Este
artículo se propone polemizar con respecto a las ideas del sionismo
socialista, y sus diferencias con los planteos del ala revisionista
liderada por Jabotinsky
El
Estado de Israel: la Muralla de Hierro de Jabotinsky
Por
Ezequiel Hazán
Observatorio
de Conflictos / Rebelión, 21/11/06
Desde
una visión esquemática, se podrían resumir los ideales del sionismo
socialista en la concreción de una sociedad socialista judía en
Palestina. Siguiendo a Ber Borojov, el diagnóstico hecho por el ala
izquierda del sionismo es que la problemática del antisemitismo era
consecuencia del carácter económicamente "anormal" de la
población judía en la Diáspora, que la obligaba a instalarse en
actividades del tipo de prestamistas o pequeños comerciantes, que los
hacia incapaces de competir económicamente y a la vez despertaba el
antisemitismo en cualquier lugar donde se encontraran. La solución de
Borojov es la migración a Palestina donde, según el, los judíos,
cual versión distorsionada de los Manuscritos Filosóficos de 1844 de
Marx, encontrarían su ser genérico trabajando la tierra, convirtiéndose
en agricultores y trabajadores (1). Este planteo, de la
"regeneración" del judío en la nueva tierra, se liga a la
idea original del diagnostico del judío en la diáspora hecho por el
sionismo hertzliano. Max Nordau expresaba, aunque no en una variante
marxista, que en esa nueva tierra el judío podrá regenerarse
moralmente: "Otros esperan el remedio del sionismo, que no es
para ellos el cumplimiento de una mística promesa de las Sagradas
Escrituras, sino el camino hacia una existencia en la cual el judío
habrá de hallar finalmente las simples y primarias condiciones de
vida, que resultan sobreentendidas a todo no–judío, a saber: un
apoyo social seguro, buena voluntad en la sociedad, posibilidad de
utilizar sus condiciones para el desarrollo de su verdadera
personalidad, en vez de malgastarlas en la represión, tergiversación
u ocultamiento de sus cualidades." (2) .En lo que se diferencia
Borojov de Nordau es en que, para este ultimo, la regeneración daría
lugar a una sociedad burguesa. Para Borojov, el proceso crearía una
sociedad judía proletaria que, a través de la lucha de clases,
llevaría a la concreción de una sociedad socialista. Es visto
entonces que, en el programa de la izquierda sionista, la construcción
de la nación antecede a la del socialismo. Lo primero es condición
para lo segundo.
Según
lo planteado por Shulamit Carmi y Henry Rosenfeld, en “El
surgimiento del nacionalismo militarista en Israel” (Revista Debats.
Nº33), el conflicto, la dinámica y los objetivos del sionismo
socialista no estaban necesariamente atados al problema árabe, sino
por el conflicto que mantenía con otras líneas políticas dentro la
población judía, y es esta lucha la que va a definir la relación
entre árabes y judíos. A su vez, diferencian dos sectores dentro de
la izquierda: uno representado por movimientos como Hashomer Hatzair o
Ahduth Haavodah, que patrocinaban un estado único o binacional para
los dos pueblos, y otro sector, representado por el Mapai, que estaba
a favor de la partición propuesta por las Naciones Unidas. Según lo
que plantean los autores, la izquierda socialista fue derrotada políticamente
por el sector que ellos denominan de la derecha socialista,
representada en el Mapai. En esta lucha, lo que estaría derrotado es
el espíritu socialista, antimilitarista y antiestatalista –al
estilo kibbutziano– de la izquierda, en detrimento del estatalismo
––la mamlachtiut– del Mapai. Este es resultado del abandono del
ideal socialista por parte de este último. La guerra del `48 con su
resultado final consuma el hecho estatal y propicia la salida militar
como forma de solución al problema árabe. Carmi y Rosenfeld
manifiestan que, el catalizador de este cambio, es este abandono por
parte del laborismo del socialismo, y es aquí donde se daría lugar a
un nacionalismo militarista. Lo contradictorio de este planteo es,
como al principio de su trabajo plantean los autores, la negación de
la consecución necesaria entre los postulados del sionismo socialista
más radicalizado y la creación de un órgano estatal judío.
Considero que el planteo es erróneo ya que, mas allá de las
explicitas intenciones antiestatistas de ciertos sectores de la
izquierda sionista, no se puede hablar de "traición" o
"abandono" por parte de la misma de sus postulados. Esa hipótesis
que elucido se debe a que, como se remarca al principio del artículo
citado, la colonización y libre migración judía son presupuestos
inobjetables para la realización de la sociedad socialista judía.
Esto era compartido por el amplio y diverso arco de tendencias de
izquierda sionista, y es, según lo que Jabotinsky señala, lo que los
árabes no estaban dispuestos a aceptar (3)
Por
tanto, si la colonización sionista es el objetivo a consolidar, no
podía ser lograda en base a un acuerdo, ya que las condiciones que se
buscaban implicaban un sometimiento voluntario de los intereses árabes,
lo cual por supuesto no iba a suceder...
Por
eso mismo, la posible divergencia que puede existir entre derecha e
izquierda sionista es de talante, no de programa: lo que una dice
claramente y con todas las letras la otra lo dice veladamente. Aquello
que Jabotinsky esboza como imposible de eludir para el fortalecimiento
de la colonización judía en Palestina ––expulsión de la población
árabe, constitución de un poder de fuego que la mantenga a raya–
se transforman en fórmulas que inevitablemente la izquierda sionista
tiene que aplicar para ser fiel a su programa. Un claro ejemplo de
esta política, donde los objetivos nacionalistas de la izquierda
sionista priman sobre los internacionalistas y llevan a aplicar
acciones de exclusión de la población árabe, se puede observar en
el proceso de sindicalización de la clase obrera en el territorio
palestino. Como bien observa Yossi Schwartz (4), la Histsadrut
(Federación General Obrera de los trabajadores en Eretz Israel),
dominada por los partidos sionistas socialistas mayoritarios, trató
de por todo los medios de oponerse a la creación de sindicatos
unidos, donde obreros judíos y árabes se integraran en un plano de
igualdad. Tanto desde el sector de Hapo`el Hatza`ir, Arlosoff o Ben
Gurion, desde Ahdut Haávoda, proponían como solución conciliadora
la creación de tibios sindicatos unidos que, obviamente, estarían
internamente separados en secciones judías y árabes. Estas
resistencias a la unión de la clase obrera, eran resultado de que la
misma iba contra las verdaderas metas de la Hitsadrut, que eran la
consolidación de un sector obrero exclusivamente judío y de una
economía judía autosuficiente (separada) de la población árabe.
Solo una visión muy cándida e ingenua podría creer que esto se podía
hacer sin algún tipo de conflicto, y que no implicaba la aplicación
de una violencia contra la población nativa. Por eso mismo discrepo
con los autores citados, en que la izquierda sionista haya sido infiel
y en consecuencia, puede afirmarse que el texto de Jabotinsky,
"La muralla de hierro. Nosotros y los árabes", es
claramente el programa del sionismo en general.
La
concreción de un aparato estatal era la única forma de crear esas
condiciones favorables. Solo la construcción de un estado, con su
poder centralizador, con sus vasos comunicantes burocráticos y con su
monopolio de la fuerza coercitiva, personificada en un ejército judío,
podía llevar a cabo la tarea de expulsión de la población nativa y
del establecimiento de la población judía en Palestina. Es la erección
del organismo estatal lo que permite continuar el proceso de
colonización y la libre inmigración que postulaba la izquierda.
Las
luchas nacionales del siglo XX han sido luchas estatales. En el caso
especifico del conflicto israelí–palestino, esta lucha está teñida
de un cariz etnicista, ya que la estatalidad proclamada por el
proyecto sionista, sea de izquierda o de derecha, es de por sí
excluyente. Como bien indica Dan Dinner (5), el estado de Israel
implicaba la construcción de un estado judío y no un estado
representante de quienes habitan ese territorio más allá de su
origen étnico o su religión. Si el objetivo era traer la mayor
cantidad de población judía a Palestina, para crear una nación étnicamente
homogénea, no era a través de un acuerdo con los árabes que se iba
a lograr– "... Que los árabes de la tierra de Israel
voluntariamente lleguen a un acuerdo con nosotros está más allá de
toda esperanza en el presente, y en el futuro inmediato...", dirá
Jabotinsky (6). Sólo la fuerza coercitiva de un estado judío, la
Muralla de hierro, podía permitir que se mantuvieran las condiciones
para realizar el sueño del sionismo socialista, porque sólo ella
permitía eliminar el obstáculo a esas condiciones: la población árabe.
A la vez, obligaba a estos a aceptar las nuevas condiciones, gracias a
la coerción aplicada por el naciente estado. O como con su
"educada indiferencia" y sinceridad expresara Jabotinsky:
"...Todo
esto no significa que algún tipo de acuerdo no sea posible, sólo un
acuerdo voluntario es imposible. Mientras exista una mínima esperanza
de que puedan expulsarnos, no negociarán esas esperanza (...) Un
pueblo efectúa tales enormes concesiones sólo cuando ya no tiene
esperanzas. Sólo cuando no se percibe ni una sola hendidura en la
muralla de hierro..." (7)
Este
horizonte de conflicto, implícito en la idea de "la muralla de
hierro", convertía al nacionalismo militarista en la ideología
del nuevo estado judío. La idea expresada por Moshe Dayan, en el
texto de Dan Dinner, de que la colonización no solo implicaba plantar
un árbol o construir una casa sino también el fusil y el casco (8)
concuerda absolutamente con Jabotinsky. Los dos tienen presente que la
colonización tendrá que hacerse contra la población nativa, y
protegida por una fuerza que la mantenga a raya.
El
paso siguiente que hará el sionismo, ya como ideología de estado y,
por tanto, política oficial de Israel, será el no reconocimiento de
la identidad palestina y la afirmación del derecho de los judíos a
permanecer allí. En este sentido, los derechos del pueblo palestino
no se discuten, hacerlo sería poner en peligro el mismo Estado de
Israel. La legitimación estará dada por un justificativo que se
remite al texto bíblico que, según el sionismo, a su vez remitiría
a un derecho divino sobre el territorio palestino. No es la existencia
concreta y actual en este lugar lo que daría el derecho a la
existencia de una nacionalidad judeo–israelí, sino la existencia de
ese derecho histórico que ata indefectiblemente a los judíos a esa
tierra. Reconocer los derechos de los palestinos es considerado el
principio de la destrucción del estado de Israel. Un ejemplo de esto
es citado por Dan Dinner: Menajem Beguin (primer ministro en 1977), en
una conferencia pronunciada en el kibbutz Ein Hakhoresh, ante una
pregunta del público sobre el reconocimiento de la existencia del
pueblo palestino, respondió: "Tenga cuidado, amigo mío: si
usted reconoce a Palestina destruye su derecho a vivir en Ein
Hakhoresh. Porque si está aquí Palestina y no Eretz Israel, entonces
usted es un conquistador y no un constructor del país. Es usted un
intruso. Si está aquí Palestina, el país pertenece al pueblo que
vivía aquí antes que usted viniera. Solamente si está aquí Eretz
Israel, tiene usted derecho a vivir en Ein Hakhoresh y Degania. Si éste
no es su país, el país de sus antepasados y el de sus hijos ¿qué
hace usted entonces aquí? Ha llegado a este país de otro pueblo,
como ellos afirman. Les ha expulsado y les ha quitado su tierra"
(9). Se ve claramente además que la justificación dada por un
derecho histórico a la tierra sigue teniendo vigencia.
En
este marco, los ataques son considerados actos terroristas
injustificados, perpetrados no por palestinos que reivindican su
pertenencia a la tierra de la que fueron expulsados, sino por
terroristas árabes. Un rótulo que debilita el discurso del
adversario. Y a su vez, toda acción militar israelí es simplemente
una "represalia" al accionar terrorista.
Pero
esta justificación de la agresiva política israelí ––tanto en
apropiación de tierras como en acciones militares– no solo se
sostiene en un desconocimiento de los reclamos palestinos y en la
reivindicación de Palestina como tierra ancestral judía. Imbricada a
estos elementos discursivos aparecen otros nuevos que lo refuerzan.
Gilad Atzmon, activista israelí pro palestino y
"autoexiliado" en Inglaterra, señala que el genocidio nazi
y el temor a un antisemitismo que tendría visos de
"interminable", complementan este discurso sionista
preexistente (10). ¿En qué forma son usados estos elementos
aparecidos tras la segunda guerra mundial? Ellos vigorizan el mito de
Israel como "refugio de los judíos" y permiten sostener una
razón aun más importante: mantienen la idea de que sólo un estado
judío evitará la repetición de Auschwitz. Esta victimización y la
idea de un perpetuo antisemitismo como dispositivos resultan efectivos
ya que, los israelíes, consideran que el concepto de "Estado judío"
es legítimo, y se ven a sí mismos como libres de toda
responsabilidad ante los ataques palestinos, de los que se sienten víctimas.
Las
metáforas nunca son inocentes, uno no elige por casualidad sus
palabras. Concebir la política con respecto a los árabes como una
muralla ha delineado claramente no solo las formas sino el espíritu
del estado de Israel. Ha hecho de él no una graciosa y tranquila
republica burguesa hertzliana o un paraíso socialista cooperativo,
cual si fuera un gran kibbutz. Más bien lo ha llevado convertirse en
una virtual Esparta, desconfiada de sus vecinos y siempre atenta a las
posibles rebeliones de aquellos a los que somete internamente.
Notas:
1)
BOROJOV, Ber, El nacionalismo del proletariado judío. Repertorio de
fuentes sobre Israel– Cátedra de Historia de Asia y África II.
Facultad de Humanidades y Artes. UNR.
2)
NORDAU, Max, La situación de los judíos en el siglo XIX (discurso en
el primer congreso sionista). Ídem.
3)
JABOTINSKY, Vladimir, La muralla de hierro, nosotros y los árabes.
Repertorio de fuentes sobre Israel– Cátedra de Historia de Asia y
África II. Facultad de Humanidades y Artes. UNR.
4)
SCHWARZ, Yossi, Apuntes sobre la historia del movimiento obrero en
Medio Oriente, en www.rebelion.org.
5)
DINER, Dan. Israel: el problema del Estado nacional y el conflicto del
Oriente próximo, Historia Universal Siglo XXI, Vol. 36, Madrid, l985.
6)
JABOTINSKY, op. cit.
7)
Idem.
8)
DINER, op. cit. 9) Citado por Diner, D. "Israel: el problema del
Estado nacional y el conflicto del Oriente próximo", p 154.
10)
ATZMON, Gilad, Israeli people's most common mistakes, en www.gilad.co.uk.
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