El punto de no
retorno en los Territorios Ocupados
Por Carmen Lloveres
AIS (Agencia de Información Solidaria), 13/02/06
Desafiando todo pronóstico,
Hamas obtuvo una desconcertante mayoría absoluta en las elecciones
parlamentarias palestinas del 25 de enero. Se prevé que los
resultados afecten de forma desestabilizadora las relaciones entre
Israel, Palestina y la comunidad internacional, que hasta el día de
las elecciones se había mostrado incierta y contradictoria,
presionando a Israel para que permitiera celebrar las elecciones en
nombre de la libertad democrática, y amenazando a su vez a los
palestinos si elegían a Hamas.
La victoria del grupo
islamista pone en entredicho la continuidad del status quo en la región,
pero a la vez testimonia que ese status quo ya no era sostenible. Así
Hamas supo mostrarse como la única opción real a un punto de no
retorno al que se había llegado en los Territorios Ocupados: la
Autoridad Palestina resentía de una acusación extendida de
nepotismo, corrupción y mala gestión, de más de diez años de
desengaño en que no se ha logrado ni la paz ni mejorar la situación
económica y de la incapacidad de defender los derechos de los
palestinos.
Frente a un Hamas que
se había hecho terreno por su labor de asistencialismo, el
gubernamental Fatah ya sólo destacaba por el clientelismo de sus
relaciones, y aunque como Hamas también tenía instituciones fuera de
la Autoridad Palestina para proveer ayudas a la población, la
diferencia está en que Hamas instituyó una red de servicios sociales
por todo el territorio y ofreció asistencia sin pedir nada a cambio,
ni la afiliación o apoyo al partido, ni siquiera la necesidad de que
fueran musulmanes. De este modo Hamas se ha abanderado por sus valores
morales y de justicia, presentándose como el símbolo genuino de
resistencia contra Israel e único depositario de la conciencia
palestina colectiva.
Corrupción como
factor electoral
Fatah tenía muchos
factores en contra y decidió ignorarlos con una campaña electoral
vacía y poco convincente. Nada que ver con la estrategia electoral de
Hamas, que incluso contrató a un profesor de la Universidad de Ber
Zeit, experto en medios de comunicación, para mejorar su imagen de
cara al exterior y a los electores más moderados. Transformó la retórica
de su mensaje sustituyendo la iconología anti-semita que apelaba a la
destrucción de Israel por la denigración demonizadora a Fatah. Su
publicidad electoral reiteró hasta el agotamiento lo que era Fatah:
corrupción, nepotismo, soborno y caos.
La respuesta del
secular Fatah fue jugar las cartas de garante del proceso de paz, pero
con unas negociaciones ultrajadas por la unilateralidad de Israel, la
prioridad de un pueblo ahogado por cinco anos de Intifada no es la
continuación de un proceso que no lleva a la paz, sino resucitar la
economía y crear empleo. Una apuesta débil que Hamas contrarrestó
con su capacidad de tomar una actitud moderada y un gran pragmatismo,
cuya mejor demostración ha sido el cumplimiento de la “Tahdi’a”
o tregua estratégica, a la que se comprometió desde marzo de 2005.
El mayor motivo de
fractura entre la población palestina no es la dicotomía ideológica
secular – islamista, sino las grandes diferencias económicas
apreciables entre distintos sectores. Por esto fue posible una
extensiva transacción del voto de los sectores seculares y de
izquierdas hacia el grupo islámico. Un voto mayoritario a Hamas que
presenta todos los síntomas de un voto de castigo a Fatah.
Finalmente, fue
determinante para los resultados electorales la actuación del
gobierno de Ariel Sharon. Bradley Burston, periodista de Haaretz,
considera que “si Israel quería que Hamas ganara, no les podía
haber ayudado más”. Exagerando la corrupción endémica de la
Autoridad Palestina como excusa perenne para justificar la falta de un
interlocutor válido, no hizo sino allanar el terreno de la estrategia
electoral de Hamas. Además, al abortar cualquier intento de campaña
electoral en Jerusalén, que culminó con el arresto de varios
candidatos de Hamas ante las cámaras de televisión, aumentó el
apoyo público a la organización, al mismo tiempo que se evidenciaba
la incapacidad de la AP de garantizar los derechos de los palestinos
en Jerusalén.
Hipótesis que no
disiente del propio papel desempeñado por Israel en los orígenes de
Hamas, al que apoyó como estrategia para contrarrestar el poder de
Fatah, que al principio tenía una matriz mucho mas militar: la
organización secular nació como un movimiento de liberación con una
agenda basada en la lucha armada y la diplomacia exterior, mientras
que Hamas se creó con la prioridad de llevar a cabo una transformación
social y religiosa de la sociedad palestina. Mucho más inofensivo a
los ojos de Israel de cuanto lo pudiera ser Fatah.
Hamás, moderación
o resistencia
Los palestinos de los
Territorios Ocupados ejercieron su derecho al voto en unas elecciones
que han recibido, con un consenso generalizado, el nombre de democráticas,
y apostaron por el cambio sin dejarse engatusar por las amenazas
internacionales. No se puede negar que la victoria del grupo islamista
plantea ciertos dilemas a todos los sujetos implicados en el conflicto
regional, incluido al propio Hamas. De hecho los islamistas tendrán
que elegir entre mostrar la cara más moderada, con el riesgo de
perder coherencia frente al credo de resistencia a Israel, o mantener
su retórica, poniéndose en dificultad con la comunidad
internacional.
Por su parte Israel está
alentando al resto del mundo a boicotear una Autoridad Palestina
liderada por Hamas. Pero si Israel lograse crear un consenso
internacional significaría el final de la propia Autoridad Palestina,
y con ello tanto los Territorios Ocupados como su población volverían
bajo responsabilidad directa del ocupante.
El futuro de los
palestinos depende en gran parte de la decisión de Estados Unidos, la
Unión Europea y el Cuarteto (UE, Estados Unidos, Rusia y ONU) en su
conjunto de aceptar negociar con Hamas, actuando en consonancia con su
exigencia de democratizar Palestina para llegar a un acuerdo de paz.
Imponer la democracia
sin aceptar sus resultados, obviar que la única posibilidad para la
negociación política es incluir a quien tiene el poder de controlar
la violencia, y que una resolución creíble y duradera de un
conflicto debe incluir a todas las partes, no ha reflejado una actitud
muy coherente. Sin poner en duda el valor interno para la sociedad
palestina, las elecciones han sido otra excusa más para dilatar el
proceso de paz, una pantomima que además mina la democracia en una
región en la que cada vez se hará más difícil defender los valores
de un sistema basado en la elección del pueblo.
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