Ariel Sharon:
crónica de la muerte anunciada de un «hombre de paz»
Red Voltaire, 20/01/06
«Homicida»,
«asesino», «criminal de guerra», «terrorista», «comandante en
jefe de un escuadrón de la muerte»: ninguna de estas palabras
podrán ser encontradas en las tribunas hagiográficas difundidas por
la prensa atlantista luego del derrame cerebral sufrido por el primer
ministro israelí Ariel Sharon.
Lamentablemente, esto
no nos sorprende. Ya hemos comentado en esta sección la forma en que
Sharon ha sido presentado como «hombre de paz» luego de la retirada
de Gaza aunque se haya señalado que su único objetivo era facilitar
el mantenimiento de la ocupación ilegal de vastos territorios de
Cisjordania. Más tarde, a raíz de su controversia con líderes más
extremistas y que insistían en seguir soñando con el Gran Israel,
Ariel Sharon fue presentado como «centrista».
A todo lo largo de su
carrera militar, y posteriormente política, Ariel Sharon fue culpable
(de manera personal o por dar las órdenes) de abusos y asesinatos en
masa contra las poblaciones árabes, con mucha frecuencia contra
civiles. Violó el derecho internacional y pisoteó las resoluciones
de Naciones Unidas al privar a poblaciones completas de cualquier
esperanza de justicia. Sin embargo, estos crímenes son apenas
mencionados en la prensa atlantista que prefiere describirnos a un
nacionalista convertido en pragmático en su ancianidad y que ofreció
una oportunidad a la paz al organizar la retirada israelí de Gaza.
Ningún diario recuerda que luego de esta retirada la aviación y la
artillería pesada se encargan de bombardear las ciudades palestinas.
Con ello, los cronistas, editorialistas y expertos demuestran un
desprecio infinito por las vidas árabes.
Caemos en la fórmula
consagrada: «en los momentos en que redactamos estas líneas, Ariel
Sharon lucha contra la muerte», pero estos autores de notas
necrológicas no esperaron el resultado del combate para comentar en
pasado, aunque de manera elogiosa, los actos políticos del general
Sharon.
El debate en la prensa
atlantista opone hagiógrafos optimistas a pesimistas. Repiten los
lugares comunes sobre el conflicto israelo–palestino: Sharon cambió
y se convirtió en un hombre de paz, la retirada de Gaza constituyó
un importante paso hacia la paz emprendido por un hombre valiente, los
árabes no aprovecharon las oportunidades de lograr la paz. No
obstante, para una parte de los comentaristas, la estrategia política
seguida por el Primer Ministro no lo sobrevivirá, mientras que para
los demás el proyecto marcha sobre ruedas.
En The Independent, el
ex ministro conservador británico de Relaciones Exteriores, Malcolm
Rifkind, lamenta la desaparición de Ariel Sharon, acontecimiento que
compara con el asesinato de Yitzhak Rabin. Paradójicamente, el autor
no se esfuerza demasiado en ocultar los abusos cometidos por aquel
cuya desaparición siente. Recuerda la invasión del Líbano, la
masacre de Sabra y Shatila, la escalada de la colonización y la
provocación de Al–Aqsa. Pero, no obstante, considera que Sharon era
el único capaz de lograr que los israelíes aceptaran la existencia
de un Estado palestino.
El psiquiatra y
editorialista neoconservador, reciente promotor del empleo de la
tortura en la «guerra contra el terrorismo», Charles Krauthammer,
lamenta en el Washington Post la desaparición de Ariel Sharon de la
vida política. En su opinión, estamos ante el peor desastre que
sacude a Israel en los últimos 60 años. ¡Demonios! Llevando a los
extremos la personalización de la política israelí plantea que
resultará muy difícil para Kadima, el partido fundado por el primer
ministro israelí, seguir adelante con la política «genial» de
Ariel Sharon. Alejado en teoría de las tesis y orientaciones del
señor Krauthammer, el rabino Michael Lerner, jefe de redacción de la
revista de la izquierda judía estadounidense Tikkun Magazine y
presidente de la asociación pacifista judía Rabbis for Peace,
comparte, en nombre de la paz, el mismo razonamiento que el
editorialista neoconservador. En los diarios The Age (Australia)y The
Berkeley Daily Planet (Estados Unidos) afirma rogar por el
restablecimiento de Ariel Sharon para que éste pueda continuar la
lucha política. Recuerda que por mucho tiempo fue adversario del
Primer Ministro pero considera, contra toda posibilidad, que este
último es en estos momentos uno de los pocos hombres capaces de
devolver la paz al Medio Oriente.
Compartiendo
prácticamente la misma visión de Ariel Sharon y de su política,
algunos analistas estiman que la política por él adoptada seguirá
siendo aplicada luego de su muerte o retiro.
Yoel Marcus,
editorialista de Ha’aretz, el diario de referencia de la izquierda
israelí, saluda al «Charles de Gaulle israelí», al hombre electo
por la extrema derecha que organizó la retirada de Gaza. Lamenta que
los palestinos no hayan sabido aprovechar la «oportunidad», pero
afirma, llevando aún más lejos la lógica culturalista con relación
a la llamada falta de contraparte para la paz, que «los árabes
serán siempre los árabes». Deplora la pérdida del «gigante de
1948», aunque considera que Kadima es el fruto de un momento
político y no de un hombre, y que la política de Ariel Sharon
seguirá siendo aplicada.
Barry Rubin, director
del Centre Global Research in International Affairs, comparte este
punto de vista en una tribuna difundida por Project Syndicate que
sólo ha sido publicada hasta el momento por el Korea Herald. Fiel a
la opinión que tuvo a bien brindar cuando se creó Kadima, considera
que este partido es el reflejo de un nuevo consenso en el seno de la
sociedad israelí y que, por consiguiente, deberá ganar las próximas
elecciones. Alaba las acciones del Primer Ministro y opina que su
partido podrá seguir adelante sin él.
Aunque predominante en
la prensa occidental, la representación positiva del Primer Ministro
israelí se ve matizada por algunos autores valientes y muy aislados.
De esta forma, Gideon
Levy, editorialista de izquierda de Ha’aretz, publica una opinión
contraria a la de su colega Yoel Marcus. En su opinión, el balance de
la política de Ariel Sharon con relación a Israel es globalmente
negativo. Recuerda que el Primer Ministro llevó a cabo la
colonización de los territorios ocupados, lanzó la invasión
israelí contra el Líbano y participó en el fortalecimiento de Hamas.
Para el autor, la retirada de Gaza constituye un acto de contrición
respecto de la primera política, pero señala que Hamas seguía
sacando provecho de la política de Ariel Sharon y que en estos
momentos las tensiones con Irán llegan al paroxismo. Observemos que
aunque cuestiona la política de Ariel Sharon, el autor sólo lo hace
desde el punto de vista de los intereses israelíes. Al parecer, no
hay lugar para el punto de vista árabe en la prensa «occidental».
Yasser Abed Rabbo, ex
ministro de la Autoridad Palestina y negociador de la iniciativa de
Ginebra, es uno de los pocos dirigentes árabes que puede ofrecer su
opinión sobre el tema en entrevista concedida al diario Le Monde. Y
aún en este caso, prácticamente pide disculpas por no unirse al coro
de plañideras y trata de recordar por qué los palestinos no notaron
el «cambio» en el ocaso de la carrera de Ariel Sharon. Menciona la
incursión de Qibya, la masacre de Sabra y Shatila y la operación de
Jenin, elementos que explican porqué, contrariamente a la opinión
occidental, para los palestinos la desaparición de Ariel Sharon no es
la de un hombre de paz. Sin embargo, el autor confía, aunque no
parece creer mucho en ello, en que su sucesor tenga un comportamiento
diferente y que la vida política israelí cambiará luego de la
muerte de su patriarca como ocurrió con la Autoridad Palestina.
No olvidemos que Ariel
Sharon comienza su carrera en la organización terrorista Haganah. A
inicios de los años 50 dirige un escuadrón de la muerte, la Unidad
101, que asesina civiles árabes para obligar a sus familias a
abandonar sus tierras. A la cabeza de este escuadrón masacra a toda
la población de la ciudad jordana de Qibya. Convertido en general, en
virtud de sus actos de heroísmo durante la Guerra de los Seis Días,
invade el Líbano con sus unidades por iniciativa propia y
desobedeciendo las órdenes del estado mayor. Una vez en Beirut, rodea
los campamentos de refugiados palestinos de Sabra y Shatila y comienza
a exterminar a la población. Al no contar con suficientes hombres,
confía a las milicias cristianas del mercenario Elie Hokeiba la tarea
de terminar el trabajo. Juzgado por crímenes de guerra por un
tribunal israelí, se le prohíbe ocupar cualquier puesto ministerial.
A comienzos del siglo
XXI realiza nuevas provocaciones que provocan la segunda Intifada. Se
descu bre entonces que la decisión que le prohibía ser ministro no
le impedía ser Primer Ministro. Promete reprimir la Intifada que él
mismo había provocado y es electo Primer Ministro. Rompe entonces con
los partidarios del Gran Israel y organiza el nuevo despliegue del
ejército de forma que fueran ocupados todos los territorios posibles
al tiempo que hace operativa su defensa. Burlándose de la comunidad
internacional construye un muro para modificar las fronteras de manera
unilateral, luego repliega a los colonos y a sus tropas detrás del
mismo y anexa de forma definitiva una parte de los territorios
palestinos. Participa al mismo tiempo en una operación de limpieza
política que preveía la eliminación física de Yasser Arafat y
otros líderes, la censura de las candidaturas palestinas más
representativas y el arreglo de las elecciones palestinas, la
elección por defecto de Mahmud Abbas y finalmente la creación de
Kadima.
Si lo que buscamos es
una crítica virulenta a las acciones del Primer Ministro en
«Occidente» debemos remitirnos a los movimientos sionistas más
radicales.
El reverendo
fundamentalista y dirigente de la Christian Coalition, Pat Robertson,
aprovechó su emisión en la Christian Broadcasting Corporation para
explicar las «razones» del derrame cerebral sufrido por el Primer
Ministro israelí. En opinión de Robertson, Ariel Sharon (que ya
tiene 77 años) es víctima de una venganza divina por haber
organizado la retirada de Gaza. El señor Robertson es miembro de una
corriente sionista cristiana para la cual la creación de Israel en
1948 es la señal de que se acerca el «fin de los tiempos». Lector
literal de la Biblia, considera que cuando se reconstruya el templo de
Jerusalén sobre las ruinas de la mezquita de Al–Aqsa Cristo
regresará para establecer su reino, destruir a los musulmanes y
liberales, y convertir a los judíos. En el pasado, el autor acusó a
los «liberales» de ser responsables de los atentados del 11 de
septiembre de 2001, presentados como un castigo divino, y pidió el
asesinato del presidente venezolano Hugo Chávez, acusado de
«comunista».
Esta opinión podría
hacernos sonreír si el reverendo Robertson no contara con tantos
fieles, sobre todo entre los miembros del partido republicano
estadounidense.
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