Enfrentamientos
Fatha-Hamas
No
es un mero asunto interno palestino
Por
Amira Hass
Haaretz / La Haine, 05/10/06
Traducido
por LB
Las
fuerzas de seguridad de la Autoridad Palestina, es decir, de Fatah, o,
dicho con otras palabras, las que están a cargo de Mahmoud Abbas, se
están escudando tras la angustia y protestas genuinas de los
funcionarios públicos que no han cobrado sus salarios, para clavar
unos cuantos clavos más en el ataúd del gobierno de Hamas
El
experimento ha sido un éxito: los palestinos se están matando
mutuamente. Están actuando como se esperaba que hicieran al término
del prolongado experimento denominado "qué ocurre cuando
encierras a 1.300.000 seres humanos en un espacio cerrado como
gallinas de granja".
Estos
son los pasos seguidos en el experimento: encierro (desde 1991);
retirar a los prisioneros sus medios habituales de subsistencia;
sellar de forma casi hermética todas las salidas al mundo exterior;
destruir los medios de subsistencia existentes mediante la prohibición
de entrada de materias primas y de la comercialización de bienes y
productos; prohibir la entrada regular de medicinas y suministros médicos
para hospitales; impedir durante semanas la introducción de comida
fresca; prohibir durante años la entrada de familiares,
profesionales, amigos y otros, y permitir a millares de personas
–enfermos, cabezas de familia, profesionales, niños– permanecer
clavados durante semanas ante las puertas cerradas del único punto de
entrada y salida de la Franja de Gaza.
Róbense
cientos de millones de dólares (ingresos por impuestos aduaneros y
sobre lsalarios recaudados por Israel pero que pertenecen a la
Hacienda palestina), de forma que durante meses sea imposible pagar
los salarios ya de por sí bajos de los empleados del Gobierno; preséntese
el lanzamiento de cohetes artesanales Kassam como una amenaza estratégica
que sólo puede ser neutralizada dañando a mujeres, niños y
ancianos; dispárese por tierra y aire contra vecindarios densamente
poblados, destrúyanse huertos, plantaciones y heredades.
Despáchense
aviones para aterrorizar a la población con bombas siónicas; destrúyase
la flamante planta eléctrica y oblíguese a los habitantes de la
Franja sellada a vivir sin electricidad la mayor parte del día
durante cuatro meses, que con toda probabilidad se convertirán en un
año –es decir, un año sin refrigeración, ventiladores eléctricos,
televisión, luz para estudiar y leer; oblígueseles a pasarse sin un
suministro regular de agua, que depende del suministro eléctrico.
Se
trata del antiguo y bien rodado experimento israelí denominado
"póngalos en una olla a presión y vea qué sucede", y ésta
es una de las razones por las que no se trata de una cuestión interna
palestina.
El
éxito del experimento se puede apreciar por los miasmas de
desesperación que penden sobre la Franja de Gaza y por los
enfrentamientos clánicos que estallan casi a diario aquí, más que
por los combates entre militantes de Fatah y Hamas. Lo realmente
sorprendente es que los enfrentamientos no sean más frecuentes y que
todavía se sigan manteniendo algunos lazos de solidaridad interna,
que son los que están salvando a la gente del hambre.
A
diferencia de los enfrentamientos entre clanes, los combates del
pasado domingo en Gaza y las campañas de destrucción e intimidación,
principalmente en las ciudades de Cisjordania, no han sido resultado
de una pérdida momentánea de control. Generalmente se las interpreta
como batallas entre dos milicias, cada una de ellas representante de
una mitad de la población, pero lo cierto es que fueron iniciadas por
grupos de Fatah para clavar unos cuantos clavos más en el ataúd del
gobierno electo.
Las
fuerzas de seguridad de la Autoridad Palestina, es decir, de Fatah, o,
dicho con otras palabras, las que están a cargo de Mahmoud Abbas, se
están escudando tras la angustia y protestas genuinas de los
funcionarios públicos que no han cobrado sus salarios. Y lo están
haciendo a pesar de que todo el mundo sabe que el impago de los
salarios no se debe a un fallo de gestión, sino sobre todo a la política
israelí. Estas fuerzas fueron enviadas para sembrar la anarquía
organizada siguiendo el manual de la escuela de Yasser Arafat.
¿Y
por qué todo esto es también un asunto israelí? Porque los que
enviaron a esos militantes comparten con Israel el mismo interés por
regresar a una situación en la que la dirigencia palestina colabore
en la tarea de representar un simulacro de proceso de paz mientras que
Israel continúa con su ocupación y la comunidad internacional envía
fondos para acallar las protestas en la forma de salarios para abonar
a los funcionarios públicos palestinos.
Y
existe otra razón por la que se trata también de un asunto interno
israelí: cualquiera que sea el desenlace final, los enfrentamientos
palestinos y el riesgo de guerra civil afectan directamente a cerca
del 20% de los ciudadanos de Israel, los árabes. Afectan a los árabes
y también a aquellos segmentos de la población israelí que no han
olvidado que Israel seguirá siendo la fuerza ocupante y gobernante de
los palestinos mientras que no se cumpla el objetivo de establecer un
estado Palestino en la totalidad de los territorios ocupados en 1967.
.– Amira Hass (nacida en
1956 en Jerusalén) es una escritora y periodista israelí. Hija
de dos sobrevivientes del campo de concentración de
Bergen–Belsen, se ha especializado en el tema del conflicto
palestino–israelí.
|