La crisis:
Todos por
"la reforma"
Por Lamis Andonis (*)
Al-Ahram Weekly, Egipto, 29/07/04
Traducción de Loles Oliván para
CSCAweb
En estos días resulta casi
imposible ver un canal de televisión en el que no aparezca un
representante, activista o erudito palestino condenando la corrupción.
Los defensores de la reforma son tantos en número que los telespectadores
podrían preguntarse quiénes son los cargos corruptos de los que se
habla, con tantas voces como aparecen dentro del aparato palestino
abogando por la reforma [1].
Una respuesta cínica podría ser
que el lema de la reforma palestina se ha convertido en un acto de
conveniencia política para apaciguar tanto la presión exterior como el
aumento del descontento palestino por la corrupción. Ello es solo una
parte de la historia que ha salido a la superficie en forma de una lucha
de poder por el liderazgo de los aparatos de la seguridad de múltiples
cabezas, por el control de Gaza y por una crisis de gobierno que se ha
desactivado -aunque no resuelto- con la pública reconciliación entre el
presidente Yaser Arafat y el primer ministro Ahmed Qurei.
Sin embargo, la crisis actual es
mayormente una manifestación de la pérdida de esperanza en alcanzar una
solución justa que ponga fin al sufrimiento palestino, así como una
indicación de la profunda corrupción moral y política y de la
impotencia del sistema palestino que está ya desperdiciando el triunfo
sin precedentes que representa el dictamen del Tribunal Internacional de
Justicia sobre el Muro "de seguridad" de Israel como ilegal.
Así, en lugar de formular una
estrategia, el aparato palestino se ha enredado en una lucha inútil, que
subraya su incapacidad de tomar iniciativa alguna y que le convierte, por
ello, en vulnerable a las propuestas israelíes e estadounidenses.
El hecho sigue siendo que el
llamamiento a la reforma así como las acusaciones y el desenmascaramiento
de la corrupción no deben ser simplemente despachados como una lucha de
poder dentro de la élite. Sin duda, la galopante corrupción está
impidiendo la capacidad palestina de responder colectivamente a la
continua y sistemática anexión de facto por parte de Israel de tierras
palestinas -por no mencionar su capacidad para iniciar una estrategia para
la acción. El peligro aquí es que el potencial movimiento para la
reforma pudiera sin embargo quedar reducido a enfrentamientos y maniobras
dentro de la propia lite para alcanzar posiciones. Porque, después de
todo, ésta no es solo una historia de corrupción financiera
(caracterizada por comisiones sancionadas oficialmente, por malversación
de fondos públicos u otros escándalos financieros) sino la de una grave
crisis política dentro de un sistema deformado.
Si examinamos las voces que buscan
sacar a la luz la corrupción se detectan las siguientes tendencias: en
primer lugar, una verdadera frustración experimentada por la mayoría de
los palestinos por estar siendo oprimidos por la despiadada ocupación
israelí y por unos responsables corruptos -una combinación letal que
corroe la esperanza y la moral del pueblo destruyendo a menudo su voluntad
de sobrevivir.
En segundo lugar, un creciente número
de ex funcionarios de la OLP así como de personalidades locales de
Cisjordania y Gaza que consideran que la era de Arafat ha acabado y se están
promoviendo desvergonzadamente a sí mismos para acomodarse a los dictados
de una era estadounidense. Este grupo, que está haciendo mucho ruido,
culpa a Arafat por haber rechazado la propuesta de paz de Ehud Barak en el
año 2000 de un mini-Estado fragmentado y controlado por Israel, así como
por no haber aplastado la Intifada. Algunos de esos funcionarios se han
convertido de la noche a la mañana en defensores de la reforma y en críticos
de Arafat después de años -si no décadas- de haber sido los receptores
de generosas donaciones y favores políticos perceptibles en sus
mansiones, en sus coches y en su estilo de vida de altos vuelos.
La opción Dahlan
La tercera tendencia, que ha se ha
mostrado como una fuerza dirigente durante las últimas tres semanas,
emana de los contrariados dirigentes de la Intifada de 1987, que gozan de
una importante influencia dentro de los aparatos de seguridad y con [el
apoyo de] sus ex combatientes compatriotas de la calle. La fortaleza y la
debilidad de este grupo procede de la dirección de Mohamed Dahlan [2], el
poderoso ex responsable de la Seguridad Preventiva de Gaza, que ha sido la
fuerza motriz tras el intento de retar y arruinar las designaciones de
Arafat para la seguridad y movilizar la vasta protesta armada pro-reforma
que se extendió por las calles de Gaza la semana pasada.
Este
Dahlan, que no oculta su
marcha hacia el poder, ha reclamado que Arafat "[...] despida a todos
los funcionarios corruptos que le rodean". El problema es que el
propio Dahlan es parte del sistema y tiene que reconocer aún que él
mismo ha sucumbido a la misma tentación de cuestionables ganancias
financieras. Los elogios de Israel y de EEUU hacia Dahlan, sean auténticos
o no, como "un futuro líder con el que podemos negociar", son
una espada de doble filo: por un lado le aseguran el apoyo de muchos
oportunistas que están buscando un puesto influyente en la era post
Arafat; por otro constituyen una auténtica sospecha y una seria falta de
credibilidad entre los palestinos [3].
Quien escribe estas líneas ha
planteado a Dahlan estas cuestiones en diversas ocasiones durante los últimos
años obteniendo únicamente la sonrisa confiada de un político experto
que afirma "yo no soy un peón". Pero Dahlan no puede ser
apartado. Si durante un momento inicial pareció que algunos funcionarios
influyentes de Fatah en la Franja de Gaza se estaban distanciando del
ambicioso dirigente resulta que tiene un apoyo más amplio que el
profesado públicamente por esos funcionarios.
Sin negar los enredos de Dahlan con
la corrupción, creen que su defensa de la campaña anti-corrupción tiene
muchas consecuencias. "[...] Si Dahlan es un corrupto, es debido al
sistema que anima y nutre Arafat" sostiene un ex funcionario de la
OLP", afirman.
Las largas entrevistas y
conversaciones con activistas de Fatah y con funcionarios de Gaza sugieren
que su apoyo proviene en parte de la amargura y la rabia de muchas
generaciones de militantes de Fatah que se sienten a sí mismos utilizados
y marginados por la OLP y por la dirección de la Autoridad Palestina
(AP).
Samir Masharawi es un elocuente
dirigente de Fatah que ha estado dominando los canales de televisión la
semana pasada con sus exigencias de reforma y de arrancar la corrupción.
Pero por razones obvias los entrevistadores no le han preguntado por su
asociación con Dahlan ni le han llevado a abordar las bien conocidas -al
menos en Gaza- aventuras empresariales de Dahlan y su asociación con el más
famoso símbolo de la corrupción [palestina] de la última década, Jaled
Salam. Sin embargo, el apoyo a Dahlan sugiere igualmente que muchos de su
generación se identifican con su historia de lucha, pobreza y desencanto
con la dirección de la OLP y comparten sus ambiciones de un papel mayor
en el sistema político.
La deriva de la lucha palestina
La historia de Dahlan es de hecho
un ejemplo de un sistema que ha conseguido corromper a cientos si no a
miles de los más bravos defensores y en algún momento modelos de la
lucha palestina.
Conocí a Dahlan siendo él un
delgado y muy tranquilo joven en Túnez. Fuimos presentados por el
fallecido dirigente Jalil al-Wazir, Abu Yihad, quien tenía puestas
grandes esperanzas en Dahlan. Era próximo a Abdul Aziz Shahin, conocido
como Abu Ali Shahin, el entonces legendario dirigente de Fatah de quien se
decía que había dirigido la organización desde el interior de las cárceles
de Israel. Nacido en 1961 en el campamento de refugiados de Jan Yunis, [Dahlan]
fundó la organización de las Juventudes de Fatah en 1981 y emergió como
un combatiente popular y atrevido antes de la primera Intifada.
Israel capturó a Dahlan, quien
estuvo en la cárcel al menos en 11 ocasiones, y lo deportó a Amán. Basándome
en nuestras conversaciones en Túnez, yo nunca pensé que Dahlan fuera a
convertirse en un jefe de la seguridad para llevar a cabo fundamentalmente
las exigencias de Israel de liquidar a la resistencia palestina. Vi en él
a un hombre joven, como tantos otros deportados, profundamente
desilusionado por el estancamiento y la corrupción de la dirección política
de una OLP idolatrada al regreso en los territorios ocupados de
Cisjordania y Gaza. Muchos deportados expresaban abiertamente su
insatisfacción con el sistema y la amargura por los sacrificios que habían
llevado a cabo por una dirección que percibían en bancarrota.
El sistema de Oslo y la corrupción
Sin embargo, con los Acuerdos de
Oslo de 1993, la corrupción que perseguía a las instituciones de la OLP
-incluso en su periodo político de Líbano en los años 70 y 80- dio paso
a una nueva forma de corrupción política, institucional y financiera más
peligrosa. A diferencia de la corrupción de la OLP en el periodo anterior
a Oslo (que se extendió también en el interior de Palestina) una nueva
forma de corrupción política, moral y financiera emanó de la propia
naturaleza del sistema creado por los Acuerdos: un sistema que reducía a
la OLP a una autoridad limitada en su capacidad para proteger a su pueblo
y dependiente -tanto financiera como políticamente- del cumplimiento de
ciertos términos que a menudo estaban reñidos con las aspiraciones del
pueblo palestino.
El poder, que antes se obtenía a
través del apoyo popular y del estatus dentro de la OLP, se conseguía
ahora a través de los vínculos con Israel y con los responsables israelíes;
antiguos combatientes -bien aquéllos que desafiaron las invasiones israelíes
de Líbano o los que condujeron la primera Intifada- pasaron a ser
miembros de las fuerzas de seguridad cuya principal función era proteger
a Israel y controlar al pueblo palestino. De hecho, una buena parte de los
fondos disponibles de la AP han sido destinados a crear una fuerza de
seguridad como consecuencia natural de todos los acuerdos firmados desde
Oslo que se basaban principalmente en la premisa de la supremacía de
"la seguridad de Israel".
Yo estaba en Túnez cuando los ex
combatientes abordaban los planes para "retornar a Palestina".
Aquella primavera y aquel verano de 1994 hubo muchos sentimientos
mezclados: aprehensión, alegría y tristeza. A pesar de todas las
bravatas, muchos ex combatientes con los que hablé se daban cuenta del
precio que estaban pagando por ver o regresar a Palestina. Eran
conscientes de que estarían confrontados por un sistema controlado por
Israel. Algunos abrigaban una tenue esperanza de que el camino conduciría
a la independencia, pero muchos derramaron lágrimas en el aeropuerto de Túnez
y levantaron las fotografías de dos dirigentes caídos de la OLP, Salah
Jalaf, también conocido por su nombre de guerra Abu Iyad, asesinado en
1991, y Jalil al-Wazir, Abu Yihad, quien fue asesinado por Israel en 1988,
en un esfuerzo para hacer una declaración o convencer a los refugiados de
que la lucha continuaría.
Algunos de los que volvieron eran
dirigentes de la primera Intifada deportados por Israel a Túnez y
Jordania. Entre ellos estaba Marwan Barguti, el popular dirigente
palestino sentenciado a cinco cadenas perpetuas por un tribunal israelí,
y Mohamed Dahlan, héroe legendario de las calles de Gaza y fundador de
las Juventudes de Fatah, que había hecho frente valientemente a las
fuertemente armadas fuerzas israelíes en las calles y en los laberintos
de las ciudades de Gaza y de los campamentos de refugiados. Como la mayoría
de los deportados, Barguti y Dahlan querían regresar [a Palestina] a
cualquier precio. Ellos, junto a tres, estaban bloqueados por el
estancamiento del exilio de la OLP en Túnez viendo que no había futuro
para un cambio efectivo en ningún lugar que no fuera el suelo palestino.
Marwan Barguti, que ha llegado a
ser mi amigo y mi vecino, no estaba interesado en los términos de [los
Acuerdos de] Oslo. Estaba interesado, como muchos deportados, en el
potencial de lo que podrían crear una vez que regresaran. Se sentían
como pez fuera del agua. Pero hay otras consecuencias derivadas de esos años
de exilio que hemos visto recientemente en la tensión que ha estallado en
Gaza.
Cambio de las reglas del juego
Una nueva crisis germinó cuando
muchos de los ex combatientes y deportados hicieron frente a dos
realidades tras su regreso: en primer lugar, que su futuro se situaba
dentro de los aparatos de la seguridad -un papel que les garantizaba un
sustento básico, estatus y un rol político. En segundo lugar, las nuevas
reglas del juego ya no contaban con sus "credenciales
nacionalistas" sino con su habilidad para jugar el nuevo juego
incluidos sus aspectos financieros, políticos y militares. Poco después
de que los funcionarios de la OLP comenzasen a llegar a Gaza en el verano
de 1994, jóvenes y antiguos asistentes comenzaron a aparecer con
maletines llenos de dólares hablando de grandes negocios económicos
"todos en nombre del interés nacional".
Entre 1994 y 1995 vi con horror cómo
venerados jóvenes dirigentes de la primera Intifada se movían en compañía
de algunos de los más corruptos funcionarios de la OLP, a veces como
guardaespaldas, a veces proporcionándoles escolta armada durante las
negociaciones de tratos secretos con empresas israelíes (me estoy
refiriendo específicamente a unas conversaciones concretas sobre
gasolina) en el puesto fronterizo de Eretz.
Cuando puse a dos de los más
populares dirigentes de la Intifada frente a esta realidad -ambos
relacionados con Dahlan- uno de ellos replicó: "[...] Tienes idea de
qué se siente cuando casi hemos perdido nuestras vidas, por no mencionar
a nuestras familias, en la pobreza mientras estábamos en la cárcel para
descubrir al final que la Revolución se ha acabado, que de lo que se
trata es de [tener] influencias?".
Sami Abdu Samhadaneh, otro héroe
de la primera Intifada, reaccionó con sarcasmo cuando le pregunté cómo
se sentía por incorporarse a los aparatos de la seguridad, uno de los
cuales tiene que ver con aplastar a otros palestinos. "[...] ¿Nos va
a conseguir Ud. empleo? Sus amigos, los intelectuales palestinos que
escriben mordaces artículos, ¿van a ser ellos quienes nos busquen becas
para que miles de nosotros podamos encontrar otros trabajos?".
Sami es en la actualidad el jefe de
una de las muchas oficinas de seguridad especial, un puesto que no ha
evitado que Israel lo declare enemigo y terrorista. Entre 1994 y 2000
muchos de los antiguos héroes no solo se incorporaron a los aparatos de
la seguridad, teniendo algunos incluso que ver con la detención de sus
antiguos compañeros de armas, sino que de manera alarmante se fueron
involucrando en todo tito de actividades ilegales, desde robos de coches
hasta negocios ilegales.
No hace falta decir que tal
corrupción no es justificable. Y que hay también muchas figuras que
prefirieron hacer frente a la pobreza antes que comprometer su integridad.
Pero dicho esto, es hora de que toda la sociedad palestina, especialmente
sus intelectuales, asuman y reconozcan su propia responsabilidad y su
papel al haber ignorado a generaciones de combatientes que han pasado de
ser héroes a miembros de un sobredimensionado sistema de seguridad al que
se le ha confiado la ejecución de los acuerdos con Israel.
Sería fácil rechazar a Dahlan y a
sus defensores y hay muchas preguntas legítimas que hacerle sobre su
campaña. Todavía tiene que limpiarse y declarar públicamente cuál es
su agenda. Sin embargo, es necesario analizar el fenómeno del movimiento
que hay tras el apoyo a Dahlan y satisfacer una crítica autoevaluación
del significado real y de la verdadera dimensión de la corrupción que
impregna el sistema palestino. Tal y como está la situación en la
actualidad, la inteligentsia palestina o muchos de sus miembros pueden
pretender que la sofisticación equivale a integridad financiera y política.
Pero eso es autoengañarse porque
el sistema puesto en marcha por Oslo no solo ha conducido a un aparato de
seguridad monstruoso y peligrosamente armado, sino que ha incorporado
formas más sutiles que asumen una aparente respetabilidad. La diferencia
entre los ex combatientes y los jóvenes enmascarados y armados -que
recurren a acciones cuestionables y algunas veces violentas- y muchos
miembros de la elite intelectual que ha alcanzado estatus y financiación
de organizaciones internacionales dispuestas a promover un sistema
subordinado a Israel es realmente muy poca. Todos ellos son productos de
un mismo sistema, de ese sistema que ignora a los más de 8.000 presos políticos
palestinos, a los miles de heridos, mutilados y afligidos familiares de
los mártires, mientras promueve una peligrosa lucha interna.
En casi todas sus declaraciones, la
mayoría del pueblo que exige reformas sitúa la responsabilidad a las
puertas del derrumbado bunker de Arafat. Él es visto como uno de los
responsables de la corrupción y de favorecer a gente corrupta, aunque
para él leal. Ello es en parte verdad, pero es también el sistema
promovido por una comunidad internacional que empuja a los palestinos al
servilismo en el falso nombre de las reformas.
Notas de
CSCAweb:
(*) Lamis Andonis es analista y
colabora en las revistas de 'al-Ahram Weekly' y 'Midlle East International'.
1. Sobre la reforma palestina, véase
en CSCAweb: Loles Oliván: "La cuestión de fondo de la reforma
palestina: democracia y lucha nacional" | Loles Oliván:
"Israel, EEUU y Palestina: el cambio de las 'reglas del juego' a la
sombra de la guerra contra Iraq" | Remodelando Oriente Medio: el
modelo 'cambio de régimen' en Iraq aplicado a Palestina
2. Sobre Mohamed Dahlan véase en
CSCAweb: Ali Abunimah: Dos artículos sobre las 'reformas' palestinas. ¿Quiénes
son estos hombres que venden Palestina a precio de saldo ? y ¿Por qué
Israel está tan excitado respecto al 'primer ministro' Abu Mazen? y La
dimisión de 'Abu Mazen' y el fin de la "Hoja de ruta"
3. Véase en CSCAweb: El asesinato
de al-Rantisi y el Plan Sharon: un nuevo Balfour para Palestina - Ibrahim
Alloush: ¿Quién se beneficia del asesinato del 'sheij' Yasín y de sus
compañeros?
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