Administrando
la crueldad
Por
Khaled Amayreh
Al
Ahram Weekly / Rebelión, 21/05/06
Traducido por Sinfo Fernández
Con el azote del
hambre empezando a hacer estragos entre los ya depauperados
palestinos, atormentados también por las implacables campañas israelíes
de violencia y ruina, el gobierno dirigido por Hamas intenta buscar
opciones para poder superar una de las peores amenazas a que se
enfrentan los Territorios Ocupados desde 1967.
Los funcionarios del
gobierno de Hamas así como miles de sabios islámicos y predicadores
han estado urgiendo a una población cada vez más frustrada a
mantenerse firme y resistir. Los llamamientos, renovados cada viernes
a través de los sermones tradicionales y de las oraciones en cientos
de mezquitas a lo ancho y largo de los territorios, han tenido un
amplio eco. Decenas de miles asistieron a los "mítines
desafiantes" organizados por Hamas y en la calle, hasta ahora, no
se ha registrado movimiento alguno en contra del gobierno.
Efectivamente, el
rechazo de Hamas a ceder al chantaje israelo–estadounidense ha
fortalecido el prestigio del movimiento a los ojos de la mayoría de
los palestinos, que han llegado a considerar que su gobierno
representa y encarna la heroica resistencia palestina frente a la
arrogancia y agresión sionista–occidental.
Este sentimiento
popular ha motivado que Fatah, el principal rival político de Hamas,
haya rectificado su postura con relación al "asedio". Hasta
hace pocos días, los dirigentes de Fatah no se abstuvieron para nada
en castigar a Hamas por "haber llevado al pueblo palestino a esa
difícil situación". Sin embargo, esos comentarios actuaron como
un bumerang sobre Fatah ya que muchos palestinos de a pie empezaron a
identificarles con los intentos israelíes y estadounidenses de
asfixiar la causa palestina.
Valorando tal
sentimiento, Hamas ha convencido con éxito a muchos palestinos que el
asedio dirigido por EEUU y reforzado por Israel sobre los palestinos
está dirigido fundamentalmente a intimidarles para que abandonen sus
demandas nacionales, incluyendo la creación de un estado palestino
con Jerusalén como capital junto al derecho supremo al retorno de
millones de refugiados palestinos expulsados de sus hogares y ciudades
y pueblos de nacimiento en 1948. Y puede que tengan razón.
Efectivamente, la
proximidad de la Nakba (la apropiación violenta de Palestina y la
expulsión de la mayor parte de su pueblo nativo palestino por los judíos
sionistas), cuyo aniversario marcaron esta semana los palestinos con
renovada determinación de defender su causa nacional, ha servido para
reforzar el mensaje de Hamas.
"No dejéis que
nadie os engañe. Este asedio, este intento de llevarnos a la inanición,
no es para conseguir ciertas condiciones, como reconocer a Israel y
abandonar la resistencia, es para obligaros a ceder Al–Masjidul Aqsa
(la Mezquita de Al Aqsa) y aceptar la dominación y ocupación
perpetua judía de nuestra tierra", dijo el Primer Ministro
palestino Ismael Haniya ante miles de fieles del viernes.
"¿Vais a
entragar Al–Aqsa a cambio de un poco de dinero europeo o
estadounidense?", preguntó, mientras la enorme multitud le
contestaba al unísono: "¡No, no!".
Pero Hamas y sus
funcionarios del gobierno se dan cuenta demasiado bien que con sólo
eslóganes no se puede eliminar la presencia del fantasma del hambre.
"Sabemos que los corazones y las mentes del pueblo están con
nosotros, pero sus estómagos quieren pan", dijo un ayudante
cercano a Haniya.
Por esta razón, el
gobierno está contemplando una serie de pasos políticos que consigan
romper el frente internacional contra Hamas, tratando de lograr
fundamentalmente que la UE ponga fin a su bloqueo y boicot a los
palestinos.
Según fuentes
internas de Hamas, esos pasos incluirían un reconocimiento tácito de
la denominada Iniciativa Árabe, adoptada en su día por los países
árabes y que prometía la normalización de relaciones con Israel a
cambio de la completa retirada de los territorios ocupados, de acuerdo
con las Resoluciones nos. 242 y 338 del Consejo de Seguridad de
Naciones Unidas, y de una solución "justa y equitativa" al
problema de los refugiados, en conformidad con la Resolución 194 de
Naciones Unidas.
Israel rechazó la
Iniciativa Árabe en el momento que se adoptó, lo que significa que
invocarla ahora no supone nada para los palestinos, constituyendo
simplemente un ejercicio de relaciones públicas. Es también probable
que el gobierno de Hamas emita una declaración que suponga su
aceptación de los acuerdos importantes firmados entre Israel y la
Autoridad Palestina (AP), siempre que esos acuerdos sean compatibles
con las Resoluciones de Naciones Unidas.
Se espera que esas
cuestiones se discutan a fondo durante una conferencia de diálogo
nacional que tendrá lugar en Gaza la próxima semana, que reunirá a
todas las facciones palestinas y partidos políticos con el propósito
de alcanzar una formula común que permita superar la crisis actual.
Sin duda alguna esas
conversaciones tendrán una importancia crítica porque si fracasan
probablemente se profundizaría la terrible crisis que ya asola a los
palestinos. La persistencia de las diferencias entre palestinos,
especialmente el desacuerdo crónico entre Fatah y Hamas, ha amenazado
con empujar a la sociedad palestina hacia mayores cotas de
inestabilidad e inseguridad e incluso hacia una contienda civil
extendida. Esto, a su vez, podría llevar a la desintegración de la
AP; una perspectiva que ni el mundo árabe, ni EEUU o la UE, ni
siquiera Israel, desean ver materializada, cada uno por
consideraciones estratégicas propias.
Efectivamente, para
Israel, el colapso del actual gobierno dirigido por Hamas le privaría
de una valiosa –incluso esencial– herramienta de propaganda, y
podría revelar su intransigencia, por ejemplo, su rechazo a negociar
la puesta en marcha de la Hoja de Ruta con los palestinos. Además, un
colapso de la AP –que sería la consecuencia más probable del
derrumbe del gobierno de Hamas– forzaría a Israel a restablecer el
control administrativo directo de Cisjordania y probablemente también
de la Franja de Gaza, en cuyo caso el conflicto volvería a la casilla
uno; una perspectiva que, como poco, a Israel no le gusta.
En cuanto a EEUU, está
claro que la administración Bush no está interesada en ver el
colapso de la AP ya que esa perspectiva podría efectivamente conducir
a la desaparición de cualquier apariencia de un campo palestino
"moderado", con el que EEUU cuenta, primero para neutralizar
o incluso combatir a Hamas y, segundo, como socio para un futuro
proceso de paz.
En este momento es
complicado señalar en estas líneas qué es lo que piensa el gobierno
de EEUU, que parece tener casi una fijación monomaníaca con Hamas.
No obstante, esa fijación con Hamas muestra que a EEUU sólo le
interesa una cosa: debilitar y eventualmente echar abajo el gobierno
dirigido por el movimiento, pensando poco, o más bien nada, en las
consiguientes repercusiones.
Para los estados árabes,
especialmente para los que rodean Palestina, el colapso de la AP podría
desencadenar una impredecible ola de violencia. No es necesario decir
que esto es lo último que esos estados desean. Si van a acudir en
defensa de Hamas y por ende de la AP, que seguramente se vendría
abajo si Hamas cae, es ya otra historia.
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