El
“estado de emergencia” del general Musharaff
Por Gary Leupp
CounterPunch, 05/11/07
Rebelión,
07/11/07
Traducido
del inglés por Germán Leyens
Creo
que esta vez el New York Times tiene razón. “Durante más de seis
meses, EE.UU. ha estado tratando de orquestar una transición política
en Pakistán que de alguna manera logre mantener en el poder al
general Pervez Musharraf sin convertir en una burla la promoción de
la democracia en el mundo musulmán del presidente Bush. El sábado,
esos planes cuidadosamente preparados se desmoronaron
espectacularmente.”
Desde
la dramática victoria de Hamas en las elecciones palestinas no había
quedado tan brutalmente al desnudo la desconexión entre la retórica
democrática de Bush y la realidad de la política de EE.UU. En el
primer caso, Washington reaccionó ante la democracia mediante el
rechazo, y el apoyo al golpe de Fatah. ¿Cómo reaccionará ante el
ataque de Musharraf contra la fachada tambaleante de la incipiente
democracia paquistaní?
Hay que
recordar que Musharraf derrocó al presidente democráticamente
elegido de Pakistán, Nawaz Sharif, en 1999. Pakistán había
realizado un año antes ensayos de armas nucleares, y había sido
castigado con sanciones de EE.UU. Las relaciones con la dictadura
militar se mantuvieron frías hasta el 11–S; cuando Musharraf se
convirtió en un aliado clave de EE.UU. en la “guerra contra el
terror” y en beneficiario de masiva ayuda de EE.UU.
El
Secretario de Estado de EE.UU., Colin Powell, a través de su
lugarteniente Richard Armitage, dijo a Musharraf: “Prepárese para
ser bombardeado. Prepárese para volver a la Edad de Piedra,” si no
estaba dispuesto a cooperar en la destrucción del régimen talibán
en Afganistán. Ese régimen fue en gran parte una creación de la
inteligencia militar paquistaní, y Pakistán y Arabia Saudí, sus
principales patrocinadores. Pero Musharraf aceptó romper relaciones,
albergar a fuerzas de EE.UU., e incluso reprimir toda manifestación
(democrática) contra EE.UU. en su país.
Utilizando
bases militares en Pakistán como parte de su campaña, EE.UU. derrocó
rápidamente el primitivo aparato talibán, expulsó a al Qaeda y a
algunos de los talibanes a través de la frontera hacia Pakistán,
permitió el resurgimiento del régimen de señores de la guerra de la
Alianza del Norte con un mascarón de proa pashtun como hoja de parra,
proclamó una gran victoria y sin perder un instante desvió su atención
hacia el objetivo totalmente inconexo de Iraq.
En el
área fronteriza, descrita a menudo como “donde no vale la ley” y
que nunca fue totalmente controlada por el gobierno central de Pakistán,
los líderes tribales recibieron con hospitalidad a los afganos
derrotados, así como a los árabes de al Qaeda. Mientras tanto, estos
últimos no sólo han sobrevivido, se han reagrupado, y han facilitado
la oposición militar al régimen de Karzai en Kabul, sino que han
adquirido seguidores dentro de Pakistán. Ahora existe un movimiento
talibán paquistaní que en coalición con otros movimientos
islamistas contrarios al gobierno en el país (junto a movimientos
democráticos “moderados”) representan un serio desafío al régimen
de Musharraf. En julio, en un esfuerzo por aplastar a las fuerzas
islamistas, el gobierno tomó por asalto la Mezquita Roja en
Islamabad, matando a 183 según la BBC. Las tensiones entre los
islamistas (que están bien representados en las fuerzas armadas) y
Musharraf están que arden, obligándole recientemente a extender la
mano a su rival político, la antigua primera ministro Banazir Bhutto.
EE.UU.
colocó a Musharraf en una posición muy difícil. “Usted debe
aceptar,” le dijo en 2001, “que nos ayudará a derrocar a la
propia creación de Pakistán, los talibán.” Después de haberlo
hecho, le dijeron: “Usted debe enviar sus soldados a sitios en su país
en los que nunca han sido posicionados antes, para aplastar a los
afganos y terroristas de al Qaeda en fuga. O lo haremos nosotros en su
lugar.” La región donde se han refugiado esas fuerzas está, como
escribió recientemente Eric Margolis en un excelente artículo:
“bajo expresa garantía constitucional de total autonomía y una
prohibición total de que soldados paquistaníes ingresen allí.”
Los esfuerzos del ejército paquistaní por aplastarlos han dado
resultados deprimentes, obligando efectivamente a Islamabad a buscar
la paz hace un año.
En
septiembre de 2006 el gobierno firmó un pacto con grupos tribales,
incluyendo el “Emirato Islámico de Waziristán” por el cual este
último impediría el movimiento a través de la frontera de
militantes hacia y afuera de Afganistán a cambio del cese de ataques
aéreos y terrestres contra militantes en Waziristán. Esto provocó
una cierta preocupación en Washington y la Voz de América anunció
que el pacto contaba con la aprobación del mullah Omar. Pero el
portavoz de Bush de la época, Tony Snow, dijo que el acuerdo apuntaba
a combatir el terrorismo y que Islamabad había asegurado a EE.UU. que
el acuerdo no afectaría la caza de Osama bin Laden. En todo caso, el
ataque contra la Mezquita Roja llevó a represalias contra fuerzas
gubernamentales en Waziristán y al colapso del Acuerdo de Waziristán.
El así
llamado Cálculo de Inteligencia Nacional de Amenaza Terrorista contra
el Territorio de Estados Unidos (National Intelligence Estimate o
NIE), producto colectivo de 16 agencias de inteligencia de EE.UU.
sobre temas de seguridad nacional, fue publicado en julio pasado
precisamente cuando fracasó el acuerdo. El NIE declaró que al Qaeda
había recuperado la misma fuerza que tenía desde los ataques del
11–S debido a (1) el “refugio” del que había disfrutado en
partes de Pakistán y (2) su asociación con “al Qaeda en Iraq,”
que le ha permitido “revitalizar la amplia comunidad extremista suní,
obtener recursos, y reclutar y adoctrinar agentes...” Eso llevó a
que los neoconservadores cotorrearan sobre un ataque de EE.UU. contra
Pakistán.
“Pienso
que el presidente va a tener que emprender una acción militar allí
durante las próximas semanas o meses,” dijo Bill Kristol en Fox
News. “Bush tiene que desbaratar ese santuario. Creo, francamente,
que ni siquiera informaremos a Musharraf. Haremos lo que tenemos que
hacer en Pakistán Occidental y Musharraf podrá decir. ‘Eh, no me
lo dijeron.’” Hizo que la Casa Blanca hablara sin rodeos. Al
responder a preguntas de periodistas Tony Snow se negó a excluir
ataques contra objetivos dentro de Pakistán. Cuando le preguntaron si
EE.UU. solicitaría permiso de Pakistán antes de un ataque, dijo:
“Nunca excluimos ninguna opción, incluyendo el ataque contra
objetivos punibles... Son cosas que más vale no discutir en público.”
Declaró que Musharraf va a tener que ser más agresivo” en la
persecución de al Qaeda en Pakistán.
De
hecho, EE.UU. ya había realizado ataques. Uno en enero de 2006: un
ataque aéreo militar contra la aldea de Damadola en el área tribal
Bajaur del noroeste de Pakistán mató a por lo menos18 personas,
incluyendo a mujeres y niños. Aparentemente tenía como objetivo al líder
de al Qaeda Ayman al–Zawahiri. El gobierno de EE.UU. negó su
responsabilidad, lo que sugiere que fue una operación de la CIA.
Durante el mismo mes, un ataque con misiles mató a ocho personas en
una aldea en Waziristán del Norte, provocando protestas en todo el país
y dos cartas oficiales de protestas entregadas por mano por el
Ministerio de Exteriores a funcionarios de la embajada de EE.UU. El
desprecio de sus aliados estadounidenses por la soberanía paquistaní
se estaba convirtiendo en un intenso embarazo para Musharraf.
Recién
el 20 de julio la portavoz del Ministerio de Exteriores de Pakistán,
Tasneem Aslam calificó los comentarios de responsables de EE.UU.
sobre el ataque de objetivos a lo largo de la frontera entre Pakistán
y Afganistán de “irresponsables y peligrosos,” agregando: “No
podemos, ni debería esperarse de nosotros que lo hagamos, emprender
una acción indiscriminada sobre un amplio territorio sin ninguna
información precisa sobre algún escondite de al Qaeda o de
terroristas.” Pero el día siguiente Bush declaró en su alocución
semanal por radio que le preocupaba el informe de que al Qaeda está
ganando fuerzas en la región tribal de Pakistán. Luego, Frances
Fragos Townsend, el consejero de seguridad interior de Bush, dijo a
CNN que si EE.UU. tiene “objetivos punibles, en cualquier parte del
mundo, incluyendo a Pakistán, reaccionaremos a esos objetivos... No
hay opciones que no estén sobre la mesa.” Esto produjo una
inmediata respuesta airada del Ministro de Exteriores de Pakistán,
Khurshid Mahmud Kasuri, quien dijo a CNN: “Alguna gente habla
irresponsablemente de ataques en las áreas tribales por parte de
EE.UU. La gente en Pakistán se indigna mucho cuando, a pesar de todos
los sacrificios que Pakistán ha venido haciendo, llega el tipo de
preguntas que a veces formulan los medios estadounidenses... [Pero]
ataques indiscriminados sólo podrían debilitar los esfuerzos por
conquistar corazones y mentes.”
El 25
de julio, el Secretario Adjunto de Defensa Interino para Seguridad
Internacional, Peter Verga, dijo a una sesión conjunta poco usual del
Comité de Servicios Armados de la Cámara y del Comité Selecto
Permanente sobre Inteligencia: “Si hubiera información u
oportunidad de asestar un golpe” en territorio paquistaní “para
proteger al pueblo estadounidense” las fuerzas de EE.UU. actuarían
de inmediato. Ese mismo día, en una audiencia del Comité de
Relaciones Exteriores del Senado, el Subsecretario para Asuntos Políticos
del Departamento de Estado, R. Nicholas Burns, declaró:
“Considerando la primacía de la lucha contra al Qaeda y Osama bin
Laden, si tenemos en el futuro la certeza de la información, entonces
ciertamente EE.UU. siempre tendría la opción de actuar por su propia
cuenta.”
Por
cierto, esta forma de hablar no fue bien vista en Pakistán y tenía
que preocupar al general. Su objetivo era sobrevivir a los intentos de
asesinato y permanecer un tercer período como presidente. Para
hacerlo, tenía que lograr que el parlamento modificara la constitución,
e impedir que la Corte Suprema declarara que una acción semejante es
ilegal. Por lo tanto suspendió al presidente de la Corte Suprema en
marzo. Pero el juez, Iftikhar Chaudhry, fue reinstalado por la Corte
en julio, causando un revés para Musharraf precisamente cuando EE.UU.
estaba aumentado su presión. Luego, Condi Rice ha estado torciendo el
brazo al general para que acepte un arreglo mediante el cual Bhutto,
de vuelta en Pakistán, pueda organizar su Partido del Pueblo de
Pakistán para trabajar con él para apoyar la “guerra contra el
terror.” El acuerdo requiere que abandone su puesto en el Ejército.
El mes
pasado, Musharraf ganó la votación parlamentaria para presidente,
pero la Corte Suprema aún tiene que decidir si puede ocupar legítimamente
ese puesto sin renunciar al ejército. Tal vez ha declarado ahora un
estado de emergencia, porque anticipa una decisión negativa y está
ocupado encerrando a oponentes políticos y clausurando la prensa
independiente. Tal vez ha determinado que si hiciera otra cosa podría
(1) caer ante un movimiento del tipo de “Poder Popular” que se una
alrededor de Bhutto (que no es demócrata pero tiene un cierto
atractivo populista), o (2) caer ante las fuerzas islamistas,
incluyendo a algunas en las fuerzas armadas. También podría sentir
que el primero de estos resultados podría llevar peligrosamente al
segundo, embrollando a Pakistán en un conflicto con EE.UU.
Washington
impuso a Musharraf en su actual posición. Es el líder de una nación
en la cual crece la presencia y la popularidad de los talibanes. Esto
no es por su propia culpa sino el resultado del ejercicio de “cambio
de régimen” en Afganistán hace seis años y de su incapacidad de
destruir al talibán o a al Qaeda. Es el líder de una nación en la
cual la popularidad de Osama bin Laden es de lejos mayor que la suya
propia. Es el líder de una nación horrorizada (como la mayoría de
las naciones) ante la carnicería en Iraq, resultante de una invasión
basada en mentiras. Es el líder de una nación musulmana con una
inmensa minoría chií (la segunda población chií del mundo por su
tamaño, después de Irán) cuyos adherentes reaccionarán con
indignación – con posible apoyo suní – ante un ataque contra el
vecino país hermano, Irán. Ha sido puesto en terribles apuros por
las acciones salvajes de los neoconservadores hacia la creación de un
Raj [Imperio] estadounidense en el Sudoeste de Asia. Quiere cooperar,
pero tal vez haya llegado al punto en el que piensa que decir una vez
más “Sí, señora” a Condi no significará sólo su propia caída
política sino el ascenso de otros a los que EE.UU. atacará con
fuerza letal.
“Prepárese
para ser bombardeado. Prepárese para volver a la Edad de Piedra.”
Es lo que Musharraf declaró a "60 Minutes" de CBS que le
dijo el adjunto de Colin Powell en 2001. Seguramente esas palabras lo
persiguen, y jugaron un rol en su decisión de declarar el estado de
emergencia, “convirtiendo,” como dice el New York Times “en una
burla la promoción de la democracia en el mundo musulmán del
presidente Bush.”
El
Departamento de Estado de EE.UU. que, según se informa, disuadió en
el pasado a Musharraf de declarar la ley marcial, se declara
“profundamente preocupado” por las “acciones
extra–constitucionales” que ha adoptado. Posiblemente es sólo un
gimoteo hipócrita más proveniente de la nariz cada ver más larga de
Pinocho. Tal vez la acción recibió la autorización previa de los
patrones de Musharraf en Washington. Es muy posible que la oficina del
vicepresidente tenga una reacción diferente a la del Departamento de
Estado (es a menudo el caso) y sienta que un Musharraf más fuerte, más
dictatorial, sea un aliado más útil cuando los misiles caigan sobre
Irán. Seguramente veremos pronto hasta qué punto son realmente
sinceras esas expresiones de apoyo de EE.UU. para la constitución y
la “democracia” paquistaníes.
(*) Gary Leupp es profesor de historia en la
Universidad Tufts, y profesor adjunto de Religión Comparativa. Es autor de “Servants, Shophands and Laborers in the
Cities of Tokugawa Japan”; “Male Colors: The Construction of
Homosexuality in Tokugawa Japan”; e “Interracial Intimacy in
Japan: Western Men and Japanese Women, 1543–1900.” También
colaboró con la despiadada crónica de CounterPunch sobre las guerras
en Iraq, Afganistán y Yugoslavia: “Imperial Crusades.” Para
contactos escriba a: gleupp@granite.tufts.edu
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