Palestina no
se rinde

 

El Muro…la etapa más peligrosa del proyecto sionista colonialista

Por Taisir Khaled (*)
Sitio del Frente Democrático por la Liberación de Palestina, 27/04/04

En Cisjordania, excepto Jerusalén Oriental, viven alrededor de 236 mil colonos en 155 asentamientos y existe un número similar de focos coloniales cuya construcción en las cimas de las montañas y en las colinas fue propugnada por el Primer Ministro israelí cuando aún era Ministro de Infraestructura, en la época de Benjamin Netanyahu. Esta idea de Sharon surgió en el contexto del mapa de los intereses estratégicos planteado por él en coordinación con el entonces Ministro de Defensa Isaac Mordejai.

Si volvemos un poco atrás y recordamos el mapa de los intereses estratégicos, inmediatamente nos damos cuenta de que el muro divisorio racista, comenzado por el gobierno de Sharon en Junio del 2003, coincide plenamente con dicho mapa, fiel expresión de la etapa más peligrosa del proyecto sionista colonialista en Cisjordania. Puede que la trayectoria del muro difiera de las fronteras trazadas en el mapa de intereses estratégicos en algunos detalles, pero en esencia coinciden ya que ambos proponen de forma clara el arreglo político permanente, el cual Sharon se esfuerza por imponerle al pueblo palestino.

Ese mapa de intereses estratégicos fue planteado en la agenda de trabajo por Sharon como Ministro de Infraestructura y por Mordejai como Ministro de Defensa en el Gobierno de Netanyahu, tras el Acuerdo de Hebrón firmado por ambas partes, la palestina y la Israelí, a comienzos del año 1997.

De acuerdo con dicho mapa de intereses, Israel mantenía el 63% de la superficie de los territorios palestinos en Cisjordania incluyendo dos zonas de seguridad: la primera de 7–10 Km. de ancho dentro de los territorios palestinos a lo largo de la línea de tregua y la segunda con una profundidad de 20 Km. al Occidente del Río Jordan.

Esta era, para Sharon, la idea principal del mapa de intereses, mientras que Mordejai apoyaba la idea de una zona de seguridad menos profunda al Occidente, es decir de 5–7 Km. a lo largo de la línea de tregua. Ello demuestra que la diferencia entre el mapa de Sharon y el de Mordejai era insignificante ya que había plena coincidencia de puntos de vista en cuanto a la anexión de la Depresión del Jordán y del llamado Desierto de Judea a la zona de seguridad situada al Occidente del Río Jordan.

El mapa de intereses de Sharon fue planteado en medio del diálogo y las negociaciones sobre la ejecución de la segunda parte del acuerdo de transición entre ambas partes, la palestina y la israelí, es decir, más de dos años antes de las negociaciones de Camp David ( Estados Unidos) que tuvieron lugar en la Segunda mitad del año 2000 y de las negociaciones de Taba (Egipto) a inicios del año 2001, específicamente antes del estallido de la Intifada de Al-Aqsa y de la independencia a finales de septiembre del año 2000. Ello constituye un indicio claro de las intenciones y planes anexionistas y expansionistas de la parte israelí, particularmente en Cisjordania incluyendo Jerusalén.

En aquel entonces la idea del muro aún no se manejaba en los medios del Likud y de los partidos israelíes de derecha, en la misma medida en que las líneas divisorias (calles y carreteras) longitudinales y transversales, de Norte a Sur y de Este a Oeste, constituían la idea predominante en el plan de división racista y el expansionismo colonialista en Cisjordania.

El muro divisorio segregacionista y colonialista en su forma actual es, en realidad, el suplente de las líneas divisorias (calles y carreteras) longitudinales y transversales, ya que, en esencia, persiguen el mismo objetivo: dividir Cisjordania en una serie de ghettos principales y pequeñas zonas aisladas para concentrar en ellos a los palestinos como fase final para el arreglo político que el Likud se empeña en imponer al pueblo palestino. De ahí que resulte no solo difícil sino imposible creer las pretensiones del gobierno del Likud de que el muro divisorio y la anexión colonialista que tiene lugar en la práctica en Cisjordania, sea un muro de seguridad surgido como respuesta a la Intifada Palestina y a las acciones contra los civiles en Israel. En realidad el muro no constituye una cuestión de seguridad, sino la etapa más peligrosa del agresivo proyecto colonialista y expansionista cuya ejecución se lleva a cabo en el contexto de la guerra por la salvaguardia de la integridad de los asentamientos, lanzada por Israel contra el pueblo palestino.

El muro, que en todas sus etapas tendrá una longitud de 750 Km. al Oeste, se asemeja a una serpiente reptando en el vientre de Cisjordania con 250 Km., a decir del presidente norteamericano George Bush.

La conclusión del muro en todas sus etapas tendrá como resultado la anexión del 21% de la superficie de Cisjordania al Oeste y del 22% al Este. En la zona de Jerusalén se tragará el 2% de la superficie de Cisjordania en caso de que se construya en las fronteras del Jerusalén ampliado y el 10% si se construye dentro de las fronteras del Gran Jerusalén. De esta forma el muro se muestra tal y como será, es decir, un muro divisorio racista y colonialista para proteger la seguridad del proyecto colonialista israelí y no una valla o muro para proteger la seguridad de Israel y de los civiles israelíes.

Para entender la posición con respecto al muro, es muy importante llamar la atención hacia la transformación ocurrida en la posición del Likud sobre la idea de la construcción del mismo. El Likud era partidario de poner en práctica el mapa de los intereses estratégicos sobre el terreno y luego adoptó la idea del muro tal y como se está llevando a cabo. Solo dos meses después de ocupadas las zonas A y B en abril del 2002, el Ejército Israelí reocupó las ciudades, aldeas, pueblos y campamentos que se encontraban bajo control palestino total o parcialmente según el acuerdo para la etapa de transición. En junio del propio año el gobierno israelí comenzó la construcción de la primera etapa del muro, 110 Km. desde el Norte de Jenin hasta el Sur de Tulkarem. La reocupación de las zonas controladas por la Autoridad Nacional Palestina era un paso decisivo hacia la ejecución del proyecto después que las fuerzas de ocupación cercaron a los palestinos dentro de las ciudades, aldeas y campamentos por medio del toque de queda, para así evitar el desarrollo de un amplio movimiento popular opuesto a la construcción del muro. De ahí que sería correcto describir la guerra lanzada por el gobierno de Sharon contra el pueblo palestino como una guerra para garantizar la seguridad de las colonias, en cuyo contexto comenzó la ejecución de la etapa más peligrosa del proyecto colonialista, agresivo y expansionista del cual el muro es su más fiel expresión.

De este peligroso proyecto colonialista, agresivo y expansionista se derivan una serie de consecuencias para el presente y futuro del pueblo palestino en Cisjordania y Jerusalén. En caso de que Israel concluya la construcción de las dos partes del muro al Este y al Oeste, habrá alrededor de 400-500 mil palestinos viviendo fuera de los ghettos principales en Jenin, Tulkarem, Nablus, Ramallah, Belén y Hebrón, es decir que vivirán en ghettos secundarios sometidos a un férreo bloqueo. Asimismo, habrá entre 100 y 150 mil ciudadanos palestinos viviendo tras el muro, aislados del resto de sus compatriotas en Cisjordania, quienes vivirán una situación jurídica extremadamente difícil: ¿serán palestinos viviendo en Israel o se les aplicará la Ley del Residente o la Ley de la Tierra Prohibida, es decir (sin residencia)?

También en Jerusalén la conclusión del muro tendrá una repercusión peligrosa ya que el objetivo de su construcción dentro de las fronteras del Gran Jerusalén es obvio: disminuir la población palestina del 35% existente en el Jerusalén ampliado, al 22% en el Gran Jerusalén. Ello constituye un indicio claro del proyecto de judaización de la ciudad sagrada del cual se derivan consecuencias políticas innegables aún para el observador a distancia, ya que el muro traza las fronteras con la parte palestina lo que impide la creación de un estado palestino capaz de desarrollarse y de tener vida propia, tal y como lo estipula la Hoja de Ruta, la cual Sharon supuestamente aceptó y adoptó como base para el arreglo político. En la práctica ello significa imponer el proyecto de autonomía a la población en Cisjordania a través de la fuerza militar y de medidas tomadas sobre el terreno unilateralmente.

Entre las múltiples consecuencias que se derivan de la construcción del muro está el impacto económico, sobre todo en el sector agrícola palestino, ya que conlleva a la confiscación de extensas áreas consideradas las más fértiles de Cisjordania, la destrucción de cientos de miles de árboles frutales y convierte la tierra en un campo vital para los asentamientos y las actividades colonialistas. Las zonas más perjudicadas son Jenin, Tulkarem, Qalquilia y las Depresiones, consideradas, por su producción, como la canasta de alimentos de Cisjordania y que tienen una contribución agrícola aceptable al PBN palestino a la luz de la política de bloqueo y estrangulamiento económico y la política de destruir los recursos económicos que contribuyen de manera aceptable en la estructura de producción palestina además de la mano de obra bajo condiciones económicas extremadamente difíciles. Más aun, el muro significa el control total de Israel sobre los recursos hidráulicos palestinos y les impide beneficiarse de las aguas de la Cuenca Oeste de las provincias de Jenin, Tulkarem y Qalquilia y de la Cuenca del Este en las Depresiones y Alturas Orientales, dejándoles solamente la Cuenca Noreste en la zona de Jenin que es la menos importante entre las fuentes de agua palestinas. De la misma forma, el muro afecta grandemente los pozos subterráneos utilizados por los palestinos para desarrollar la agricultura.

Ello se hace evidente al comparar los daños causados a esos pozos como resultado de la ejecución de la primera etapa de la construcción del muro en la que se destruyeron alrededor de 30 pozos y se dañaron otros 56, que eran utilizados por los ciudadanos palestino para desarrollar una riqueza agrícola basada, en menor medida, en la agricultura intensiva.

Por otra parte, la construcción del muro tiene otras consecuencias peligrosas en el sector social y de servicios como la educación, la salud y otros. Algunos tratan de limitar esos daños a las aldeas y poblados ubicados entre el muro y la línea de tregua o las pequeñas concentraciones situadas en las provincias de Qalquilia, Salfit y las aldeas al Oeste de Ramallah o en el entorno de Belén o Jerusalén, pero estos daños son mucho más amplios ya que los servicios de educación,, salud, vivienda, obras públicas y otros no se pueden garantizar de manera aceptable sino es sobre una base nacional tomando en cuenta a Cisjordania, incluyendo Jerusalén, como unidad territorial. Además, serían muy exiguos e ineficaces si se distribuyen entre un grupo de ghettos principales y otros secundarios y pequeñas concentraciones anexas. El gobierno israelí está consciente de ello, por eso el proyecto del muro fue diseñado para convertirse en un proyecto político e imponer autonomía administrativa a la población y en un proyecto colonialista en primer grado.

Por ello y por otras consideraciones, el pueblo palestino se opone y ofrece resistencia a la construcción del muro ya que constituye la etapa más peligrosa del proyecto colonialista, agresivo y expansionista. El pueblo palestino, en su posición de resistencia a este peligroso proyecto colonialista que da al traste con las esperanzas de impulsar los esfuerzos en aras del arreglo político, se apoya en su derecho inalienable a tener una patria y a defenderla utilizando todos los medios de lucha nacional y en la legalidad internacional. De ahí que su causa haya sido elevada al Tribunal Internacional de La Haya por resolución de la Asamblea General de la Naciones Unidas, pues la legalidad internacional, a tenor del Convenio de La Haya de (1907), del IV Acuerdo de Ginebra del año 1949, o de las resoluciones del Consejo de Seguridad y de la Asamblea General de las Naciones Unidas, le prohíbe a Israel, como estado ocupante, construir ese muro en territorio palestino ocupado.

Lo que llama la atención aquí y al mismo tiempo extraña es la oposición de un número no reducido de naciones, ya sea por coincidencia de políticas o por la política de la hipocresía y del doble rasero, a que la parte palestina se haya dirigido a la Corte Internacional de Justicia para asesorarse sobre la legalidad y legitimidad del muro como proyecto colonialista, agresivo y expansionista, con el pretexto de que el tema planteado ante la corte es, en esencia, un tema político y no legal. Estas naciones se olvidaron de que la propia Corte hubo de intervenir en un asunto similar a finales de la década del setenta del pasado siglo. En ese entonces la ONU había adoptado la decisión de poner fin al mandato del régimen racista de Sudáfrica en Namibia.

El régimen del apartheid no acató la resolución de la ONU por lo que el asunto fue transferido a la Corte Internacional de La Haya, la cual decidió imponer sanciones a Sudáfrica y abrir el camino hacia la independencia de Namibia luego de años de sufrimiento.

La escena se repite, esta vez en territorio palestino y el propio Yosef Lapid, Ministro de Justicia del gobierno de Sharon alerta a Israel sobre la posibilidad de convertirse en un Estado de apartheid similar al anterior régimen racista de Sudáfrica. ¿Acaso la Corte Internacional volverá a hacer justicia, esta vez en territorio palestino, abriendo el camino a una presión internacional que ponga fin, junto con la lucha del pueblo palestino, a la catástrofe que representa el muro y que también abra el camino para la creación de un estado palestino que se pueda desarrollar y en el que se pueda vivir? Esa es la interrogante.

(*) Miembro del Comité Ejecutivo de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), Miembro del Buró Político del Frente Democrático para la Liberación de Palestina (FDLP)

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