Palestina
y el juego de la manipulación
Por
Gema Martín Muñoz (*)
Agencia de Información Solidaria (AIS), 26/01/06
No
existe en la historia un conflicto más manipulado y tergiversado que
el de Palestina. De nada sirve que todo el corpus jurídico
internacional exponga con una claridad meridiana todas las violaciones
que Israel ha cometido sobre unos territorios palestinos que no le
pertenecen y un pueblo al que inflige una cantidad infinita de
castigos, abusos y humillaciones. La alquimia de las palabras acaba
por modificar los conceptos. La ocupación se ha ido convirtiendo en
"territorios en disputa", el cumplimiento de la ley por
parte de Israel en "concesiones" o "gestos", las
colonias en "asentamientos" (incluso en "barrios judíos"),
el muro en "valla de seguridad". Y, por supuesto, el
terrorismo es un término del que los palestinos tienen la exclusiva.
Esta
manipulación del lenguaje ha ido transformando la visión del
conflicto: los progresos hacia la paz dependen del comportamiento de
los ocupados (la Autoridad Palestina) y no del ocupante (Israel), las
presiones y exigencias recaen sobre la víctima y no sobre el verdugo,
y los donantes internacionales pagan los costes de la ocupación sin
desafiarla. Se dice "el desarrollo económico de los territorios
palestinos es indispensable para asentar la paz en la región"
(Banco Mundial), pero no se acompaña de la voluntad de atacar políticamente
la causa que genera esa situación de crisis humanitaria, de manera
que la ayuda internacional se ha convertido en la compañera de viaje
de la ocupación. Es más, libera económicamente a Israel de su
responsabilidad ante la ley internacional (que como fuerza ocupante
tiene que asumir la asistencia a los ocupados), no exige nunca
compensaciones a Israel por lo que destruye y una parte considerable
de esa ayuda va a programas sobre la "reforma" y la
"democracia", creando la ficción entre los palestinos y la
opinión internacional de que existe un proceso político en marcha
para la construcción del Estado palestino, cuando en realidad no se
está haciendo nada para evitar que ese Estado palestino sea un
bantustán inviable donde de poco va a servir la democracia.
El
último eslabón de esta cadena de inversiones de la realidad la está
protagonizando la desaparición (por ahora política) de Ariel Sharon.
Al que fue toda su vida un "hombre de guerra" (o más bien
de crímenes de guerra) se le califica de "hombre de paz"; a
quien nunca reconoció jerarquía, leyes, normas, ni ética; al que
nunca ha aceptado la más mínima idea de negociación con los
palestinos, al artífice de la colonización judía en tierras
palestinas, al hombre del apartheid y la limpieza étnica, al que ha
hecho territorialmente inviable la existencia de un Estado palestino,
el que ha cambiado la paz por el extremismo y la radicalización
palestinas, ¡se le presupone un "legado" que hay que
conservar! Consérvenlo, y Oriente Medio no verá nunca la paz ni la
estabilidad.
El
espejismo de las elecciones
La
presentación de las elecciones palestinas está también sometida a
esa dinámica de crear espejismos que ocultan la realidad. Se busca
dar sensación de normalidad a una situación que es profundamente anómala
porque se celebran sin ninguna perspectiva de que acabe la ocupación
y porque dos tercios de la población palestina no tienen derecho al
voto; y el tercio que lo tiene lo hace bajo ocupación militar (lo que
interfiere en la libertad de movimientos de los votantes y en la de
los candidatos para hacer su campaña). En Jerusalén Este Israel sólo
ha permitido que voten 6.300 palestinos de los 110.000 que deberían
hacerlo (esos "afortunados" han sido elegidos por sorteo), y
todos los refugiados que no viven en los territorios vuelven a
quedarse al margen del voto "nacional".
Las
elecciones se celebran para elegir un Consejo Legislativo y, en
consecuencia, un nuevo gobierno que no tendrá ningún Estado que
gobernar, sino mantener un esqueleto institucional que permita
plantear que todo el proceso hacia la paz depende del comportamiento
de los palestinos y no de Israel. Las elecciones crean la ilusión de
que existe un proceso político que eventualmente llevará al Estado
palestino y mientras exista esa ilusión Israel puede continuar con su
política de apropiación de territorio para llegar a una "solución"
que ningún líder palestino puede aceptar. Por ello, ha impuesto el
unilateralismo y ha ignorado a cualquier interlocutor palestino.
Primero, el problema era Arafat, pero Abu Mazen no ha corrido mejor
suerte y en el futuro el pretexto será que Hamás está presente en
las instituciones palestinas. Mientras tanto, se sigue con el muro que
invade el territorio palestino, se intensifica la colonización de
Cisjordania, la judeización de Jerusalén Este, e incluso se sitia a
los núcleos de población palestina israelí levantando otros muros
que la aíslan y le van haciendo imposible la subsistencia. Objetivo:
apropiación de territorio cuando quede limpio de palestinos. Y todo
ello con el beneplácito de EEUU y el conformismo de los europeos.
Para
los palestinos las elecciones tienen otra lectura. Son una búsqueda
desesperada de poner en orden su propia casa, acabar con el caos y
reforzar su liderazgo político. Mientras la popularidad de Hamás ha
crecido, la de la OLP (y su principal grupo, Al Fatah) ha descendido.
Pero el propio Mahmud Abbas necesita a Hamás en el juego político
para conseguir imponer el orden. El éxito de Hamás le debe mucho a
Ariel Sharon (recomiendo el artículo de Bradley Burston, "Hamas
'R' Us" en Haaretz 19 de enero de 2006). Despreciando cualquier
nivel de negociación con Mahmud Abbas, Sharon no ha hecho
absolutamente nada para que ganase un mínimo crédito ante su población;
por el contrario, ha invertido en la radicalización y la violencia.
Pero tampoco nadie se ha interesado por supervisar el comportamiento
honesto y democrático de los actores e instituciones palestinas que
nacieron al calor de la comunidad internacional en el marco de Oslo.
La
consecuencia es que la corrupción y la fragmentación clánica de
Fatah, junto a su incapacidad por mejorar en algo la situación
draconiana de ocupación, le pasan recibo hoy día. También hay que
decir que la falta progresiva de perspectivas de un Estado palestino
genera una dinámica viciosa: ha promovido las estrategias de
supervivencia personales en busca de prebendas, desvíos de fondos y
el "sálvese quien pueda" en las elites dirigentes
palestinas. Así, Hamás se va a beneficiar, además de sus propios
votantes, de muchos que ven en él una imagen de marca anticorrupción,
lo cual es cierto, y del voto de castigo a Fatah. Ésa es la realidad,
y ante la misma ¿qué posición habría que tomar?
Hamas,
factor positivo
La
integración de Hamás en el sistema político palestino es un factor
positivo y la mejor manera de garantizar el mantenimiento del cese el
fuego, que ha respetado a pesar de las provocaciones constantes israelíes.
Y no hay que ignorar que el uso del terrorismo de Hamás es la otra
cara de la moneda del terrorismo de Estado que practica Israel. En los
últimos meses, su dirección en las municipalidades constata que Hamás
ha apostado por el buen gobierno (lo que facilitaría mucho la gestión
de la ayuda internacional) y el pragmatismo, dejando de lado, salvo en
algún caso excepcional, la imposición de normas islámicas. Otro síntoma
es que su discurso en la campaña electoral ha dejado de lado los
aspectos más radicales de su carta constitucional con respecto a
Israel. Y, además, su incorporación en el gobierno local y nacional
es la mejor vía para marginar la vía militar, porque la realidad es
que la Autoridad Palestina no tiene ninguna capacidad de desarmar a
Hamás.
Frente
a esta realidad, EEUU y la UE están manteniendo una posición carente
de sentido (aceptar y facilitar su participación pero amenazando
contra su éxito electoral) con el riesgo de no aprovechar un hecho
inevitable que puede tener un impacto positivo, porque es claro el
deseo de Hamás de obtener reconocimiento internacional. Cortar la
interlocución con ellos, y no aceptar los resultados democráticos de
las elecciones, les llevaría a perder la ocasión de condicionar y
alentar una refundación de Hamás que fuese gradualmente dimitiendo
de su estrategia militar y aceptando la negociación con Israel. Claro
está que eso significaría también presionar con firmeza a Israel
para que negocie. Quizá sea ése el verdadero problema que no quieren
afrontar.
(*)
Profesora de Sociología del Mundo Árabe e Islámico de la
Universidad Autónoma de Madrid.
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