El
asesinato de Murab Wafek y el secuestro
de Gilad Shalit
Por
Marwan Paz Al Sehaar
Rebelión, 29/06/06
El secuestro, el
pasado domingo 25 de junio de 2006, de un soldado israelí por
milicianos de Hamas ha vuelvo a fijar la atención de la opinión
publica internacional en Palestina. El secuestro, un acto de guerra en
el que no se implicó a población israelí civil, se produjo durante
un asalto por parte de tropas palestinas, a un puesto militar israelí
en la frontera de la franja de Gaza. La resistencia palestina tomó
como rehén, durante el asalto, al miembro del ejército de ocupación
israelí Gilad Shalit, un soldado de 19 años, y como única exigencia
para su liberación solicita la puesta en libertad de mujeres, y
menores de edad, que en este momento se encuentran en las cárceles
israelíes, sin juicio ni sentencia previa.
Por desgracia todos
los observadores internacionales suponen que el secuestro de Gilad
Shalit puede desencadenar sangrientas represalias por parte de las
tropas israelíes. Por eso es tan importante, en este momento,
explicar a la opinión publica internacional que contempla en la
distancia lo que algunos han calificado de “nuevo acto terrorista
islamista”; y que no es más que un nuevo fruto de la desesperación
sembrada en toda Palestina por el ejército de ocupación.
¿Quiénes son esas
mujeres y menores que se encuentran, sin juicio previo, presos en las
cárceles israelíes y cuya libertad se exige a cambio de la del
militar judío? ¿Por qué menores de edad son confinados y torturados
en cárceles judías como si fuesen adultos?
Existen miles de
historias en toda Palestina que podrían ilustrar la respuesta a esa
pregunta. Escogemos una sola. Una historia con cara, con nombre y
apellidos, con un ser humano concreto detrás. Una historia que se
diluye en las estadísticas, entre miles de historias similares. Todas
igual de dramáticas, crudas y brutales. La historia de Farial Wafek
Awaysa y sus hijos Murad y Sabs.
Farial recibe atención
psicológica en el Centro de Tratamiento y Rehabilitación para las
Victimas de la Tortura (TRC) de Ramallah, a causa de la profunda
depresión que sufre tras la detención de su marido y sus dos hijos,
a manos de las tropas israelíes. Y al TRC debemos agradecer su
intercesión para que Farial Wafek Awaysa accediese a recibirnos en su
domicilio de Ramallah y a contarnos su historia en primera persona. La
señora Farial Wafek nos recibió, junto con sus dos hijas, y en todo
momento colaboró con nosotros, con el ruego de que hiciésemos saber
lo que estaban sufriendo familias como la suya.
¿Por qué a mis
hijos?
En Abril de 2002 las
cosas no estaban mejor en Palestina de lo que están ahora. Por eso a
nadie le extraño que tropas israelíes irrumpiesen repentinamente en
la capital palestina, armados hasta los dientes, para hacer
detenciones de supuestos terroristas. Esa mañana le toco a Murad
Wafek, que tenía solo 17 años, a su hermano Sabs y a su padre. Era
viernes, por eso toda la familia se encontraba reunida en casa cuando
llegaron los soldados israelíes.
– Eran las 12 de la
mañana –recuerda Farial– y ese día habíamos tenido un gran
ataque judío en Ramallah. Los soldados llegaron de repente y entraron
en nuestra casa subiendo escaleras arriba. Nos encerraron a todos los
vecinos y se llevaron a mis hijos Sabs y Murab, y a mi marido.
Según nos relata
Farial, los soldados israelíes se llevaron a su hijo Murab detenido,
junto con su padre y hermano, pero tras unas horas de interrogatorio
lo dejaron volver con su madre y hermanas al domicilio familiar, en el
que ahora nos encontrábamos.
– Al día
siguiente, sábado –prosigue Farial– a las 4 de la tarde,
regresaron a casa los soldados. Nos encerraron a toda la familia en
una habitación, pero se llevaron a mi hijo Murab fuera. Mientras estábamos
en la habitación podíamos oír lamentos y quejidos. Yo abrí la
puerta para saber que sucedía con mi hijo, pero los soldados me
hicieron volver a la habitación. Murab me llamaba, ¡oh mama, oh
mama! Y yo abri la puerta de nuevo y los soldados me dijeron: quieres
que te pegue? Y cerraron la puerta.
Desde su encierro la
madre y hermanas de Murab solo podían escuchar los lamento de su
hijo, que decía que había muchos soldados encima de él. Y después
lo trasladaron fuera de la casa.
– “Entonces los
soldados entraron en la habitación para pedirme la documentación de
mi marido. Y yo les dije que ya se habían llevado a mi marido el día
anterior, con mi otro hijo, y que tenía la documentación en el
primer piso. Que me acompañaran a buscarla. Les dije eso porque yo
quería mirar que estaban haciendo con mi hijo. Y vi a mi hijo tirado
en el suelo, rodeado por los soldados. Yo les pregunte porque le habían
pegado, y ellos me respondieron si quería ver a mi hijo vivo o
muerto.
En este momento de su
relato la Sra. Farial Wafek Awaysa se emociona visiblemente y le damos
unos instantes para que se recupere antes de continuar su relato.
– Me preguntaron si
mi niño era de Hamas o de la Yijad. Me dijeron que si quería verlo
vivo les dijese si pertenecía a Hamas. Yo les respondí que era sólo
un muchacho que iba a la escuela, y que quería verlo vivo. Pensaba
que iban a arrestarlo, como a su padre y a su hermano. Pensaba que no
le iba a pasar nada mas que eso. Así que incluso cogí un paquete de
cigarrillos y se lo di para que se lo llevase a su hermano en prisión,
porque creía que se lo llevarían detenido. Entonces me volvieron a
llevar a la habitación.
La madre de Murab y
sus hijas pasaron varias horas encerradas escuchando los grito,
lamentos y ruidos que provenían del exterior. Y a las 21:00
aproximadamente sonaron un montón de ruidos de disparos y muchos
gritos y lamentos, y también gritos de los soldados.
Disparos en las
rodillas y en la cabeza
Pasaron muchas horas
sin saber que ocurría, y en la mañana del domingo los soldados
israelíes volvieron a entrar en la casa para pedir a Farial el teléfono
del hospital más cercano.
– Al ver que volvían
los soldados yo les dije que si venían a buscar a mis hijos ya no tenía
más, que se habían llevado a los dos que tenía y a mi marido, pero
me dijeron que sólo querían el teléfono del hospital para pedir una
ambulancia. Ellos me dijeron que había un hombre mayor enfermo y que
necesitaba ir al hospital de Hilal y yo se lo di. No me dijeron nada
de mi hijo. Yo fui amable, colabore y les di lo que querían. Al cabo
de un rato llego una ambulancia para llevarse a alguien. Yo pensé que
seria el hombre mayor del que hablaban, pero era mi hijo. Yo fui la
ultima en saberlo.
La señora Farial
Wafek Awaysa tardó varios días en tener noticias de su hijo Murab. Y
no le llegaron a través de una notificación oficial de las
autoridades israelíes, como habría sido lo lógico, sino gracias a
un vecino y amigo de Murab, Reisad, que había sido detenido al mismo
tiempo que su hijo.
– Reisad estaba
detenido con mi hijo. Era otro joven del barrio, y mas tarde le contó
a su madre como los soldados israelíes les pegaron mucho. En la
cabeza, en las piernas, en los brazos. En un momento del
interrogatorio Raisad le dijo a Murad que intentasen pedir permiso
para ir al baño, para así poder descansar de las palizas. Y los
soldados les dijeron que fuesen pero por separado. Raisad fue el
primero, pero cuando volvió Murad vio que también le habían pegado
en el baño. Así que Murad dijo que ya no quería ir, pero los judíos
le dijeron: “querías ir al baño, ahora iras al baño”. Después
de llevarlo al baño, Reisad no vio nada más. Sólo que le dispararon
en el cuello y en las rodillas. Y le quitaron la ropa.
Según relató Reisad
los militares israelíes discutían entre ellos. Esos fueron los
gritos que escuchó Farial desde su encierro forzado mientras
asesinaban a su hijo, de 17 años, de un disparo en la cabeza. Después,
con un cinismo extraordinario, los asesinos de Murad acudieron a su
madre para pedir el teléfono de una ambulancia, engañándola para
que no sufriese un ataque de histeria al descubrir que su hijo acababa
de ser ejecutado a pocos metros de ella.
Cuando llegó la
ambulancia otros vecinos del barrio vieron que el cadáver que recogían
era el del joven Murad. Su madre fue la última en enterarse.
Su otro hijo y su
marido permanecen en prisión. La argucia legal de la “detención
administrativa” permite mantener indefinidamente en prisión a un
acusado de pertenecer a una organización terrorista, sin juicio ni
sentencia previas.
Por esa razón los
milicianos de Hamas, que el pasado domingo secuestraron al militar judío
Gilad Shalit, exigen que se libere a los menores de edad y a las
mujeres que permanecen detenidos, ilegalmente, en prisiones israelíes.
Sobretodo porque en muchos casos los padres de esos menores creen que
sus hijos están en prisión, cuando en realidad ya han sido
ejecutados.
Sea cual sea el
desenlace del secuestro de Gilad Shalit, el joven Murab Wafek ya no lo
verá. Y el ni siquiera había cumplido la mayoría de edad.
– Yo te he contado
la historia de mi hijo –insiste Farial Wafek antes de
despedirnos–, pero hay un montón de historias parecidas de padres
que no saben donde están sus hijos o que ha pasado con sus hijos. Yo
se que mi otro hijo esta en la carcel pero no puedo hacer nada. Murad
era solo un niñito, no había hecho nada malo, tenia solo 17 años.
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