Tres
Palestinas, tres generaciones
y tres escenarios
Por
Alfredo Jalife
La
Jornada, México, 11/11/04
La
realidad rebasa cualquier metáfora: Yasser Arafat entró en coma el día
en que George W. Bush descolgó su segundo mandato en las urnas
apuntalado por las huestes del fundamentalismo cristiano redivivo. Más
que el mismo Ariel Sharon, la antimateria de Arafat fue Bush, quien
nunca lo recibió en la Casa Blanca e, inclusive, alentó a su
confinamiento humillante en Ramallah, cuando, en contrapunto, el ex
presidente Bill Clinton lo había acogido 28 veces durante sus dos
mandatos.
De
cierta manera, Arafat cohesionó al sunismo árabe, hasta que se
atravesó el fatídico 11 de septiembre de 2001 que marcó el inicio
de su ocaso irreversible, en paralelo al ascenso del chiísmo. Más
allá de la retórica del doble discurso y la simulación, la
teocracia de los ayatolas de Irán emergió como la gran triunfadora
con la nueva reconfiguración regional de fuerzas, tanto en Afganistán
como en Irak. Son momentos del Hezbollah y de Hamas. Son los tiempos
del fundamentalismo, en su variedad cristiana rediviva en la Casa
Blanca, hebrea en Israel, islámica sunita en Gaza y chiíta en Irán
y su esfera de influencia. Después de la caída del protolaico Baaz
iraquí, con Arafat se muere lo más cercano al laicismo en el mundo
árabe.
Arafat,
de mote Abu Ammar, se extinguió esta vez en definitiva sin
haber podido realizar su sueño de ver nacer el Estado palestino y sin
haber podido recuperar la parte islámica de Jerusalén ocupada. Su
figura planeó durante casi medio siglo en todo el Medio Oriente y
formó parte de la contienda bipolar entre Estados Unidos y la URSS.
Nadie como él forjó la identidad palestina desde que formó Al Fatah,
11 más tarde a la hecatombe (nakba) de 1948, año de la creación
del Estado israelí que tuvo como efecto el éxodo de miles de
palestinos a los países árabes fronterizos.
La
segmentación demográfica palestina es sustancial para entender su
futura orientación. Cisjordania (2.3 millones en 5 mil 860 kilómetros
cuadrados) exhibe un promedio de casi 18 años de edad: 43.8 por
ciento representa el segmento hasta los 14 años, la leve mayoría de
52.8 por ciento pertenece al segmento de 15 a 65 años, y 3.5 por
ciento por arriba de los 65. En Gaza (1.3 millones hacinados en 360
kilómetros cuadrados), más juvenil, el promedio de edad es 15.5 años,
el segmento hasta los 14 años es levemente mayoritario con 49 por
ciento, el segmento de los 15 a los 64 años representa 48.3 por
ciento y solamente 2.7 por ciento es mayor a los 65 años.
Arafat,
a su muerte, tenía 75 años de edad y pertenecía a la tercera
generación minoritaria de los palestinos. Tampoco es un secreto señalar
que las huestes de Hamas, primordialmente en Gaza, provienen del pletórico
segmento juvenil dispuesto a ofrendar su vida en martirologio.
El
sustituto formal de Arafat es Rawhi Fatuh, de 55 años de edad (en el
límite de la segunda generación), líder del Consejo Legislativo
Palestino, hasta que se celebren elecciones en dos meses. El primer
ministro Ahmed Qureia (Abu Ala), 66 años de edad (tercera
generación), y el jefe de la OLP, Mahmud Abbas (Abu Mazen), 69
años (tercera generación), controlarán la ANP y sus fuerzas de
seguridad. Las elecciones deben ser populares, a lo que se ha aferrado
Bassam Abu Sharif, 58 años de edad (segunda generación), consejero
de Arafat, mientras el grupo de Abu Abbas desea enmendar la Constitución
para que solamente el cuerpo de legisladores decida el sucesor.
Según
el analista Jihad Al Khazen ("La causa palestina en cuidados
intensivos"; Al-Hayat, 5/11/04) no será sencillo realizar
elecciones democráticas en medio de la ocupación y la violencia,
mientras "las instituciones de la ANP son destruidas". La
mayor probabilidad es que "Israel prohíba los comicios" y
comenta que "algún día Estados Unidos e Israel llegarán a
lamentar la ausencia de Arafat", después de criticar la quimera
israelí de que las negociaciones con el sucesor serán más dúctiles,
cuando, por el contrario, dependen de la legitimación de la población,
que no está dispuesta a tolerar su evicción de las tratativas tras
bambalinas.
Se
antojan tres escenarios: uno de pacificación forzada de acuerdo a las
condiciones unilaterales de Bush y Sharon, un tanto cuanto edulcoradas
por la mediación europea: otro de incertidumbre, con deterioro
controlado; y un tercero de anarquía deliberadamente fomentada para
balcanizar lo que queda de las "tres Palestinas" escindidas
entre sí.
Lamia
Lahoud, del The Jerusalem Post (5/11/04), afirma que la
"Autoridad Nacional Palestina estará mejor con un nuevo
liderazgo que hará que el proceso de paz israelí-palestino tenga
mejores oportunidades de éxito con la desaparición de Arafat".
El periódico, cuyo directivo es Richard Perle, connotado
neoconservador israelí-estadunidense, apuesta a que Mahmud Abbas será
tanto jefe de la OLP como presidente de la ANP y asevera que los
funcionarios palestinos de alto nivel consultados no creen que la ANP
se desintegre hacia el caos total. Los "optimistas" israelíes
refieren que sin Arafat, Abu Abbas podría ser invitado por Bush a la
Casa Blanca (como si fuera un gran honor) y que el general Sharon
estaría más motivado para reiniciar el mapa de ruta y
acelerar el retiro del ejército israelí de Gaza. La obsesión de los
funcionarios israelíes se centra en el "control" de Gaza (léase:
el sometimiento del grupo fundamentalista islámico Hamas,
curiosamente, inventado por Israel para debilitar a Arafat, pero que,
al parecer, se salió de su control, lo que habría que confirmar) y
no ven mejor opción que Muhamed Dahlan, de 43 años (segunda generación),
anterior ministro de seguridad y líder de Al Fatah en Gaza, quien es
un "policía duro" que goza del tácito beneplácito de Bush
y Sharon, lo cual se vuelve un estigma irreparable. En realidad, lo
que buscan Bush y Sharon es un equivalente palestino del afgano Hamid
Karzai y el iraquí Ayad Allawi, y nadie mejor cumple los requisitos
como Dahlan, quien sería rechazado ipso facto por los
palestinos de Cisjordania, ya no se diga por los palestinos exiliados.
La postura reiterada de Bush sobre la "solución de dos
estados", parece más bien un discurso hueco que facilita la
"solución final" del contencioso palestino de acuerdo con
la teogonía sharonista.
The
Times
(5/11/04) destaca que "millones de palestinos esparcidos en todo
el Medio Oriente temen que su sueño de un Estado se murió con la
desaparición del hombre que encarnó su lucha durante cuatro décadas",
y da pie a la posibilidad de una cruenta sucesión entre los
diferentes segmentos palestinos enfrascados en la lucha del poder.
En
medio de la segunda intifada contra la ocupación israelí que
se ha prolongado cuatro años, lo cierto es que ninguno entre la media
docena de sucesores en esta coyuntura -entre quienes descuella el
encarcelado Marwan Barguti, de 45 años de edad (segunda generación)-
puede aspirar al liderazgo de Arafat y menos sustituir su presencia
internacional como la expresión de los palestinos de Cisjordania y
Gaza, así como de quienes viven en el exilio forzado: más de 3
millones en Jordania, Líbano y Siria, es decir, casi la misma
cantidad que Gaza y Cisjordania juntos, lo que en suma representan a
"tres Palestinas" inconexas. Para amedrentar al sub
reportado medio millón de refugiados palestinos en Líbano, 21
aviones supersónicos israelíes irrumpieron los cielos de los
campamentos de refugiados y pusieron sus tropas en alerta a lo largo
de la frontera (An-Nahar, 6/11/04).
Le
Monde
(6/11/04) expresa la probabilidad de un escenario de "gran
incertidumbre" y asienta que la propia dirección palestina está
consciente de que la sucesión se puede desarrollar en un
"contexto de violencias intensas" debido a "las fuertes
rivalidades en el seno de la OLP".
Por
lo pronto, 13 movimientos palestinos se reunieron en Gaza para
prevenir el estallido de violencia en los territorios ocupados (Le
Monde, 6/11/04), que debería incluir los campos de refugiados en
los países fronterizos con Israel, donde vive la mayoría esparcida y
sin "derecho de retorno" por lo que luchó Arafat hasta el
final y que contribuyó a descarrilar, con el asunto sensible de
Jerusalén, las avanzadas charlas de paz en Campo David en 2000 con el
premier laborista, general Ehud Barak.
Ze'ev
Schiff, comentarista militar del periódico israelí Ha'aretz
(6/11/04), señala que la ausencia de Arafat creó una "nueva
realidad" en los territorios porque "Israel no tendrá una
clara dirección a quien dirigirse para negociar o coordinarse (...)
el inminente peligro es que si el caos estalla, se alzarán demandas
para instalar una fuerza internacional en los territorios" por lo
que Israel deberá instaurar "nuevas reglas de conducta y quizá
una nueva política y el ejército israelí deberá hacer todo lo
posible para restringir sus actividades". Explaya que Israel no
solamente deberá proseguir los planes de su retiro en Gaza, pese a
presiones en sentido contrario en esta delicada coyuntura, sino que
deberá acelerarlos "en coordinación con el nuevo liderazgo
palestino". Contra la visión rosada de la prensa anglosajona, de
que el mundo será mejor sin Arafat, Schiff admite que el deterioro y
la anarquía en los territorios podría fortalecer a Hamas como la única
dirección palestina". Este escenario no es nada insensato porque
conviene a los intereses de los halcones israelíes y sus
aliados en Estados Unidos, tanto los fundamentalistas cristianos
redivivos como los neoconservadores straussianos, porque no sólo
avala el irredentismo del fundamentalismo hebreo, sino, también,
justifica el "choque de civilizaciones" huntingtoniano
frente a la emergencia del fundamentalismo islámico palestino, el
peor escenario que pudo haber vislumbrado Arafat, quien se casó con
la cristiana Soha y cuyo movimiento Al Fatah sigue siendo protolaico.
El control de Gaza por Hamas (que se desconoce a ciencia cierta si
rompió o mantiene en lo "oscurito" sus lazos primigenios
con los servicios secretos israelíes) tendría la virtud de prolongar
la guerra contra el terrorismo global de la trasnacional del terror de
Al Qaeda, de parte del bushismo fundamentalista cristiano redivivo.
Schiff expresa que no hay que hacerse muchas ilusiones con el
liderazgo de la "generación fundadora", como Mahmud Abbas,
que se podría establecer y obtener un estatuto formal, pero que
carecería del control real sobre los territorios, donde impera la
demografía fundamentalista de Hamas y Jihad islámica: "líderes
locales, comandantes de pandillas o Hamas podrían tomar control de
los territorios. En cualquier caso es claro que una herencia de lucha
se asentará. Puede ser tranquila o estallar en violencia". La
"vieja guardia" del exilio arafatista en Túnez o la
"guardia juvenil" de Al Fatah puede detener la ola de
violencia, pero se pregunta si podrá proseguir con las reformas del mapa
de ruta. Reconoce que Israel puede hacer avanzar la paz con el
sucesor de Arafat, pero "también puede profundizar la anarquía
y dividir los territorios en pequeños enclaves, en los que la
creciente desesperación prevalecería".
¿Acaso no es éste el sueño de los halcones israelíes de crear
un Bantutistán en Cisjordania, cuyos mantos freáticos alimentan la
dramática carencia hidráulica de Israel? Esta es la oportunidad
dorada de Sharon, con la bendición bushiana, para balcanizar y
dividir aún más a Gaza y Cisjordania, de por sí desconectadas entre
sí.
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