Sin justicia no habrá
paz en Medio Oriente
Por
Robert Fisk
The Independent,
09/02/05
Traducción para La
Jornada, México, de Jorge Anaya
Así que los
palestinos cesarán su ocupación de Israel. No volverán tanques
palestinos a abrirse paso a sangre y fuego hacia Haifa y Tel Aviv.
Ningún otro F-18 palestino volverá a bombardear centros de población
israelíes. Nunca más un helicóptero Apache palestino llevará a
cabo "liquidaciones selectivas" -asesinatos- de líderes
militares israelíes. Los palestinos han prometido poner fin a
"todos los actos de violencia" contra los israelíes, en
tanto que Israel ha ofrecido poner fin a toda "actividad
militar" contra los palestinos. Ahí está, pues: paz en nuestro
tiempo.
Un marciano
-inclusive un marciano de alto nivel escolar- habría captado que ése
es el mensaje, suponiendo que hubiera descendido el martes anterior en
el mundo fantástico de Sharm el Sheikh. Los palestinos han cometido
"violencia", y los israelíes han realizado operaciones
"inocentes". La "violencia" palestina -o "el
terror y la violencia", frase ésta más popular en cuanto lleva
el estigma del 11 de septiembre de 2001- ha llegado a su fin.
Mahmoud Abbas -quien
este año confió a un íntimo amigo libanés que se ponía traje y
corbata para tener un aspecto "diferente" al de Yasser
Arafat- consintió todo esto. En el misterio quedó cuál era el
pueblo que ocupaba los hogares de cuál otro.
De cabello plateado y
con un encorvamiento que le da aire de sabiduría, Mamhoud Abbas
estaba a tono con el papel. Te-níamos que olvidar que era el mismo
Abbas que redactó los acuerdos de Oslo, el que a lo largo de mil páginas
evitó escribir aunque fuera una sola vez la palabra "ocupación",
y que no habló de "retiro" de tropas israelíes de
territorio palestino, sino de "reasignación".
En ningún momento
del pasado martes mencionó alguien la ocupación. Como si fuera
"sexo", hubo que censurar esa palabra de la narrativa histórica.
Como de costumbre, igual que en Oslo, los verdaderos temas se
postergaron para otra fecha. Los refugiados, el "derecho al
retorno", Jerusalén oriental como capital palestina: ya
hablaremos de eso más tarde.
Jamás nos había
hecho más falta la cáustica voz del finado Edward Said. Por supuesto
los asentamientos -colonias judías para judíos, y sólo para ellos,
en tierra árabe- no se mencionaron este día. Tampoco Jerusalén
oriental ni el "derecho al retorno" de los refugiados de
1948. Esos son los "sueños poco realistas" a los que los
israelíes se refirieron.
Todo eso se abordará
"más tarde", como supuestamente iba a ocurrir con el
infortunado acuerdo de Oslo. Mientras se puedan posponer las
verdaderas causas de la guerra, no hay problema. Era "el fin de
la violencia", que ha costado 4 mil vidas, según se dijo este
martes, pero sin la importante ecuación de que dos tercios de esas
vidas eran palestinas. Paz, paz, paz. Era como terrorismo, terrorismo,
terrorismo: una mercancía que pudiera comprarse en un supermercado.
Ojalá lo fuera.
Al final del día las
cuestiones importantes eran éstas: ¿cerrarán los israelíes sus
asentamientos masivos en Cisjordania, inclusive los que rodean Jerusalén?
Nada de eso se dijo. ¿Pondrán fin a la expansión de asentamientos sólo
para judíos en toda la Cisjordania palestina? Ni una palabra. ¿Permitirán
a los palestinos tener su capital en la Jerusalén oriental árabe?
Ninguna mención hubo.
¿Pondrán de veras
fin los palestinos a su intifada -y dentro de ella los ataques
suicidas- por efecto de estas promesas inexistentes? Al igual que las
elecciones en Irak -también llevadas a cabo bajo ocupación
extranjera-, las pláticas palestino-israelíes fueron históricas sólo
porque fueron "históricas".
La secretaria de
Estado, Condoleezza Rice, advirtió a los palestinos que deben
"controlar la violencia", pero, como de costumbre, no hubo
ningún llamado a "controlar" la violencia del ejército
israelí.
En efecto, el sine
qua non de la ecuación fue que los palestinos son culpables. Ellos
son el bando "violento": de ahí la admonición de que
pongan fin a la "violencia", en tanto que los israelíes
cesarán meras "operaciones". Los palestinos, al parecer,
son genéricamente violentos. Los israelíes son genéricamente
respetuosos de la ley: ellos sólo realizan "operaciones". Y
Abbas consintió semejantes pamplinas.
Todo quedó claro en
la información de los medios sobre los sucesos de este martes. Lo que
se ofrecía, dijo CNN, fue "poner fin a toda violencia"...
como si la ocupación ilegal no fuera una forma de violencia. La
agencia estadounidense Associated Press informó con desgano que
"algunas poblaciones siguen por ahora bajo control de seguridad
israelí", es decir, bajo ocupación, aunque la agencia no lo diría
así a sus lectores.
Así pues, Mahmoud
Abas será el Ha-mid Karzai de Palestina; su corbata será el
equivalente a la túnica verde de Karzai; "nuestro" nuevo
hombre en Palestina, el tsunami que lavó la contaminación de Yasser
Arafat, cuya tumba Condoleezza Rice se afanó en evitar. Pero las
trampas para tanques siguen allí: Jerusalén oriental, los
asentamientos judíos y el "derecho al retorno" de los
palestinos de 1948 a los hogares que perdieron.
Por si quisiéramos
aplaudir, como hicieron los "pacificadores" ese martes, más
vale darnos cuenta de que, si no resolvemos ya estos grandes
pendientes de injusticia, este nuevo acto de "pacificación"
va a resultar tan sangriento como Oslo. Pregúntenle a Abbas: él fue
el autor de ese primer acuerdo fatal.
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