Ze’ev
Jabotinsky, los árabes y las ilusiones del sionismo de izquierda
Por
Nestor M. Gorojovsky
Altermedia.info,
13/08/06
Muchos
creen que la actual tragedia del Medio Oriente se debe a que la
derecha gobierna en Tel Aviv. Quienes pensamos que el problema no es
de izquierda y derecha sino de sionismo y lucha antiimperialista podríamos
recordar que Amir Peretz, el Ministro de Defensa (nada menos) de
Israel, el tipo que tiene que firmar todas las órdenes fundamentales
vinculadas a la ocupación y masacre del Líbano, es un hombre de
“izquierda”.
Pero
con esto no alcanza para demostrar demasiado, porque podría tratarse
de un traidor individual. Así que me parece oportuno recurrir a una
demostración más contundente.
Jim
Farmelant, un marxista judío antisionista de los EEUU, rescata un
revelador texto del líder sionista burgués, admirador del Duce
[Benito Mussolini], y antisocialista Zeev Jabotinsky, en cuya vida y
obra se inspiran las corrientes sionistas que terminaron formando el
Likud (partido de Beguin, Sharón, etc.). Y que hoy han terminado por
triunfar sobre las ilusiones del sionismo de izquierda (cargándose en
el camino nada menos que a Itzjak Rabín).
Jabotinsky
tenía la inmensa virtud de hablar claro. Traduzco el correo entero,
porque tanto los dichos de Jabotinsky como los comentarios de
Farmelant valen la pena.
Farmelant
comenta la siguiente afirmación, de otro miembro de la lista Marxism:
“Los más puros sionistas de izquierda retroceden horrorizados ante
la imagen que les devuelve el espejo… producto de su afecto
remanente por un sionismo idealizado y las desagradables asociaciones
políticas que eso les impone.”
El
texto de Jabotinsky, además, presenta en toda su magnitud la
complejidad del fenómeno sionista. Porque este hombre, que ahora
vemos que representaba el proyecto sionista en su máxima pureza, era
en los tiempos en que planteaba estos asuntos, el líder de una minoría
despreciada por la conducción sionista, un paria dentro de un orbe
cultural que pensaba estar cumpliendo una tarea que favorecía la
marcha global del socialismo, y que pensaba que se podía arrebatar la
tierra a un pueblo por métodos civilizados.
Por
supuesto, esto era una ilusión. Y el loco minoritario que lo
denunciaba, finalmente, triunfó sobre quienes –sin saberlo– hacían
exactamente lo contrario de lo que creían estar haciendo. Jabotinsky
predicaba la guerra contra los árabes porque, a diferencia de los
laboristas, él sí respetaba al pueblo árabe. No tenía ilusión
alguna, ni socialista, ni progresista, ni humanitaria. Quería ocupar
Palestina y no temía el juicio histórico porque carecía de todo
interés por los seres humanos que debería liquidar para lograrlo.
Los sionistas de izquierda, por mayoritarios que fueran, coincidían
con la aspiración de Jabotinsky a ocupar la tierra de los palestinos,
pero retrocedían ante sus conclusiones. Más tarde o más temprano,
se verían obligados a abandonar el sionismo o abandonar el
izquierdismo. Y vaya si lo hicieron.
Es
que las relaciones objetivas en que los seres humanos se relacionan
entre sí (en este caso, inmigrantes judíos y nativos árabes)
terminan por definir qué es lo verdadero y qué es lo falso del
universo de ideas con que intentan hacer su vida sobre la faz de la
Tierra.
Pocas
veces se ha visto mejor confirmada la tesis hegeliana de que “todo
lo racional es real, y todo lo real es racional”, en el sentido
que explica Engels: que con el desarrollo histórico de los
acontecimientos se va revelando la racionalidad interna de aquello que
los hombres hacen, más allá de lo que ellos crean estar haciendo.
Los
dejo con el judío norteamericano, amigo y compañero revolucionario
Jim Farmelant:
“[…]
En especial los sionistas laboristas lograron sembrar entre los
progresistas (y en modo alguno sólo entre los judíos progresistas)
la ilusión de que el proyecto sionista era compatible con valores e
ideales progresistas, incluso socialistas. Así, se afirmaba que el
apoyo al sionismo era compatible con el apoyo al antiimperialismo,
algo que a todas luces carece de sentido alguno.
“Pocos
de los sionistas iniciales comprendían al menos a medias cómo
resultarían finalmente las cosas. Uno de ellos fue el padre
intelectual del sionismo revisionista, Ze’ev Jabotinsky.
“En
su ensayo “La Muralla de Hierro” (versión en inglés, en
www.saveisrael.com/jabo/jabowall.htm), planteaba, entre otras cosas
que los sionistas se aliarán con los imperialistas de Occidente (en
sus tiempos, Inglaterra, Italia y Francia) para oponerse a las
aspiraciones nacionales de los árabes y otros pueblos del Medio
Oriente. [Jabotinsky] escribió allí lo siguiente:
“«Solo
podemos dar dos cosas: dinero o ayuda política, o ambos. Pero no
podemos ofrecer ninguna de ellas. ¿Dinero?
“«Es
ridículo suponer que podríamos financiar el desarrollo de Iraq o
Arabia Saudita, cuando ni siquiera nos alcanza para la Tierra de
Israel. El apoyo político a las aspiraciones árabes es diez veces más
ilusorio.
“«El
nacionalismo árabe se plantea los mismos objetivos que el
nacionalismo italiano previo a 1870 y el polaco de antes de 1918:
unidad e independencia.
“«Estas
aspiraciones implican la erradicación de todo rastro de influencia
británica sobre Egipto e Iraq, la expulsión de los italianos en
Libia, la eliminación de la dominación francesa en Siria, Túnez,
Argelia y Marruecos.
“«Para
nosotros, apoyar un movimiento así sería un suicidio y una traición.
Aún dejando de lado el hecho de que fue Inglaterra la que firmó la
Declaración Balfour, tenemos que recordar que Francia e Italia la
firmaron también. No podemos ir intrigando para sacar a Inglaterra
del Canal de Suez y del Golfo Pérsico, ni para liminar el dominio
colonial francés e italiano sobre territorio árabe. Es un doble
juego que no podemos tener en cuenta bajo ningún concepto.
“«Llegamos
entonces a la conclusión de que no podemos prometerle nada a los árabes,
ni de la Tierra de Israel, ni de los países árabes. Su acuerdo
voluntario está totalmente fuera de discusión. Por lo tanto, los que
afirman que semejante acuerdo con los nativos es una condición
esencial del sionismo, pueden decirnos ya mismo que no, y abandonar el
sionismo.
“«La
colonización sionista, aún la más restringida, tiene que terminar,
o llevarse a cabo desafiando la voluntad de la población nativa. Por
lo tanto, sólo puede continuar y desarrollarse bajo la protección de
una fuerza independiente de la población local: una muralla de
hierro que la población nativa no pueda atravesar.
“«En
suma, ésta es nuestra política hacia los árabes. Formularla de
cualquier otra manera sería simple hipocresía.»
“Jabotinsky
no se iba con vueltas. También dejó en claro, en el mismo artículo,
que la oposición árabe al proyecto sionista no tenía nada de
irracional.
“Desde
su perspectiva, tenían todo el derecho a oponérsele, porque
amenazaba necesariamente sus propias aspiraciones nacionales. Decía:
“«Para
todo pueblo nativo –civilizado o salvaje, tanto da– su país es su
hogar nacional, del cual siempre serán los señores indiscutidos. No
permitirán, voluntariamente, no ya un nuevo amo, sino ni siquiera un
nuevo socio. Y lo mismo pasa con los árabes.
“«Aquellos
que entre nosotros buscan un compromiso tratan de convencernos de que
los árabes son una especie de tontos a los que se puede engañar
presentando nuestros objetivos de un modo edulcorado, o una tribu
codiciosa que nos dejará su herencia palestina a cambio de beneficios
culturales y económicos. Rechazo de plano esta evaluación de los árabes
de Palestina.
“«Culturalmente,
están 500 años detrás nuestro, espiritualmente carecen de nuestra
resistencia y fuerza de voluntad, pero allí se terminan las
diferencias.
“«Podemos
hablar cuanto queramos sobre nuestras buenas intenciones; pero
comprenden tan bien como nosotros qué les conviene y qué no les
conviene.
“«Aman
a Palestina con el mismo amor fervoroso que tenían por México los
aztecas, o los Sioux por sus praderas. Pensar que los árabes
consentirán voluntariamente en la efectivización del sionismo a
cambio de los beneficios culturales y económicos que podamos traerles
es infantil.
“«Esta
fantasía aniñada de nuestros arabófilos nace de una especie de
desprecio por el pueblo árabe, de una idea carente de todo
fundamento: que esta raza es una turba lista para ser sobornada, capaz
de entregar su país por una red ferroviaria.»
“Jabotinsky,
creo, tenía mucha razón en sus apreciaciones, y lo sucedido en los
últimos ochenta y tres años no hicieron sino demostrar la validez de
sus análisis. Donde se equivoca es en su fe en la viabilidad de un
colonialismo permanente: claramente, creía que el sionismo era una
especie de proyecto colonialista.
“El
éxito del proyecto sionista, para él, exigía el apoyo de las
potencias imperialistas (en vida, Jabotinsky dedicó mucho tiempo al
cultivo de apoyos entre los ingleses, luego los italianos de Mussolini,
y después otra vez entre los ingleses).
“Hoy,
este papel lo juegan los Estados Unidos. Por lo tanto, apoyar al
sionismo es apoyar al imperialismo y al colonialismo.”
Esto
era cierto en 1923 , y sigue siendo cierto ahora, como podemos ver en
las noticias que nos llegan tanto de Iraq como del Líbano.
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