La
mitad de la población de Gaza tiene menos de 15 años. Esta es la
gente más vulnerable y la que más sufre los traumas físicos y
mentales como resultado de las acciones israelíes
La
guerra contra los niños en Palestina
Por
John Pilger The
New Statesman, 19/06/06
La Haine, 29/06/06
Traducción:
Cubadebate
La lucha en Palestina
es una guerra estadounidense librada desde la base militar más
apertrechada de los Estados Unidos en el exterior: Israel. En
Occidente, estamos condicionados para no pensar en el
"conflicto" israelo–palestino en esos términos,
exactamente igual que estamos condicionados a ver a los israelíes
como las víctimas y no como a ocupantes ilegales y brutales. (La
Haine)
Arthur Miller escribió
lo siguiente: "Pocos de nosotros podemos hacer dejación fácilmente
de nuestra creencia de que la sociedad debe tener sentido de alguna
forma. La idea de que el estado ha perdido la cabeza y castiga a
tantas personas inocentes es intolerable. Así que hay que negar la
evidencia a lo interno de nosotros".
La verdad de Miller
fue una realidad visible en la televisión el 9 de junio cuando las
unidades de superficie de Israel dispararon contra familias que se
recreaban en una playa de Gaza y mataron a siete personas, incluidos
tres niños y tres generaciones. Lo que eso representa es una solución
final, acordada por los Estados Unidos e Israel, al problema de los
palestinos. Mientras los israelíes lanzan misiles contra los
vacacionistas y hogares palestinos en Gaza y la Ribera Occidental, los
dos gobiernos se disponen a matarlos de hambre. Las víctimas serán
principalmente niños.
Esto fue aprobado el
23 de mayo en la Cámara de Representantes de los Estados Unidos,
donde por 361 votos a favor y 37 en contra se acordó suspender la
ayuda a las organizaciones no gubernamentales que envían un socorro
imprescindible a la Palestina ocupada. Israel retiene los ingresos y
las contribuciones fiscales que ascienden a $60 000 000 mensuales. Ese
castigo colectivo, definido como un crimen contra la humanidad en las
convenciones de Ginebra, hace recordar la manera en que los nazis
estrangularon al ghetto de Varsovia y el asedio económico de los
Estados Unidos a Irak en el decenio de 1990. Si los comisores han
perdido la cabeza, como dijo Miller, parecen comprender su barbarie y
hacen gala de su cinismo." Dov Weisglass, asesor del primer
ministro israelí Ehud Olmert, dijo bromeando que "la idea es
poner a dieta a los palestinos".
Este es el precio que
tienen que pagar los palestinos por sus elecciones democráticas en
enero. La mayoría votó por el partido "equivocado", Hamas,
al que los Estados Unidos e Israel, en su tendencia inigualable a ver
la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio, definen como
terrorista. Sin embargo, el terrorismo no es la razón para matar de
hambre a los palestinos cuyo primer ministro, Ismail Haniyeh, había
reafirmado el compromiso de Hamas de reconocer al estado judío al
proponer sólo que Israel actuara según el derecho internacional y
respetara las fronteras de 1967. Israel se ha negado porque, con la
construcción de su muro estilo apartheid, tiene una intención clara:
apoderarse de más y más territorios de Palestina rodeando pueblos
enteros y al final Jerusalén.
La razón por la que
Israel teme a Hamas es que es poco probable que Hamas sea un
colaborador confiable para someter a su propio pueblo a cuenta de
Israel. En realidad, el voto por Hamas fue un voto por la paz. Los
palestinos estaban hartos de los fracasos y la corrupción de la época
de Arafat. Según el ex presidente estadounidense Jimmy Carter, cuyo
Centro Carter verificó la victoria electoral de Hamas, "las
encuestas de opinión pública revelan que el 80% de los palestinos
quieren un acuerdo de paz con Israel".
Esto es muy irónico
si se tiene en cuenta que el ascenso de Hamas se debió en no poca
medida al apoyo secreto que recibió de Israel que, junto con los
Estados Unidos y Gran Bretaña, quería que los islámicos socavaran
el pensamiento árabe secular y sus sueños "moderados" de
libertad. Hamas se negó a seguir este juego maquiavélico y ante los
ataques israelíes mantuvo un cese al fuego durante 18 meses. Es
evidente que el objetivo del ataque israelí contra la playa en Gaza
fue sabotear el cese al fuego. Esta es una táctica probada por el
tiempo.
Ahora se va a aplicar
un terrorismo de estado en forma de un asedio medieval contra los más
vulnerables. Para los palestinos, difícilmente una guerra contra sus
niños sea algo nuevo. En un estudio de campo de 2004 publicado en el
British Medical Journal (publicación periódica británica sobre
temas médicos) se informó que durante los cuatro años anteriores
"las dos terceras partes de los 621 niños ... muertos (por los
israelíes) en los puntos de control ... cuando iban a la escuela, o
en sus hogares, perecieron a causa del fuego de armas personales,
dirigido en más de la mitad de los casos a la cabeza, el cuello y el
pecho ––los lugares a que apuntan los francotiradores". La
cuarta parte de los niños palestinos menores de cinco años sufren de
desnutrición aguda o crónica. El muro israelí "aislará a 97
centros de atención de salud primaria y 11 hospitales de las
poblaciones a que prestan servicios".
En el estudio se contó
"el caso de un hombre en un pueblo ahora rodeado de cercas en las
proximidades de Qalqilya (quien) que se acercó al punto de control
llevando en los brazos a su hija gravemente herida y rogó a los
soldados de guardia que lo dejaran pasar para poder llevarla al
hospital. Los soldados se negaron".
Gaza, que ahora está
cerrada como una prisión al aire libre y vive bajo el miedo al
estruendo de los cazas israelíes, tiene una población de la que casi
el 50% tiene menos de 15 años. El doctor Khalid Dahlan, un psiquiatra
que dirige un proyecto de salud comunitaria para niños, me dijo que
"el dato estadístico que me resulta personalmente insufrible es
que el 99,4% de los niños que estudiamos sufren de traumas ... el
99,2% han visto sus hogares bombardeados, el 97,5% fueron expuestos al
gas lacrimógeno, el 96,6% fueron testigos de ametrallamientos, un
tercio vio cómo herían o mataban a sus familiares o vecinos".
Estos niños padecen
de pesadillas constantes y "miedos nocturnos" y de la
dicotomía de tener que vivir con estos estados. Por otra parte, sueñan
con convertirse en médicos y enfermeras "para poder ayudar a
otros"; por la otra, esto se ve superado por una visión apocalíptica
de sí mismos como la próxima generación de dinamiteros suicidas.
Siempre experimentan esto tras los ataques de los israelíes. Para
algunos muchachos, sus héroes ya no son los jugadores de fútbol sino
un grupo confuso de "mártires" palestinos e incluso el
enemigo, "porque los soldados israelíes son los más fuertes y
tienen helicópteros artillados Apache".
Tal vez esté más
allá de toda comprensión el hecho de que ahora se vaya a castigar a
estos niños, pero existe una lógica. Durante años, los palestinos
han evitado caer en el abismo de una guerra civil total sabiendo que
eso es lo que quieren los israelíes. Como escribió el académico de
Oxford Karma Nabulsi, puede muy bien que la destrucción de su
gobierno electo cuando traten de crear un gobierno paralelo alrededor
de Mahmoud Abbas, el presidente palestino dado al contubernio, dé
lugar a "una visión a lo Hobbes sobre una sociedad anárquica
... gobernada por milicias, pandillas e ideólogos religiosos
diferentes y escindida por un tribalismo étnico y religioso y
colaboracionistas comprados. Piénsese en el Irak de hoy: eso es lo
que (Ariel Sharon) nos tenía reservado".
La lucha en Palestina
es una guerra estadounidense librada desde la base militar más
apertrechada de los Estados Unidos en el exterior: Israel. En
Occidente, estamos condicionados para no pensar en el
"conflicto" israelo–palestino en esos términos,
exactamente igual que estamos condicionados a ver a los israelíes
como las víctimas y no como a ocupantes ilegales y brutales. Esto no
implica subestimar las iniciativas despiadadas del estado israelí
pero, si no fuera por los F–16 y los Apaches y los miles de millones
de dólares de los contribuyentes estadounidenses, hace mucho que
Israel habría firmado la paz con los palestinos. Desde la Segunda
Guerra Mundial, los Estados Unidos han suministrado a Israel alrededor
de $140 000 000 000, buena parte de ellos en armamentos. Según el
Servicio de Investigaciones del Congreso, en el mismo presupuesto de
"ayuda" se incluirían $28 000 000 "para ayudar a los
niños (palestinos) a enfrentar la situación política actual" y
brindar una "ayuda inicial básica". Ahora han vetado eso.
La comparación de
Karma Nabulsi con Irak es valedera ya que la misma "política"
es aplicable en ese caso. La captura de Abu Musab al–Zarqawi fue un
gran acontecimiento en los medios de difusión, lo que la filósofa
Hannah Aendt llamó "acción como propaganda", y tiene poco
que ver con la realidad. Los estadounidenses y los que actúan como su
punta de lanza consiguieron su demonio ––incluido un juego de
video en que se destruye su casa. Lo cierto es que Zarqawi fue en
buena medida una creación de ellos. Su muerte aparente sirve un
objetivo propagandístico importante y nos hace olvidar en Occidente
el objetivo estadounidense de convertir a Irak, como a Palestina, en
una sociedad indefensa signada por el tribalismo étnico y religioso.
En esto resultan esenciales los escuadrones de la muerte organizados y
entrenados por veteranos de la "guerra contra los
insurgentes" de la CIA en América Central.
Posiblemente los
Comandos Especiales de la Policía, un grupo creado por la CIA y
dirigido por antiguos altos oficiales del Partido Baath de Saddam
Hussein, sean los más brutales. La muerte de Zarqawi y los mitos
sobre la importancia de éste también hacen desviar la atención de
las masacres cotidianas perpetradas por los soldados estadounidenses
como la ocurrida en Haditha. Incluso el primer ministro títere Nouri
al–Maliki se queja de que la conducta homicida de los soldados
estadounidenses es "algo cotidiano". Como aprendí en Viet
Nam, una variante de los asesinatos en serie, conocida oficialmente
entonces como "saldo de muertes", es la manera en que los
estadounidenses libran sus guerras coloniales.
Esto se conoce como
"pacificación". La asimetría de un Irak pacificado y una
Palestina pacificada está clara. Como en el caso de Palestina, la
guerra en Irak se libra contra los civiles, principalmente contra los
niños. Según la UNICEF, en un tiempo Irak tuvo uno de los índices más
elevados en cuanto al bienestar de la infancia. Hoy, la cuarta parte
de los niños entre las edades de seis meses y cinco años padecen de
desnutrición aguda o crónica, peor que lo que existió durante los años
de las sanciones. La pobreza y las enfermedades han aumentado con cada
día de ocupación.
En abril, en la Basra
ocupada por los británicos, el organismo de ayuda europeo Salven a
los Niños de la Guerra informó que "la mortalidad entre los niños
de corta edad ha aumentado 30% comparada con la existente en la época
de Saddam Hussein". Mueren porque en los hospitales no hay
ventilación y el suministro de agua, que supuestamente debió ser
reparado por los británicos, está más contaminado que nunca. Los niños
se convierten en víctimas de las bombas de racimo estadounidenses y
británicas que no explotaron. Juegan en zonas contaminadas con uranio
empobrecido. Por el contrario, los grupos de exploración del ejército
británico allí sólo se aventuran a entrar en esos lugares
protegidos por trajes contra radiaciones completos, máscaras y
guantes. A diferencia de los niños que vinieron a
"liberar", los efectivos británicos son sometidos a lo que
el Ministerio de Defensa llama "pruebas biológicas
completas".
¿Tenía razón
Arthur Miller?¿"Negamos a lo interno" todo esto o
escuchamos las voces distantes? Durante mi último viaje a Palestina
pude ver al salir de Gaza un espectáculo de banderas palestinas que
ondeaban desde dentro de los complejos rodeados de muros. Los niños
han hecho esto. Nadie les dice que lo hagan. Hacen mástiles de
banderas con pedazos de madera unidos y uno o dos se suben en un muro
y sostienen la bandera entre los dos en silencio. Lo hacen con la
esperanza de que el mundo los vea.
.- John Pilger es reportero
del London Daily Mirror. Es conocido mundialmente por sus
documentales, particularmente los rodados en Camboya y Timor
oriental. Ha trabajado como corresponsal de guerra durante
conflictos en Vietnam, Camboya, Egipto, India, Bangladesh y
Biafra.
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