, al posible "pre
disposición" del gobierno a aceptar la propuesta del líder de
Kremlin en tales circunstancias han sido otro factor para empujar a
Ahamadineyad a descartar cualquier otra posibilidad de acuerdos con el
Occidente.
Mahmud Mohamamdi, el
presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores del Parlamento ha
lamentado que el gobierno iraní no invitara a ningún diputado para
vigilar los intereses del país en aquel encuentro y advirtió de otro
tratado cuya consecuencia puede perjudicar a los intereses nacionales
de Irán sin conseguir nada a cambio. Mohammadi se refería al tratado
de Turkmanchai (1828) firmado por Rusia e Irán tras varias guerras en
el que Rusia no sólo controlaba de forma exclusiva el Caspio, sino
que Irán perdía todo el Cáucaso, Azerbaiyán Chechenia, Daguestán
y Armenia.
Con la llegada de
Lenin al poder empieza una nueva era en las relaciones de ambos
países, y el gobierno bolchevique firma el acuerdo del 1921 con
Irán, por el que éste país consigue el derecho al 50% del
superficie, subsuelo y el especio aéreo de mar caspio. Con la
desintegración de la URSS y la formación de nuevos Estados los 6500
kilómetros de las costas del Caspio, se han repartido de siguiente
manera: Turkmenistán 1768 km, Rusia 1355, Azerbaiyán 820, Kazakistan
190 e Irán 657 km, o sea Irán se quedaría con menos costas, con el
agravante de que éstas son las menos profundas del mar, lo que
aumentaría de forma considerable los costos de la extracción de su
petróleo y gas . Motivo por los que hasta el momento las compañías
petroleras no han demostrado interés en participar en los proyectos
de la explotación de hidrocarburos de esta zona.
En 1991 la Comunidad
de Estados Independientes acuerdan respetar los compromisos entre la
URSS e Irán en el Mar Caspio, lo que significaba mantener los 50 por
ciento de la parte iraní.
Sin embargo, poco a
poco, aquellos países cambiaron de rumbo y en la reunión de los
primeros ministros de los países ribereños en 1996 en Azerbaiyán
quedan cuestionados los derechos de Irán.
Rusia pretende que
Irán se quede con el 11% de este gran lago. Humillante para un
gobierno que reclama ser reconocido como la potencia regional.
Además, la propuesta
de enriquecer el uranio en el suelo ruso es la misma que Moscú lanzó
hace dos años y ni el Occidente ni Irán la aceptaron. A Rusia éste
conflicto de "baja tensión" contra Irán –siempre que no
vaya a más– le va bien por varios motivos: la salida de Iran del
mercado de gas y de petróleo le abre la posibilidad de ocupar el
vacío que deja en el mercado; empuja la subida de los precios de
hidrocarburos; rearma a Irán mientras los occidentales hacen lo mismo
con los países árabes e Israel, y de paso resta fuerzas a la
República Islámica ante la posibilidad de las injerencias de éste
país en las republicas musulmanas ex soviéticas, en las que Moscú
ya está recuperando sus posiciones.
La
hora de Ahamadineyad
Al jefe del ejecutivo
iraní le resulta casi imposible dar marcha atrás en el programa
nuclear. Pues, ha unido su suerte a sus dos consignas electorales: el
de llevar a la mesa de los desheredados los beneficios del petróleo,
y el defender los derechos de la nación iraní ante las grandes
potencias mundiales a diversificar sus fuentes de energía. En cuanto
a la primera, ve que la situación económica, a pesar de la imparable
subida del precio del petróleo, es más parecido a una aguda crisis
estructural, con una inflación galopante y millones de jóvenes en
paro. Por lo que decidió la semana pasada sacrificar a dos ministros
claves de su gabinete: el de la industria y el del petróleo,
responsabilizándoles del descontento popular y el retraso en el pago
de los sueldos de decenas de miles de trabajadores de las fábricas
del sector público. Ahora le queda la segunda, en la que cuenta con
el patriotismo y el nacionalismo profundamente arraigados en los
ciudadanos iraníes, quienes viven en los recuerdos de cuando su país
era el primer imperio del mundo.
Aunque el precio sea
una guerra de consecuencia imprevisibles, Ahamadineyad tiene otro
problema: se acercan las elecciones presidenciales y ve cómo sus dos
enemigos, el neo conservador Hashemi Rafsenyani y el reformista
Mohammad Jatami se han unido en una gran alianza para desbancarle del
poder.
Ahamadineyad, un ex
militar de profundas convicciones religiosas apocalípticas, sabe que
aunque renuncie al programa nuclear, le quedan otras bazas a quienes
ya han tomado la decisión de agredir a su país: acabar con un
gobierno terrorista y responsable de la muerte de los soldados de EEUU
en Irak, liberar al pueblo de una dictadura religiosa, defender los
derechos de los homosexuales y salvar a las mujeres del chador.
Una batalla perdida,
piensan, en la que ni Rusia ni China podrán hacer algo. Pues, si bien
es cierto que Irán se ha convertido, desde el enero del 2007, en el
primer proveedor de petróleo a Pekín, vendiendo unas 2.908.000
toneladas de petróleo, su prioridad se centra en Tibet, Taiwan, Corea
y Japón. A ojos de China, un Oriente Medio estable, vital para su
crecimiento económico, se consigue con la firma de un acuerdo de paz
duradero entre los árabes e israelíes, por lo que un apoyo
unilateral a Irán no le interesa.
Hoy Irán está más
solo que Irak en el 2003.