Pakistan
se hunde en la más profunda de las noches
Por
Tariq Ali
CounterPunch,
03/11/07
Rebelión,
07/11/07
Traducido
por Sinfo Fernández
Para
cualquiera que esté empapado de la historia de Pakistán, la decisión
de ayer del ejército de imponer un Estado de Emergencia apenas supone
sorpresa alguna. La ley marcial en ese país se ha convertido en una
especie de antibiótico: para obtener los mismos resultados, uno tiene
que seguir doblando la dosis. Lo que ha ocurrido es que ha habido un
golpe dentro de otro golpe.
El
General Pervaiz Musharraf ha gobernado el país con máscara civil,
pero su base de poder se limitaba al ejército. Y fue el jefe del
Estado Mayor del Ejército quien declaró el Estado de Emergencia,
suspendió la Constitución de 1973, suprimió todos los canales de
televisión que no pertenecían al gobierno, interceptó las redes de
teléfonos móviles, cercó el Tribunal Supremo con unidades
paramilitares, despidió al Presidente de dicho Tribunal, arrestó al
Presidente del Colegio de Abogados y a los activistas por los derechos
humanos de la Comisión de Derechos Humanos de Pakistán, inaugurando
así, de nuevo, otro período negro en la historia del país.
¿Por
qué? Temían que una sentencia del Tribunal Supremo, que aparecerá
publicada la próxima semana (*), impida que Musharraf impugne las
elecciones. La decisión de suspender la Constitución se tomó hace
unas cuantas semanas. Benazir Bhutto, fue informada y salió del país.
Según se dice, se dispone a regresar. Hasta ahora, ella no ha hecho
ningún comentario sobre la nueva ley marcial, a pesar de que un alto
dirigente de su partido, Aitzaz Ahsan, ha sido arrestado por denunciar
el golpe. Intoxicada por el incienso del poder, sigue siendo tan
evasiva como siempre. Si se le ocurre apoyar los recientes sucesos,
será un acto de suicidio político. Si decide abandonar al General
(le ha acusado de romper sus promesas y será difícil para ella
seguir aliada a un dictador), estará traicionando la confianza del
Departamento de Estado de EEUU, que la empujó en esa dirección. En
una reciente reunión no oficial en Ditchley Park (un think tank del
Foreign Office británico), el aspirante a Secretario de Estado, James
Rubin, se puso de muy mal genio cuando los participantes pakistaníes
cuestionaron su punto de vista de que Bhutto era un actor decisivo en
la ‘guerra contra el terror’ en las fronteras occidentales del país.
Las dos
instituciones alcanzadas por la situación de Emergencia son las
judiciales y la activa red de cadenas independientes de televisión,
muchos de cuyos corresponsales proporcionan la información que nunca
se puede recoger de los políticos. Geo TV, la mayor de esas cadenas,
continúa emitiendo desde el exterior del país. Hamid Mir, uno de sus
periodistas más agudos, informó ayer por la tarde de que, según sus
fuentes, la Embajada de EEUU había dado luz verde al golpe porque
consideraban al Presidente del Tribunal Supremo como un fastidio y un
‘simpatizante de los talibanes’.
Desde
hace ya un año entero, el régimen viene haciendo frente a una grave
crisis de legitimidad que alcanzó su momento culminante hace unos
meses, cuando el General Musharraf decidió suspender al Presidente
del Tribunal Supremo, Iftijar Hussein Chaudhry, provocando, durante más
de seis meses, movimientos de protesta de las masas, lo que hizo que
el gobierno tuviera que retractarse. Algunas de las sentencias de
Chaudhry habían desafiado al gobierno en cuestiones claves como los
‘prisioneros desaparecidos’, el acoso a las mujeres y las
privatizaciones precipitadas. Se temía que podía llegar a declarar
que un Presidente uniformado era un hecho ilegal.
La
lucha para pedir la separación de poderes entre el ejecutivo y el
judicial, que siempre ha sido débil, adquirió una importancia
fundamental. Los jueces de Pakistán habían sido habitualmente
aquiescentes en el pasado. Los que se habían resistido a los
dirigentes militares anteriores, habían sido embaucados,
chantajeados, intimidados y persuadidos para que se retiraran. Los
jueces pakistaníes provienen del mismo entorno que el resto de la
elite gobernante, y es por eso que resultó sorprendente la decisión
de este Presidente del Tribunal Supremo de contra–atacar, pero
importante en extremo, lo que le ha hecho ganarse un respeto enorme,
un bien que escasea bastante.
La
cobertura que los medios globales hacen de Pakistán sugiere un país
de generales, políticos corruptos y lunáticos barbudos. La lucha
para reinstaurar al Presidente del Tribunal Supremo ofreció una
instantánea diferente del país. Este movimiento por las libertades
constitucionales ha hecho que se recupere la esperanza en un momento
en que la mayoría de la gente está alienada del sistema y se muestra
muy descreída respecto a sus gobernantes: ese grupo de ricos
deshonestos de cara mustia consumidos por la vanidad inspiran
confianza cero.
Por ese
motivo, puede considerarse como heroica la decisión tomada por el
Tribunal Supremo en su sesión de ayer declarando ‘ilegal e
inconstitucional’ la nueva situación. La apresurada retirada del
nuevo Presidente del Tribunal Supremo va a ser valorada como lo que
es: una víctima de los hombres de uniforme. Si la Constitución
siguiera suspendida durante más de tres meses, entonces el mismo
Musharraf podría ser apartado por el ejército y un nuevo hombre
fuerte podría ser puesto en su lugar. O podría ocurrir que el
objetivo de la operación se limitara a una limpieza en el Tribunal
Supremo y al control de los medios. Eso es lo que Musharraf indicó en
su discurso a la nación. De todas formas, el próximo mes de enero se
celebrarán unas elecciones totalmente manipuladas. Pase lo que pase,
el largo viaje de Pakistán hacia el fondo de la noche continúa.
(*)
Tariq
Ali es un escritor, director de cine e historiador de origen pakistaní
que reside en la actualidad en Londres. Escribe
habitualmente para The Guardian, CounterPUnch, London Review of Books,
Monthly Review, Z Magazine. Su
Nuevo libro “Pirates of the Caribbean: Axis of Hope”, ha sido
publicado por Verso. Puede contactarse con él en:
tariq.ali3@btinternet.com
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